Mañana siempre es tarde

viernes, 20 de julio de 2018


Este es el título del libro que, con prólogo de D. Pedro Laín Entralgo e ilustración de cubierta de Nicole Lemaire, publiqué en 1987, acuciado por la necesidad de actuar a tiempo en procesos patológicos que  diagnosticados y tratados oportunamente evitan el deterioro neuronal irreversible. Habíamos iniciado en 1967 en la Universidad de Granada el cribado de ciertas alteraciones genéticas en recién nacidos y desde 1968 –hace ahora 50 años que la Dra. Ugarte detectó y evitó el primer caso de fenilcetunuria- han podido “normalizarse” totalmente muchas vidas porque los diagnósticos fueron seguidos de tratamientos eficaces. Esta es la lección que no debemos olvidar y que ahora, al hacer frente a amenazas globales potencialmente sin retorno como el cambio climático, debemos tener muy en cuenta. Mañana puede ser tarde.

Rebosamos de informes de expertos y “think-tanks” que nos advierten  de lo que puede suceder si seguimos haciendo caso omiso de las advertencias rigurosamente científicas en relación a la calidad de la habitabilidad de la Tierra. Y, en lugar de actuar, creamos otra comisión y solicitamos otro informe.

Ya en 1947, en la UNESCO se creó la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), y se han estudiado las dimensiones geológicas, hidrológicas, oceanográficas de la vida en la Tierra (gran programa “El hombre y la biosfera”)… En 1972, el Club de Roma nos alertó, a través del hombre-vigía Aurelio Peccei, de “los límites del crecimiento”… y la Academia de Ciencias de los Estados Unidos alertó en 1979 de que no sólo estábamos emitiendo demasiados gases con “efecto invernadero” sino que se estaba afectando la recaptura del CO2 por parte del agua del mar, auténtico “pulmón” de la Tierra…

En lugar de actuar en consecuencia, la Fundación Exxon Mobile, constituida en 1980, pagó considerables sumas a seudo-científicos para que dijeran lo contrario… En 1992, la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, con una excelente Agenda 21, ratificada después en Johannesburgo a los diez años y, de nuevo, a los veinte años… Y en el año 2000, la Carta de la Tierra, que debería ser un referente imprescindible para el comportamiento cotidiano a todos los niveles… Y, por fin, después del fracaso de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, porque el sistema neoliberal fue incapaz de proporcionar los medios requeridos, en el año 2015 la humanidad recibió con alivio los Acuerdos de París sobre Cambio Climático y el Acuerdo de las Naciones Unidas sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Parecía que todo se iba a reconducir. Sin embargo, los “mercados”, siempre protagonistas, lograron una vez más doblegar a los pusilánimas europeos, unidos sólo por el dinero y no por convicciones y principios,  que han sido incapaces de reaccionar con presteza y con firmeza a los insensatos desplantes del insólito Presidente Trump, que pide más dinero para la defensa –no me canso de repetir que cada día se invierten en armas y gastos militares más de 4.000 millones de dólares mientras mueren de hambre miles de personas- al tiempo que declara que no pondrá en práctica los acuerdos sobre cambio climático y los ODS que su antecesor, tan lúcidamente, promoviera.

Es imprescindible y apremiante un nuevo concepto de seguridad que una a la territorial la seguridad humana, alimentaria, educativa y sanitaria de sus habitantes. Es necesario un “volantazo” que evite que sigamos, en el caso de España, obsesionados en la construcción de cuatro submarinos por importes que podrían resolver tantos aspectos de solidaridad internacional e intergeneracional, facilitando la aplicación de los acuerdos referidos.

Al inicio del mencionado libro decía que “la esperanza implica no aguardar pasivamente”. Y concluía así: “Hay límites al crecimiento. Pero, como el propio Club de Roma proclamó a los diez años de su fundación,  no existen límites para el aprendizaje. Estos dos puntos de referencia son esenciales no sólo para la modernización de la universidad, sino del gobierno de los pueblos. Tenerlo presente en la configuración del futuro es absolutamente imprescindible y dará la medida de la talla de los gobernantes. De quienes deben anticiparse a hacer por clarividencia lo que más tarde deberá hacerse por necesidad. El devenir de la humanidad depende de que seamos capaces de desplazar los centros de gravedad desde la guerra a la paz, desde la dependencia de toda índole a la libertad, desde el progreso expresado en términos económicos al interpretado en términos culturales. Para que todavía pueda esperase, no es posible demorar la salida. El largo camino del conocimiento aguarda. Mañana puede ser tarde. De hecho, mañana siempre es tarde”.

