“Estamos al borde del abismo de una crisis política, económica y financiera” (Piketty)…

miércoles, 26 de noviembre de 2014

… y social, medioambiental, conceptual, ética! ¿Por qué no se convoca una gran conferencia mundial para, entre políticos, intelectuales, científicos, sociólogos, filósofos… abordar los gravísimos y apremiantes desafíos de nuestro tiempo? Sería irresponsable, sería un culposo error histórico, una irreparable traición a las generaciones futuras hacer caso omiso de las voces, ya gritos, de alarma.

Está claro que los grupos plutocráticos que el neoliberalismo globalizador situó en lugar del multilateralismo democrático han fracasado estrepitosamente. Hay que tomar medidas. Hay que inventar el futuro que corresponde a la era digital. Hoy, en primer lugar, hay que atajar resueltamente la inmensa violencia que representa la extrema pobreza. No me canso de repetir que debe pesar en nuestra conciencia para el comportamiento cotidiano la muerte por hambre de más de 40 mil personas cada día, al tiempo que se invierten en armas y gastos militares 3.000 millones de dólares. Los más ricos, más ricos todavía. Según Oxfam, 85 personas poseen más riqueza que la mitad de la humanidad (3.300 millones)… 

Es perentorio reaccionar. ¡Y no caer en el abismo! ¡Clamor popular para una conferencia mundial extraordinaria que no gire alrededor de la economía y de los mercados sino del único real protagonista: cada ser humano!

Catalunya: escuchar y resolver

martes, 4 de noviembre de 2014

Desde hace tiempo, en diversas manifestaciones y blogs, he insistido en que para transformar la realidad en profundidad hay que conocerla en profundidad. De otro modo, las reformas pueden ser sesgadas, epidérmicas, efímeras. 

Primero, es preciso que todos sepan muy bien cuáles serían las ventajas o inconvenientes que se derivarían de cualquier cambio. Después, es necesario escuchar, disponiendo al efecto de todos los mecanismos que garanticen que los resultados son fidedignos y recogen la opinión de los ciudadanos.

La crispación es mala consejera. Lo peor es que, progresivamente, el pensamiento se sustituye por el sentimiento y la razón por la emoción. 

Hay que escuchar. Si no hay reforma hay ruptura. La Constitución no se defiende imponiéndola sino adaptándola oportunamente. 

Derecho a decidir sí, desde luego, pero ejercerlo con la cabeza y no con el corazón, hacerlo pensando en el mañana. Una gran capacidad de autogobierno, una real autonomía en una nación federal de una Europa federal (hoy casi exclusivamente unión monetaria). 

El nacionalismo españolista tiene que tener en cuenta, antes de que sea tarde para una solución serena, que la vertebración territorial de España se hace con fórmulas políticas y no con imposiciones. Una mejor articulación en todas las dimensiones no se logra a través de comicios o mecanismos plebiscitarios sino con acuerdos orientados por el carácter específico de las Comunidades Autónomas españolas, cuya diversidad es la gran riqueza del conjunto, unidas por unos cuantos principios democráticos por todos aceptados. 

Ha dicho el Presidente del Gobierno que “las leyes se cambian pero no se violan”. Y, a continuación, nada ha cambiado. Ni se ha escuchado… favoreciéndose manifestaciones y un estado de ánimo exacerbado, sin las pautas adecuadas para la adopción de las medidas que estén a la altura del contexto actual europeo y mundial y, sobre todo, de las modificaciones que de forma apremiante se avecinan para poder hacer frente a los grandes retos sociales y ecológicos de la nueva era digital. 

Por otra parte, es irresponsable ofrecer horizontes ambiguos carentes de las garantías necesarias relativos a las circunstancias inmediatas en las que discurriría la vida de la ciudadanía catalana. Decidir después de haber sido bien informados sobre lo que sucedería en el caso hipotético de que la secesión tuviera lugar al día siguiente de “ser soberanos”. 

La secesión no cabe en la Constitución española ni en el régimen jurídico de las Naciones Unidas ni de la Unión Europea. Sin embargo, una profunda modificación del Capítulo 8º de la Constitución permitiría, a través de las fórmulas políticas apropiadas -la federación es la más extendida y la que se adoptó en la España republicana- a todas las actuales Comunidades Autónomas, poder ejercer plenamente el alto grado de autogobierno que es deseable. 

¿Se han parado a pensar los que hoy, con un radicalismo comprensible en buena medida, se declaran “soberanistas” que tendrían que solicitar visado para entrar en España? ¿Y que no podrían circular libremente por la Unión Europea? ¿Qué ejército tendrían? ¿Qué relaciones exteriores tendrían? ¿Con qué países mantendrían relaciones comerciales?... 

El gobierno actual ha logrado, con su imperturbable actitud de espectador imperativo, que la Constitución, en lugar de ser la solución sea el problema; que no sólo un referéndum vinculante sino una simple consulta informativa sean prohibidos tajantemente… Y, así, la razón ha dado paso a la obcecación emotiva. Se equivocan. Es bueno conocer la opinión ciudadana para, conjuntamente, buscar las soluciones oportunas. El tiempo de la imposición ha concluido. Es necesario pasar con urgencia de la razón de la fuerza a la serena consideración de alternativas. Lo único que importa es la vida digna de todos los ciudadanos… a los que no se puede ilusionar y deslumbrar con objetivos cuya puesta en práctica está llena de interrogantes y aspectos negativos. 

