¿AFGANISTÁN…? Menos armas y mucha más ayuda

lunes, 25 de enero de 2010

En el año 2004, el Gobierno español retiró a nuestro país de la operación militar “Libertad Duradera”, capitaneada por los Estados Unidos e incorporó a nuestros soldados a la misión de las Naciones Unidas para la “estabilización, desarrollo y reconstrucción” de un país que venía, desde hacía muchos años, sufriendo invasiones, acciones militares y genocidios externos e internos, con prácticas recientes tan abominables por parte de los talibanes como por parte de la Administración Bush (matanzas de centenares de personas, torturas en la prisión de Bagram, de las que tan poco, por cierto, se ha hablado… ). Los Estados Unidos solicitaron a la OTAN –que es una forma de solicitárselo a sí mismos- que formara parte de una estrategia militar muy distante a la que permitiría un auténtico cambio en la situación de Afganistán, volcándose en ayuda a la población civil, en protección de la gente, en el visible aumento de la calidad de vida.


El Presidente Obama, en la misma onda que el Gobierno español, ha asegurado que el nuevo rumbo de su actuación se dirige a procurar que lo antes posible los afganos dirijan su destino. Pero, todo hay que decirlo, ha hablado más del número de efectivos militares que de las cuantiosas ayudas, que son necesarias para que este país pueda pronto liberarse de las cadenas del tribalismo, el narcotráfico, la ignorancia, la superstición, la miseria.


Aplicar los Derechos Humanos, para, como lúcidamente se proclama en el Preámbulo de su Declaración, “liberar a la Humanidad del miedo y de la miseria”. Atemorizados, desamparados, viendo sólo el músculo y nunca el corazón de los que dicen protegerlos. Viendo sus botas y sus armas. No sus manos tendidas. No el pan. La pobreza es el gran caldo de cultivo de personas que, después de tantas promesas incumplidas, de tantas heridas, exclusiones y humillaciones, se radicalizan y expresan su frustración, en la inmensa mayoría de los casos, emigrando cuando pueden, aún jugándose la vida. Otras, muchas menos, caen en la tentación de la violencia. No hay nada más peligroso que la desesperanza.


No me canso de repetir que cuando se invierten miles de millones al día en armas y se consiente que mueran miles de personas de hambre y olvido, cuando se sabe que más del 40% de la Humanidad vive en condiciones inhumanas, cuando se explota y empobrece a tantos países en beneficio, casi exclusivo, del 20% de la Humanidad que vive en el barrio próspero de la “aldea global”… resulta patético oír hablar de insurgencia y, en lugar de paliar sufrimientos y restañar heridas, incrementar el gasto en armas y efectivos militares. Los problemas, sépanlo de una vez los que viven desde hace siglos beneficiándose del principio de que “la fuerza es la solución”, deben resolverse con solidaridad, con justicia, com-partiendo bienes y conocimientos, y experiencia.


Después de los disparates de la Administración Bush, sé bien que no puede “bajarse la guardia” –aunque seguramente se trate de nuevas estrategias y otras prácticas bélicas– y que los terroristas deben enterarse, también de una vez, que su única salida es su incorporación a la sociedad defendiendo sus puntos de vista sin imposición y sin violencia. Es urgente formar a las propias fuerzas de seguridad, pero en un contexto de mejora general de la calidad de vida. Y evitar las acciones de quienes, desde países próximos, algunos de ellos muy ricos, siguen proporcionando medios y recursos a los talibanes… además de los que les produce el narcotráfico.


Pero, debe quedar muy claro que, simultáneamente, es la gente, las mujeres, los hombres y los niños, los que van a recibir ayuda a manos llenas y van a recorrer los inéditos caminos de la paz, de la justicia, de la democracia.


Por cierto, ¿cómo se les ocurre hacer elecciones en medio del desbarajuste guerrero y de la miseria? Elecciones, por otra parte, en las que –como sucedió en Gaza– no se reconocen los resultados si no ganan quienes creían que debían ganarlas, los que las organizan o consienten.