¡Hace 31 años! Hoy lo re-escribo convencido de que debemos actuar de forma inaplazable. Entonces no podíamos expresarnos Ahora sí. Ahora, “Nosotros, los pueblos”, ya hombre y mujer en pie de igualdad, podemos manifestarnos, protestar y proponer.  Ahora ya podemos, al unísono, escribir en nuestros móviles al señor Trump diciéndoles que si no cumple sus deberes esenciales con la calidad de vida de todos los habitantes del planeta, y en especial de los jóvenes y niños, dejaremos de adquirir productos  norteamericanos… El tiempo del silencio y de la sumisión ha concluido.

Nicaragua, otro clamor desoído

jueves, 19 de julio de 2018

En las últimas semanas he leído decenas de artículos –con acentos muy discordantes- sobre la situación en Nicaragua. Y he comentado la situación y posibles soluciones con muchas personas, con frecuencia  sorprendidas y agraviadas por el curso de los acontecimientos. Una vez más, pienso que en casos de esta naturaleza –con centenares ya de víctimas- es apremiante hacer una pausa, encontrarse, hablar y conciliar… pensando sólo en el futuro, en todos los nicaragüenses, pero en particular en las generaciones que llegan a un paso de las nuestras y no merecen hacer frente a horizontes tan clamorosamente injustos y ensangrentados.

Un muerto ya son demasiados muertos. Tres centenares es absolutamente inadmisible.

El neoliberalismo ha desplazado –con sus grupos plutocráticos G7, G8, G20- al multilateralismo democrático, cuyo máximo exponente son las Naciones Unidas, y hoy son muchas las situaciones de violencia, opresión y guerra que no hallan los cauces de conciliación adecuados.

El “gran dominio” (militar, financiero, energético, mediático) ha conseguido que la mayoría de la gente no se aperciba de sus responsabilidades y de las capacidades de  expresión y participación que hoy les confieren las tecnologías digitales. Es preciso e inaplazable que “Nosotros, los pueblos” -como se inicia la Carta de las Naciones Unidas, entonces y hasta hace poco prematuramente-  tomemos la palabra y, mediante grandes clamores populares, presenciales y/o en el ciberespacio, manifestemos abiertamente nuestra opinión, nuestras protestas y propuestas.

Se ha convertido en espectadores impasibles y silenciosos a los que hoy ya pueden alzar la voz y manifestar anuencias o discrepancias. Por eso, cuando, por fin, los pueblos se manifiestan y elevan la voz, es necesario, imprescindible, acuciante, atenderlos. Por primera vez en la historia, nos hallamos ante procesos potencialmente irreversibles, que pueden afectar a la humanidad en su conjunto y, a pesar de las alertas y alarmas, siguen desatendidos y los ciudadanos-actores-activos brillan por su ausencia.

No deben acallar por más tiempo la voz de la gente. Y no deben –sobre todo los que representaron antaño la emancipación popular- usar la fuerza y la violencia. Si alguien conoce los frutos indefectibles de la resistencia es quien hoy se resiste a la conciliación y la palabra, que siempre acaba ganando la partida, pero dejando numerosas víctimas de los “contendientes” en el camino, vidas con frecuencia de los más inocentes, innecesarios sacrificios, los que más duelen, los más indebidos. Así lo he pensado siempre con profundo dolor en los procesos de paz en los que he participado: ¡si se hubiera empezado por la palabra en lugar de por la fuerza!

Es un movimiento no violento, desarmado, que ha pretendido, a través de una Mesa de Diálogo Nacional en el que participan representantes del gobierno, que la sociedad civil pueda expresarse libremente, con la mediación de la Iglesia. Se trata de lograr inculcar en ambas partes actitudes que desarticulen cualquier tentación de dominio y opresión. Directrices que motiven y orienten a la “sociedad civil” (campesinos, universitarios, empresarios…) para lograr restablecer un sistema auténticamente democrático y participativo en Nicaragua. Boaventura de Sousa Santos ha escrito recientemente, con su gran autoridad ética y política, que “la oposición al orteguismo cubre todo el espectro político y, tal como ha ocurrido en otros países (Venezuela, Brasil), sólo muestra unidad para derribar el régimen, pero no para crear una alternativa democrática… En las alianzas alcanzadas con la Iglesia y los grandes empresarios se consiguió un considerable crecimiento económico basado en la receta neoliberal: gran concentración de riqueza, dependencia de los precios internacionales, megaproyectos, monopolio de los medios masivos, instrumentalización del sistema judicial y reelección indefinida”…

Desde hace muchos años he colaborado intensamente con el Instituto Martin Luther King de la UPOLI y deseo sinceramente poder seguir haciéndolo durante muchos años más, trabajando en favor de la cultura de paz y no violencia. Fue Martin Luther King quien nos advirtió de la improcedencia de guardar silencio.

