Gen - Ética

lunes, 17 de diciembre de 2018


El 11 de mayo  de 2015 publiqué en este mismo periódico un artículo titulado “Líneas rojas en la investigación científica”, en el que indicaba que en 2003, en el libro “Gen - Ética”, editado en colaboración con el Dr. Carlos Alonso Bedate, “quedó muy clara la diferencia que, tanto en genética como en otros campos de investigación, existe entre lo factible y lo admisible.  Esto no significa que haya conocimientos prohibidos, sino que hay prácticas prohibidas, aplicaciones del conocimiento incompatibles con la dignidad humana, fundamento conceptual y existencial del ser, razón por la cual la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea (7 de diciembre de 2000) la sitúa en primer lugar”.

En 1997,  la  Conferencia  General  de  la  UNESCO adoptó  unánimemente -como hizo un año después la Asamblea General de las Naciones Unidas- la Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos, redactada por el Comité Mundial de Bioética, con el fin de evitar que, valiéndose de la ingeniería genética, pudiera ahora llevarse a cabo el sueño de Hitler y Mengele de conseguir un ser humano “de diseño”.  Lo intentaron con las técnicas propias de la genética mendeliana y fracasaron.

En el artículo undécimo de la Declaración Universal aludida se establece: “No deben permitirse las prácticas que sean contrarias a la dignidad humana, como la clonación con fines de reproducción de seres humanos. Se invita a los Estados y a las organizaciones internacionales competentes, a que cooperen para identificar estas prácticas y a que adopten, en el plano nacional e internacional, las medidas que corresponda para asegurarse de que se respetan los principios enunciados en la presente Declaración”.

Esta cuestión ha vuelto en los últimos días a ocupar páginas de periódicos y espacios televisivos y audiovisuales con motivo de la eliminación, por el científico chino He Jiankui  del gene CCR5 que produce la proteína afín al virus del sida.  El método empleado es todavía imperfecto y, por tanto, no sólo no pueden alcanzarse las mejoras deseadas sino que pueden inducirse otras situaciones patológicas. Es inaceptable  que se lleven a cabo experimentos “opacos” de esta naturaleza.  Constituye una grave irresponsabilidad, una utilización precipitada de técnicas que deben perfeccionarse para alcanzar objetivos bien establecidos.

Transparencia, transparencia y consulta, siguiendo las pautas de las Declaraciones adoptadas por las Naciones Unidas sobre bases científicas bien consolidadas.  Rigor científico: esta es la cualidad suprema de quienes se dedican a la investigación, especialmente en biomedicina.

En consecuencia, lo pertinente es que, antes de realizar este tipo de trabajos y una vez confirmada su excelencia científica, se recabe la opinión de quienes han profundizado en los aspectos éticos de las múltiples aplicaciones de los nuevos saberes.

El Profesor Carlos Romeo Casabona de la Universidad del País Vasco, lleva trabajando, con un equipo de primera, en los más diversos aspectos de la Declaración Universal del Genoma, y en todo lo que tiene que ver con el delicado establecimiento de “líneas rojas” en la investigación genética, en el espacio tan relevante que media entre lo factible y lo admisible. Corresponde a los mejores especialistas juzgar y evitar toda actuación que pueda incidir en la “reproducción humana”, porque, según el artículo décimo de la Declaración, “ninguna investigación relativa al genoma humano ni ninguna de sus aplicaciones, en particular en las esferas de la biología, la genética y la medicina, podrá prevalecer sobre el respeto de los derechos humanos, de las libertades fundamentales y de la dignidad humana…”.

El Dr. Carlos Alonso Bedate, en el capítulo “El Estatuto Ético del Embrión Humano” del libro antes indicado, aborda con extraordinaria lucidez las numerosas dimensiones de esta cuestión esencial.  Y la Dra. Yolanda Gómez Sánchez trata de “la dignidad como fundamento de los derechos y su incidencia en el posible ‘derecho a no nacer’ ”.

Todo lo que conduzca a conseguir una vida digna es positivo y debe recomendarse.  La prevención es la gran victoria.  Desde hace 50 años empezamos en España, con la Profesora Magdalena Ugarte, la detección neonatal de metabolopatías que, si no se tratan de inmediato, producen lesiones neuronales irreversibles. La ciencia “suple” así una carencia del recién nacido que la madre había llevado a  término durante el proceso de gestación. Se ha ido ampliando progresivamente el número de alteraciones y actualmente son ya una treintena las que pueden detectarse con “la prueba del talón”.  Más de 5.000 personas oportunamente diagnosticadas en España viven hoy normalmente.  Ahora vamos a procurar aumentar las patologías evitables añadiendo a las determinaciones metabólicas el cribado precoz genómico.