La democracia no puede enraizar en la ficción, en la oligarquía disfrazada, en el miedo y la sospecha, en el rencor, en la ley del más fuerte. Primero, ayudar en una gran acción del conjunto de la Humanidad, coordinada por las Naciones Unidas cuya misión de rehabilitación no puede conseguirse en le contexto de una progresiva desafección de la sociedad civil. Toda acción militar que resulte indispensable, debería ser llevada a cabo por los Cascos Azules, para evitar la repetición de invasiones como las de Kosovo e Irak, o genocidios como los de Ruanda, o acciones bélicas como las de Gaza…


Según la Ministra española de Defensa, Carmen Chacón, “es evidente que no sólo la OTAN sino la ONU y el mundo entero no pueden permitirse que Afganistán vuelva a caer en manos de quienes dieron amparo a la brigada de terror que sacudió el planeta y que llegó a nuestras calles. Por eso, repito siempre que nuestros militares están trabajando para la reconstrucción de Afganistán y a la vez para la seguridad de nuestras familias”… Y añadió: “Cada baja civil eleva el número de “insurgentes”.


En el primer semestre de 2009 se produjeron 1.013 víctimas civiles, de las cuales el 31% se debieron a operaciones militares de las tropas internacionales.

No debemos olvidar que en Afganistán existen 35.000 aldeas dispersas por el país. Se trata de recuperar la confianza de los grandes jefes de las tribus, y aislar a los talibanes más radicales, más “jihadistas”.


El pueblo afgano –como tantos otros– ha perdido la confianza depositada en quienes les prometieron reconstrucción, ayuda, respeto a sus costumbres. Hay que procurar que el apoyo popular vuelva a depositarse en quienes, por fin, aparezcan con más ayudas que bombas.


Los ciudadanos comienzan a percibir a los “insurgentes” como “nacionalistas amigos” en lugar de cómo “terroristas enemigos”. ¿Todos los talibanes –deberían saberlo quienes los pusieron– son abyectos secuaces del terror? Seguramente, no. Matar a talibanes no es el objetivo: es capturar a Al-Qaeda, a los violentos. Hay talibanes que para liberar a su país de extranjeros manejan a los “suicidas” como si fueran una Kalashnikov. Persuaden –con un gran cinismo– a los más fanáticos de que si se inmolan Alá los acogerá en el paraíso. “Trajimos al suicida y lo preparamos”, leí con auténtico estupor en una entrevista mantenida por el Mulá Fateh Mohamed con el periodista David Beriain en Herat, el pasado mes de septiembre. El “suicida” se llamaba Habibullah y tenía 18 años. El propio Mulá lo había reclutado y entrenado [1].


En el texto de Beriain se reproduce un dicho pashtún: “Todas las mujeres son despreciables, incluidas tu madre y tu hermana”. Y recordé inmediatamente la entrevista que tuve con los representantes de Afganistán, cuando era Director General de la UNESCO, tratándoles de convencer de que las niñas debían ir a la escuela. De los 5 interlocutores, sólo hablaba el situado en medio (como he tenido ocasión de experimentar en situaciones parecidas): “Todas las mujeres son impuras”, me decía. Y yo insistía argumentando que no se trataba de mujeres sino de niñas. Y él repetía: “Todas las mujeres son impuras”. Cuando le comenté que él era hijo de una mujer, me dijo: “Todas las mujeres son impuras”.


No cabe duda de que interpretan el Islam en una forma tan extrema como indebida. Pero éstos son los “oficiales”. Es muy probable que, como antes indicaba, haya muchos talibanes que lo único que quieren es que los “invasores” se marchen.


La guerra contra Afganistán se inició muy poco después del 11-S con el fin de destruir los campos de entrenamiento de Al-Qaeda. El 7 de octubre de 2001, con el bombardeo del norte de Kabul comenzaba una acción de represalia que podía justificarse a los ojos de los millones y millones de ciudadanos de todo el mundo que habían presenciado horrorizados los actos de terrorismo suicida contra las Torres Gemelas. Parecía que se trataría de una acción rápida y eficiente, y que los talibanes serían rápidamente desalojados del poder y de las posiciones estratégicas que ocupaban. Pero la alianza con los “señores de la guerra”, de tan mal recuerdo para la población, así como tantos civiles muertos al errar el blanco los sofisticados artilugios bélicos, contribuyeron a un rápido decaimiento del apoyo ciudadano. Era una guerra “desde arriba”, desde muy alto… pero cuando bajaron más a pie de tierra se dieron cuenta de que Al-Qaeda y los talibanes no debían confundirse.


