Inmenso poder mediático. Reaccionar sin demora.

martes, 18 de agosto de 2009

“La voz/ que pudo ser/ remedio/ y por miedo/ no fue nada”.

Después (o además) del poder militar, político, económico, tecnológico… destaca ahora, omnímodo, omnipresente, el poder mediático. “Pase lo que pase, pasará lo que nosotros queremos que pase”, piensan ciertos magnates de los medios de comunicación. Por la voz, la letra, la imagen… la mayoría de los ciudadanos reciben las noticias cuidadosamente seleccionadas o amañadas previamente. En algunos países, autoridades muy importantes del gobierno –Primer Ministro incluido- o de la oposición se hallan relacionados a grandes consorcios que abarcan prensa, radio y televisión… . Es cierto que en algunos casos existe libertad de expresión y discrepancia, pero les queda poca “cancha”.

Determinados deportes y deportistas, actrices y actores –muchos de ellos en manos de sus “apoderados”- ocupan exagerados espacios en las antenas, pantallas o periódicos, originando pertenencias incluso fanáticas, como las que ciertos clubes que llegan a convertirse –con independencia de la calidad de los jugadores y de los éxitos que alcanzan- en la motivación central no sólo del esparcimiento sino de la vida misma de muchas personas.

Noticias de hondo calado que podrían hacernos reflexionar y adoptar nuestras propias decisiones y actitudes (que en esto consiste la educación) se ocultan, desdibujan o disfrazan. Las reuniones del G-8 (un grupo de plutócratas que intenta gobernar el mundo) inundan páginas y páginas mientras que las propuestas de reforma de las Naciones Unidas en su conjunto o de sus instituciones financieras (conducidas por el propio Presidente de la Asamblea General y con la participación de Premios Nobel de Economía) acaparan sólo unos párrafos. Lo mismo sucede con las conferencias de gran relieve mundial como la recientemente celebrada en la UNESCO sobre Enseñanza Superior en el mundo (ni una línea!) o cuando se aborda lo que para mi constituye –y por eso lo reitero- el mayor problema de consciencia: la pobreza extrema y el hambre que causan la muerte todos los días, en un genocidio horrendo, a más de 60 mil personas, al tiempo que invertimos en armas inútiles más de 2500 millones de euros. Este hecho debería movilizar a millones de ciudadanos de todo el orbe, pero el poder mediático lo que quiere es que estas situaciones éticamente inadmisibles sigan desapercibidas y, una vez “rescatados” ellos financieramente, que todo siga igual.

Es decir, todos mirando hacia otro lado. Todos afanados en “sus cosas”. Todos cómplices y guardando silencio. Incluso cuando podríamos aplaudir los fondos anunciados por el Presidente del Gobierno en momentos de crisis, para paliar la pobreza, silencio. Si no se reacciona y moviliza la solidaridad por tantos miles de muertos de hambre al día, ¿qué movilizará a la gente, sobre todo a la juventud de hoy?
Gervasio Sánchez se expresa no sólo con palabras valientes y de gran profundidad sino con fotografías que conmueven. ¿Cuál es el eco?. Poquísimo. Los movimientos de solidaridad podrían encender las luces del despegue hacia un futuro de inclusión, de concordia, de entendimiento. Pero si las “vidas minadas” no consiguen activar nuestros sentimientos, igual que sucede con quienes mueren de inanición y desamparo, seguiremos en la oscuridad actual, en el mundo de la simulación, de millones y millones de vidas distraídas actuando al dictado de lejanas instancias de poder mediático. Los jóvenes, estoy seguro, no tardarán en reaccionar y convertirse en los arietes de la resistencia primero y de la resuelta acción después. Varias obras literarias recientes les han puesto sobre aviso, para que conozcan la realidad que subyace, el trasmundo, lo que hay más allá de los fuegos de artificio.

“Poderoso caballero es don dinero”: varios diarios españoles, algunos de ellos periódicos de altos vuelos, pierden su dignidad y contradicen estrepitosamente los “valores” que defienden, empezando por la dignidad de la mujer, con unos anuncios rastreros, con dibujos y textos que pueden ser gravemente peligrosos para el comportamiento de niños y adolescentes. Se culpa, como casi siempre, a la escuela, a los educadores… sin darse cuenta de que son los propios medios de expresión los que inciden tan negativamente en los jóvenes. Los mismo sucede con la publicidad de algunas marcas, sobre todo extranjeras, que rozan, además del mal gusto, las fronteras de lo tolerable. Y… seguimos de espectadores. Bastaría con que una asociación de ONGs recomendara que se dejaran de adquirir publicaciones que en sus páginas centrales contienen estas secciones repugnantes o los artículos de las firmas que se promueven de forma tan impúdica como ridícula.