La condición humana modifica la naturaleza gracias al conocimiento, gracias a su capacidad creadora, de anticipación y de prevención.  Es totalmente admisible y deseable practicar tratamientos que conduzcan a personas sin defectos hereditarios, ya que sólo se modifican, como sucede en toda terapia, unas características patológicas sin afectar la “identidad personal”.

El problema es saber cuándo nos acercamos a límites que, sin un estudio detenido y solicitando distintos puntos de vista, no se deben, al menos de momento, traspasar.

En resumen, es imprescindible que las distintas instancias legislativas e informativas dispongan del asesoramiento científico pertinente.  El rigor científico, lo repito, debe prevalecer. En el caso que hoy comentamos, como en tantos otros de complejidad creciente, no será la gobernanza a escala mundial de los G.7, G.8 y G.20 la que halle soluciones para que el legado intergeneracional -incluido el patrimonio genético- sea el que las generaciones venideras merecen.  Debemos todos contribuir a que, lo antes posible, desaparezcan los grupos plutocráticos y se refuerce el Sistema de las Naciones Unidas como expresión del multilateralismo democrático.  Este es el gran reto.

¿Licencia para matar? No, señor Trump. Hasta aquí podíamos llegar

viernes, 30 de noviembre de 2018


Pensé que cuando el insólito Presidente Trump dijo que no iba a poner en práctica los Objetivos de Desarrollo Sostenible y los Acuerdos de París sobre el Cambio Climático se produciría una gran reacción de los líderes del mundo y, en particular, de los europeos. No fue el caso. Todos sumisos aceptaron aumentar todavía las escandalosas inversiones en armas y gastos militares, cuando mueren de hambre y extrema pobreza miles de seres humanos al día y, lo que es peor todavía, eliminaron del orden del día de los encuentros de los países que integran los grupos plutocráticos, para no agraviar al magnate norteamericano, los puntos que se referían al cumplimiento de estas apremiantes medidas en favor de la habitabilidad de la Tierra y de la igual dignidad humana.

Era intolerable que se estuvieran incumpliendo elementales responsabilidades intergeneracionales, que se estuvieran contraviniendo y aplazando sine die decisiones muy urgentes si se piensa en quienes llegan a un paso de nosotros... y los que deberían hallarse en la vanguardia de la oposición a la indescriptible discrecionalidad y marginación del multilateralismo democrático por parte del Partido Republicano de los EE.UU., supieran únicamente mirar hacia otro lado.

Pero ahora, al recibir los soldados situados en las fronteras licencia para matar, creo que ha llegado el momento de una gran reacción popular. Ahora somos "nosotros, los pueblos", los que debemos elevar la voz y, en un gran clamor presencial y en el ciberespacio, decirle al Presidente Trump que, si no cambia radicalmente de actitud dejaremos de adquirir productos norteamericanos. El único lenguaje que entendería.

Hasta aquí podíamos llegar. En caso contrario, cómplices. Delito de silencio.


Democracia: del discurso a la acción urgente

miércoles, 21 de noviembre de 2018


Considero oportuno y apremiante proponer una Declaración Universal de la Democracia a los 70 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos, ya que es el único contexto en el que sería posible el pleno ejercicio de los mismos, al tiempo que daría a las Naciones Unidas la capacidad de actuación a escala mundial que los grupos plutocráticos neoliberales (G6, G7, G8, G20) le arrebataron en  la década de los 80.

Hace ya 6 años que se redactó –con Karel Vasak, Juan Antonio Carrillo Salcedo,…- una Declaración de la Democracia que incluía sus múltiples dimensiones: ética, social, política, económica, cultural e internacional. Luego, con la colaboración de varios firmantes –entre los que figuran Mario Soares, Mikhail S. Gorbachev, Javier Pérez de Cuéllar, Boutros Boutros Ghali, Kofi Annan, Adolfo Pérez Esquivel…- se fue mejorando el texto original. 

La humanidad “será guiada por los principios democráticos” de la justicia, libertad, igualdad y solidaridad (intelectual y moral), según establece el Preámbulo de la Constitución de la UNESCO.

