Igual dignidad humana

martes, 22 de diciembre de 2009

Este es el concepto clave para el futuro que anhelamos y procuramos. La igual dignidad, como establece la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es el principal objetivo para el cambio radical que ya es impostergable y puede alcanzarse mediante un conjunto de medidas educativas, de género, desarrollo, libertad de expresión… que permitan transitar de la fuerza y la imposición a la palabra y la conciliación. Es preciso promover los principios y prácticas democráticas en todas las áreas de la sociedad; erradicar la pobreza con un gran despliegue de ayuda al desarrollo endógeno; colaborar estrechamente con los jóvenes para forjar actitudes de solidaridad, tolerancia y generosidad, rehusando cualquier forma de opresión y violencia y favoreciendo tenazmente la justa distribución de la riqueza.

Al final de la Guerra Fría nunca llegaron los repetidamente prometidos “dividendos” de la paz ni el reforzamiento de las Naciones Unidas. Bien al contrario, el multilateralismo se debilitó por la aparición de los grupos plutocráticos (G-7, G-8, G-20) desde los que los países más prósperos de la Tierra pretendían asumir el control del conjunto del planeta. La cooperación se sustituyó por explotación; las ayudas por préstamos; la justicia social por las leyes del mercado. El resultado ha sido un estrepitoso fracaso: la pobreza se ha incrementado; el medio ambiente se está degradando a pasos agigantados; los desgarros sociales se han ampliado y han producido los medios de cultivo de los que emergen grandes flujos emigratorios de desesperados así como la tentación del uso de la violencia; los tráficos a escala supranacional (armas, drogas, personas!) y los paraísos fiscales siguen actuando en la impunidad más absoluta; y no me canso de repetirlo, la vergüenza colectiva de miles de personas muriendo cada día de hambre cuando se invierten sumas astronómicas en gastos militares. Sigue prevaleciendo la aplicación del perverso refrán de “si quieres la paz, prepara la guerra”. El “rescate” de las instituciones financieras con centenares de miles de millones de dólares, cuando no había dinero para los Objetivos del Milenio, para enfrentar los desafíos del hambre y la exclusión o del Sida… ha colmado el vaso. La solución está en la reacción popular que, consciente de la situación que afecta a miles de millones de seres humanos, decida actuar e implicarse a través de los mecanismos ya disponibles de participación no presencial (SMS, Internet), de tal forma que se consolide el funcionamiento democrático tanto a escala local como mundial (Naciones Unidas).

Es necesario “afinar” los resortes de “los pueblos” para que tenga lugar una movilización progresivamente ampliada hasta que se logre, pacifica pero firmemente, el cambio de rumbo. Y de cultura. Que se abandone la fuerza, la coacción, el dominio, la violencia y se establezca la conversación, la conciliación, la resolución pacífica de los conflictos.

Cumbre de Copenhague

martes, 15 de diciembre de 2009

Para el rescate de las mismas instituciones financieras que, por su “codicia e irresponsabilidad”, utilizando palabras del Presidente Obama, nos llevaron a la situación gravísima de las múltiples crisis actuales (económica, medioambiental, democrática, ética…) Se hallaron súbitamente centenares de miles de millones de dólares. No había dinero para los Objetivos del Milenio, para erradicar la pobreza o tratar debidamente el SIDA… pero tanto en América como en la Unión Europea se movilizaron fondos para este ¡singular “rescate”!. Se invierte en gastos militares y armamento 3.000 millones de dólares al día…

Por ello, causa sorpresa e indignación que se considere una victoria aportar a la reducción de CO2 por parte de la Unión Europea 7.000 millones de euros, equivalente a 56 horas de gasto militar!! La conclusión es que hay que reforzar a las Naciones Unidas urgentemente para que toda la comunidad internacional esté debidamente representada. Las generaciones futuras no perdonarán la ligereza con que se está tratando la calidad de vida en el planeta en un próximo futuro. Porque será su presente, porque sería un legado que reflejaría la confusión a que ha conducido la plutocracia (G-7, G-8, G-20…)

Sustituyendo a “nosotros los pueblos…” de las Naciones Unidas. Los líderes no deben olvidar que ahora, por primera vez en la historia, los pueblos, la gente, no permanecerán silenciosos. Disponen de la movilización virtual, que superará al inmenso poder mediático que ellos manejan.

Notas de actualidad, a vuela pluma... (I)

miércoles, 2 de diciembre de 2009

No hay dinero para luchar contra la pobreza. Ni para proteger el medio ambiente. Pero para el “rescate” de algunas de las instituciones financieras que condujeron a la presente crisis, aparecieron centenares de miles de millones de dólares. Ha llegado el momento de rescatar a la Madre Tierra, a la gente que la habita. No podemos seguir callados.

- Cumbre de la FAO en Roma. ¿Dónde están los del G-8 o del G-20? ¿Dónde está la ayuda de los más prósperos? ¿Dónde la movilización de las iglesias, de todas las creencias, ante los miles de personas y de niños que mueren cada día de inanición? ¿Dónde el principio de inflexión de gastos en armamento hacia la calidad de vida de la gente? ¿Dónde la transición de una economía de guerra y especulación a una economía de desarrollo global sostenible?

- Cumbre de Copenhagen sobre el Cambio Climático:
China, el país comunista – capitalista ya convertido en la gran fábrica del mundo en condiciones laborables que no han tenido en cuenta quienes obtenían de este modo tantos beneficios, convertida en el país más rico de la Tierra y los Estados Unidos de Norteamérica comunicaron hace unos días, que reducirían las emisiones de CO2! Ya han rectificado parcialmente. Y más harían, mucho más, si se dieran cuenta de que las generaciones futuras de ambos gigantes no les perdonarán un error de tan hondo calado. Deberían unirse a las medidas que el resto de la comunidad internacional, reunida en unas Naciones Unidas reforzadas, apruebe. ¡Lo que ahora nos faltaría es que el G-20 quedara reducido a un G-2!

- El IBEX reunido con las jerarquías eclesiásticas españolas para contribuir a la organización del viaje de su Santidad el Papa.

Sin comentarios sobre esta fotografía. Pero sí el deseo de ver la misma imagen con la pancarta “Campaña Pobreza Cero”. Insisto en que me es difícil conciliar el sueño cuando pienso que seguimos invirtiendo 3,000 millones de dólares al día en armas al tiempo que mueren más de 60,000 personas de hambre, miseria y desamparo. Es una vergüenza colectiva.

Y nosotros mirando hacia otro lado, espectadores impasibles, afanados cada uno en sus problemas cotidianos. ¡Ha llegado el momento de la expresión ciudadana, liderada por las comunidades artística, intelectual, académica, científica! Es necesaria una gran movilización informática y popular, cuando todavía estamos a tiempo de realizar el gran cambio que la crisis debería producir.

Porque estoy convencido de que, si no rectificamos, en 5 o 10 años la situación y perspectivas sociales, laborales, medioambientales… serán de tal índole y pueden alcanzar tal gravedad que produzcan, en términos Orteguianos, la “rebelión de las masas”. Una post-crisis implica, aunque algunos sigan resistiéndose a ello, una rápida evolución. Alternativa nunca aconsejable es la revolución. Y, una vez más, debo recordar que la diferencia entre una y otra palabra es tan sólo una “r”: la “r” de responsabilidad.

