¡Qué certero, qué preciso, José Monleón al titular su libro-aviso-alerta de 2011: “Siglo XXI: la evolución pendiente”! Porque hoy, cinco años después, con el apremio añadido de que mucho procesos (sociales, medioambientales…) pueden ya, al haber entrado en el antropoceno, alcanzar en poco tiempo puntos de no retorno, lo que constituiría un agravio intolerable, histórico, hacia las generaciones venideras, nos damos cuenta de que es imperativo poner en práctica sin demora la evolución pendiente.
La evolución, porque si no hay evolución habrá revolución. La diferencia, no me canso de repetirlo, es la “r” de “responsabilidad”. Es indispensable vencer la inercia –nuestro principal reto- y atrevernos a, por fin, serena pero firmemente, enfrentar los retos de nuestro tiempo, en particular aquellos que conducirían a entregar a las generaciones venideras un legado conceptual y materialmente de peor calidad que el que hemos recibido. Tenemos que recordar, me gusta también reiterarlo, la frase terrible de Albert Camus: “Les despreciaba, porque pudiendo tanto se atrevieron a tan poco”. Es preciso inventar el mañana. Para ello debemos liberarnos del miedo, como se establece con tanta lucidez en el preámbulo de la Declaración de los Derechos Humanos. Es acuciante atreverse a saber y saber atreverse.
Hoy, gracias a la tecnología digital, ya podemos expresarnos, ya sabemos lo que acontece y, por tanto, somos ciudadanos del mundo con una “conciencia global” que debe ser reactiva, con actitud de resistencia firme, de resiliencia para evitar a través de un gran clamor multitudinario “la completa claudicación de la clase política ante los poderes económicos”. José Monleón destacaba ya entonces la “importancia del inmenso poder mediático para atenuar e incluso anular la reacción popular: tenemos enfrente a los incansables cuatro jinetes del Apocalipsis, capaces de desencadenar las más profundas regresiones: el fanatismo, la ignorancia, la autocracia y la manipulación de la información”. La garantía del cambio, de la evolución, es la democracia genuina. Ser “libres y responsables”, como define la Constitución de la UNESCO a los educados para que, por fin, las riendas del destino se sitúen en las manos de “Nosotros, los pueblos…”.
En la década de los ochenta, el neoliberalismo marginó a las Naciones Unidas y las sustituyó por grupos plutocráticos (G6, G7, G8,… G20), cambió la cooperación por la explotación y compartir, que es la clave de la nueva era, por acumular. Para lograr la evolución que ahora constituye una auténtica emergencia, debemos rechazar la paz de la seguridad por la seguridad de la paz y de la justicia.
Es indispensable conocer bien el pasado para, desde el presente, inventar el futuro. El fundamento de la esperanza es que el por-venir está por-hacer. Y que el don supremo que distingue a la especie humana es la capacidad de crear.
La sociedad no seguirá aceptando ahormarse y ser espectadora en lugar de actora. Empezará a revolverse contra quienes pretenden, con una gigantesca industria del entretenimiento, mantenernos amilanados y apocados.
De la fuerza a la palabra. Sólo la evolución –en la que la mujer es “piedra angular”, según el Presidente Nelson Mandela- permitirá la transición de una cultura de imposición, dominio, violencia y guerra a una cultura de encuentro, conciliación, no violencia y paz, de tal forma que el “Si vis pacem para bellum” se transforme en “Si vis pacem para verbum”, haciendo posible la plena emancipación de los seres humanos, que actuarán en virtud de sus propias decisiones y nunca más al dictado de nadie.
La evolución para pasar, todos, de la mano alzada a la mano tendida. Evolución apremiante que debe ser liderada por las comunidades académica, científica, artística, intelectual en suma, que no pueden seguir impasible y silenciosa contemplando lo que sucede sin ejercer plenamente las facultades que la especie humana posee en exclusiva.
Es de esperar que pronto –escribía en el prólogo del libro de José Monleón- no sean necesarios tsunamins ni grandes cataclismos para que sintamos interiormente la necesidad imperativa de actuar, de no permanecer ociosos, distraídos, de tal manera que logremos que el mundo ya no sea como essino como debería de ser.