Ha llegado el momento de esclarecer el concepto de democracia ante acepciones totalmente equivocadas, intencionadamente o con buena voluntad. Ha llegado el momento de hablar menos y actuar más porque, de otro modo, perderíamos también -lo que constituiría otro error intergeneracional- el gran asidero que permitiría que fueran “Nosotros, los pueblos…”, como prematuramente estableció la Carta de las Naciones Unidas en 1945, los que tomaran en sus manos las riendas del destino común, y dejaran de ser espectadores para convertirse en actores capaces de diseñar su propio futuro, convencidos de que sólo cuando se conoce la realidad en profundidad puede transformarse en profundidad.

Aconsejo, pues, leer la versión actual de la Declaración Universal de la Democracia (texto: https://declaraciondemocracia.wordpress.com/ y firmantes: https://declaraciondemocracia.wordpress.com/firmantes/) y,  con las mejoras que ojalá puedan introducirse, proponer oficialmente al Secretario General de las Naciones Unidas el debate y adopción de la misma en la Asamblea General. Sería extraordinariamente importante para la gobernanza a todos los niveles y para el reconocimiento generalizado de la igual dignidad humana. Sería un momento de gran esperanza para la invención del futuro, que no debemos demorar.

Sólo con el multilateralismo democrático –que tan concretamente se fomenta en el capítulo de “Democracia Internacional”– será posible, de una vez, el pleno ejercicio de los Derechos Humanos.  Se iniciaría la transición histórica de la fuerza a la palabra.

Recuperar la filosofía

domingo, 18 de noviembre de 2018


Primero, aprender a ser.

Con enorme satisfacción recibí la noticia de que, por fin, todos los grupos parlamentarios han solicitado al Gobierno que se recupere la asignatura de filosofía al  nivel que le corresponde.

Hace más de un siglo que don Francisco Giner de los Ríos definió magistralmente la “educación” como la capacidad de “Dirigir la propia vida”, actuar en virtud de las reflexiones personales y nunca al dictado de nadie. Pensar y crear. Con estos “educados”, el mundo entrará en una nueva era. Habrán aprendido a ser y a rebelarse. Con los “competitivos y gregarizados” seguiríamos fomentando las asimetrías actuales, las filias y las fobias, y las emociones multitudinarias, la obcecación y el fanatismo, porque han aprendido a tener y a ser sumisos. 

Esta espléndida definición me lleva a pensar en Julián Marías quien, en su “Reflexión sobre un libro propio”, a los 24 años de haberlo terminado de escribir, explicaba los motivos personales que le llevaron a profundizar en la filosofía, citando los versos de Goethe, que Ortega y Gasset repetía con frecuencia: “Yo me confieso del linaje de esos/ que de lo oscuro hacia lo claro aspiran”. En el epílogo de este libro, José Ortega y Gasset defendía que el nombre perdurable de la filosofía debía ser “averiguación”. En efecto, nada define con tanta precisión la esencia de la filosofía como la actitud permanente de averiguar que, según la Real Academia significa: “Inquirir la verdad hasta descubrirla”.

La Constitución de la UNESCO, en su artículo 1º, resume con gran precisión el sentido del proceso educativo: contribuir a formar personas “libres y responsables”. Libres para, las alas sin adherencias ni lastre, volar alto en el espacio infinito del espíritu. Libres, actuando siempre en virtud de las propias reflexiones, sin cortapisa dogmática alguna. Y responsables, teniendo en cuenta, junto a los derechos, los deberes en relación a los “otros”, próximos o distantes, coetáneos o pertenecientes a las generaciones venideras… 

Educación es mucho más que capacitación, que formación en actividades y destrezas profesionales, es más que conocimiento e información (sobre todo, mucho más que información a través de noticieros, ya que la noticia es, por su propia naturaleza, lo insólito, lo no habitual, lo extraordinario). 

Pues bien: para esta educación “troncal”, son esenciales la filosofía y las artes, y no lo es la simple transferencia de técnicas y métodos que deben ser siempre “además de” y no “en lugar de”. Ya nos alertó José Saramago cuando escribió: “¿Llegaremos a tener tecnología 100, pensamiento 0?”