La propuesta del General Stanley McChrystal consiste en que los afganos pasen a ser los protagonistas, tanto desde el punto de vista civil (desarrollo, bienestar, seguridad) como militar: derrotar a Al-Qaeda, preparando unos 400.000 militares y policías afganos en pocos años, para que puedan asumir la vigilancia de su país y tomar el relevo de las fuerzas internacionales. Todo ello teniendo en cuenta que “cuesta 50 veces más un soldado de la OTAN en Afganistán que lo que cuesta un soldado afgano”, como ha puntualizado el Secretario General de la OTAN, Anders F. Rasmussen.


Sólo la ONU legitima y abre la posibilidad de fortalecer un desarrollo de gran envergadura. Hay que lograr el apoyo de la sociedad, haciendo patente la ayuda, acabando con la corrupción, controlando bien las fronteras y relaciones con Pakistán…, para que las fuerzas “extranjeras” puedan iniciar en un futuro no lejano su vuelta a casa.


Hay un problema fundamental que resolver: la inmensa producción de opio (y por tanto, de heroína) que tiene lugar, como siempre, en Afganistán y que no ha decrecido, sino todo lo contrario, desde que se intenta reencauzar el futuro de este país. Se trata de cambios de cultivo que deben ser debidamente subvencionados, porque como pone de manifiesto Ronald Hatto[2], entre los 13.000 dólares por hectárea que se obtienen del cultivo de adormidera y los 400 dólares que se recaudan por cultivar trigo, por ejemplo, la elección es demasiado simple. Por ello debe tratarse de un auténtico plan de desarrollo con la subvención adecuada, durante varios años, para “un nuevo comienzo” de la producción agrícola y de la economía de este país tan relevante para un cambio global.


Hay que tener en cuenta que la heroína es la fuente principal de recursos económicos de los talibanes seguidores del “Mulá” Omar. Mientras se produzca cocaína en Colombia y heroína en Afganistán, mientras haya hambre y paraísos fiscales, la guerra no cesará. Tienen que saberlo muy bien los países que tienen mayor demanda de drogas –mientras haya demanda habrá oferta– y que siguen sin clausurar los paraísos fiscales. En Afganistán la producción de opio representa el 33% del PIB. El consumo de la heroína en el mundo genera 65.000 millones de dólares al año, equivalentes a 4.000 toneladas de opio (el 60% consumido en Estados Unidos y Europa). Pues bien, el 90% de la heroína procede de Afganistán. En un reciente informe (octubre de 2009) la ONU alertaba sobre el hecho de que un altísimo porcentaje del opio que las mafias trafican en todo el mundo, tiene su origen en territorio afgano. La heroína que procede de la “amapola” mata al año más gente que cualquier otra droga o que las guerras: se calculan unas 100.000 vidas. En los países miembros de la OTAN mueren 10.000 personas por el consumo de opiáceos, 5 veces más que las bajas militares de 8 años de guerra. Conclusión: hace falta una estrategia mundial, bajo el mandato de unas Naciones Unidas con autoridad y dotadas de los recursos de toda índole necesarios, para que se acabe con estas contradicciones extraordinarias, entre las que destaca la de los grandes consumidores que suelen interesarse más por terminar con las fuentes potenciales de drogas que en reducir la demanda interna y castigar a quienes se implican, conociendo su inmensa responsabilidad en el siniestro resultado de sus actividades mercantiles, en estos turbios negocios.


