Almudena Grandes, inmarcesible voz de “Nosotros, los pueblos”

domingo, 28 de noviembre de 2021

Almudena se ha ausentado, pero su palabra seguirá siempre presente. Conocedora de todas las edades, sensible a todas las sensibilidades, confortadora de todos los corazones, paciente con todo tipo de pacientes… y, sobre todo, incansable promotora de la igual dignidad de todos los seres humanos. Éste fue el pilar, la base, de todos sus lúcidos mensajes, tan bellamente expresados. Al filo de las certezas e incertidumbres, la libertad humana, el gran don…

La mujer, ahora más que nunca en el pasado, con alas fuertes y grandes para elevarse lo suficiente, incluso a contraviento, para conocer bien la realidad y decidir con plena autonomía. Vivir intensamente y caminar “con el amor a cuestas”, como preconizaba Miguel Hernández, de quien ella y Luis García Montero aprendieron a querer a y querer con, que es el querer supremo.

Almudena Grandes, escribir para “aprojimarse”, para que, en último término, podamos seguir –seguir es imperativo, según Pedro Salinas- sembrando semillas de esperanza, para que descubramos la desmesura creativa humana y lo que somos a veces y lo que podemos llegar a ser.

En “Modelos de mujer” Almudena nos demostró que todas sin exclusión, pueden vivir intensamente el misterio de la vida. Y, en “Los besos en el pan” pone de manifiesto que es esencial, por mucho que tengamos, besar el nuestro y procurar que muchos, muchos, puedan besar el suyo. Luis, “En pie de paz”, nos ha permitido, al mismo tiempo, pensar que todos los jardines pueden ser, si tenemos ánimo de cultivarlos, nuestros jardines.

Temprano te has vuelto invisible pero tu luz permanecerá. En marzo de 1994, al morir físicamente Melina Mercuri, le dediqué un poema del que extraigo para ti, inolvidable Almudena, los siguientes versos:

“¿Se apagan las estrellas?

No.

Las estrellas mueren,

pero no se apagan.

No dejan

de iluminar

nuestros senderos

ni de inspirar

nuestras canciones…

Sus ojos se han cerrado,

pero ni su voz

ni su luz

se han apagado.

Las estrellas mueren

pero no se apagan”.

Glasgow: “Nosotros, los pueblos, compelidos a la rebelión “

jueves, 18 de noviembre de 2021

 

A pesar de los excelentes informes científicos que, una vez más, alertaron sobre la necesidad de adoptar medidas apremiantes y poner en práctica sin ulterior demora los Acuerdos de París sobre el cambio climático y la Agenda 2030 de la Asamblea General de las Naciones Unidas “para transformar el mundo“,… a pesar de la presencia de múltiples y activas instituciones y representantes de la ciudadanía mundial, con múltiples jóvenes de especial capacidad informativa… a pesar de países convencidos de la impostergable necesidad de resolver, sin vacilaciones, las presentes tendencias… al final ha sido, de nuevo, el “gran dominio”(financiero, militar, energético, digital , mediático) el que ha aplazado, con total irresponsabilidad intergeneracional, la adopción de medidas que pudieran detener, todavía , la presente deriva ecológica.

Desde hace décadas -no me canso de repetirlo- han sido múltiples las comunidades, especialmente la científica, que han llamado la atención sobre la necesidad de un cambio radical en la gobernanza mundial, indicando la urgencia de una acción conjunta a escala global a través de un multilateralismo democrático ponderado y eficiente, que permitiera, además, resolver los conflictos por la fuerza de la razón en lugar de seguir haciéndolo, desde el origen de los tiempos, por la razón de la fuerza. ”Si quieres la paz, prepara la guerra”: este perverso adagio ha sido puntualmente seguido por el poder absoluto masculino que ha tenido en sus manos las riendas del destino común a través de los siglos… hasta  hoy mismo en que se invierten diariamente -lo repetiré mientras no se resuelva- más de 4000 millones de dólares en armas y gastos militares, al tiempo que mueren de hambre y pobreza extrema miles de personas, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad.

