Gran movilización ciudadana

viernes, 27 de septiembre de 2019


en la lucha contra el cambio climático y la puesta en práctica inaplazable de la Agenda 2030 para “transformar el mundo”.

El futuro ya está aquí. Constituye una responsabilidad ineludible y apremiante atajar el progresivo deterioro de las condiciones ecológicas, de la habitabilidad de la Tierra. 

“¡Implicaos!” fue el grito – mensaje final de Stephan Hessel. “Tendréis que cambiar de rumbo y nave”, apostilló José Luis Sampedro. Pues bien, ha llegado el momento en que, por fin, los jóvenes están levantando la voz y se están implicando. Podemos sentirnos esperanzados porque el cambio de “rumbo y nave”  está empezando.

Ante este momento de inflexión histórica que estamos viviendo  me viene  a la memoria mi encuentro con Indira Gandhi a principios de los años 80 con motivo de la  presentación del programa de “Investigación y necesidades humanas” que la UNESCO iba a iniciar en Madrás con la colaboración de la Academia de Ciencias Nacional de la India y otras importantes representaciones de otros continentes. Me pidió que la acompañara mientras pasaba entre hombres y mujeres, niños y niñas sentados en el suelo que le presentaban sus peticiones en pequeños manuscritos. Al terminar este “contacto con su gente” –dicen que los leía con detenimiento y procuraba atender las peticiones que le formulaban- mantuve una larga entrevista con ella. Al final, me dijo: “Me parece muy interesante la reunión que van a tener y los programas que están desarrollando. Creo que efectivamente es el conocimiento el que puede resolver la mayor parte de los problemas. Pero, por favor, envíeme una solución después de la reunión en Madrás porque -exclamó sonriendo-  de diagnósticos,  por certeros que sean, voy ya muy sobrada…”.

Nunca lo olvidaré. Nunca deberíamos olvidar lo que me dijo Indira Gandhi aquel día. Porque lo que se necesitan, ciertamente, son soluciones, son pasos hacia el diseño del nuevo mundo que anhelamos.

Es por eso que el clamor de los  jóvenes que estamos empezando a oír es tan importante. Basta ya de palabras, es tiempo de acción. Es tiempo de soluciones. No más “diagnósticos”… Es tiempo de ejecutar sin dilación la Agenda 2030 y los 17 ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) adoptados por las Naciones Unidas en noviembre de 2015 y los Acuerdos de París, el mismo otoño, para luchar contra el cambio climático y los procesos irreversibles que comporta.

Es el momento de dejar de ser espectadores y pasar decididamente a ser actores de nuestra vida y de oír a los científicos y fiarnos de ellos para adaptar nuestro comportamiento cotidiano, nuestro estilo de vida… con los medios de transporte adecuados, con fuentes renovables de energía… y, sobre todo, con un nuevo concepto de seguridad que reduzca al mínimo los inmensos gastos militares y de armamento, pudiendo hacer las inversiones necesarias para el cuidado de la Tierra y para las grandes prioridades, propias de un desarrollo global sostenible y humano: alimentación, agua, salud, medio ambiente, educación y paz… 

Una gran mayoría de ciudadanos, especialmente los jóvenes y las mujeres, liderados por Greta Thunberg, están tomando las calles para reclamar atención al gran desafío que representa la adecuada conservación del medio ambiente, la calidad de vida. Nuestra responsabilidad intergeneracional deberá pasar con apremio al primer plano.

El otro mundo posible que anhelamos y merecemos es hoy, todavía, posible. La movilización ciudadana debe llenarnos de esperanza.

21 de septiembre, Día Internacional de la Paz

viernes, 20 de septiembre de 2019


“Si quieres la paz, sé tú el cambio”,
 Mahatma Gandhi.

“Nosotros, los pueblos”.  Así se inicia la Carta de las Naciones Unidas.  No se refiere a los Estados y a los gobiernos.  Son “los pueblos”, es la sociedad civil la que debe tener el papel que le corresponde. “Nosotros, los pueblos… hemos resuelto evitar a las generaciones venideras el horror de la guerra”.  Es la mejor expresión del multilateralismo democrático, única fórmula de gobernación mundial que puede eliminar a los grupos plutocráticos impuestos por el neoliberalismo que han derivado en una crisis sistémica de hondo calado.