No cabe duda, por tanto, de que la reconstrucción no debe expresarse sólo en carreteras y en el PIB sino en atención social, en desarrollo endógeno, en sustitución del cultivo de opio, en una auténtica “revolución verde” en Afganistán. Releyendo la prensa de los últimos meses, nos damos cuenta de que todos los países que deciden apoyar a los Estados Unidos cifran su contribución en un número determinado de soldados. Es cierto que, además de proporcionar defensa y seguridad, debe formarse a militares y policías afganos. Pero todo ello, no podrá tener lugar si los ciudadanos no se convencen de que la política internacional en relación al futuro de su país, cambia radicalmente.


En su discurso de El Cairo, el 2 de junio del año 2009, el Presidente Obama indicó que “vamos a aportar más de 2.800 millones de dólares para ayudar a los afganos a desarrollar su economía y proporcionar servicios de los que depende la población”. El gasto militar previsto es de 65.000 millones de dólares, según el Jefe de su Gabinete, Rahm Emanuel. Cuando hace unos meses pudieron movilizarse 820.000 millones de dólares para rescatar a las instituciones financieras “irresponsables” de los Estados Unidos, ¿no parece muy poco lo que ahora se proyecta destinar al desarrollo afgano?


Rasmussen ha declarado que cree que en 2010 puede iniciarse la mejoría de la situación porque había “compromisos claros, acciones indiscutibles del Gobierno afgano que le permitirían atraerse al pueblo. Y habría más ayuda al desarrollo, empezando por los 5.000 millones de dólares ofrecidos por Japón…”. Aquí, de nuevo, es donde deberá verse si, realmente, es posible pasar de una economía de especulación y guerra a una economía de desarrollo global, empezando por los países más vulnerables, como Afganistán. Energías renovables, producción agrícola, servicios de salud, viviendas ecológicas… y, sobre todo, escuelas, escuelas, escuelas. La tasa actual de analfabetismo es del 72% (en Irak era del 26%). Sería extraordinariamente conveniente una coalición de naciones árabes y musulmanas que participaran activamente en la reconstrucción y rehabilitación del sufrido pueblo afgano.


Obama ha programado un gran esfuerzo militar y –espero que en mucha mayor medida que el de ahora– civil. Sería muy conveniente que rápidamente se cuantificaran y se conocieran las ayudas que de todas las partes del mundo se ofrecerán para ayudar a Pakistán como a la niña de los ojos (agua, energía, finanzas, desarrollo sostenible). Y también, contar con la actitud conciliadora de la India, para que la atención de Karachi e Islamabad se desplace de Cachemira a las fronteras con Afganistán.


Frente a los artefactos explosivos utilizados por los “insurgentes” en esta guerra asimétrica, “las fuerzas aliadas” utilizan aviones Predator, sin piloto, guiados desde Arizona! A la vista de los excesos “colaterales” que producen estos artilugios no tan “inteligentes” como se creía, el General McChrystal ha decidido, con buen criterio, limitar su utilización.


Debe evitarse a toda costa otra matanza como la de Kunduz. No volver a caer en la dinámica de Cheney de “la guerra contra el terror”, en la que todo vale.


Lo que hay que hacer es volcarse en asistencia, en servicios, en medios materiales y humanos para que las Naciones Unidas puedan cumplir su mandato. La actual asimetría entre gastos militares y gastos “sociales” es insoportable. Deben prevalecer la reconstrucción y la rehabilitación sobre la dinámica bélica.


La “libertad duradera” de los Estados Unidos y la ISAF (Internacional Security Assistance Force) a cargo de la OTAN y amparada por la ONU deben acoplarse de tal modo que la acción pacificadora y normalizadora prevalezca sobre la guerrera. Una acción contra-insurgente eficaz, logrando contener a las milicias fanáticas, eliminando el narcotráfico y favoreciendo con grandes aportaciones, de toda índole, una nueva era en estos países tan castigados y defraudados.


La solución es política y social, y lo que importa es que Afganistán pueda tener en sus manos, lo antes posible, las riendas de su destino.



[1] “El País”, 6 de septiembre de 2009.

[2] Ronald Hatto, en Politique Internationale, número 125, otoño 2009, páginas 49–63.