Algunos periodistas se someten. Otros, no: hace bien poco pusieron de manifiesto que la “comparecencia” ante los medios de una autoridad autonómica había sido en realidad grabada previamente.

Y, como ya es costumbre inadmisible, sin preguntas ni respuestas. Periodistas, no. Comunicados, sí… “Disfrazados” de normalidad informativa, porque no hubo rueda de prensa, esquivando el encuentro con los profesionales de la información. Unos denunciaron con firmeza. Más pronto que tarde, estén seguros, resplandecerá la verdad. Tengo el convencimiento –por haber defendido tantos años desde la UNESCO la libertad de expresión y el derecho a una información veraz- que la era de los ciudadanos-receptores-testigos está llegando a su fin.

Quien controla la información controla en buena medida la conducta cotidiana, ocio incluido, de la gente. Controla la vida. La “videocracia”, a través de la imagen, impone a los televidentes sus puntos de vista. Espectadores silenciosos, indiferentes, sin apercibirse que no deberían nunca abandonar su única fuerza: ser ellos mismos.

Ha llegado el momento de reaccionar, de la insumisión, de iniciar el gran cambio hacia la transparencia, el conocimiento profundo de la realidad (premisa para poder transformarla).

Ha llegado el momento de hacer uso de todas las redes de comunicación disponibles, incluyendo, desde luego, las digitales, para contrarrestar las omisiones y ocultaciones de los grandes manipuladores y mentirosos, de los grandes “imperios informativos” que, además, espían, por lo visto, a los “famosos” para nutrir sus páginas amarillas.

Ha llegado el momento de demostrar las alevosas contradicciones de los “rescatados” que, al poco tiempo, “suspenden” a los políticos de los mismos gobiernos que les tuvieron que echar los salvavidas hechos con dinero público; de los que consideran, con nostalgia de la “Operación Cóndor”, que el Golpe de Estado de Honduras “pone fin a la aventura populista” de un presidente constitucional; de los que se empeñan en que democracias europeas sigan explotando, con permisivos apoyos a sus empresas multinacionales, a los países de América Latina, África o el Este; de los que dan crédito inmediato a vídeos que constituyen un descarado montaje basado en el conocido refrán de “calumnia que algo queda”, dirigidos contra mandatarios –los casos recientes de Guatemala y Ecuador- que han dejado de ser súbditos y quieren ser aliados y socios.

Ha llegado el momento de implicarnos, de adherirnos a los Foros y Servicios que faciliten la movilización de los ciudadanos. Podríamos hallarnos en el umbral de una nueva época en la que, por fin, la gente estaría en el escenario a través de sus representantes democráticos, porque se habrían elegido con total libertad y responsabilidad.

No nos dejemos engañar más. Digamos “no” a los que promueven los “nuevos cultos”, con ceremonias que atraen a gran número de “fieles”, como resultado de una gran publicidad de, un lado, y, de otro, del “vació” informativo y conceptual que con tanta habilidad han procurado. Sobre todo, los jóvenes deben ser libres y no actuar al dictado de nadie, no ir de momento con los pelos hacia arriba, con gomina, o con pantalones caídos sobre el empeine, o con tatuajes, más que en la medida que corresponda a su propia iniciativa. Que distingan lo que llega desde lejanas instancias del poder mediático, con pingües beneficios, para ir uniformizando y gregarizando a la ciudadanía en general y –lo que es más peligroso- a los jóvenes en particular. Ahora podemos actuar con la participación no presencial gracias a la nueva tecnología de la comunicación. Podemos expresarnos. Debemos expresarnos. Debemos mantenernos con firmeza frente a esta nueva forma de sometimiento y exclusión. A todos los que llegan a un paso de nosotros tenemos la obligación de dejarles como legado un mundo transparente y libre.

Debemos decirles, como en la canción de la película “Once” (“Una vez”) que obtuvo el Oscar 2008, “Eleva tu voz de esperanza…/ ha llegado tu oportunidad”.