A pesar de los intentos de tres Presidentes demócratas norteamericanos de pasar de la fuerza a la palabra -Wilson en 1919; Roosevelt en 1945, y Obama en 2015- lo cierto es que sus esfuerzos en favor del multilateralismo han sido contrarrestados invariablemente por las convicciones hegemónicas que hoy, desoyendo las alarmas por procesos irreversibles que amenazan a la humanidad en su conjunto por primera vez en la historia, están conduciendo a un claro deterioro de las condiciones de habitabilidad de la Tierra.

El incumplimiento de los deberes urgentes por parte de las presentes generaciones puede conducir, sin remedio, a que las venideras vean gravemente lesionados sus derechos.

Desde los años 50 del siglo pasado, la UNESCO -con la creación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, los programas geológico, hidrológico y oceanográfico y “El Hombre y la Biosfera “- … y el Club de Roma -advirtiendo sobre los límites del crecimiento -…. y la Academia de Ciencias de los Estados Unidos en 1979, subrayando el papel del agua marina…y, después, ¡dos “Cumbres de la Tierra”! (en Rio en 1992 y Johannesburgo en 2002)… y la “Carta de la Tierra” en 2000….y la Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz (Naciones Unidas 1999)… directrices siempre marginadas por los grupos plutocráticos neoliberales (G-6,G-7,G-8,G-20) impulsados por los presidentes de los EEUU pertenecientes al Partido Republicano…

¡Al fin!, en aquel otoño de esperanza de 2015, se firman con el Presidente Obama los Acuerdos de Paris y la Resolución de las Naciones Unidas sobre la Agenda 2030 y los ODS… Deber de memoria: a los pocos meses llegó el presidente Trump y, acto seguido, dijo que Norteamérica no llevaría a la práctica ninguno de los convenios firmados por su antecesor… Y la Unión Europea, incapaz de oponerse, silenciosa,… porque para adoptar algunas medidas debe hacerlo por unanimidad… ¡que es la antítesis de la democracia…! Después de seis años de retraso, llegando ya al borde del abismo, se abrieron, al principio de la COP-26, ciertas expectativas por “compromisos alcanzados entre los grandes poderes”… pero resultó luego que eran compromisos “¡no vinculantes!”…

¡Qué oprobio, qué desvergüenza! Si no son vinculantes no son compromisos. De esta manera ha concluido la gran ocasión de Glasgow en la incertidumbre y desesperanza, porque es evidente que buena parte de la ciudadanía consciente ve desaparecer las últimas posibilidades de enfrentar y reconducir la situación presente.

Será necesario, en consecuencia, modificar sustancialmente el comportamiento cotidiano, el estilo de vida, antes de que se alcancen líneas rojas en el deterioro ecológico… La ciudadanía ya no puede ser, en buena medida, “espectador distraído” de lo que acontece. El Ártico se está fundiendo y no sólo los rayos solares carecen de “espejo” para reflejarse, sino que el permafrost ha acumulado durante siglos grandes bolsas de metano que, al liberarse, tienen un efecto mucho peor que el anhídrido carbónico sobre el cambio climático.

Está claro que, ahora sí, la solución es “Nosotros, los pueblos”, como se escribió lúcida pero prematuramente en la primera frase de la Carta de  las Naciones Unidas. En 1945, los “pueblos” carecían de voz y la inmensa mayoría de los seres humanos nacía, vivía y moría en unos kilómetros cuadrados… Las posibilidades de información residían en el entorno inmediato. Eran, lógicamente, temerosos, obedientes, silenciosos, sumisos. Desde hace unas tres décadas, ya pueden expresarse libremente de forma progresiva, en buena medida gracias a la tecnología digital, y se ha eliminado, en alto grado, la discriminación por razón de género, sensibilidad sexual, ideología, creencia, etnia…