Los cincuenta Estados que constituyen la nación de los Estados Unidos de Norteamérica, después de una terrible guerra de secesión, son un ejemplo de conciliación de la diversidad y de la unidad. Y Alemania, Brasil, Rusia, México, Suiza… 

Escuchar al pueblo. Al pueblo catalán para saber cuáles son sus aspiraciones para la adecuada vertebración de España. 

Escuchar al pueblo canario en lo que se refiere a las prospecciones petrolíferas… 

Insisto: la Constitución, cuyo Capítulo 8º quedó inacabado por la amenaza de un golpe de Estado –que estuvo a punto de situar de nuevo a un militar en la presidencia del gobierno español- debe ahora adaptarse a los tiempos que vivimos. Para el bien de todos. De todos los catalanes. Y de todos los andaluces… y vascos… de todos los españoles.

Brasil: intolerable acoso de los mercados

lunes, 3 de noviembre de 2014

“Los mercados de Brasil castigan la reelección de Dilma Rousseff” (“El País”, 28 de octubre de 2014). 

Ya hace meses, con singular presión durante la campaña electoral, los “mercados” –incluidos algunos de los más importantes de España- pregonaban con descaro la inconveniencia de que Brasil siguiera dirigido por Lula-Dilma Rousseff, porque “los inversores”, en este caso, no podrían frotarse las manos con total fruición. 

¡Qué importa que hayan logrado reducir en pocos años la pobreza extrema y el analfabetismo, que sea un país “libre de hambre” según una reciente noticia de las Naciones Unidas…! ¡Qué importa que la tasa de paro no llegue al 5%! Lo que importa –difundido hasta la saciedad por medios “adictos” a los mercados- es el PIB. “El modelo, basado en el consumo de la clase media y baja, está agotado”… ¿Cómo se atreven las clase medias y bajas a quitar protagonismo a las altas y más altas? 

Ojalá Dilma no “atienda el mensaje de los mercados”. En España, en 1993 y en 2010, y luego en 2011, 2012, 2013… se ha escuchado y atendido el mensaje de los mercados y del PIB. Y así nos fue. Y así nos va. 

El tiempo de la unión monetaria como base del funcionamiento de la Unión Europea, del predominio y acoso de los mercados, y de la cooperación internacional “recortada”, debe concluir. 

Se sustituyeron los valores éticos por los bursátiles; los principios democráticos por las leyes mercantiles; las Naciones Unidas por grupos plutocráticos de 7,8,… 20 países. La debacle está a la vista. Hay que volver a situar en el centro del comportamiento gubernamental y ciudadano los “principios democráticos” que con tanta lucidez establece la Constitución de la UNESCO. El mundo necesita políticos que ejerzan sus funciones con total independencia. La corrupción que conllevan “los mercados” está traspasando las líneas rojas de la paciencia ciudadana y aumenta la desafección. 

La solución es más y mejor democracia. A este respecto, el artículo undécimo del proyecto de la “Declaración Universal de la Democracia” (http://www.fund-culturadepaz.org/democracia_esp.php ) dice textualmente: “La democracia debe desarrollar sistemas económicos fundados en la justicia social, a la cual se subordinarán siempre todos los otros aspectos y dimensiones de la vida económica, en un contexto de competencia libre y leal así como la indispensable cooperación, con el fin de alcanzar un desarrollo humano y económico sostenible, una prosperidad compartida, el fomento del empleo y el trabajo, y la utilización racional de los recursos económicos, alimenticios, naturales y energéticos. En la democracia, el objetivo fundamental es que toda persona, sin excepción alguna, pueda acceder a los bienes y a los servicios –particularmente de salud- necesarios para una vida digna de ser vivida”. 

Es intolerable –no me canso de repetirlo- que cada día mueran de hambre más de 30.000 personas, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad al tiempo que se invierten 3.000 millones de dólares en armamento y gastos militares. Es intolerable. 

Dilma Rousseff, en el discurso de su toma de posesión hace cuatro años, dijo: “Para convertir nuestros sueños en realidad debemos superar las líneas de lo posible”. 

El otro mundo posible, en el que los sueños se hacen realidad, es ahora, por primera vez en la historia, factible en la era digital: existe la conciencia global, la información fidedigna de lo que sucede en el mundo en tiempo real, la participación de la mujer como piedra angular del “nuevo comienzo”, en feliz expresión de la Carta de la Tierra y, lo que es esencial para la democracia genuina, la posibilidad de participación de todos los ciudadanos, progresivamente, gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación. 

Ha llegado el momento de “los pueblos”, como con tanta clarividencia se inicia la Carta de las Naciones Unidas, que deben ser refundadas con apremio. 

Presidenta, no escuche el mensaje de “los mercados”. Siga escuchando atentamente el mensaje de su pueblo.