El preámbulo del Acta Constitutiva de la UNESCO establece que “la terrible guerra que acaba de terminar no hubiera sido posible sin la negación de los principios democráticos de la dignidad, la igualdad y el respeto mutuo de los hombres, y sin la voluntad de sustituir tales principios, explotando los prejuicios y la ignorancia, por el dogma de la desigualdad de los hombres y de la razas… La amplia difusión de la cultura y la educación de la humanidad para la justicia, la libertad y la paz son indispensables a la dignidad del hombre y constituyen un deber sagrado que todas las naciones han de cumplir con un espíritu de responsabilidad y de ayuda mutua;…la paz debe basarse en la solidaridad intelectual y moral de la humanidad”. La igual dignidad humana, constituye el punto de referencia ético de unos principios democráticos que permitan “asegurar el respeto universal a la justicia, a la ley, a los Derechos Humanos y a las libertades fundamentales que, sin distinción de raza, sexo, idioma o religión, la Carta de las Naciones Unidas reconoce a todos los pueblos del mundo”.

En estos momentos la tolerancia se hace aún más necesaria y se convierte en un factor indispensable para que la convivencia pacífica sea posible. La Declaración de la Tolerancia  que  propuse precisamente con motivo de la celebración del 50 aniversario de las Naciones Unidas y de la UNESCO en 1995 debe ser, hoy más que nunca, la “hoja de ruta” a seguir.   La palabra tolerancia se presta a confusión. La tolerancia no es magnanimidad ni indulgencia ni se refiere a sentimientos de que algo pueda ser tolerable o intolerable. Consiste básicamente  en saber aceptar las maneras de pensar, los modos de vida, las creencias y las ideologías de los otros.

Hoy, gracias en buena medida a la tecnología digital, son muchos los seres humanos que pueden expresarse libremente,  que saben lo que acontece y, sobre todo, la mujer, marginada durante siglos, se halla en camino de desempeñar, en muy pocos años, el importante papel que, en plano de completa igualdad, le corresponde. En muy pocos años -por eso estamos viviendo momentos fascinantes- se van produciendo cambios muy sustantivos y la capacidad de decisión de la mujer, con las facultades que le son inherentes, está por fortuna incrementándose. Por fin es posible contar con las voces de la mujer y de la juventud, presenciales y en el ciberespacio, para propiciar los cambios esenciales y apremiantes que son exigibles antes de que se alcancen puntos de no retorno.

Hoy más que nunca tenemos que despertar en la gente joven la convicción de que es posible superar los obstáculos e inventar un futuro distinto. La humanidad hace frente, por primera vez en su historia, a procesos potencialmente irreversibles, lo que imprime un especialísimo vigor y rigor a las medidas que deben adoptarse para no alterar –lo que constituiría un histórico error- la calidad del legado intergeneracional.

Hoy, por primera vez en la historia, son posibles múltiples transiciones.  Tenemos una conciencia planetaria; el número de mujeres en la toma de decisiones se incrementa, y los medios de comunicación digitales permiten, rápidamente, que los seres humanos pasen de ser invisibles a visibles, de anónimos a identificables.

Las comunidades científica, académica, artística, literaria, intelectual en suma, deben, conscientes de la gravedad de la situación y las tendencias, liderar la reacción popular en favor de la igual dignidad de todos los seres humanos.

Hay repuntes muy recientes que pueden ser de gran interés y que nos deben llenar de esperanza, como esas medidas que se adoptaron en el otoño de 2015 dando respuesta a la gravedad de las amenazas globales de un mundo en manos de irresponsables. La Resolución de 21 de octubre de 2015 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, por la que se fija la Agenda 2030 con 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, se titula “Para transformar el mundo”. De inmediato se logró en París la firma de los Acuerdos sobre Cambio Climático convencidos de que era imprescindible, pensando en nuestros descendientes, actuar de forma inaplazable.

Así mismo, se hace evidente la necesidad de un nuevo concepto de seguridad en que, junto a la de los territorios, se tenga en cuenta la alimentación, salud, educación, cuidado del medio ambiente… de los que habitan estos territorios.

