Atreverse a saber, saber atreverse

lunes, 28 de agosto de 2017

Primero, enterarse muy bien de qué se trata. Transformar la noticia en información y la información en conocimiento. No sólo de los espacios que iluminan los focos de los medios de comunicación, con frecuencia tan sesgados, sino del conjunto de la cuestión. 

“Ver los invisibles”, decía Bernard Lawn, para poder hacer los imposibles”… porque, una vez se sabe, es imprescindible -y ahora, además, apremiante cuando se trata de procesos potencialmente irreversibles- actuar

Es tiempo de acción. Disponemos de muchos diagnósticos pero los tratamientos a tiempo son escasos. 

Atreverse a saber…. y saber atreverse. Porque el riesgo sin conocimiento es peligroso pero el conocimiento sin riesgo es inútil. 

Son muchos los imposibles hoy que debemos convertir en posibles mañana. 

Saber… y actuar.

Ante amenazas globales, alianzas globales

viernes, 25 de agosto de 2017

·        Matanzas en Barcelona…, en Niza, en Londres, en París…
·        Pacto inaplazable para un nuevo concepto de seguridad.
·        Ante amenazas globales, alianzas globales.
 
Ahora, como en las anteriores luctuosas ocasiones, lo primero es confortar a las víctimas, a sus familiares y allegados, en toda la medida de lo posible. Ayudarles a superar estos momentos aciagos… pero, sobre todo, es apremiante actuar resueltamente de tal modo que se eviten más víctimas. Deber de memoria permanente de estas víctimas y de todas las víctimas, porque todas las vidas valen lo mismo. Y todas las muertes. Hay que medir y valorar los sucesos con el mismo “rasero moral”… Los que mueren de desamparo y extrema pobreza todos los días; los que -¡más de 6.000!- han ensangrentado el “Mare Nostrum” en 2016; los que mueren en las guerras de Siria, Yemen, Libia; los que, en gran número, perdieron la vida o quedaron mutilados o desplazados en la intolerable invasión de Irak por ambiciones hegemónicas… 

Sin embargo, tenemos que reconocer con sonrojo que los abominables crímenes perpetrados por el “Estado islámico” (ISIS o Daesh) en los últimos meses arrollando a personas inocentes no han sido motivo suficiente para vencer las resistencias para llevar a la práctica cambios radicales en materia de seguridad. El negocio es el negocio y –como ya advirtió Eisenhower- el “gran poder” de la tierra no lo detentan los gobernantes sino el “complejo bélico-industrial”, que alienta insaciablemente mayores inversiones para la seguridad de las fronteras -¡Occidente, España incluida, acaba de aumentar sus gastos militares y en armamento!- sin preocuparse en absoluto de la seguridad alimentaria, sanitaria, ecológica, educativa… de quienes viven dentro de las mismas. No me canso de repetir que es inadmisible desde todos los puntos de vista que cada día se dediquen más de 4.000 millones de dólares a gastos de defensa al tiempo que se mueren de hambre miles de personas, la mayoría de ellas niñas y niños de uno a cinco años de edad. 

Pero de estas víctimas cotidianas no guardamos recuerdo alguno. Ni de los refugiados e inmigrantes con quienes no se cumple el deber de acogida y de ayuda al desarrollo para que puedan vivir dignamente en sus lugares de origen. 

La Europa insolidaria que nos estremece y sonroja no sólo es incapaz de llevar a cabo la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea sino que aplaza el cumplimiento del gran acuerdo de cooperación que ya se ha proyectado en varias ocasiones para hacer frente al terrorismo, mediante una serie de medidas bien articuladas: coordinación permanente con intercambio de datos, experiencias, etc. a través de los servicios de inteligencia en interacción constante a escala europea, y sustancial incremento del número y preparación de los agentes de seguridad, adoptando todas las medidas preventivas posibles y evitando las acciones que pueden incitar el rencor, la animadversión, el fanatismo. Quien siembra odio cosecha terror. Los ojos de los niños inmigrantes confinados en auténticos campos de concentración no transmiten, precisamente, signos de amistad y convivencia pacífica. 

Tolerancia cero, porque son el gran enemigo, con el racismo y la exclusión. Desde luego, tolerancia cero con la yihad, pero igual contundencia con el racismo de Le Pen, las manifestaciones fascistas y neonazis, el “supremacismo” de algunos blancos de los Estados Unidos, tratados por cierto con inadmisible tibieza por el Presidente Trump… Y tolerancia cero con los países árabes que, desde su colosal riqueza, han acallado las reacciones internacionales por su descarada ayuda a las variantes del islamismo que fomentan el ISIS… 

Está claro que la gobernanza mundial no puede hallarse en manos de 7, 8 ó 20 países prósperos: la actual plutocracia ha conducido a la deriva actual que requiere, con auténtica emergencia, cambios radicales. 