La cultura de paz consiste, precisamente, en facilitar la transición desde una cultura de dominio, imposición, violencia y confrontación a una cultura de encuentro, diálogo, conciliación, alianza y paz. ¡De la fuerza a la palabra! Esta es la transición histórica que debe ahora mismo, sin mayor demora, ponerse en práctica en Nicaragua.
En los últimos días el propio Papa Francisco ha intervenido para facilitar una inflexión que permitiera recuperar la total vigencia y posibilidad de éxito del Diálogo Nacional. También el Secretario General de las Naciones Unidas ha abogado para que “se logre un nuevo consenso”.

La violencia no tiene disculpas, la ejerza quien la ejerza. Lo acaecido en la Universidad Nacional de Nicaragua y en Masaya no puede a continuación describirse en términos patrióticos ni reduccionistas. Es necesario que la gran fractura social que existe en estos momentos pueda restañarse a través del  encuentro y del buen sentido. Las resoluciones de instituciones como la OEA deben ser tajantes  y claras. El Presidente Ortega debe adoptar decisiones que permitan recuperar el sentido democrático sin demora. Y esto se consigue con propuestas concretas y convincentes en la Mesa del Diálogo y no con escuadrones de paramilitares.

En el diálogo habrá, lógicamente, disidencias y discrepancias, pero nunca deben mantenerse posiciones inamovibles. Es preciso establecer con claridad que –como acaeció en Argentina y en otros casos recientes- la presión internacional no se halle influida por grandes consorcios mercantiles.

Hay que lograr la reconciliación. La reconsideración del Sistema de las Naciones Unidas es, vuelvo a repetirlo,  absolutamente indispensable para que la humanidad pueda hacer frente a los grandes desafíos –cambio climático, pobreza extrema, nuclear-  que le afectan de manera apremiante en su destino común.

Serenidad y buen juicio para, en pocos días, aclarar y reconducir la deriva de este queridísimo país, símbolo de tantas cosas positivas. Diálogo, diálogo, diálogo para lograr la reconciliación nacional imperativamente, sin un muerto más, sin acciones de fuerza que conduzcan a situaciones irreparables.

Carmen Calvo y “Las Sinsombrero”

martes, 10 de julio de 2018


Carmen Calvo, Vicepresidenta del Gobierno y Ministra de Igualdad, escribió hace dos años este bellísimo texto para el DVD “Las Sinsombrero”, del cantautor Paco Damas:

“Las mujeres sin sombra irradiando luz, las mujeres con la cabeza descubierta derramando libertad. Las mujeres abriendo caminos en la creación: Las Sinsombrero.

María Teresa León dijo que rebelarse es el oficio más viejo del mundo y lo determinante en cada momento es saber por qué nos rebelamos. Nos rebelamos, porque ellas no estén más en nuestras vidas, en nuestros textos, en nuestra memoria, en nuestro presente. Son nuestras, la entraña y el escaparate de una generación que marcó el mapa de las que rompieron el suelo de acero y los techos de cristales donde se estrellan los derechos y los sueños de todas”.

¡Qué bien dicho! ¡Qué bien escrito!

Catalunya, urgente: reencuentro

domingo, 8 de julio de 2018

“A fuerza de sacrificar lo esencial a lo urgente,
se termina por olvidar la urgencia de lo esencial”.

Edgar Morin



En las situaciones de gran complejidad el mayor peligro radica en que, entre la multitud de cosas, importantes unas, accesorias otras, y el bullicio de tantas voces, se pierde el hilo conductor, la razón misma que originó tal confusión. Y, sin apercibirnos apenas, la emoción y la pasión sustituyen a la razón, hasta el punto de que, de pronto, nos damos cuenta de que ya no sabemos por qué gritamos… Lo apremiante nos envuelve y sumerge en su inescapable remolino.

En estas circunstancias, es altamente recomendable concertar una pausa para la reflexión serena y abrir luego una “nueva página” habiendo aprendido bien las lecciones del pasado pero teniendo sólo en cuenta la “memoria del futuro”. Estos fueron, precisamente, los títulos de los dos ensayos que escribí al inicio de mi actuación como Director General de la UNESCO porque, desde el primer momento, consideré que la única solución era pensar sosegadamente sobre el complicadísimo panorama al que debía hacer frente, llevar a cabo un gran esfuerzo de conciliación y reconciliación sabiendo que lo único que está por-hacer es el por-venir. El pasado y el presente como lección. El devenir, como objetivo supremo, adaptando cada amanecer la “hoja de ruta”.

