Este es el título del libro que, con prólogo de D. Pedro Laín Entralgo
e ilustración de cubierta de Nicole Lemaire, publiqué en 1987, acuciado por la
necesidad de actuar a tiempo en
procesos patológicos que diagnosticados
y tratados oportunamente evitan el
deterioro neuronal irreversible. Habíamos iniciado en 1967 en la Universidad de
Granada el cribado de ciertas alteraciones genéticas en recién nacidos y desde
1968 –hace ahora 50 años que la Dra. Ugarte detectó y evitó el primer caso de
fenilcetunuria- han podido “normalizarse” totalmente muchas vidas porque los
diagnósticos fueron seguidos de tratamientos eficaces. Esta es la lección que
no debemos olvidar y que ahora, al hacer frente a amenazas globales
potencialmente sin retorno como el cambio climático, debemos tener muy en
cuenta. Mañana puede ser tarde.
Rebosamos de informes de expertos y “think-tanks” que nos advierten de lo que puede suceder si seguimos haciendo
caso omiso de las advertencias rigurosamente científicas en relación a la
calidad de la habitabilidad de la Tierra. Y, en lugar de actuar, creamos otra
comisión y solicitamos otro informe.
Ya en 1947, en la UNESCO se creó la Unión Internacional para la
Conservación de la Naturaleza (UICN), y se han estudiado las dimensiones
geológicas, hidrológicas, oceanográficas de la vida en la Tierra (gran programa
“El hombre y la biosfera”)… En 1972, el Club de Roma nos alertó, a través del
hombre-vigía Aurelio Peccei, de “los límites del crecimiento”… y la Academia de
Ciencias de los Estados Unidos alertó en 1979 de que no sólo estábamos
emitiendo demasiados gases con “efecto invernadero” sino que se estaba afectando
la recaptura del CO2 por parte del agua del mar, auténtico “pulmón” de la
Tierra…
En lugar de actuar en consecuencia, la Fundación Exxon Mobile,
constituida en 1980, pagó considerables sumas a seudo-científicos para que
dijeran lo contrario… En 1992, la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, con
una excelente Agenda 21, ratificada después en Johannesburgo a los diez años y,
de nuevo, a los veinte años… Y en el año 2000, la Carta de la Tierra, que
debería ser un referente imprescindible para el comportamiento cotidiano a
todos los niveles… Y, por fin, después del fracaso de los Objetivos de
Desarrollo del Milenio, porque el sistema neoliberal fue incapaz de
proporcionar los medios requeridos, en el año 2015 la humanidad recibió con
alivio los Acuerdos de París sobre Cambio Climático y el Acuerdo de las
Naciones Unidas sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Parecía que todo
se iba a reconducir. Sin embargo, los “mercados”, siempre protagonistas,
lograron una vez más doblegar a los pusilánimas europeos, unidos sólo por el
dinero y no por convicciones y principios,
que han sido incapaces de reaccionar con presteza y con firmeza a los
insensatos desplantes del insólito Presidente Trump, que pide más dinero para la
defensa –no me canso de repetir que cada día se invierten en armas y gastos
militares más de 4.000 millones de dólares mientras mueren de hambre miles de
personas- al tiempo que declara que no pondrá en práctica los acuerdos sobre
cambio climático y los ODS que su antecesor, tan lúcidamente, promoviera.
Es imprescindible y apremiante un nuevo concepto de seguridad que una
a la territorial la seguridad humana, alimentaria, educativa y sanitaria de sus
habitantes. Es necesario un “volantazo” que evite que sigamos, en el caso de
España, obsesionados en la construcción de cuatro submarinos por importes que
podrían resolver tantos aspectos de solidaridad internacional e
intergeneracional, facilitando la aplicación de los acuerdos referidos.
Al inicio del mencionado libro decía que “la esperanza implica no
aguardar pasivamente”. Y concluía así: “Hay límites al crecimiento. Pero, como
el propio Club de Roma proclamó a los diez años de su fundación, no existen límites para el aprendizaje. Estos
dos puntos de referencia son esenciales no sólo para la modernización de la
universidad, sino del gobierno de los pueblos. Tenerlo presente en la
configuración del futuro es absolutamente imprescindible y dará la medida de la
talla de los gobernantes. De quienes deben anticiparse a hacer por
clarividencia lo que más tarde deberá hacerse por necesidad. El devenir de la
humanidad depende de que seamos capaces de desplazar los centros de gravedad
desde la guerra a la paz, desde la dependencia de toda índole a la libertad, desde
el progreso expresado en términos económicos al interpretado en términos
culturales. Para que todavía pueda esperase, no es posible demorar la salida.
El largo camino del conocimiento aguarda. Mañana puede ser tarde. De hecho,
mañana siempre es tarde”.
¡Hace 31 años! Hoy lo re-escribo convencido de que debemos actuar de forma inaplazable.
Entonces no podíamos expresarnos Ahora sí. Ahora, “Nosotros, los pueblos”, ya
hombre y mujer en pie de igualdad, podemos manifestarnos, protestar y
proponer. Ahora ya podemos, al unísono,
escribir en nuestros móviles al señor Trump diciéndoles que si no cumple sus
deberes esenciales con la calidad de vida de todos los habitantes del planeta,
y en especial de los jóvenes y niños, dejaremos de adquirir productos norteamericanos… El tiempo del silencio y de
la sumisión ha concluido.