Celebrar la caída del Muro y lamentar 20 años perdidos

lunes, 16 de noviembre de 2009

En memoria del Prof. Roberto Marco que tuvo la valentía

de mirar resueltamente hacia adelante


En 1989, con el hundimiento del Muro de Berlín y el fin de la carrera armamentista entre las superpotencias, todo el mundo estaba lleno de esperanza, confiando en poder disfrutar pronto de los “dividendos de la paz”. No habría más inversión en armamentos y llegaría al fin la posibilidad de reducir la pobreza y promover un desarrollo generalizado.


Pero en ese momento fue cuando se tomó una decisión muy negativa. Se decidió, por los países más prósperos del mundo, que la economía sería guiada por el mercado. Fue un tremendo error. El mercado está bien para las empresas, para las transacciones y para el comercio. Pero son la justicia social, la libertad, la igualdad y la solidaridad los valores conductores indesplazables. Esos son los principios que debemos promover, porque aunque los empresarios sepan cómo hacer negocios, se mueven en un terreno que hay que regular. Esa es la responsabilidad del Estado. No podemos olvidar que, en un contexto democrático, el Estado debe ser la voz de los ciudadanos. El gran poeta Antonio Machado escribió un pequeño pero profundo verso que dice que “es de necio confundir valor y precio”. Fueron necios.


Ahora nos enfrentamos a una enorme crisis, financiera pero sobre todo, una crisis ética, de valores morales y de derechos humanos. También una crisis medioambiental y alimentaria. En este momento invertimos tres mil millones de dólares al día en armamento mientras sesenta mil personas –no me canso de repetirlo- mueren de hambre, de los cuales treinta y cinco mil son niños. ¿Cómo podemos conciliar el sueño si sabemos que cada día se está produciendo este horrendo genocidio silencioso? ¿Cómo podemos permanecer en esta parte privilegiada del mundo, de la aldea global, como a menudo se la denomina, cuando la mayoría de sus habitantes se encuentra sobreviviendo en condiciones de gran precariedad?


Hace diez años, al fijar los Objetivos del Milenio, nos dijeron que no había dinero para luchar contra la pobreza. Los mismos que invierten en armas ingentes cantidades dijeron que no había medios para alimentar a los más de mil millones de personas del mundo que necesitan comida, o para tratar a los que mueren a diario en África por el SIDA. Sin embargo, de repente, aparecieron centenares de miles de millones para “rescatar” a las mismas instituciones financieras que llevaron a esta situación. ¿Qué significa esto? Hay muchos sectores vulnerables en la sociedad, por todo el mundo, que viven en la pobreza extrema. Ahora ha llegado el momento de cambiar esta situación, mediante una gran movilización ciudadana.


Para ello es indispensable que exista el convencimiento de que el cambio es posible. –“Podemos”, como ha dicho el Presidente Obama-. Podemos inventar el futuro, podemos encontrar soluciones para los grandes retos. Si “imposibles” de ayer son hoy posibles, de la misma forma somos capaces de conseguir que los imposibles de hoy sean realidad mañana.


Hemos perdido 20 años. Los “globalizadores”, en lugar de fomentar la cooperación internacional, incrementaron los gastos militares, debilitaron a las Naciones Unidas y favorecieron que las riendas del destino mundial estuvieran en muy pocas manos, convirtiendo la “democracia” a escala mundial del Sistema de Naciones Unidas en una “plutocracia” (G-7, G-8, G-20,…) que, incapaz de controlar una economía desbocada y progresivamente especulativa, condujo –ante la impasible actitud del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional- a una gran crisis múltiple.


Tenemos la responsabilidad de cambiar. Ahora, por primera vez en la historia, tenemos la posibilidad de participar de forma no presencial. Esto es algo que consolidará la democracia. Gracias a los SMS de los teléfonos móviles y a Internet, en un breve plazo de se producirá un cambio radical en la capacidad de expresión de los ciudadanos. No sigamos callados. A menudo somos simples espectadores resignados, meros receptores. Podemos propiciar “un nuevo comienzo”. Debemos hacerlo. No dejemos pasar, como hace 20 años, una gran oportunidad. Procuremos la implicación popular para la transición desde una economía de guerra a una economía de desarrollo global sostenible. De la cultura de fuerza a la cultura del diálogo, de conciliación y de paz.

Cultura de paz. Ha llegado el momento

lunes, 26 de octubre de 2009

Ha llegado el momento. La cultura de guerra, la economía de guerra, el dominio hegemónico de los globalizadores ha fracasado estrepitosamente, a qué precio de sufrimientos, hambre, pobreza extrema, desgarros sociales… Es preciso un nuevo comienzo, coincidiendo con el nuevo siglo y milenio.


Desde siempre han predominado la fuerza y la imposición, la violencia y la confrontación bélica, hasta el punto de que la historia parece reducirse a una sucesión inacabable de batallas y conflictos en los que la paz es un pausa, el intermedio. Y así un siglo y otro siglo, con fugaces intentos de emancipación.


Educada para el ejercicio de la fuerza, acostumbrada a acatar la ley del más poderoso, más entrenada en el uso del músculo que de la mente, la humanidad se ha visto arrastrada a las más sangrientas confrontaciones. En lugar de fraternidad, enemistad. El prójimo, próximo o distante, no ha aparecido como hermano con quien compartimos un destino común, sino como el adversario, como el enemigo al que debemos aniquilar. Y así, una cadena interminable de enfrentamientos, de ataques y represalias, de vencedores y vencidos, de rencores y animadversión, de violencia física y espiritual, jalonan nuestro pasado.


Hay, por fortuna, una historia paralela invisible, cuyos eslabones han sido forjados día a día por el desprendimiento, la generosidad, la creatividad que son distintivas de la especie humana. Es una densa urdimbre, incomparable, e intransitoria, porque está hecha con el esfuerzo de muchas vidas, tenazmente dedicadas a construir, como quehacer cotidiano principal, los baluartes de la paz.


"No hay caminos para la paz; la paz es el camino", nos recordó el Mahatma Ghandi. Un camino guiado por principios y valores. Por la justicia en primer lugar. La paz es, a la vez, condición y resultado, semilla y fruto. Es necesario identificar las causas de los conflictos para poder prevenirlos. Evitar es la mayor victoria.


La Unesco, organización del Sistema de las Naciones Unidas a la que se encomienda explícitamente la tarea de construir la paz mediante la educación, la ciencia, la cultura y la comunicación, recuerda en el preámbulo de su Constitución que son los "principios democráticos" de la justicia, libertad, igualdad y solidaridad los que deben iluminar esta gran transición desde una cultura de violencia y guerra a una cultura de diálogo y conciliación. Fue desde la Unesco donde se inició el gran programa, en la década de los noventa Hacia una cultura de paz.


La Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz, aprobada en el mes de septiembre de 1999, establece que la cultura de paz es un conjunto de valores, actitudes y comportamientos que reflejan el respeto a la vida, al ser humano y a su dignidad. En el Plan de Acción se contienen las medidas de índole educativa, de género, de desarrollo, de libertad de expresión… que deben ponerse en práctica para la gran transición de la fuerza a la palabra: fomentar la educación para la paz, los derechos humanos y la democracia, la tolerancia y la comprensión mutua nacional e internacional; luchar contra toda forma de discriminación; promover los principios y las prácticas democráticas en todos los ámbitos de la sociedad, combatir la pobreza y lograr un desarrollo endógeno y sostenible que beneficie a todos y que proporcione a cada persona un marco de vida digno; y movilizar a la sociedad con el fin de forjar en los jóvenes el deseo ferviente de buscar nuevas formas de convivencia basadas en la conciliación, la generosidad y la tolerancia, así como el rechazo a toda forma de opresión y violencia, la justa distribución de la riqueza, el libre flujo informativo y los conocimientos compartidos.


En el Manifiesto 2000 -Año Internacional para una Cultura de Paz- suscrito por más de 110 millones de personas de todo el mundo, se establece "el compromiso, en mi vida cotidiana, en mi familia, en mi trabajo, en mi comunidad, en mi país, en mi región a: respetar todas las vidas; rechazar la violencia; liberar mi generosidad; escuchar para comprenderse; preservar el planeta; y reinventar la solidaridad". De esto se trata, de involucrarnos, de implicarnos personalmente en este proceso que puede conducir, en pocos años, a esclarecer los horizontes hoy tan sombríos y permitir la convivencia pacífica de todos los habitantes de la tierra.


Son ya muchos los países, regiones, municipios que han incorporado la cultura de paz a sus Constituciones o Estatutos. Es muy importante que esta inclusión se vaya generalizando, pero es más importante todavía la conciencia popular de que ha llegado el momento de no aceptar más la imposición y la obediencia ciega al poder, porque los ciudadanos están dejando de ser súbditos, están dejando de ser espectadores para ser actores, están abandonando el silencio y el miedo para dejar de ser vasallos y convertirse en agentes de paz.


Hoy, la participación no presencial -a través de la telefonía móvil por el SMS, o por internet…- permite ya un cambio radical en lo que constituye el fundamento de toda democracia, la consulta popular.


En estos diez años se han llevado a cabo muchas cosas. Pero la inercia de los intereses creados, la resistencia de los más prósperos a compartir mejor, se oponen al advenimiento de la cultura de la paz, de la palabra, de la alianza, de la comprensión.


Pero pronto cederán. Ha llegado el momento.

Enrique Miret Magdalena, esclarecedor de horizontes

martes, 20 de octubre de 2009

¡Qué bien acercarse al tronco recio y bien enraizado, con las ramas justas, de este sembrador infatigable de justicia, de conciliación!.

Su mirada limpia –“sólo ven bien los ojos que han llorado”, que han compadecido- llenaba su entorno.

Vivió muchos años sin cesar, sin cejar en su tarea de infundir confianza, autoestima, para que todos fueran concientes de la desmesurada facultad de cada ser humano, este misterio, quizás este milagro: ser capaces de crear, de imaginar, de inventar, de creer y no creer, al filo exacto de su libertad.

Hizo del diálogo y de la palabra el camino de la superación de la secular inercia para el cambio desde la fuerza y la imposición a la comprensión, a la escucha, a la resolución de los conflictos por la conversación.

Nunca abdicar, nunca postrarse. Las rodillas son para alzarse, nunca más para hincarse. Las manos son para tenderse, para dar y darse.

Enrique Miret nos ha dejado una estela imborrable: el legado de su obra y, sobre todo, de su ejemplo.

Personas como él se van físicamente, se vuelven invisibles pero, como sucede con las estrellas, su luz sigue llegando a nosotros con mayor fulgor cuando la noche es más oscura, aunque no existan desde hace mucho tiempo.

Cristiano en el sentido más redondo de esta palabra clave y liberadora, se des-vivió por los demás, convencido de la igual dignidad humana: por los menores –fue Director General de Protección de Menores- contribuyendo de manera notoria a la actualización y normalización jurídica de las instituciones y de las pautas de actuación que arrastraban siglos de excesos, represiones, amenazas y reclusión.

Y, ya de mayor… se ocupó con igual lucidez de los mayores: “Cómo ser mayor sin hacerse viejo”. Como él mismo que rezumaba espíritu juvenil en unas declaraciones hechas tan sólo cuatro días antes de su muerte.

Creía en un Dios que era el “impulso creador” de todo. Creía que sólo cada ser humano, único, era “los ojos del universo”, consciente de estar viviendo.

Pensar en los demás, mirar, mirarnos desde los ojos de los otros: ésta es la receta de la felicidad de este hombre sabio y bueno, de la iglesia “del Evangelio y de las sandalias”, en expresión del Obispo Pere Casaldáliga que, por lo que ha influido en mi vida, me gusta repetir.

Hay que vencer la rutina. Renovarse. El tiempo de la resignación y el miedo ha terminado. En su artículo “Hacia una cultura de paz”, publicado en “El País” en julio de 2001, escribía: “ … gran parte de la política que hay en el mundo actual consiste en convertirnos en autómatas y podernos así gobernar más fácilmente a su gusto”. Ya no espectadores, ya no súbditos. Ahora, ciudadanos… “No nos basta una democracia de representación, que es lo único que tenemos. Queremos una democracia de participación”.

No actuar nunca al dictado de los demás. No aceptar nunca imposiciones. Nuestro comportamiento debe ser el resultado de nuestra propia reflexión. En otro excelente artículo de enero de 2005, Juan José Tamayo, teólogo como él y también de gran notoriedad, resumía magistralmente el pensamiento de Miret Magdalena: “Como creyente crítico le gusta recordar y practicar la frase de Chesterton: “Al entrar en la iglesia se nos dice que nos quitemos el sombrero, no que nos cortemos la cabeza”.

En el año 2000 tuve el honor de presentar su libro de “Memorias”. En su obra “¿Qué nos falta para ser felices?” –un nuevo modo de pensar y de vivir- trata de “ayudar a pensar un camino de felicidad solidaria en el que, igual uno mismo a los demás, podamos vivir mejor y más satisfechos, conviviendo y respetando la justicia para todos y las legítimas diferencias de cada uno”… No podemos ser felices si no hacemos algo para intentar remediar los males del mundo actual”.

¿Qué podemos hacer realmente frente a los grandes retos –pobreza, exclusión, desgarros sociales- que nos afligen? La respuesta de Miret Magdalena, desde la clarividencia y la serenidad, tan bien expresada en sus libros “La paz es posible” y “La vida merece la pena de ser vivida”, es que la especie humana está capacitada para ello. Es tiempo, pues, de actuar resueltamente en favor de este otro mundo posible en el que soñamos. En el que Enrique Miret Magdalena soñaba.

Los Mensajeros de la Paz –lo sabe bien el Padre Ángel- nunca mueren, vuelan. Enrique Miret voló muy alto. Ahora vuela más alto todavía.

A su mujer, Isabel Bernal y a sus siete hijos, a sus nietos, familiares y amigos, mi más sincera condolencia por la desaparición de Enrique, que a tantos y a tantos nos pertenecía, con el consuelo de que siempre seguirá disipando brumas y esclareciendo horizontes para que miles y miles de viandantes pueda afirmar su paso, cada cual a su manera, hacia nuestro destino común.

