Ahora
sí, de forma inaplazable, son “los pueblos” los que deben tomar en sus manos,
las riendas de su destino. Ahora, sí, “Nosotros los pueblos”, como lúcidamente
establece la primera frase de la Carta de las Naciones Unidas, porque los
gobernantes se hallan, en su inmensa mayoría, amilanados, ofuscados, silenciosos,
silenciados.
· El pacto nuclear
con Irán: Trump y Netanyahu están haciendo exactamente lo contrario de lo que
se había conseguido con el Presidente Barack Obama. Y el espectro del inmenso y
delictivo error y horror de la invasión de Irak se cierne de nuevo sobre el
mundo entero.
· Y la apremiante acción
que requieren los Objetivos de Desarrollo Sostenible y Acuerdos sobre el Cambio
Climático: la puesta en práctica de ambos era la esperanza para el cumplimiento
de las responsabilidades intergeneracionales, que ahora quedan de nuevo
postergadas, con una amenaza especialmente tenebrosa -porque se trata de
procesos irreversibles- para la calidad de vida y futura habitabilidad de la
Tierra.
· Y, eso sí, los
grandes productores de armas se frotan las manos, porque los presupuestos de
defensa –más de 4000 millones de dólares al día al tiempo que mueren de hambre
miles de personas, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad- se
incrementan al ritmo trepidante de los tambores de guerra de Trump.
· Y la tragicomedia
de Corea del Norte se exhibe, antes de que fuera descubierta, como una victoria
del magnate norteamericano.
· El neoliberalismo
marginó el multilateralismo democrático y puso la gobernanza mundial en manos de los grupos plutocráticos G6, G7, G8, G20… (en
realidad sólo hay un G1 y un G2), que se
han revelado, como era de esperar, incapaces de formular y aplicar políticas de
progreso y bienestar que respeten la igual dignidad humana.
· La brecha social
no deja de aumentar, y las amenazas globales de la extrema pobreza, el cambio
climático y la guerra nuclear no se están abordando a tiempo.
· Por si fuera
poco, el gran dominio (militar, financiero, energético…) incluía al mediático,
habiendo convertido a la inmensa mayoría de los medios de comunicación en “la
voz de su amo”. Los informativos son noticieros y buena parte de sus mensajes
son sesgados y no reflejan lo que realmente acontece.
· Para colmar el
vaso, la represión inhumana perpetrada en Gaza por el dúo Netanyahu-Trump. ¡El
Primer Ministro de Israel hablando de la “solución letal”! ¡Qué afrenta más
grave a la humanidad en su conjunto! ¡Qué vergüenza…! El silencio que guardan
los líderes europeos es un silencio culposo. No debemos permitirlo.
· Los seres
humanos, que ahora ya pueden expresarse, gracias a la tecnología digital, se
distraen (“los medios son armas de distracción masiva” ha indicado
sagazmente Soledad Gallego) y no son
actores sino espectadores impasibles.
· La mujer se está
convirtiendo en la “piedra angular” de la nueva era, como tan acertadamente
manifestó el Presidente Nelson Mandela en 1996, porque “la mujer sólo
excepcionalmente utiliza la fuerza cuando el hombre sólo excepcionalmente no la
utiliza”.
Ahora
sí, “Nosotros, los pueblos…” con grandes clamores presenciales y, sobre todo,
en el ciberespacio. El único lenguaje que entendería el Presidente Trump sería
que millones y millones de personas escribieran en sus móviles que, si no
modifica de inmediato su política medioambiental y de habitabilidad de la
Tierra para las generaciones venideras, dejarán de adquirir productos
norteamericanos… Es tiempo de alzar la voz. “Nos quedará la palabra”, dijo Blas
Infante.
Ahora
sí. No podemos permanecer silenciosos. Seríamos cómplices.
Delito
de silencio.
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