Estoy consternado. Una vez más recibimos noticias que constituyen una afrenta a los principios más inherentes de la especie humana… y seguimos tan campantes dejándonos distraer por un inmenso poder mediático, aturdidos, sin reaccionar como deberíamos. Antes, no podíamos. Ahora, podemos. Podemos por un instante dejar de escribir cosas absolutamente irrelevantes en nuestro Twitter, Whatsapp, etc. y expresar firmemente nuestra protesta y nuestro grito.
Se invierten diariamente en armamento y gastos militares, no me canso de decirlo, más de 3.000 millones de dólares. Recientemente, los 28 países pertenecientes a la OTAN han anunciado que van a incrementar los gastos de defensa. También lo han hecho China y Japón. Y sin embargo la OMS indica que no tiene los mínimos recursos para proteger a las personas que atienden a los enfermos de Ébola o a la prevención de la difusión de la pandemia, porque, como sucede en todas las instituciones del Sistema de las Naciones Unidas, han tenido que realizar “serios recortes”. No hay dinero para la lucha contra el Ébola, no hay dinero para la lucha contra el hambre y la extrema pobreza (el último informe de la FAO es desolador…), no hay dinero para asegurar un alojamiento digno a quienes siguen, después de muchos años, en instalaciones provisionales para refugiados…
Ya lo ven: seguimos soportando la ausencia de un Sistema multilateral democrático, de unas Naciones Unidas refundadas, dependiendo en consecuencia de los grupúsculos G6, G7 o G8 y del acierto o no de decisiones adoptadas por algunos países que, aún actuando con buena voluntad, no pueden suplir a una autoridad reconocida a escala mundial.
Vergüenza colectiva. No hay unos pocos centenares de millones de dólares para luchar contra el Ébola… cuando lo que representa es un octavo del derroche militar diario.
¡Gritemos!
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