Recuerdo que Juan Rof repetía –le oí en varias ocasiones en el Instituto de Ciencias del Hombre- que la “autonomía personal” era requisito para una conducta en “plena e irrestricta libertad”, sin condicionamientos en el quehacer humano, en virtud de la fórmula maestra de la reflexión y la introspección… Autonomía personal gracias a la filosofía que, de acuerdo a la definición de la Real Academia,  es “el conjunto de saberes que busca establecer, de manera racional, los principios generales que organizan y orientan el conocimiento de la realidad, así como el sentido del obrar humano”.

No cabe duda: para la transición de súbditos a ciudadanos plenos, más filosofía y más artes. Filosofía, fundamental para ser “libres y responsables”, para hacer posible el pleno ejercicio de las facultades distintivas de la especie humana: reflexionar, imaginar, anticiparse, innovar, ¡crear! Filosofía para –como manifestaba recientemente  la Directora General de la UNESCO, Audrey Azoulay,- “poder transformar las sociedades”, para llevar a la práctica los cambios radicales que la situación actual del mundo exige. Hoy es necesario y apremiante impulsar la Filosofía en todos los grados del aprendizaje.  “La Filosofía crea las condiciones intelectuales para el advenimiento del cambio, el desarrollo sostenible y la paz”, añadía la Directora General y exhortaba  a todos los Estados Miembros “a que den vida a este mensaje, que entronca con la esencia misma del mandato de la Unesco”.

La facultad distintiva de la especie humana es la creatividad, es la desmesura biológica que representa inventar, innovar. Para actuar en libertad, el supremo don, es indispensable despertar y desarrollar desde la infancia este inmenso potencial propio, en exclusividad, de los seres humanos.

Junto a la libertad de expresión se requiere la capacidad de expresión, disponer de las palabras que transmitan fidedignamente nuestras reflexiones. Las palabras no son si no se las pronuncia.  Es tarea esencial de la educación que libera: saber  pensar y expresarse correctamente. Esta es disciplina angular, aprendizaje insustituible durante toda la vida.

Por fin, acuerdo en relación al protagonismo indiscutible de la filosofía. Es una premisa excelente para seguir ahora en la mejora –que falta le hace- de todo el proceso educativo.

Urgente movilización en favor de un nuevo concepto de seguridad

lunes, 12 de noviembre de 2018


El 29 de agosto de 2016, con motivo de los múltiples incendios en Galicia, la isla de La Palma, California,…, terremotos de Italia y Birmania y muchas otras catástrofes naturales escribí el blog “Urgente: un nuevo concepto de seguridad”

Hoy, con motivo de las terribles inundaciones sufridas recientemente en la isla de Mallorca y en la provincia de Málaga, así como en la Región del  Véneto y en Sicilia y en Jordania… y de nuevo los mortíferos incendios de California en los día 9 a 12 de noviembre…, cobra de nuevo actualidad. Una vez más, se ponen de manifiesto deficiencias y falta de medios que pudieron, si no evitar, hacer que las consecuencias fueran de menor impacto y causaran no sólo menos daños materiales sino, sobre todo, menos pérdidas humanas

No es posible que, cuando se habla de seguridad, se siga pensando que la fuerza militar es la única expresión y referencia de "seguridad". Es un gravísimo error, costosísimo error que, por lo general, cuesta y causa mucho dolor en pérdidas humanas y materiales. Pensar así, es tener una visión sesgada y seguir deteniéndose exclusivamente en los aspectos bélicos y dejando totalmente relegados otros muchos aspectos de la seguridad "humana", que es, en cualquier caso, lo que realmente debe importar. 

La diferencia entre los medios dedicados a potenciales enfrentamientos y los disponibles para hacer frente a recurrentes catástrofes naturales (incendios, inundaciones, terremotos, tsunamis,...) evidencia que el concepto de "seguridad" que siguen promoviendo los grandes productores de armamento es anacrónico pero, sobre todo, está poniendo en grave riesgo a la humanidad en su conjunto.

No me canso de recordar que no es posible que continuemos observando los arsenales colmados de cohetes, bombas, aviones y barcos de guerra, submarinos... sin levantar la voz y decir hay miles de seres humanos que mueren de hambre cada día, que viven en condiciones de extrema pobreza sin acceso a los servicios de salud adecuados... sin reaccionar ante esa cruda realidad y el deterioro progresivo de las condiciones de habitabilidad de la Tierra. Debemos actuar sin dilación porque se está llegando a puntos de no retorno en cuestiones esenciales del legado intergeneracional. 