Contamos con todos los referentes escritos y verbales necesarios para tomar conciencia y actuar, para no distraemos, para no evadirnos. Hace ahora quince años, en Granada, se publicó el “Manifiesto del 2 de enero” para la convivencia, bajo los auspicios de la Consejería de Relaciones Institucionales de la Junta de Andalucía, bajo la coordinación de Paco Vigueras: “No podemos guardar silencio por más tiempo ante los cadáveres que aparecen en nuestras playas. Nos vienen estos despojos humanos que ponen de manifiesto la decadencia moral del actual orden económico. Nos duele la mirada afligida del superviviente, que es detenido y expulsado, o queda atrapado en la alambrada de la clandestinidad. Son las víctimas del nuevo muro de la vergüenza, levantado por la Europa excluyente en la frontera sur, que nos golpean a todos en la conciencia. El Mediterráneo debe ser un mar para unirnos y no para separarnos, un mar de encuentros y no de prejuicios, un mar de vida y no de muerte”. 

Como vemos por cuanto antecede, se trata de unas amenazas globales ante las que sólo caben acuerdos globales. La única manera de impedir nuevas acciones bélicas inaceptables, de encauzar conflictos armados en curso, de desmantelar tráficos de toda índole, de mediar con autoridad en situaciones de enfrentamiento en cualquier parte… es reforzar el multilateralismo democrático, convocando al efecto, con urgencia histórica, con el apoyo generalizado de los medios de comunicación, una Asamblea General de las Naciones Unidas que resolviera la eliminación de los medios masivos de exterminio, facilitar los procesos de paz y garantizar la habitabilidad de la Tierra. Estas Naciones Unidas cumplirían, por primera vez desde su fundación, lo que establece la Carta: “Nosotros, los pueblos”, y permitiría la adopción unánime de un nuevo concepto de seguridad. La Asamblea General contaría con el 50% de representantes de los Estados y el 50% de representantes de entidades de la sociedad civil. Al Consejo de Seguridad actual se le añadirían un Consejo Socioeconómico y otro Medioambiental. 

Que nadie se engañe: sólo un acuerdo a escala global de esta naturaleza permitiría hacer frente a las amenazas gravísimas que se ciernen sobre la humanidad en estos momentos, y en particular a aquellas en las que se pueden alcanzar puntos de no retorno.

Memoria permanente de lo inaceptable: pobreza, emigración, Palestina, Siria, Yemen...

miércoles, 16 de agosto de 2017

No olvidemos lo que debe ser todos los amaneceres recordado. La existencia humana es demasiado insólita y prodigiosa para dejarnos manipular y vivir superficialmente, como hojas al viento. 

Los años pasan y las generaciones de palestinos se suceden en medio de la humillación, el sometimiento y el dominio. Vidas enteras en campos de refugiados, vidas enteras marginadas, sin luces consistentes al final del túnel. Es la humanidad entera la que ahora debe alzarse en favor de Palestina y lograr la convivencia pacífica que la mayoría de israelíes y palestinos anhelan, frente a los “ultra” respectivos. 

¡Ya está bien! ¿Alguien ha explicado cómo viven los palestinos y sus reiteradas decepciones en los procesos iniciados y luego truncados durante los 60 años que dura su marginación? ¿Alguien ha contado los asentamientos en tierra palestina, que reducen progresivamente los esfuerzos razonables de convivencia pacífica y convierten a los territorios palestinos en “espacio gruyère”? No podemos seguir de simples espectadores impasibles... No podemos seguir siendo indiferentes... El Papa Francisco nos ha advertido de que “la globalización de la indiferencia” podría ser la causa de trastornos globales moralmente inaceptables. 

Nos están acuciando de tal modo con el presente económico, nos están distrayendo de tal modo con la “burbuja” mediática del entretenimiento..., que olvidamos lo que deberíamos, por dignidad, por solidaridad, por justicia, recordar cada instante: los grandes desafíos actuales –hambre, pobreza extrema, desgarros sociales, víctimas de grandes catástrofes naturales (Haití...) o bélicas (Siria...), deterioro del medio ambiente... y el futuro! 

No podemos seguir tolerando que sean sólo unos cuantos los que tengan en sus manos las riendas del destino común y que el resto (la gran mayoría de la humanidad) continúe aturdido, sumiso, sobreviviendo a duras penas en muchas ocasiones, sin que las comunidades científica, académica, intelectual, artística... asuman el liderazgo que les corresponde en el “despertar” que, en cualquier caso, se avecina. 

Y en el centro de los motivos esenciales para desentumecer la voluntad y conciencia colectivas está Palestina. Una y otra vez los esfuerzos y las ilusiones de llegar al final del proceso de paz y convivencia se ven frustrados por una despiadada, perseverante, poderosa, violenta y altiva actitud del gobierno israelí. 

Iniciemos el camino del mañana que soñamos, en el cual uno de los primeros objetivos es, precisamente, la transición de una cultura de imposición y fuerza a una cultura de paz y conciliación en Palestina. No olvidemos a Palestina ni un día más. 

A unos y otros, a los sectarios, a los dogmáticos... que utilizan las más abyectas formas de dominio, debemos oponer una unión ciudadana a escala mundial, un apoyo “de los pueblos” de tal magnitud, un clamor de tal eco, que se asegure su derrota. 

No podemos seguir callados... ¡Delito de silencio... y de indiferencia! No podemos seguir aceptando lo inaceptable. Debemos alzarnos en un gran clamor y decir ¡Basta!