LOS INVISIBLES

lunes, 18 de enero de 2010


Debemos grabarlo bien en nuestra conciencia. Para saber ver “los invisibles” sin necesidad de terremotos ni tsunamis. Para saber ver más allá de lo que nos muestran los medios de comunicación, cuyas noticias se refieren, lógicamente, a sucesos atípicos e insólitos. Más allá del vendaval de noticias sobre grandes espectáculos deportivos, está la realidad de cómo viven –y mueren- cada día un gran número de seres humanos “todos iguales en dignidad” y, a los que, según el artículo 1º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, deberíamos estar unidos “fraternalmente”!

Sí: todos vamos en el mismo barco, todos tenemos el mismo destino, queramos o no reconocerlo. Todos participamos del misterio de la existencia y todos debemos, de una vez, ofrecer las manos abiertas y tendidas, y nunca más alzadas. Todos tenemos que com-padecer y, sobre todo, com-partir. Si supiéramos “partir con” los demás mejor, más generosamente, podríamos reducir las dosis de com-padecimiento.

¡Ver los invisibles!, de forma permanente: éste es el secreto. Recuerdo siempre la impresión que me produjo leer el discurso que pronunció el Dr. Bernard Lawn al recibir el Premio Nobel de la Paz en 1985: “Sólo en la medida en que seamos capaces de ver los invisibles, seremos capaces de hacer los imposibles”. Si vemos los invisibles, muchos “imposibles hoy” serán posibles mañana. Éste es el gran desafío. Gracias, “El Roto”, por, una vez más, señalarnos rumbos de forma tan luminosa.

A VUELA PLUMA (II). HAITÍ

jueves, 14 de enero de 2010

¡Ahora!... y sobre todo, a partir de ahora. De nuevo ha sido precisa una inmensa catástrofe para que el mundo “despierte” y tienda las manos, y se “vuelque”, consternado, emocionado, compasivo, en ayuda de una población – víctima que, de pronto, aparece ante nuestros ojos tan entretenidos, tan distraídos, en un espectáculo horrendo, conmovedor. Como sucedió en el tsunami de diciembre de 2005… Todos acudimos presurosos… y ¿después? Después, nada. Hay espacios de nuestra conciencia que no solemos visitar y, poco a poco, caen en el olvido.


Cuando, hace años, supe lo que supe de la historia de Haití, vi lo que vi de su vida diaria; recordé con ellos -especialmente con ellas- las increíbles humillaciones padecidas durante la época del dictador Duvalier y sus “ton-ton macuttes”… decidí situar a esta parte morena de la preciosa isla caribeña en el centro de mi corazón.


¡Qué vergüenza ser espectadores! ¡Qué vergüenza disfrutar de rentas per cápita altísimas cuando tantos hermanos nuestros viven en la miseria más absoluta! En Haití no llegan a un dólar por día… y, sin embargo, a principios del siglo XIX, Haití –con Alejandro Pétion– y los Estados Unidos, eran los únicos países del hemisferio occidental cuyas ideas republicanas habían prevalecido.


No me canso de repetir que éste es el gran desafío: pasar de la explotación a la cooperación, de una economía de especulación y guerra (3,000 millones de dólares al día en gastos militares) -tampoco debemos cansarnos de repetirlo- al tiempo que mueren de hambre y desamparo más de 60,000 personas de hambre, a una economía de desarrollo global sostenible, con inversiones en energías renovables, producción de alimentos, obtención de agua por desalinización, acceso de todos a los servicios de salud, protección del medio ambiente, viviendas ecológicas, transporte eléctrico…


En una palabra, si ganamos la lucha contra la pobreza y la exclusión no sólo moralmente sino también social y económicamente, la Humanidad podría iniciar una nueva era.


Se ha “rescatado” a los financieros, que ya vuelven a ver las Bolsas boyantes. Ahora, rápidamente, corresponde el rescate de la gente, empezando por los más vulnerables.