Nunca es demasiado pronto ni, sobre todo, nunca es demasiado tarde para el encuentro y el diálogo. Nunca es tiempo de desesperanza ni de proclamar que “ya no hay remedio”. Sólo los pusilánimes y los obcecados no procuran que los imposibles hoy sean feliz realidad mañana. Como ejemplo, recuerdo cuando en la “transición” no fueron pocos los que dijeron que el retorno del Presidente Josep Tarradellas a la Generalitat de Catalunya constituía una propuesta impensable… y, sin embargo, se pensó, se actuó y aquel “imposible” fue posible.

Pensando en las generaciones que llegan a un paso de la nuestra, y en los procesos potencialmente irreversibles a los que la humanidad se enfrenta, es éticamente ineludible inventar un futuro distinto. Así lo he propuesto en varias ocasiones en los últimos años: reforma de la Constitución, multilateralismo democrático, nuevo concepto de seguridad, el derecho a decidir… (http://federicomayor.blogspot.com.es/ ). Hay que tener presentes a todos los catalanes y respetar sus ideologías y creencias, sin imponer –hasta el arriesgado límite de la ofuscación y la defensa apasionada- unos criterios que, con gran capacidad movilizadora, no representan opciones adecuadas en el contexto internacional actual que, por primera vez en la historia, requiere con apremio respuestas consistentes y oportunas a escala global.

Basados en los resultados de unas leyes electorales que hubieran debido  mejorarse hace tiempo, se habla “en nombre del pueblo catalán” y de “mandatos” recibidos en consultas carentes de las mínimas garantías democráticas. Por cierto, “democracia” no significa “mayoría” (sobre todo mayoría enardecida) sino, según la Constitución de la UNESCO en su preámbulo, “justicia, libertad, igualdad y solidaridad”…

Para progresar hacia el entendimiento es imprescindible una  información veraz. Saber muy bien lo que se pretende y adherirse a unas ideas o ideales por convicción y no por reacción, urgencia o miedo. Es necesario conocer la realidad en profundidad para poder transformarla en profundidad. De otro modo, los cambios son superficiales, epidérmicos. Para llegar a ser plenamente lo que somos, los seres humanos debemos poder ejercer sin cortapisas las facultades distintivas de la especie: pensar, imaginar, anticiparse, innovar, crear…y debemos actuar en virtud de las propias decisiones y nunca al dictado de nadie o nada. El dogmatismo, el fanatismo, el supremacismo… deben ser excluidos con “tolerancia cero”, porque conducen inevitablemente a la violencia y al enfrentamiento.

Pero no debemos olvidar que la Constitución se redactó –con la excelente colaboración de dos ilustres catalanes, Miquel Roca y Jordi Solé Tura- en momentos de inmensa inercia y apasionamiento, hasta el punto, de pretender la reposición de un gobierno militar. El Título VIII, relativo a  las Comunidades Autónomas que tan buenos resultados han dado en su conjunto, quedó como “sinfonía inacabada”, según el propio Presidente Suárez y después, a pesar de reiteradas sugerencias, no se ha querido –el gobierno, impasible- completar lo que entonces impidieron los nostálgicos de la dictadura. Sin embargo, a pesar de los pesares, la Constitución logró asegurar el pluralismo político, la aconfesionalidad del Estado, los derechos humanos…

Después, inmovilismo total. Sólo por exigencias del neoliberalismo imperante, se modificó de urgencia el texto constitucional. Pero no sólo no quiso adecuarse la estructura del Estado sino que el Estatuto de Catalunya fue incomprensiblemente modificado a posteriori... y se recogieron millones de firmas en contra… y se negó que Catalunya fuera una “Nación” cuando Navarra era “Reino”, Euskadi era el “País Vasco”, y en Asturias el himno oficial la denomina “Patria”…

Catalanes son todas las personas que habitan Catalunya y son en buena medida los muchos migrantes que Catalunya ha incorporado los que hoy nos reclaman mayor sensatez, una “nueva mirada” y una solución que devuelva la concordia propia de la inmensa riqueza de la diversidad de identidades de España. Lo que debe lograrse es un mayor autogobierno, sin privilegios “históricos” ni ventajas comparativas, con un buen sistema federal o confederal, con una estructura de Nación pluriestatal, como los Estados Unidos de Norteamérica, o un Estado plurinacional, como en las otras múltiples federaciones (Alemania, Brasil, México…).