Ha llegado el momento del cambio y la autoestima. Ha llegado el momento de alzar la voz con tanta serenidad como firmeza. Ha llegado el momento de la emancipación ciudadana, de los pueblos libres. Nos hemos preparado para la guerra… y hemos hecho, lógicamente, aquello para lo que estábamos preparados. Ahora, está claro que queremos, en estos albores de siglo y de milenio, cambiar radicalmente de actitud y de pauta: “Si quieres la paz, contribuye a construirla con tu comportamiento cotidiano”.

Paz. La paz sea contigo. Paz en uno mismo, en casa, en la escuela, en el lugar de trabajo, en la calle, en la aldea, en la ciudad. Paz a todos. Paz en la Tierra. Este es el más profundo anhelo humano desde el origen de los tiempos, inhacedero por el poder basado en la imposición y en la fuerza. Y esta paz sólo es posible si hay tolerancia y respeto.

Todos deben sentirse implicados y beneficiados. No son temas de Gobierno sino de Estado, no de unos mandatarios sino de la sociedad en su conjunto (civil, militar, eclesiástica)… Todos deben contribuir a facilitar la gran transición desde la razón de la fuerza a la fuerza de la razón; de la opresión al diálogo; del aislamiento a la interacción y la convivencia pacífica. Pero, primero, vivir. Y dar sentido a la vida. Erradicar la violencia: he aquí nuestra resolución. Evitar la violencia y la imposición yendo a las fuentes mismas del rencor, la radicalización, el dogmatismo, el fatalismo. La pobreza, la ignorancia, la discriminación, la exclusión… son formas de violencia que pueden conducir –aunque no lo justifiquen nunca– a la agresión, al uso de la fuerza, a la acción fratricida.

Desde siempre, los seres humanos han intentado hallar puntos de referencia éticos que orientaran sus pasos, especialmente en los momentos en que el hecho ineluctable de la existencia incidía de forma más directa en la toma de decisiones. “Como nunca antes en la historia, el destino común nos hace un llamamiento a buscar un nuevo comienzo”.  Así se inicia el último capítulo de la Carta de la Tierra, titulado “El camino a recorrer”. 

Como establece la Carta de la Tierra, “para llevar a cabo estas aspiraciones, debemos tomar la decisión de vivir de acuerdo con un sentido de responsabilidad universal, identificándonos con toda la comunidad terrestre, al igual que con nuestras comunidades locales.  Somos ciudadanos de diferentes naciones de un solo mundo al mismo tiempo, en donde los ámbitos local y global, se encuentran estrechamente vinculados.  Todos compartimos una responsabilidad hacia el bienestar presente y futuro de la familia humana y del mundo viviente en su amplitud”. 

Sí, hoy es posible el “nuevo comienzo” al que se refiere la Carta de la Tierra: el por-venir está por-hacer.  Y, por primera vez en la historia, advertimos que es una tarea común.  Que podemos dejar de observar para actuar.  La memoria del pasado, sí, pero sobre todo del futuro.  Unamos voces y manos; tengamos avispados vigías en las torres de observación; anticipémonos a los acontecimientos inconvenientes para la especie humana.

Seamos capaces de actuar a tiempo, en especial en procesos potencialmente irreversibles. Cada ser único dotado de la exclusiva facultad de crear. Esta es nuestra esperanza.

De la razón de la fuerza a la fuerza de la razón. En pocos años, la era de la palabra, de la convivencia “fraternal” como establece el artículo 1º de la Declaración Universal, comenzará su andadura.

Mucha atención a las conclusiones de la Cumbre Climática

lunes, 16 de septiembre de 2019


convocada por el Secretario General de las Naciones Unidas, que tendrá lugar el próximo día 23 de septiembre en Nueva York. El Informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) no deja lugar a dudas: “Para evitar que el aumento de la temperatura del planeta supere 1,5 grados centígrados respecto a la era pre industrial, será necesario reducir las emisiones globales de dióxido de carbono en un 45% para 2030”. Todo dependerá de la capacidad que tengamos los seres humanos para dejar de ser espectadores impasibles e irresponsables a ser actores, a demostrar con nuestro comportamiento cotidiano que somos conscientes del desastre que supondría para nuestros descendientes seguir mirando hacia otro lado.