¿Dónde están los recursos humanos y tecnológicos especialmente preparados para reducir el impacto de las catástrofes? Desde 1989 a 1999 se estudiaron por el Sistema de las Naciones Unidas todas las circunstancias (terremotos, huracanes, inundaciones, incendios…) en las que era necesario estar siempre alerta y dispuestos, bajo la coordinación de las Naciones Unidas, para actuar con eficacia. Una vez más, la maquinaria de la guerra es la única que está dispuesta: F-16, F-18… “a manta”, pero observamos con consternación que incluso en los países “más desarrollados” y con mayores arsenales bélicos, se hallan indefensos ante el fuego, el viento y el agua desbocados…


“Misión: la Tierra”! Misión, la Madre Tierra! Y, cuando corresponda, misión a Marte y a otros lugares más lejanos. Pero ahora, desde ahora, Haití y Darfur y todos los lugares en que la Humanidad se juega su futuro.


Los “líderes” deben saber que la decisión sobre estos temas ya no les corresponderá en exclusiva. Que la sociedad civil tendrá voz –sobre todo en el ciberespacio– y la elevará progresivamente. Que se han terminado las incoherencias y las presiones que mantienen todavía abiertos los paraísos fiscales -en buen número cerca de Haití por cierto- y que podremos mirar a los ojos de los supervivientes y decirles: “el tiempo de la insolidaridad y del olvido, el tiempo del desamor, ha terminado”.

A Rosa Parks

Con inmenso reconocimiento por haber

plantado, con coraje, a contraviento,

semillas de igual dignidad humana


Cuando vi al Presidente Barack Hussein Obama jurar como Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, pensé con gran emoción en Martin Luther King, en su sueño que ahora se cumplía en la máxima expresión imaginable. Y envié un beso conmovido a la memoria de quien estaba en el origen de esta formidable realidad: Rosa Parks.


Nacida en Tuskegee, Alabama, el 4 de febrero de 1913, Rosa Parks desencadenó en la nación norteamericana el Movimiento en favor de los Derechos Humanos, iguales e inalienables para todos los ciudadanos. Frente a la segregación, el racismo, la exclusión… abrió las puertas de un mañana distinto. Vivía en Montgomery, y regresaba en autobús a su casa después de una larga jornada de trabajo, cuando se negó a ceder su asiento a un hombre blanco, como correspondía hacer en cumplimiento de la Ley que estaba en vigor en Alabama (y en muchos estados del Sur) en aquel tiempo. En el transporte público regían medidas de segregación racial. Otras normas excluían la presencia de negros en determinados restaurantes…


Aquel día primero de diciembre de 1955, a los 42 años de edad, con su actitud resuelta, Rosa Parks cambió el rumbo de la historia: tomemos nota. Fue una costurera afroamericana y no un líder conocido mundialmente. Así se inician los cambios trascendentales. Fue encarcelada y multada. Luego, ella y su marido, expulsados de sus trabajos respectivos, tuvieron que irse a vivir a Detroit, Michigan, en 1957.


Pero con su temple, su valentía, su lucidez, iniciaba un largo camino que conduciría, como una cascada fertilizante, al “momento global” en que el Presidente Obama, a los ojos del mundo entero, era investido Presidente. En efecto, el gesto de Rosa Parks –designada “Madre” del Movimiento Pro Derechos Humanos– condujo a un larguísimo boicot del uso de autobuses, organizado por otro afroamericano poco conocido entonces: el Pastor Martin Luther King.


Y, así, en 1964 se publicó la Ley que prohibía la discriminación racial.


Rosa Parks falleció en Detroit el 24 de octubre de 2005 a los 92 años de edad. Dos años antes había declarado que en la actualidad el gran desafío es “libertad para todos”.


Es preciso ahora, sin demora, otra revuelta en favor de la sociedad civil, de las generaciones venideras. Se trata de otra segregación, de otra exclusión, de otro dominio, de otro sometimiento que impide a la sociedad civil, a “Nosotros, los pueblos…”, tomar en sus manos las riendas del destino común. Se trata de otra gran inflexión histórica, que requiere que muchos actúen como Rosa Parks.


El 21 de octubre de 2008 escribí:


A Rosa Parks,

con infinita gratitud.


Tuviste

el coraje

de permanecer

en el asiento

que debías

ceder

al hombre blanco.

A todos

nos liberaste,

a todos nos desataste

y diste

la condición

de hermanos.