Es necesaria la urgente adopción de un nuevo concepto de "seguridad", bajo la vigilancia atenta y la  implicación directa de las Naciones Unidas. 

La seguridad alimentaria, acceso a agua potable, servicios de salud, rápida, coordinada y eficaz acción frente a las situaciones de emergencia... es -ésta y no otra- la seguridad que "Nosotros, los pueblos..." anhelamos y merecemos. Esa, y no otra, es la seguridad en el siglo XXI.

Alcemos la voz…  Ahora, por primera vez en la historia, “Nosotros, los pueblos”, ya hombre y mujer, podemos expresarnos libremente. Ahora ya podemos concertar hora y día  para que desde millones de móviles rechacemos las decisiones intolerables de líderes que anuncian que no van a seguir los Acuerdos sobre Cambio Climático y sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible, poniendo en riesgo la calidad de vida de los habitantes de la Tierra.

Ha llegado el momento. Si no, delito de silencio.

"Nosotros, los pueblos..."

martes, 9 de octubre de 2018


Adopción de una declaración universal de la democracia para entrar adecuadamente en la nueva era

En San Francisco, en 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial, se fundaron, con el liderazgo norteamericano del Presidente Roosevelt, las Naciones Unidas, cuya Carta comienza así: "Nosotros, los pueblos, hemos decidido evitar a las generaciones venideras el horror de la guerra". Hoy más que nunca es importante recordar que es a la humanidad en su conjunto a quien se debe tener en cuenta… Por encima de los gobiernos, el pueblo…  

Los principios y valores universales no se observan con frecuencia en la vida cotidiana de la "aldea global". Se tolera el comportamiento perverso de líderes que vulneran permanentemente las normas básicas de convivencia, sin que las Naciones Unidas puedan intervenir de inmediato; se transfieren responsabilidades de gobierno a los designios del mercado; se permiten, con toda impunidad, tráficos de capitales, de armas, de drogas, de personas, porque no existen los mecanismos reguladores y punitivos propios del único marco ético-jurídico que existe: las Naciones Unidas, integradas por "nosotros" es decir, todos los pueblos del mundo.

Todos unidos, sin fisuras. Todos juntos para defender cada día unos valores que eviten los desgarros sociales, la marginación y la exclusión. Todos juntos para dar el imprescindible vigor a las medidas que se adopten para paliar rápidamente la "vulnerabilidad física" que padecemos. También debemos, todos juntos, aplicar medidas correctoras de la "vulnerabilidad moral" de nuestros tiempos, como preconizaba ya en un artículo del mismo título publicado hace 17 años. Debemos situarnos todos del lado de la vida. Y prevenir.

Se atenta contra la vida de muchas maneras… En actos terroristas, tolerando el tráfico de personas y, sobre todo,  con actitudes insolidarias ante los cientos de emigrantes que llegan a las playas europeas (si es que logran llegar…) en busca de un “futuro mejor” y no encuentran la acogida que esperaban… Atentar contra una sola vida es un acto asesino injustificable. Hacerlo contra miles de ciudadanos indefensos es atroz y nos impulsa, consternados e indignados, a contribuir cada uno, con mayor determinación que nunca, a fortalecer la solidaridad con todos los habitantes de la Tierra.

Debemos mantenernos despiertos y vigías. En los momentos de gran tensión humana, si se piensa grande, si se piensa en todos, se acierta. Si se piensa pequeño, en unos cuantos, se yerra. La legitimidad moral implica que la libertad, la igualdad y la justicia se apliquen a escala global.

Es muy difícil combatir desde la luz a quienes se mueven en la oscuridad. Es imprescindible que se refuerce sin demora el Sistema de las Naciones Unidas, dotándolo de los recursos personales, financieros, técnicos y de defensa que le permita actuar con diligencia y con la capacidad de anticipación y de prevención que le es propia. Al final de la II Gran Guerra -guerra de las prácticas más abominables, del genocidio, del holocausto- los pueblos del mundo carecían de la posibilidad de acción, porque en su inmensa mayoría nacían, vivían y morían en unos cuantos kilómetros cuadrados, desconocían lo que acontecía más allá de su entorno, obedecían al poder absoluto indefectiblemente masculino, y permanecían silenciosos y atemorizados. Desde hace tres décadas, progresivamente y gracias en buena medida a la tecnología digital, saben lo que sucede en todo el mundo, pueden expresarse libremente y, sobre todo, son hombre y mujer. Todos iguales en dignidad. ¡Todos con la facultad distintiva de crear! Todos deben unirse  ahora para enderezar muchos rumbos actuales y hacer frente común contra los que, con su comportamiento mezquino y cortoplacista, atentan contra la paz y la convivencia.