El 17 de octubre de 2009, “La mani”… ¿de “mani-festación” o de “mani-pulación”?

viernes, 16 de octubre de 2009

Se moviliza mucha gente buena en favor de principios tan esenciales como ambiguos: “En favor de la vida” (¿quién puede estar en contra?). “Por la mujer” (¿quién puede dejar de adherirse con entusiasmo, después de siglos de marginación?).


Pro-vida, sí. Por la calidad de vida he luchado y sigo luchando desde hace muchos años: ya en el década de los 60 puse en marcha el Plan de Prevención de la Subnormalidad Infantil y me dediqué, a través de la Bioquímica perinatal, a estudiar el impacto de la hipoxia en el momento del parto y la forma de evitar sus efectos… Y he sentido en Auschwitz una emoción imborrable; y he visto en muchos lugares del mundo la miseria, la pobreza, el abandono, el desamor más inhumano… y he hecho cuánto he podido para mitigarlo; y he escrito “En nombre de los niños muertos” proclamando que me pondría siempre al frente de cualquier acción, protesta o propuesta en su favor… como fue, recientemente, la manifestación –era también pro-vida- contra la brutal agresión en Gaza; y contribuí a la elaboración del Plan de las Naciones Unidas para reducir impacto de las catástrofes naturales… Escribo todo esto para que quede claro que estar en favor de la vida es lo lógico, lo que cabe esperar de cualquier persona, que renueva cada día el propósito de “amar al prójimo como a uno mismo”.


A nadie en su sano juicio “le gusta” el aborto. Todos en su sano juicio estarán a favor de la vida, pero de todas las vidas, empezando por las ya existentes, sin malabarismos de potencias y potencialidades. Todas las vidas: las de los niños que mueren en las guerras, en los campos de exiliados o refugiados, las de los niños-soldado, las de los niños de la calle, la de los 35.000 niños que mueren de hambre, desamparo y olvido cada día… Porque estos niños no son cigotos o proyectos de vida. Son niños que mueren de muerte cierta.


Por estas razones, estoy completamente en contra de cualquier manifestación interesada, parcial, manipulada, estimulada por quienes, basados en la buena fe y correctas intenciones de muchos de los asistentes, consiguen frutos (siempre amargos a la postre) para sus objetivos religiosos, políticos, electorales. Esto es detestable.


No se trata de “aborto, sí; aborto, no”. Se trata de ampliar la ley que lo regula, no de consentirlo. Esta ley, por cierto, que se promulgó para evitar los abortos clandestinos o los que, los más pudientes, realizaban fuera de nuestras fronteras, se aplicó “normalmente” durante los ocho años –medio millón de abortos en este periodo- en que gobernaron los mismos que mañana, con su ex–lider al frente, se manifestarán con grandes aspavientos.


Lo que hay que procurar disminuir es el número de abortos actuales (unos 100.000 al año), evitando embarazos, siguiendo todo el proceso de gestación con las medidas sanitarias y sociales adecuadas, estando alerta en el momento crucial del nacimiento… y asegurando luego una vida en condiciones propias de la “igual dignidad humana”.


Es en esto en lo que hay que invertir, en lugar de hacerlo en armas de guerras pretéritas. No me canso de recordar la vergüenza colectiva que representa el que hoy se inviertan 3.000 millones de dólares al día en armas… al tiempo que mueren de hambre más de 60.000 personas, la mitad de ellos niños.


Se trata de proteger la vida del no nacido para asegurar, en toda la medida de lo posible científicamente, la calidad de vida del neonato.


Nacer dignamente.

Vivir dignamente.

Morir dignamente.


La Iglesia “del Evangelio y de las sandalias”, según expresión del Obispo Pere Casaldàliga, se preocupa de estos tres grandes desafíos de amor, para el cambio radical que requiere el otro mundo posible que anhelamos. La mayor parte de la Iglesia y de los creyentes piensan así y ven con pesar las actuaciones “públicas” de la Conferencia Episcopal, que no refleja sus sentimientos. Es la misma cúpula eclesiástica que prohíbe cualquier forma de anticonceptivos y que, a efectos internos, sustituye la pedofilia por la efebofilia.


Nunca olvidaré el 10 de noviembre de 1979, cuando tuve el honor, al lado del Papa Juan Pablo II, de conmemorar en la Academia Pontificia de Ciencias el centenario del nacimiento de Albert Einstein. Asistían Don Severo Ochoa y varios premios Nobel. “Galileo, dijo el Santo Padre, tuvo que sufrir mucho –no sabríamos ocultarlo- de parte de hombres y organismos de la Iglesia. El Concilio Vaticano II reconoció y deploró ciertas intervenciones indebidas… Deseo que teólogos, sabios e historiadores... reconociendo lealmente los desaciertos vengan de la parte que vinieren, hagan desaparecer los recelos que aquel asunto todavía suscita… el conflicto áspero y doloroso que se prolongó en los siglos siguientes... En esta Academia, colaboran sabios creyentes y no creyentes, de acuerdo con la investigación de la verdad científica y con el respeto a las creencias ajenas”. Al final, el Papa me dijo que “a la Iglesia no le preocupa cómo es y funciona el Universo, la creación, si la Tierra es redonda o si se mueve por sí misma… A la Iglesia no le concierne la materia si no el espíritu”. El espíritu humano, la expresión suprema de la creación.


Sin embargo, ahora resulta que el cigoto, las células madre,… hasta la educación ciudadana son temas en los que la Iglesia “oficial”, en lugar confiar en la comunidad científica y académica, quiere imponer sus criterios.


Como científico y creyente pienso que es un error. Más error cuando se sitúa al lado de opciones políticas. Más error cuando saca conclusiones totalmente equivocadas de este tipo de actividades… como si la “humanización” del embrión y el desarrollo del feto se modificaran en virtud de las mismas. La ciencia, por fortuna, no depende de los votos ni de los vetos. En la calidad de vida, dejemos a los científicos. En el ámbito de lo espiritual, de la razón y el destino de la vida, que cada ser humano decida libremente en virtud de sus creencias.


¡Qué bien que España “se vuelque” en la vida y la mujer! Pero con todas las vidas y durante toda la vida. Y ayudando a que la mujer, que da la vida, sea dueña, por fin, de sus propias decisiones y sea juzgada como ciudadana y no en virtud de preceptos propios de distintas religiones.


Autobuses de toda España!… Sinceramente, preferiría pensar en que se hacía una gran colecta permanente contra el hambre y la pobreza, en favor de la formación para prevenir los embarazos no deseados, para la atención personalizada de la mujer durante y después del periodo gestacional,… cuando la honda soledad diaria les hace recordar a muchas la futilidad de aquellas manifestaciones jubilosas, llenas de banderitas y sonrisas.


Todos por la vida, sí. Pero por toda vida. Y por toda la vida.