Aquel día

no llegaste

a tu destino.

Esposada

te llevaron

al tiempo

que se iniciaba

el derrumbe

de muros,

de vallas

y cercados.

Y amanecían

días de esplendor

sin discriminación alguna

para toda

la condición humana.

¿Más de lo mismo? ¡No!

viernes, 8 de enero de 2010

Alerta: hay que evitar la “segunda ola”


Si se acepta que los financieros se conviertan de nuevo en los amos del mundo, la economía especulativa virtual volverá a hacer estragos. Y llegará la segunda ola más pronto de lo que pensamos. Los paraísos fiscales siguen repletos, inaccesibles, intocables.


Les han “rescatado”… sin asegurarse que su “codicia e irresponsabilidad”, en palabras del Presidente Obama, ya no volverán a crear problemas porque los sistemas de vigilancia y regulación lo impedirían.


Pero la economía virtual es de tal magnitud y el poder financiero tan fuera de escala, que si no se toman drásticas medidas puede verse gravemente afectado el destino común de la humanidad.


Corremos el riesgo de tener más de lo mismo: las mismas fuentes energéticas, los mismos transportes para los mismos consumidores, los mismos productos y bienes para los que habitan en el barrio próspero de la “aldea global”.


Parecen no darse cuenta de que se trata de un cambio sistémico y no de ciertas “reparaciones” en el capitalismo que ha desembocado en la gravísima situación actual. Es ridículo que estemos discutiendo días y días para que, por fin, como un gran éxito, la Unión Europea aporte para hacer frente al cambio climático la misma cantidad que se invierte en armas en sólo tres días actualmente.


Los Estados Unidos de Norteamérica, en el año 2007, invirtieron más de 800 mil millones de dólares en gastos militares. Luego igual cantidad para el “rescate” de los bancos de economía especulativa… ¿Y cuánto pueden ahora contribuir para sanar las heridas de la Madre Tierra y dejar a las generaciones venideras un mundo habitable?.


Es apremiante, pues, que los Estados impongan la supresión de los paraísos fiscales; que, al menos parcialmente, se reduzca la economía especulativa y se amplíe la producción y el consumo en amplios sectores de la población mediante un plan global de desarrollo sostenible, con fuertes inversiones en energías renovables, en producción de alimentos y agua, en salud, en transporte eléctrico, en la protección del medio ambiente, en viviendas ecológicas… Al desarme nuclear, tan bien liderado por el Presidente Obama, deberá unirse la rápida reducción de los arsenales militares (por cierto, se trata de armamento propio de guerras convencionales pretéritas, inadecuado totalmente para las confrontaciones presentes) que hoy, por la extraordinaria magnitud de los gastos que conllevan, representan –no me cansaré de repetirlo- más de 3 mil millones de dólares al día mientras mueren de hambre más de 60 mil personas.


Tenemos el conocimiento, la tecnología y los medios para hacer frente a los grandes desafíos. Pero necesitamos un marco ético jurídico a escala supranacional que tenga la autoridad y los recursos para poner orden en tantos desmanes actuales (tráficos de toda índole -¡personas incluidas!-, depredación del medio ambiente…). Unas Naciones Unidas reforzadas deben incluir plenamente a la Organización Mundial del Comercio, al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional, y sustituir a los “globalizadores” de los G-7, G-8, G-20… que tantos perjuicios han causado.


Exijamos el cambio. Y estemos alerta porque la segunda ola, si les dejamos hacer, podría irrumpir de nuevo en nuestras vidas, aumentando todavía los actuales desgarros sociales.


El momento de la gran movilización virtual y real ha llegado. Es intolerable que un grupo de plutócratas atenten gravemente contra el destino de la humanidad en su conjunto.


El momento de la revuelta de la sociedad civil no puede demorarse. Debemos fijar una fecha no lejana para que sean millones los ciudadanos que, a través de los medios informáticos de comunicación, a través de manifestaciones y actos de la más diversa índole, levanten la voz, pacífica pero firmemente. Se cumpliría así el inicio de la Carta de las Naciones Unidas: “Nosotros, los pueblos…”.