Son precisas  unas Naciones Unidas fuertes, que cuenten con el apoyo de todos los países de la Tierra y, en primer lugar, de los más poderosos, para "evitar a las generaciones venideras el horror...". Unas  Naciones Unidas plenamente facultadas para la puesta en práctica de la Agenda 2030 “para transformar el mundo”, asegurando que el desarrollo es integral, endógeno, duradero, humano, y que los recursos de toda índole -el conocimiento muy en primer término- se distribuyen adecuadamente, al tiempo que se preserva la diversidad sin fin de la especie humana -diversidad que es su mayor riqueza- con la fuerza que le confiere su unión alrededor de unos valores básicos aceptados por todas las creencias e ideales.

Debemos recuperar a esas Naciones Unidas que permitieron al mundo remontar el vuelo desde las cenizas de la Segunda Guerra Mundial; las que aprobaron el 10 de diciembre de 1948 la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que constituye una pauta de hondo calado -cuya imperiosa necesidad se agiganta en estos momentos- para orientar la gobernación del mundo. Corresponde hoy a “Nosotros, los pueblos”, reclamar, a los 70 años de ese gran referente ético a escala planetaria, la adopción de una Declaración sobre la Democracia, único contexto en el que puede asegurarse el pleno ejercicio de los derechos humanos y cumplir las responsabilidades intergeneracionales.

Ya tenemos voz y debemos alzarla. No podemos continuar permitiendo, con nuestro silencio,  la explotación de los recursos naturales de los países menos avanzados por aquellos que debieran haberles ayudado a su desarrollo endógeno, el éxodo de los mejores talentos y un progresivo abismo entre las condiciones de vida de los prósperos y los menesterosos. Grandes masas excluidas y hambrientas -miles de seres humanos mueren cada día de inanición- proclaman la urgente necesidad de corregir los actuales modelos de desarrollo, ya que no es sólo la presente inestabilidad lo que está en juego sino las propias condiciones de vida sobre la Tierra  para nuestros descendientes.

Poco a poco, las funciones de las Naciones Unidas para la construcción de la paz (peace building), esenciales y propias de su misión, se han sustituido por funciones de mantenimiento de la paz (peace keeping) y de ayuda humanitaria, al tiempo que en el escenario global los "pueblos" se han ido  difuminando…  Grandes conglomerados públicos y privados actúan sin "códigos de conducta" que, a escala supranacional, sólo las Naciones Unidas podrían establecer.

Hoy está claro que no se puede dejar en manos de unos cuantos -y mucho menos sólo en las del "mercado"- la gobernación del mundo, sino que debe hacerse sobre la base de unos principios generalmente reconocidos. Bien entendido, la paz y la justicia no dependen sólo de los gobernantes. Dependen sobre todo de cada uno de nosotros, que debemos saber construirla en nosotros mismos, en nuestras casas, evitando la violencia en y con nuestro entorno.

Hay que destacar la dramática diferencia entre los medios dedicados a potenciales enfrentamientos y los disponibles para hacer frente a recurrentes catástrofes naturales (incendios, inundaciones, terremotos, tsunamis,...),  para comprobar, con consternación, que el concepto de "seguridad" que siguen promoviendo los grandes productores de armamento es no sólo anacrónico sino altamente perjudicial para la humanidad en su conjunto, y que se precisa, sin demora, la adopción de un nuevo concepto de "seguridad", bajo la vigilancia atenta e implicación directa de las Naciones Unidas.  Se impone ahora con urgencia una nueva estrategia en la que nadie que atente contra el derecho fundamental a la vida quede impune. Y para reducir a la mínima expresión a los fanáticos extremistas y deshumanizados es necesario que se tenga presente lo que significa la seguridad en estos albores de siglo y de milenio…

Los grandes poderes actuales siguen pensando que la fuerza militar es la única expresión y referencia de "seguridad". Gravísimo error, costosísimo error que se ocupa exclusivamente de los aspectos bélicos y deja totalmente desasistidos otros múltiples aspectos de la seguridad "humana", que es, en cualquier caso, lo que realmente interesa. 