No es el Presidente Trump ni son los mandamases de los grandes consorcios globales, ni los billonarios de la mano opaca los que deben seguir en el timón de la gobernanza mundial.  Somos, por primera vez en la historia, “Nosotros, los pueblos” como expresa la primera frase de la Carta de las Naciones Unidas. Ahora ya podemos manifestarnos libremente, ya tenemos voz. Ahora ya somos mujer y hombre, ya hemos comprendido la igual dignidad de todos los seres humanos, sea cual sea su género, su etnia, su ideología, su creencia…

Ahora ya  no podemos seguir dependiendo de gobernantes amilanados, cuando debemos hacer frente a amenazas globales potencialmente irreversibles.

Ahora son, por fin, “los pueblos”, en los que la mujer y la juventud tendrán un papel relevante, quienes  llevarán a cabo, una inflexión tanto tiempo  imposibilitada por el poder absoluto masculino. Ahora, por fin, grandes clamores populares, presenciales y en el ciberespacio, para decirle al “gran dominio” (militar, energético, financiero, mediático) que el tiempo del silencio y la sumisión ha concluido,  que no habrá más poder que la voluntad de la gente amenazada y comprometida, reforzando y poniendo a punto el Sistema de Naciones Unidas para el pleno ejercicio de un multilateralismo democrático a escala planetaria.

Esta es la solución en los presentes albores de siglo y de milenio tan sombríos, que pueden todavía esclarecerse si, en poco tiempo, la humanidad es capaz de inventar un futuro distinto al que procuran los grupos plutocráticos neoliberales (G7, G8, G20) y quienes, olvidando lecciones de la historia que deberían de ser inolvidables, promueven el supremacismo, el racismo, el dogmatismo, el fanatismo…

Atentos, pues, a las conclusiones de la Cumbre Climática. Atentos a las Naciones Unidas. Es tiempo de acción.

Inaplazable pacto mundial sobre las personas refugiadas y migrantes

martes, 3 de septiembre de 2019


Desde hace tiempo vengo insistiendo en la imperiosa necesidad ética de ocuparse de temas que, por su especial relieve humano a escala global, no deben ser progresivamente abducidos por la rutina y la vorágine informativa, hasta ser totalmente marginados y pasto de la indiferencia colectiva.

El “gran dominio” (militar, energético, financiero, mediático) ha ido socavando los pilares del comportamiento cotidiano de muchísimas personas, convertidas en testigos impasibles, en espectadores silenciosos de lo que acontece, en lugar de actores activos, conscientes de sus responsabilidades, ciudadanos del mundo dispuestos a hacer frente a desafíos que requieren una completa reconducción de las presentes tendencias, sabiendo que, por primera vez en la historia, la humanidad hace frente a amenazas potencialmente irreversibles que pueden, si no se actúa con presteza, alcanzar puntos de no retorno.

“Tendréis que cambiar de rumbo y nave”, advirtió lúcidamente José Luis Sampedro. El por-venir está, todavía, en cierta medida, por-hacer, y constituiría un error histórico permanecer inmutables mientras la habitabilidad de la Tierra se degrada y la calidad de vida, de una vida digna, se desvanece. Exclusivamente atentos al PIB, los “grandes” van ampliando la brecha social, hasta el punto de que la acumulación de riqueza llega a límites de escándalo. Tan afanados están en almacenar riqueza que olvidan, como creo oportuno repetir ahora, que “las mortajas no tienen bolsillos”… Y son los grandes consorcios mercantiles los que favorecen un neoliberalismo a la deriva confiando la gobernanza mundial a unos grupos oligárquicos y plutocráticos (G6, G7, G8, G20) que descaradamente se oponen al multilateralismo democrático, dejando a las Naciones Unidas desarboladas. Y, quieran reconocerlo o no ,  son las Naciones Unidas, a pesar de muchos pesares, las que claman justamente por una cultura de paz; por otro concepto de seguridad en que no sólo se asegure la protección de los territorios sino de quienes los habitan; por el cumplimiento sin mayor demora de la Agenda 21, aplicando los 17 ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) que la Asamblea General adoptó en 2015 “para transformar el mundo”; por la diligente puesta en práctica de los Acuerdos de París de 2015 sobre Cambio Climático…

Es inaplazable, pues, un “volantazo” de la situación actual que, actuando con celeridad y rigor científico, pudiera llevar, en muy poco tiempo, a puertos mejor concebidos para garantizar una vida digna. Corresponde ahora a “Nosotros, los pueblos” -como de forma tan clarividente como prematura se inicia la Carta de las Naciones Unidas- liderar la reacción. Hasta hace muy poco, una gran mayoría de los seres humanos nacían, vivían y morían en unos pocos kilómetros cuadrados y no estaban al tanto de lo que sucedía más allá de su entorno inmediato. Pero ahora, gracias a la tecnología digital en buena medida, ya saben lo que ocurre y, además, ya tienen voz. Poder expresarse libremente es esencial para los radicales cambios que ahora son indispensables.