Ahora sí, por fin, “los pueblos“ ya pueden participar activamente a nivel local, regional, global. Con grandes clamores populares puede lograrse que se elimine la gobernanza plutocrática y se refuerce el multilateralismo democrático… Ahora, “los pueblos“ ya pueden exigir que las ojivas nucleares dejen, de una vez, de constituir una intolerable “espada de Damocles” para el conjunto de la humanidad… Y que los paraísos fiscales desaparezcan del mapa, y que un nuevo concepto de seguridad disminuya los inmensos dispendios en armas y gastos militares actuales y permita que los habitantes de territorios tan bien protegidos con los sistemas de defensa actuales tengan acceso a la alimentación, al agua potable, a servicios de salud de calidad, a una educación para todos a lo largo de toda la vida, al cuidado adecuado del medio ambiente… Los pueblos actuarán, por fin, porque la propia Declaración Universal de Derechos Humanos -¡maravillosa previsión¡- así lo indica en el segundo párrafo del preámbulo: …“a fin de que los seres humanos no se vean compelidos al supremo recurso a la rebelión…”. Hace pocos días publiqué “Glasgow, conciencia mundial para cambiar de rumbo”. Hoy –a la vista de los pocos resultados de la COP-26 y, sobre todo, del anuncio, tan inoportuno como descorazonador, de que la UE reforzará sensiblemente en muy breve plazo su potencia militar-  está claro que debe ser la ciudadanía consciente la que, “compelida a la rebelión”, logre, voces y manos unidas, las transiciones que son exigibles antes de que se alcancen puntos de no retorno. Y “los pueblos”, mirando a los ojos de nuestros descendientes, vamos a exigir gobiernos que procuren un multilateralismo diligente, unas Naciones Unidas capaces, todavía, de adoptar las medidas más apremiantes para los cambios radicales que no admiten mayor demora. Compelidos a la rebelión, vamos a lograr cambiar, en poco tiempo, la fuerza por la palabra. Vamos a inventar otro futuro.

 

Glasgow, conciencia mundial para cambiar de rumbo

martes, 2 de noviembre de 2021

Cuentan que cuando el Titanic se estaba hundiendo, la orquesta seguía interpretando valses. Al poco tiempo, músicos y bailarines desaparecerían bajo las aguas. Que no suceda lo mismo ahora a escala planetaria. A pesar de innumerables alarmas y llamamientos, la gobernanza neoliberal plutocrática sigue adoptando medidas claramente insuficientes y parciales, cuando se necesitan muy enérgicas, urgentes y conjuntas. Los grandes consorcios siguen acumulando beneficios inmensos y anonadando a la gente en lugar de ser los primeros impulsores del cambio y del despertar ciudadano.  Y las “grandes potencias“  no cesan -a pesar de expresar tímidamente su apoyo a las medidas ecológicas y a la aplicación de la agenda 2030- de aumentar las inversiones en armas y gastos militares, subrayando las diferencias con las “potencias enemigas”, en lugar de hacer, al menos, una pausa de emergencia, para la acción unida y a escala global que es imprescindible para no deteriorar la habitabilidad de la Tierra. Y, así, se siguen acopiando artificios bélicos - incluidos, ¡qué disparate!, los nucleares- aportando a la defensa territorial, no me canso de pregonarlo, 4.000 millones de dólares al día, al tiempo que mueren de hambre y extrema pobreza miles de personas, la mayoría niñas y niños de 1 a 5 años de edad… 

Es prudente que existan mecanismos apropiados de defensa… pero sin olvidar la defensa de los habitantes de esos territorios tan bien protegidos. Las Naciones Unidas señalan con acierto cinco grandes prioridades: alimentación, agua potable, servicios de salud de calidad, educación para todos a lo largo de toda la vida, cuidado del medio ambiente. No me canso de repetir que este nuevo concepto de seguridad humana es el que ahora, sin más tardar, debe prevalecer. Buena parte de los grandes problemas globales quedarían resueltos: las migraciones forzadas, el impacto de las catástrofes naturales, la generalización de la ignorancia… Desde hace décadas, la UNESCO (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, los Programas geológico, hidrológico y oceanográfico, “El Hombre y la Biosfera “, las reservas ecológicas… ); el Club de Roma (“Los límites del crecimiento”…); la Academia de Ciencias de los Estados Unidos (1979); la primera “Cumbre de la Tierra“ (Rio de Janeiro 1992); La Carta de la Tierra en el año 2000; la segunda “Cumbre” en 2002 en Johannesburgo… han realizado llamamientos progresivamente apremiantes, siempre desoídos  por la gobernanza del PIB, que desprecia el multilateralismo y propicia el supremacismo. 