Cuando observamos los arsenales colmados de cohetes, bombas, aviones y barcos de guerra, submarinos... y volvemos la vista hacia los miles de seres humanos que mueren de hambre cada día, y hacia los que viven en condiciones de extrema pobreza sin acceso a los servicios de salud adecuados... es insoslayable constatar y alertar sobre el deterioro progresivo de las condiciones de habitabilidad de la Tierra, conscientes de que debemos actuar sin dilación porque se está llegando a puntos de no retorno en cuestiones esenciales del legado a nuestros descendientes. 

La seguridad alimentaria, acceso al agua potable, servicios de salud, rápida, coordinada y eficaz acción frente a las situaciones de emergencia... es -ésta y no otra- la seguridad que "Nosotros, los pueblos..." anhelamos y merecemos.

Insisto y subrayo que la solución es la democracia a escala local y mundial: la voz de los pueblos, de todos los pueblos. Con ellos alcanzaríamos la "solidaridad intelectual y moral de la humanidad" que proclama la constitución de la UNESCO, uno de los documentos más luminosos del siglo XX, que comienza así: "Puesto que las guerras nacen en las mentes de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz". Construir la paz a través de la educación de todos durante toda la vida.

Desde siempre vivimos en el contexto de la ley del más fuerte. "Si quieres la paz, prepara la guerra", proclama un adagio especialmente perverso. Tendremos ahora que pasar de una cultura de enfrentamiento a una cultura de conversación, de una cultura de imposición a una de relaciones "fraternales", como reza el artículo primero de la Declaración Universal de Derechos Humanos.  

Me gusta repetir que el pasado ya está escrito. Sólo podemos describirlo, y debemos hacerlo fidedignamente. Recordar para no repetir los errores sino aprender de ellos. Sólo podemos escribir el por-venir que está por-hacer.  El futuro podemos y debemos escribirlo todos juntos, inspirados en los grandes valores universales, en favor de la dignidad de toda la especie humana y, recordando siempre que somos “Nos-otros” y que somos en la medida  que hay otros y  no al margen de los otros…

Nos-otros. Distintos, pero unidos por unos principios universales que guían nuestro destino inexorablemente común.  Como en el barco leonardino que, cuando se abate la tormenta y se encrespan las aguas, súbitamente no hay a bordo mujeres y hombres, pobres y ricos, negros y blancos, jóvenes y adultos... sino únicamente pasajeros que deben colaborar afanosamente para mantener el buque a flote…  Encuentro y debate, para presentar nuestras propuestas y conocer las de los otros.  Para inventar conjuntamente un porvenir con faz humana… 

¿Qué mejor celebración del 70 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que adoptar en las Naciones Unidas una Declaración sobre la Democracia? Ya disponemos de un borrador bastante elaborado sobre las dimensiones ética, social, política, económica, cultural e  internacional de la democracia (https://declaraciondemocracia.wordpress.com/ ). Faltan el conocimiento y la voluntad política. “Nosotros, los pueblos”, nunca más espectadores impasibles sino actores implicados, nos comprometemos a reclamar su adopción. Sólo una democracia genuina a todos los niveles podría reconducir y esclarecer  las sombrías tendencias actuales.


Manos y voces unidas para la evolución pendiente y apremiante

jueves, 20 de septiembre de 2018


La voz, inaplazable.  Si no, delito de silencio cómplice.

Transcribo un poema del 10 de mayo de 1995 publicado en “Terral”:

“La voz herida
hoy
que se creía
invulnerable.

Al amparo
del pasado
refugiada,
oculta,
la voz estuvo
silenciosa,
silenciada.

La voz
a veces
no fue voz
por miedo.

La voz que pudo ser
remedio
y no fue nada.

Cuando al fin
se decidió,
fue voz baldía,
voz alcanzada
en pleno albor
de la palabra,
al iniciar el vuelo.

Si hubiera sido
inesperada,
intrépida,
hubiera influido
en el cambio
de sentido,
hubiera iluminado
inéditos
senderos,
inexplotadas y apacibles
sendas de futuro.

Por haber sido contenida,
llegó sin embargo,
solamente,
desoída,
a las oscuras y azarosas
orillas
del presente”.
París, 10.5.1995


Ha llegado el momento de la palabra.  Manos y voces unidas para la evolución pendiente y apremiante.

Ha llegado el momento de la voz firme e intrépida.  En otro caso, seguirá siendo desoída…