POR FIN, EL DESARME

viernes, 9 de octubre de 2009

Al final de la década de los 80, los acuerdos de Reykiavik, el fin de la guerra fría y la caída del muro de Berlín permitían augurar que la amenaza nuclear y la carrera armamentística darían un paso, progresivamente, a un replanteamiento de las estrategias bélicas y, por tanto, de las armas necesarias para hacer frente a la nueva naturaleza de los conflictos, dejando un amplio margen para “los dividendos de la paz”.

Pero no fue así. Bien al contrario, la “globalización” sustituyó los valores democráticos por las leyes del mercado y los países más prósperos del planeta (G-7, G-8…) marginaron al Sistema de las Naciones Unidas, hasta el punto de situar a la Organización Mundial del Comercio fuera de su ámbito.

El resultado ha sido un fracaso estrepitoso en la economía y el mundo en su conjunto se ha visto abocado a una crisis multidimensional (social, económica, medioambiental, alimenticia, democrática, ética), con unas inversiones militares que superan los 3 mil millones de dólares al día, al tiempo que mueren de hambre y abandono 70 mil personas aproximadamente, de ellas la mitad niños de menos de 5 años.

El último periodo de la administración Bush –invasión de Irak, propuesta de los escudos antimisiles, etc.- ha conducido a un repunte cada día mayor del gasto en armamento, mientras la pobreza y el hambre de miles de millones de seres humanos se acrecentaba.

Por todo cuanto antecede,

Habiendo observado con perplejidad e indignación el “rescate” de las instituciones financieras con centenares de miles de millones de dólares, cuando las arcas de los Objetivos del Milenio permanecen semivacías,

Queremos manifestar nuestro apoyo al Presidente Obama por:

1. Tomar el liderazgo del desarme nuclear, como manifestó en Praga y ha ratificado en la sesión del Consejo de Seguridad del 24 de septiembre de 2009, donde se adoptó unánimemente la reducción de los arsenales nucleares.

2. Haber decidido cancelar el programa de escudos antimisiles que la Administración norteamericana había previsto instalar en Europa.

3. Iniciar una nueva política de defensa que sustituya, al menos parcialmente, las armas convencionales (aviones, submarinos, tanques, etc.) por las que puedan no sólo hacer frente a las amenazas de hoy sino evitarlas, detectándolas a tiempo.

Manifestamos así mismo, la urgente necesidad de:

1. Confiar la seguridad internacional a las Naciones Unidas, con todas las medidas que se requieran para la rápida y eficaz actuación de los cascos azules.

2. Revisar con apremio las obligaciones contractuales de las alianzas militares existentes, para reducir las adquisiciones de artificios bélicos propios de confrontaciones “tradicionales”, que están activando recientemente el “mercado armamentístico”.

3. Con los fondos que se liberen de las desmesuradas inversiones actuales en gastos militares, reactivar la cooperación internacional de tal modo que sustituya una economía basada en buena parte en la guerra por una economía que permita un desarrollo global sostenible (energías renovables, producción de alimentos, almacenamiento, conducción y producción de agua, salud, transporte, vivienda…)

4. Hacemos un llamamiento para fortalecer las iniciativas existentes para el desarme a escala mundial y, muy especialmente, para la preparación de la Conferencia del Tratado de No Proliferación Nuclear, que debe tener lugar la próxima primavera de 2010.

5. Así mismo, abogamos para que se establezcan con urgencia los mecanismos adecuados para la resolución de conflictos que, bajo los criterios y los mecanismos de seguimiento, control y rendición de cuentas necesarios y con la participación de todos los actores implicados, permita a las Naciones Unidas establecer los objetivos y las prioridades internacionales y desarrollar los programas para alcanzarlos.

Unión Europea - Honduras

lunes, 14 de septiembre de 2009

Es imperativo y apremiante un cambio institucional que permita a la Unión Europea tener su propia política de defensa y de relaciones exteriores, basada en principios universales y aceptados por todos los Estados como requisito para su propia pertenencia a la UE, tales como los valores éticos fundamentales y los Derechos Humanos.

La UE deber ser faro y torre de vigía de la democracia, y es vergonzoso que, por presiones ocasionales de los grupos que integran el Europarlamento o por los partidos que gobiernan en un momento dado, se pueda respaldar la inclusión de Honduras - ¡en contra de la OEA! - en determinadas negociaciones comerciales lo que equivale a un reconocimiento de hecho de un país en que los golpistas, -representantes de la oligarquía que durante años ha regido los destinos de este país y de muchos otros de América Latina, imponiendo obediencia y sumisión a la inmensa mayoría de los ciudadanos, que bastante hacían si lograban sobrevivir- siguen aferrados al poder conquistado por la fuerza. Las democracias formales de América Latina han sido hasta hace poco un lastre favorecido y aumentado por los “globalizadores”. Hoy, en cambio, una “Operación Cóndor” sería imposible. Ahora hay que velar para que los grandes consorcios multinacionales no sigan procurando – con su “codicia e irresponsabilidad”, utilizando palabras del Presidente Obama – que estos países no puedan levantar cabeza.

Por todo ello hay que vencer la inmensa inercia de los que siempre han mandado para que comprendan que ha llegado el momento de transitar, sin más demora, desde la plutocracia a la democracia.

Lo mismo cabe decir a escala global.

La UE debería rápidamente corregir el disparate que está a punto de cometerse y rechazar al Gobierno golpista. Si no lo hace, seguirá debilitándose el ya raquítico prestigio de la Unión.

Sería una vergüenza. Si al final se convoca la reunión de Negociaciones Comerciales sin la exclusión de los golpistas, creo que todos los países que están en desacuerdo - España, muy claramente - deberían ausentarse.

¿Convertirse en cómplices de los bárbaros de la asonada? No. Espero que prevalezca el buen sentido.

MORIR DE, MORIR CON

lunes, 7 de septiembre de 2009

Sobre la pandemia de la gripe A

Alerta, sí. Alarma, no.


Saber para prever, prever para prevenir. Evitar en toda la medida de lo posible la enfermedad, el daño, el sufrimiento, constituye la mejor acción política.


No seré yo, que en la década de los sesenta puse en marcha el Plan Nacional de Prevención de la Subnormalidad Infantil, quien abogue ahora por una reducción de los esfuerzos preventivos en sanidad, en seguridad, frente a catástrofes naturales o provocadas. Bien al contrario.


Pero sí me creo en la obligación, como ciudadano y “especialista”, de reclamar una urgente moderación de los excesos publicitarios y de las inexactitudes científicas que están originando una gran conmoción popular tanto a escala internacional como local.


El virus H1N1 se propaga rápidamente pero sus efectos patológicos son sensiblemente menores que los de la gripe “estacional”. No puede decirse se muere por el virus H1N1 o de la gripe A sino –por tratarse en la práctica totalidad de los casos de enfermos con graves dolencias- que se ha fallecido con un virus que ha podido, a lo sumo, complicar el cuadro clínico y acelerar el desenlace.


La “contabilidad” de la morbilidad y, sobre todo, mortalidad de la gripe A deberá, pues, realizarse con estrictos criterios y “volver a la normalidad” en la sociedad, como ha reclamado la Ministra de Sanidad de España, al tiempo que, como es necesario y adecuado, ha establecido un orden riguroso de protección de los más vulnerables al contagio.