Sobre todo, ya no están sometidos a un poder absoluto masculino. Ahora ya, día a día, se incrementa, hasta alcanzar la igualdad en breve plazo, la presencia y papel de la mujer. En consecuencia, ahora sí, “Nosotros, los pueblos” ya podemos y debemos sustituir la fuerza por la palabra, confiriendo una gran capacidad de acción a las Naciones Unidas que, con el apoyo decidido de muchos países podría actuar con diligencia ahora y, en poco tiempo, mejorar su estructura institucional con una Asamblea General en la que el 50% sean representantes de la sociedad civil (de los “pueblos”) y en la que, además del actual Consejo de Seguridad Territorial, haya otro Socioeconómico y otro Medioambiental.

¿Cómo puede seguirse tolerando que se reúnan 7 Estados para decidir lo que hay que hacer en el mundo… dejando a más de 180 fuera de juego? Hace unos años, frente al desprecio secular del Partido Republicano de los Estados Unidos por el multilateralismo, se activaban los que sí lo apreciaban y requerían: el “Grupo de los 77”, el de “los No Alineados”… conseguían que las aspiraciones de muchos países se hicieran patentes. Y Europa era entonces un ejemplo de solidaridad y de buen hacer político, donde el supremacismo y el racismo -con la memoria necesaria de las raíces de la segunda guerra mundial- se hallaban debidamente reprimidos…

Debemos observar con profundo conocimiento de los diversos aspectos que concurren, el panorama actual que ofrece el planeta Tierra desde los puntos de vista ético, social, político, económico y ecológico… y darnos cuenta de que es impostergable deber pasar a la acción. Y de que en esta “movilización”, en esta toma de conciencia corresponde, por fin,  a “los pueblos” tomar en sus manos las riendas del destino común, cuyo liderazgo debe ser asumido por  las comunidades científica, académica, artística, intelectual en suma.

Las ayudas al desarrollo han decrecido sustancialmente en los últimos años. Los países más necesitados saben bien que no hay alternativa a las Naciones Unidas y que, sin una rápida coordinación a escala global, el cambio climático y la sostenibilidad del desarrollo no podrán abordarse debidamente.

Los emigrantes dejan sus países de origen porque se mueren de hambre. No me cansaré de repetirlo: cada día se invierten en armas y gastos militares más de 4.000 millones de dólares al tiempo que mueren de inanición y extrema pobreza miles de personas, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad. Los refugiados huyen de guerras incontroladas, con vaivenes cruentos… porque no son las Naciones Unidas sino algunos Estados “relevantes” los que las mueven…

Todos tenemos que incorporar a nuestro comportamiento cotidiano el convencimiento de que lo primero es proteger el supremo patrimonio de la humanidad: cada ser humano único, capaz de pensar, de imaginar, de anticiparse, de ¡crear! Es imprescindible, en consecuencia, un gran pacto mundial por la igual dignidad de todos los seres humanos y, por lo tanto, establecer las pautas de actuación y coordinación a escala local, regional y planetaria para que, contando las Naciones Unidas con los medios personales, financieros, técnicos y de defensa apropiados, se ayude a quienes más lo necesiten para poder vivir dignamente en su país de origen y se reconsideren todos los conflictos a la luz del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Sí: el primer paso para recuperar la alegría de vivir en un mundo solidario es un gran acuerdo para resolver los problemas de convivencia, numerosos en estos momentos por la total ineficacia de los poderes actuales para evitar que la evolución democrática, tan necesaria, tan procurada, tan soñada desde hace años, derive en revolución violenta. Sólo así desaparecería de nuestro horizonte personal aquella terrible sentencia  que leí a los 16 años en un libro de Albert Camus y que ahora, acuciados por responsabilidades intergeneracionales, debemos grabar en nuestras mentes: “Les desprecio, porque pudiendo tanto se han atrevido a tan poco”.

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