Se avecina la zozobra de la sociedad saciada. Está llegando el tiempo de la amistad, del amor, del desprendimiento, de la permanente actitud de servicio, de la permanente militancia en favor de la igual dignidad humana, de la convivencia armoniosa.
Como ha escrito María Novo, citaba, “es necesario desplegar la capacidad de vislumbrar mundos posibles en los que nadie tenga que nacer con el hambre escrita de antemano”.
Quieran o no quieran reconocerlo estamos viviendo auténticos “saltos” históricos que podrán situarnos pronto en condiciones de realizar una evolución bien calculada, que conserve lo que debe ser conservado y modifique con diligencia lo que debe ser modificado. Inventar el futuro. Este es el gran reto, esta es la gran misión insoslayable.
Este año, a iniciativa del International Peace Bureau, tiene lugar una campaña activísima de “desarme para el desarrollo”, que permitiría disponer de los fondos necesarios para la puesta en práctica de los acuerdos de la Cumbre de París sobre el Cambio Climático y de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible), al tiempo que no se afectaba la seguridad a escala global. Como proclamaron en mes de diciembre los Premios Nobel de la Paz, bastaría con un 20% de los inmensos caudales dedicados hoy a gastos militares y armamento para que la humanidad pudiera iniciar este nuevo comienzo que es absolutamente insoslayable. La reunión final de “desarme para el desarrollo” tendrá lugar en Berlín a primeros de octubre del año en curso. Debe alzarse un gran clamor popular, con una especial movilización liderada por los creadores, los intelectuales, para que la evolución impida la revolución.
Hace años, Ernesto Sábato ya nos advertía de que “Hay una manera de contribuir al cambio: no resignarse”. Llevemos a cabo la evolución pendiente a la que nos convocaba José Monleón. Situémonos en la vanguardia de la movilización, para no merecer los versos que Otto René Castillo escribía en los años 70 en su inolvidable libro “Informe de una injusticia”: “Un día, / los intelectuales, / apolíticos / de mi país / serán interrogados / por el hombre / sencillo / de nuestro pueblo. / Se les preguntará / sobre lo que hicieron / cuando / la patria / se apagaba / lentamente / como una hoguera dulce, / pequeña y sola”. Ahora es el mundo el que se “apaga” vertiginosamente. Actuemos de tal forma que podamos decir en poco tiempo que fuimos capaces de llevar a cabo la evolución pendiente.
Federico Mayor Zaragoza
11 de mayo de 2016.
2 comentarios
Mil gracias, por poner en palabras pensamientos e ideas tan positivas, que como el perfume se expanden sin pedir nada a cambio, dándonos el "presente" de lo actual,
15 de mayo de 2016, 11:04de la reflexión diaria y en consecuencia de la acción.
Acabo de encontrar, por pura causalidad, la existencia de la Fundación Cultura de Paz
y me siento unida profundamente a sus ideales y comentarios.
Pájaros de la misma bandada, vuelan juntos..... ¡ gracias por no dejar de volar....
hacia metas que mejoran el mundo en que vivimos y la Humanidad a la que pertenecemos.
de todo corazón, purificación haro i rodrigo de fortea
Lo único que empiezo a tener cada vez más claro, es que los grandes humanistas de nuestra Historia aparecieron cuando el fútbol no era lo que tristemente es hoy. ..Veo todo ese fervor descontrolado en nuestra Era por unos jugadores, unos goles y unos trofeos, que me echo las manos a la cabeza y pienso: ¨Hay energía, hay Pueblo, pero tremendamente mal canalizados y desaprovechados¨. Intuyo que la solución hacia la implicación llegará cuando a los críos de los colegios se les quite ya la pelotita de las manos, y les pongan en su lugar lápices, papeles, cuentos,... yo que sé: cualquier cosa que ayude a desarrollar el INTELECTO. Para algo tenemos un cerebro que supuestamente nos diferencia del resto de especies animales en este Planeta.
19 de mayo de 2016, 10:34...Y mientras esto no se dé, la metástasis parece ir a peor. Abrazos.
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