La Organización Médica Colegial ha advertido también y con buen tino que “se está creando una angustia exagerada en torno a la gripe A”.


Tenemos muchas cosas en las que ocuparnos, muchas, para no distraernos más de lo debido en temas como éste. De lo contrario, habremos perdido una gran oportunidad de cambios radicales en el sistema social, económico y medioambiental.


Menos aspavientos, pues, y, en cambio, escrupulosa atención a la posible (no probable) mutación del virus, como el que causó en un contexto sanitario muy distinto y de gran precariedad, la “gripe española” en 1918-19. Recibió por cierto esta dominación no porque se originara en España sino porque, iniciada en los Estados Unidos, los países entonces en guerra no desearon facilitar datos de esta índole.


Los cambios en la virulencia de la gripe estacional que han tenido lugar hasta ahora –con la excepción de la de 1968-69 – se han caracterizado por una menor capacidad de difusión, localizándose en determinadas áreas y, desde un punto de vista global, han carecido de relieve sanitario. El H1N1 es muy contagioso, pero leve. El H5N1 es poco contagioso, pero grave.


Las vacunas polivalentes provocan la respuesta del sistema inmunitario en los pacientes, produciendo anticuerpos frente a los distintos tipos de virus debidamente desactivados.


El virus H1N1 es más “fuerte” que los tres considerados responsables de la gripe “normal”, de tal modo que es muy posible que los infectados con el virus A no padezcan los síntomas de la enfermedad causada por los otros virus más “débiles“.


La facilidad de secuenciación actual de los virus permite detectar rápidamente las alteraciones de los mismos, de tal forma que se pone de manifiesto con gran celeridad cualquier cambio en la conformación de los mismos, en se estructura.


Hace poco días, la OMS comunicaba que el virus H1N1 no ha mutado en el hemisferio Sur, donde ha coincidido ya con la gripe estacional en los meses pasados. Es previsible que ahora, en el invierno del hemisferio Norte, pase lo mismo. Pero hay que estar ojo avizor.


Junto a la mutación, el desarrollo de formas resistentes a la inmunización natural o por vacunas, debe también tenerse en cuenta.


Esperemos que, como sucedió hace cinco años con la “gripe aviar”, el número de víctimas sea muy escaso y que el pánico se contenga, evitando malestar social y preocupaciones innecesarias.


Dejemos que la ciencia, mucho más allá de intereses económicos y mediáticos, sea la auténtica referencia de cómo debe gestionarse una pandemia, benigna en este caso… con todas las precauciones adoptadas, por si, en un momento dado, deja de serlo.



Inmenso poder mediático. Reaccionar sin demora.

martes, 18 de agosto de 2009

“La voz/ que pudo ser/ remedio/ y por miedo/ no fue nada”.

Después (o además) del poder militar, político, económico, tecnológico… destaca ahora, omnímodo, omnipresente, el poder mediático. “Pase lo que pase, pasará lo que nosotros queremos que pase”, piensan ciertos magnates de los medios de comunicación. Por la voz, la letra, la imagen… la mayoría de los ciudadanos reciben las noticias cuidadosamente seleccionadas o amañadas previamente. En algunos países, autoridades muy importantes del gobierno –Primer Ministro incluido- o de la oposición se hallan relacionados a grandes consorcios que abarcan prensa, radio y televisión… . Es cierto que en algunos casos existe libertad de expresión y discrepancia, pero les queda poca “cancha”.

Determinados deportes y deportistas, actrices y actores –muchos de ellos en manos de sus “apoderados”- ocupan exagerados espacios en las antenas, pantallas o periódicos, originando pertenencias incluso fanáticas, como las que ciertos clubes que llegan a convertirse –con independencia de la calidad de los jugadores y de los éxitos que alcanzan- en la motivación central no sólo del esparcimiento sino de la vida misma de muchas personas.

Noticias de hondo calado que podrían hacernos reflexionar y adoptar nuestras propias decisiones y actitudes (que en esto consiste la educación) se ocultan, desdibujan o disfrazan. Las reuniones del G-8 (un grupo de plutócratas que intenta gobernar el mundo) inundan páginas y páginas mientras que las propuestas de reforma de las Naciones Unidas en su conjunto o de sus instituciones financieras (conducidas por el propio Presidente de la Asamblea General y con la participación de Premios Nobel de Economía) acaparan sólo unos párrafos. Lo mismo sucede con las conferencias de gran relieve mundial como la recientemente celebrada en la UNESCO sobre Enseñanza Superior en el mundo (ni una línea!) o cuando se aborda lo que para mi constituye –y por eso lo reitero- el mayor problema de consciencia: la pobreza extrema y el hambre que causan la muerte todos los días, en un genocidio horrendo, a más de 60 mil personas, al tiempo que invertimos en armas inútiles más de 2500 millones de euros. Este hecho debería movilizar a millones de ciudadanos de todo el orbe, pero el poder mediático lo que quiere es que estas situaciones éticamente inadmisibles sigan desapercibidas y, una vez “rescatados” ellos financieramente, que todo siga igual.

Es decir, todos mirando hacia otro lado. Todos afanados en “sus cosas”. Todos cómplices y guardando silencio. Incluso cuando podríamos aplaudir los fondos anunciados por el Presidente del Gobierno en momentos de crisis, para paliar la pobreza, silencio. Si no se reacciona y moviliza la solidaridad por tantos miles de muertos de hambre al día, ¿qué movilizará a la gente, sobre todo a la juventud de hoy?
Gervasio Sánchez se expresa no sólo con palabras valientes y de gran profundidad sino con fotografías que conmueven. ¿Cuál es el eco?. Poquísimo. Los movimientos de solidaridad podrían encender las luces del despegue hacia un futuro de inclusión, de concordia, de entendimiento. Pero si las “vidas minadas” no consiguen activar nuestros sentimientos, igual que sucede con quienes mueren de inanición y desamparo, seguiremos en la oscuridad actual, en el mundo de la simulación, de millones y millones de vidas distraídas actuando al dictado de lejanas instancias de poder mediático. Los jóvenes, estoy seguro, no tardarán en reaccionar y convertirse en los arietes de la resistencia primero y de la resuelta acción después. Varias obras literarias recientes les han puesto sobre aviso, para que conozcan la realidad que subyace, el trasmundo, lo que hay más allá de los fuegos de artificio.

“Poderoso caballero es don dinero”: varios diarios españoles, algunos de ellos periódicos de altos vuelos, pierden su dignidad y contradicen estrepitosamente los “valores” que defienden, empezando por la dignidad de la mujer, con unos anuncios rastreros, con dibujos y textos que pueden ser gravemente peligrosos para el comportamiento de niños y adolescentes. Se culpa, como casi siempre, a la escuela, a los educadores… sin darse cuenta de que son los propios medios de expresión los que inciden tan negativamente en los jóvenes. Los mismo sucede con la publicidad de algunas marcas, sobre todo extranjeras, que rozan, además del mal gusto, las fronteras de lo tolerable. Y… seguimos de espectadores. Bastaría con que una asociación de ONGs recomendara que se dejaran de adquirir publicaciones que en sus páginas centrales contienen estas secciones repugnantes o los artículos de las firmas que se promueven de forma tan impúdica como ridícula.