En lugar de favorecer una mayor autonomía, en los términos del párrafo anterior, se han prometido soberanías con autodeterminaciones y derechos que no se contemplan en la normativa internacional.  Actualmente no hay ningún país –salvo Formosa, que no figura como tal en la lista de las Naciones Unidas- que se haya originado por secesión. El “derecho a la autodeterminación” está estrictamente regulado por la Convención de la Conferencia de Viena de julio de 1993, que establece en su artículo I/2 que este derecho se aplica de forma exclusiva a los países coloniales o sometidos a poder militar. No es procedente, por tanto, transmitir a catalanes fatigados por el hostigamiento y la incapacidad política de sus autoridades y del gobierno, aspiraciones que –aparte de incoherentes con el momento en que vivimos, que requiere una reacción global frente a amenazas globales- conducirían, si se alcanzaran forzadamente, al aislamiento, necesidad de visado para desplazarse al exterior,… ¿qué ejército tendría?, ¿qué moneda?, ¿qué intercambios científicos y técnicos?, ¿qué fuerza productiva?, ¿qué fuentes de energía?, ¿cómo se gestionaría el caudal del Ebro?...

Ningún país, ninguna entidad internacional ha reconocido los resultados del 1-O. Diferencia, sí. Disidencia, sí (¡disiento de tantas cosas propias de este contexto, con espacios ya irreparables, en el que vivimos!) pero conscientes de que nos une más de lo que nos separa, y de que es preciso construir puentes y derribar muros. Es este “catalanismo” el que sedujo a muchos seguidores y no el de la separación diferencial y unilateral y de la auto-apreciación excesiva. Con todos los respetos, como ciudadano del mundo, responsable ante mis hijos, nietos y bisnietos no pienso en los 7 millones de catalanes ni en los 47 millones de españoles… sino en los casi 7.000 millones de seres humanos, todos iguales en dignidad, muchos de los cuales viven en condiciones de precariedad extrema.

La Constitución no se defiende conservándola tan sólo sino adaptándola oportunamente. Para el bien de todos. De todos los catalanes y catalanas, y de todas las personas procedentes de Andalucía, el País Vasco… de toda la ciudadanía española. El nacionalismo españolista tiene que tener en cuenta antes de que sea tarde para una solución serena que la vertebración territorial de España se hace con fórmulas políticas y no con  imposiciones.

En los últimos meses, de manera especial, los desaciertos por ambos “lados” han sido notorios y variados. Destacan la arbitrariedad de los acontecimientos en el Parlamento Catalán de los días 6 y 7 de septiembre de 2017…. y la convocatoria de un referéndum carente de fiabilidad, sin fijación de porcentajes mínimos, etc… y los excesos de algunos manifestantes y de la reacción policial del 1 de octubre, …. así como el “desuso” del artículo 56 de la Constitución que se refiere a la misión de “arbitrar y moderar conflictos inter institucionales” que se encomienda a la Corona… y la perseverancia en sortear los circuitos legales, sabiendo que ser independentista y, desde luego, republicano, es completamente “legal” pero que en este caso como en cualquier otro es insoslayable atenerse a los preceptos jurídicos (y, si no, modificarlos)… la resistencia a promover las adecuadas reformas constitucionales, especialmente las del Título VIII, y a dialogar sobre algunas propuestas concretas, sin apriorismos ni condicionamientos… ¡y sin confundir Estado con Gobierno!...

La mayoría de la ciudadanía catalana, según los resultados de las últimas elecciones, desean vivir formando parte,  con su preciosa e incuestionable diversidad, de una sociedad en su  conjunto integrada en Europa y en el mundo que, en estos momentos y en los que se avecinan apresuradamente, necesitan reacciones globales apropiadas para el debido cumplimiento de la suprema responsabilidad intergeneracional.

Por todo ello, ha llegado el momento álgido que reclama sustituir el enfrentamiento y la pasión por la palabra. Es el momento de interlocutores que abran una nueva página con la mirada puesta en el futuro y, así, imposibles hoy serán posibles mañana. Sin necesidad de recurrir a la prisión por riesgo de fuga ni de fugarse por riesgo de prisión, cada uno con su balanza íntima, con su propia trayectoria, para iniciar una nueva etapa. Restablecer la serenidad, la amistad y el respeto, la veracidad, para que prevalezca la razón.

Re-encuentro, rápido. Dialogar sinceramente. Escucharse. Que tengan “ambos lados” –en Catalunya y luego a escala estatal- la voluntad y la sabiduría necesarias para reorientar la compleja y aberrante situación presente, siguiendo puntualmente los versos de Miquel Martí i Pol: “No més amb risc i esperança podem reconduir la vida”. 

Publicado en Público