En el “otoño esperanzador “de 2015, con el Presidente demócrata Barack  Obama en La Casa Blanca, fue posible adoptar los Acuerdos de París sobre Cambio Climático y la Resolución para “transformar el mundo” en la Asamblea General de las Naciones Unidas, para la urgente puesta en práctica de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Era especialmente relevante y oportuna porque, ¡al fin!, incorporaba a la ciudadanía mundial, consciente de la gravedad de la situación, a la acción adecuada y responsable para las generaciones venideras. 

Pero, a los pocos meses, llegó el insólito Donald Trump a la presidencia norteamericana, con todos los supuestos hegemónicos del partido republicano, y declaró -eso sí, con gran vivacidad y presteza- que no pondría en práctica los acuerdos de París ni la Agenda 2030… Y silencio. El resto del mundo, silencio. La Unión Europea, otrora fuente y referente de solidaridad, democracia y multilateralismo, incapaz de oponerse… porque para adoptar resoluciones, a veces de gran calado, requiere unanimidad …¡y la unanimidad es la antítesis de democracia! Y así, hasta  la llegada del dúo demócrata Biden  y Harris a los mandos de los Estados Unidos, seis años más de retraso… El Ártico se funde a pasos agigantados y con el “permafrost” no sólo desaparece el “espejo “que refleja los rayos solares sino que libera grandes cantidades de metano, mucho más contaminante que el anhídrido carbónico…Y la Antártida empieza a agrietarse y los glaciares decrecen… Y, lo más alarmante, a pesar de la acción de encomiables asociaciones civiles, el mundo en su conjunto sigue apresado en el entramado económico de la deslocalización productiva, las fuentes de energía, los paraísos fiscales… con crecientes brechas sociales….acercándonos sin cesar al abismo de los procesos irreversibles, que significaría dejar a nuestros descendientes un legado históricamente culposo e irreparable. Ya Aurelio Piccei, en la década de los 60, había advertido del “¡Chasm ahead!”. 

“Nosotros, los pueblos, hemos resuelto evitar a las generaciones venideras el horror de la guerra”. Así se inicia, tan lúcida como prematuramente, la Carta de las Naciones Unidas. Porque entonces, en 1945, los pueblos no existían. El 90 % de la humanidad nacía, vivía y moría en unos kilómetros cuadrados, y desconocía lo que acontecía más allá de su entorno inmediato, sometidos siempre a un poder absoluto masculino. Eran obedientes, temerosos, silenciosos, carentes de voz y declaraciones. Ahora, en cambio, por primera vez en la historia-y aquí reside nuestra esperanza-ya pueden expresarse. La humanidad ya tiene voz y medios de comunicación. Y ya - es esencial insistir en ello - todos los seres humanos son iguales en dignidad, sin discriminación alguna por razón de género, sensibilidad sexual, ideología, creencias, etnia… Ahora, sí, por fin, “Nosotros, los pueblos” podemos reclamar, en grandes clamores populares, una gobernanza multilateral democrática, una de cuyas primeras decisiones fuera la adopción de la “Declaración Universal de Democracia“ y que, con las grandes potencias en su seno, pudiera reconducir con firmeza las tendencias actuales.

Y, sólo así podría lograrse que las reuniones del G-20 en Roma y la Cumbre Ecológica de Glasgow hiciesen realidad sus impostergables objetivos. Sólo así podríamos mirar a los ojos de quienes llegan a un paso de nosotros y decirles: “Hemos sido “libres y responsables”, como define la Constitución de la Unesco a los educados. Habrá que vencer muchas resistencias…para alertar a quienes, a pesar de tantos llamamientos, siguen distraídos y ofuscados, danzando inconscientes…como en el naufragio del Titanic…