Algunos periodistas se someten. Otros, no: hace bien poco pusieron de manifiesto que la “comparecencia” ante los medios de una autoridad autonómica había sido en realidad grabada previamente.

Y, como ya es costumbre inadmisible, sin preguntas ni respuestas. Periodistas, no. Comunicados, sí… “Disfrazados” de normalidad informativa, porque no hubo rueda de prensa, esquivando el encuentro con los profesionales de la información. Unos denunciaron con firmeza. Más pronto que tarde, estén seguros, resplandecerá la verdad. Tengo el convencimiento –por haber defendido tantos años desde la UNESCO la libertad de expresión y el derecho a una información veraz- que la era de los ciudadanos-receptores-testigos está llegando a su fin.

Quien controla la información controla en buena medida la conducta cotidiana, ocio incluido, de la gente. Controla la vida. La “videocracia”, a través de la imagen, impone a los televidentes sus puntos de vista. Espectadores silenciosos, indiferentes, sin apercibirse que no deberían nunca abandonar su única fuerza: ser ellos mismos.

Ha llegado el momento de reaccionar, de la insumisión, de iniciar el gran cambio hacia la transparencia, el conocimiento profundo de la realidad (premisa para poder transformarla).

Ha llegado el momento de hacer uso de todas las redes de comunicación disponibles, incluyendo, desde luego, las digitales, para contrarrestar las omisiones y ocultaciones de los grandes manipuladores y mentirosos, de los grandes “imperios informativos” que, además, espían, por lo visto, a los “famosos” para nutrir sus páginas amarillas.

Ha llegado el momento de demostrar las alevosas contradicciones de los “rescatados” que, al poco tiempo, “suspenden” a los políticos de los mismos gobiernos que les tuvieron que echar los salvavidas hechos con dinero público; de los que consideran, con nostalgia de la “Operación Cóndor”, que el Golpe de Estado de Honduras “pone fin a la aventura populista” de un presidente constitucional; de los que se empeñan en que democracias europeas sigan explotando, con permisivos apoyos a sus empresas multinacionales, a los países de América Latina, África o el Este; de los que dan crédito inmediato a vídeos que constituyen un descarado montaje basado en el conocido refrán de “calumnia que algo queda”, dirigidos contra mandatarios –los casos recientes de Guatemala y Ecuador- que han dejado de ser súbditos y quieren ser aliados y socios.

Ha llegado el momento de implicarnos, de adherirnos a los Foros y Servicios que faciliten la movilización de los ciudadanos. Podríamos hallarnos en el umbral de una nueva época en la que, por fin, la gente estaría en el escenario a través de sus representantes democráticos, porque se habrían elegido con total libertad y responsabilidad.

No nos dejemos engañar más. Digamos “no” a los que promueven los “nuevos cultos”, con ceremonias que atraen a gran número de “fieles”, como resultado de una gran publicidad de, un lado, y, de otro, del “vació” informativo y conceptual que con tanta habilidad han procurado. Sobre todo, los jóvenes deben ser libres y no actuar al dictado de nadie, no ir de momento con los pelos hacia arriba, con gomina, o con pantalones caídos sobre el empeine, o con tatuajes, más que en la medida que corresponda a su propia iniciativa. Que distingan lo que llega desde lejanas instancias del poder mediático, con pingües beneficios, para ir uniformizando y gregarizando a la ciudadanía en general y –lo que es más peligroso- a los jóvenes en particular. Ahora podemos actuar con la participación no presencial gracias a la nueva tecnología de la comunicación. Podemos expresarnos. Debemos expresarnos. Debemos mantenernos con firmeza frente a esta nueva forma de sometimiento y exclusión. A todos los que llegan a un paso de nosotros tenemos la obligación de dejarles como legado un mundo transparente y libre.

Debemos decirles, como en la canción de la película “Once” (“Una vez”) que obtuvo el Oscar 2008, “Eleva tu voz de esperanza…/ ha llegado tu oportunidad”.

El tiempo de la resignación y el silencio ha concluido

jueves, 23 de julio de 2009

Durante siglos la gente ha permanecido ausente de los escenarios del poder. Poder masculino –hoy la toma de decisiones por parte de la mujer no alcanza el 8%- acostumbrado a disponer de la vida de sus vasallos como un supuesto indiscutible. Resignados, silenciados, se les ha convocado, en el mejor de los casos, a comicios electorales. Está muy bien: soy un gran partidario –quizás por haberlo soñado tantos años- de votar siempre. Pero no basta con ser contados de vez en cuando. La democracia –lo he escrito y dicho muchas veces- consiste en contar, en ser tenido en cuenta, no sólo en ser contado.

La historia de la humanidad es una historia de sumisión, de aplicación sin paliativos del perverso refrán que dice “si quieres la paz prepara la guerra” que, lógicamente, ha originado esta retahíla interminable de batallas, confrontaciones, conflictos. La historia de la humanidad es una historia ensangrentada, llena de héroes, mártires, soldados desconocidos, madres y familias enlutadas…

Al término de las dos grandes guerras del siglo XX, se pretendió unir a las naciones en favor de la paz, del diálogo, de la solución pacífica de los conflictos. Pero lo impidieron los grandes consorcios fabricantes de armamento. Y la inercia de las clases dirigentes, para las que la gente sólo formaba parte del poder como brazo armado y no como destinatario y beneficiario de sus esfuerzos. Y, presa del miedo, la ciudadanía callaba y contemplaba los acontecimientos como algo ineluctable.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, basada en la igual dignidad de todos, viene a “liberar a la humanidad del temor y la miseria”. Todos “libres e iguales… comportándose entre sí fraternalmente”. Era necesario com-partir, atreverse a cambiar, a llevar a efecto la gran transición desde súbditos a ciudadanos, de espectadores a actores, de una cultura de fuerza e imposición a una cultura de diálogo y conciliación.

Para ello son precisos dos supuestos: conocer la realidad para poder transformarla y atreverse, pacíficamente, a alzar la voz, a hacerse oír, a forzar la escucha.

Como escribí hace algún tiempo, “al contemplar la Tierra en su conjunto, nos damos cuenta de la grave irresponsabilidad que supuso transferir al mercado los deberes políticos que, guiados por ideales y principios éticos, podrían conducir a la gobernanza democrática. Al observar la degradación del medio ambiente –del aire, del mar, del suelo-; la uniformización progresiva de las culturas, cuya diversidad es nuestra riqueza (estar unidos por unos valores universales es nuestra fuerza); la erosión de muchos aspectos relevantes del escenario democrático que con denodados esfuerzos construimos… Parece inadmisible la ausencia de reacción de instituciones y personas, la resignación, el distraimiento de tantos”.

El silencio de los silenciados es disculpable. El de los silenciosos, no lo es. Es urgente, aprovechando la reacción emotiva de la crisis, hacerse oír tanto a escala personal como, sobre todo, institucional. La comunidad científica, académica, intelectual, creadora… no puede seguir atónita, perpleja, silente. Tiene que estar junto al poder –gobiernos, parlamentos…- y ayudar a construir el mundo democrático que a escala nacional, regional y mundial anhelamos.

Que nadie que sepa sigua callado. “La voz / que pudo ser remedio / por miedo / no fue nada…” O todavía peor: “será la muerte / de nuevo / el precio del silencio / y de la indiferencia”.

G-7 -> G-8 -> G-13 -> G-20 ->… ¡G-192!

martes, 14 de julio de 2009



Una vez más, en contra de lo que era aconsejable actualmente, aprovechando la “tensión humana” provocada por las crisis, se ha reunido el G-8 –la plutocracia- en lugar de reforzar la “democracia”, las Naciones Unidas. Se han tomado una serie de decisiones encomiables sobre medio ambiente, erradicación de la pobreza y África, pero es difícil creer que, careciendo de mecanismos y servicios de seguimiento, se rompa de una vez la inacabable serie de promesas incumplidas.

Sólo unas Naciones Unidas arropadas por todos los Estados, con representación de la sociedad civil –como la Carta establece- podría enderezar tantos entuertos. Desde hace muchas décadas la cooperación y las ayudas se tornaron en explotación y préstamos… y los corruptores se afanaron en poner de manifiesto a los corruptos. Hace doce años, en una reunión sobre desarrollo en los países subsaharianos pregunté: ¿A quién pertenece África?.

A pesar de que en L’Aquila ha habido buenos ejemplos –que valen más que cien sermones- como el del Gobierno español, es muy difícil, insisto, imaginar que, ahora precisamente, haya propósito de enmienda y los países más ricos de la Tierra cumplan su compromiso con los más necesitados. Porque casi todo sigue igual: se escuchan atentamente las previsiones y augurios del Fondo Monetario Internacional (FMI), una organización que durante décadas ha estado al servicio de los más poderosos y ha sido incapaz de evitar o paliar el desastre que se avecinaba. Lo mismo en el caso del Banco Mundial (BM). ¡Qué cansancio de dedo índice levantado y miradas de sombrías previsiones cuando durante años no supieron preveer las catástrofes hacia las que nos encaminábamos! Desoyeron las voces que decían que era insensato saltar de “burbuja” en “burbuja” (comunicaciones, inmobiliaria…) y mantener unas inversiones en armamento propio de confrontaciones convencionales que ya no se justificaban por la nueva naturaleza de los enfrentamientos. Estas organizaciones, obedientes a sus amos, deben volver a las misiones que se les encomendaron en Bretton Woods en 1944.

Y la Organización Mundial del Comercio (OMC) tiene que situarse decididamente –junto a las dos organizaciones mencionadas- en el ámbito de las Naciones Unidas, de todas las naciones y no sólo de unas cuantas que carecen de fiabilidad.

Si no se adoptan rápidas medidas para el restablecimiento (establecimiento) de un eficaz sistema multilateral, me temo que 2009 será, como lo fue 1989, una nueva ocasión perdida. Y tendremos más de lo mismo. Y no habrá justicia social ni lucha eficaz contra la pobreza, ni energías renovables, ni producción de alimentos y de agua…

Pero la paciencia de los africanos no es infinita. ¿Recuerdan las promesas del G-8 en Gleneagles en julio de 2005? En 2008, el G-8 prometió 12.000 millones de dólares, de los que ha llegado a su destino menos del 10%. Se ha “rescatado” a las instituciones financieras con fondos que no parecían existir para quienes se mueren de hambre todos los días… al tiempo que las inversiones militares no cesan de incrementarse. También la paciencia de los ciudadanos está, por fortuna, acabándose. Y, además, tienen ahora una forma pacífica y masiva de expresar sus disentimientos y propuestas. Que ya no esperen que los ciudadanos se muevan y motiven exclusivamente a golpe de timón mediático. Cada vez serán más lo que no seguirán siendo testigos sumisos y obedientes de tantos dislates. En poco tiempo, serán muchísimos los que pensarán en la suerte inmerecida e inadmisible de tantas personas en el mundo. Quienes tienen comida, agua, luz… pensarán en los miles de millones que carecen de todo. Y reclamarán otra gobernanza mundial. Y exigirán que no sean unos cuantos líderes que representan el dinero sino todos los líderes que representan a todos los pueblos quienes hagan frente a los grandes desafíos de nuestro destino común.

Naciones Unidas, sí. G-8, no.

lunes, 6 de julio de 2009

El Golpe de Estado de Honduras se habría resuelto rápidamente con unas Naciones Unidas fuertes, capaces de cumplir rápida y eficazmente la misión que les encomienda la Carta. Y no habrían tenido lugar el drama de Darfur, ni las invasiones de Kosovo e Irak, ni la situación inhumana desde hace varios años en la Somalia de los “señores de la guerra”, ni los genocidios de Ruanda o Cambodia,… por poner sólo algunos ejemplos de acontecimientos que no habrían tenido lugar o se habrían resuelto por la Organización Mundial que, en nombre de “los pueblos” del mundo tiene el encargo de “evitar el horror de la guerra”.

Pero pronto los Estados más poderosos cambiaron las ayudas por préstamos, la cooperación por explotación, los principios democráticos –tan bien establecidos en la Constitución de la UNESCO- por las leyes del mercado, la justicia a escala global que sólo podía impartir una institución “democrática” por la discrecionalidad de un grupo de “plutócratas”, de los más ricos, que fueron 7 al principio, luego 8, ó 20… ¿Qué más da?. Fueron ellos los grandes impulsores de la “globalización”, de la “economía de mercado” (en el mes de mayo de 1996, en el apogeo globalizador llegó a pensarse en la conveniencia de establecer la “democracia de mercado” y la “sociedad de mercado”!), de la privatización a ultranza, transfiriendo a grandes corporaciones multinacionales no sólo recursos sino, lo que es especialmente grave, responsabilidades políticas. Y utilizaron el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) (“de la reconstrucción y el desarrollo”, hay que recordarlo a los olvidadizos) como simples instrumentos de sus ambiciones. Todavía hicieron más para debilitar a las Naciones Unidas: situaron a la Organización Mundial del Comercio (OMC) directamente fuera de su ámbito…

El fracaso del sistema que promovían ha sido estruendoso, como lo acreditan las múltiples crisis –financiera, medio ambiental, alimenticia, democrática, ética- que vivimos, y debidas, en palabras del Presidente Obama, a su “codicia e irresponsabilidad”.

No se trata ahora de unos cuantos cambios –como el “rescate” de los mismos que condujeron a la crisis –si no de un cambio de época, como he escrito hace unos días. Se trata de disolver los “grupos” de los más prósperos y fortalecer la Organización de todos los pueblos. De renovar las funciones originales del FMI y BM, de situar la OMC en el seno de las Naciones Unidas, con una Asamblea General integrada por Estados, pero también con representantes de la sociedad civil (como sucede en la OIT, Organización Internacional del Trabajo, “reliquia” de la Sociedad de Naciones creada por el Presidente Woodrow Wilson).

Se trata de sustituir una economía de guerra (3.000 millones de dólares al día en armas, al tiempo que mueren de hambre cada día más de 60.000 personas…) por una economía de desarrollo global, para lograr que todos “sean” -lo contrario del G.8- es la mejor manera de construir la paz.