30 aniversario de la Convención Internacional de los Derechos del Niño

domingo, 27 de octubre de 2019


Hay que difundirla, hay que proclamar la apremiante necesidad  de su puesta en práctica como prioridad personal y colectiva para hacer frente a los desafíos globales –algunos potencialmente irreversibles- que la deriva neoliberal y su gobernanza plutocrática (G7, G8, G20) ha planteado a la humanidad en su conjunto.

Cada niño es el patrimonio supremo a proteger, a prevenir, a remediar. Sólo si logramos incorporar esta implicación en la “hoja de ruta” del comportamiento cotidiano de todos será posible superar los sombríos vaticinios que se ciernen sobre una ciudadanía mundial que el “gran dominio” (militar, financiero, energético, mediático) mantiene distraída y atemorizada, con informaciones que en gran medida requieren verificación y que, en lugar de promover “actores muy activos” procuran espectadores impasibles…

En lugar de la globalización del compromiso social, se ha globalizado la indiferencia. En lugar de incrementarse la ayuda al desarrollo, se ha alcanzado la más inconcebible y manifiesta insolidaridad.


Hasta hace poco, lo seres humanos no podíamos expresarnos libremente. Pero ahora, gracias a la tecnología digital, la gente ya sabe lo que acontece y puede manifestar su opinión. Y, sobre todo, la mujer se incorpora progresiva y rápidamente, en el plano de total igualdad que le corresponde, al escenario público. Desde el origen de los tiempos, la humanidad ha vivido sometida a un poder absoluto masculino, basado en la razón de la fuerza. “Si vis pacem, para bellum” (si quieres la paz, prepara la guerra). La inmensa mayoría de los seres humanos nacían, vivían y morían en unos kilómetros cuadrados, y no sabían más que lo acontecía en su entorno inmediato. Eran obedientes, silenciosos, sumisos. Ahora, en pocos años, el panorama se ha modificado sustancialmente, de tal modo que el silencio se convierte en cómplice y delito.  Es inaplazable –porque mañana puede ser tarde- actuar de tal manera que seamos capaces de cambiar “de rumbo y nave”, según la lúcida expresión de José Luis Sampedro.

El inmenso poder mediático hace que una gran proporción de “Nosotros, los pueblos” se halle abducida por temas y espectáculos que la mantienen inactiva, distraída, sin implicación, sin intervenir, sin comprometerse.

Es especialmente inadmisible que las comunidades académica, científica, artística, literaria, intelectual, en suma, sigan sin liderar la movilización popular. En los últimos años, por fortuna, son la mujer y la juventud los que asumen responsablemente las funciones que les corresponden.

No me canso de recordar que todos los días se invierten en armas y gastos militares más de 4000 millones de dólares al tiempo que mueren de hambre y de pobreza extrema miles de personas, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad. Pero a los que se guían exclusivamente por el PIB, por el índice de crecimiento económico y no de desarrollo humano, estas noticias no les conmueven. Por ello, en estos momentos tenemos que añadir que la sustitución de la razón de la fuerza por la fuerza de la  razón, la plena incorporación de la palabra en lugar de los cañones para la solución de los conflictos es insoslayable porque, si se siguen desoyendo estos argumentos, se producirá un deterioro tal en la habitabilidad de la Tierra que ya no podremos garantizar una vida digna a nuestros descendientes, a las generaciones venideras. Esta es hoy la gran responsabilidad, esta es  hoy la gran apelación.

Desde mediados del siglo pasado, la UNESCO ya proclamó que era preciso tener muy en cuenta la relación hombre-biosfera. Y creó un Programa específico sobre esta cuestión, y grandes proyectos internacionales hidrológicos, geológicos y oceanográficos. A principio de la década de los 70, el Club de Roma, con su fundador Aurelio Peccei al frente,  advirtió de la necesidad de “limitar el crecimiento”. Y en 1979, la Academia de Ciencias de los Estados Unidos puso de manifiesto que no sólo las emisiones aumentaban a un ritmo inaceptable sino que la recaptura del anhídrido carbónico por parte de los océanos estaba disminuyendo, debido a que los barcos transportadores de petróleo lavaban sus tanques después de la destilación en alta mar, en lugar de utilizar las instalaciones portuarias adecuadas. La reacción fue contraria a la deseable: se constituyó una gran Fundación Exxon-Mobile para demostrar “científicamente” lo contrario…

Oídos sordos. Oídos sordos sobre todo  del Partido Republicano de los Estados Unidos, que nunca ha sido partidario del multilateralismo, cuando los problemas globales no pueden resolverse más que con medidas globales. Hace un siglo, en 1919, impidió que la Liga de Naciones, creada por el presidente demócrata, Woodrow Wilson, fuera eficaz y evitara un nuevo conflicto, porque consiguió -¡qué atroz incoherencia!- que Estados Unidos no formara parte de la misma. Y así fue posible todo lo que sucedió en el corazón de Europa en los años 20 y 30, los brotes de supremacismo, de fanatismo, de xenofobia… que desembocaron en la segunda guerra mundial.  En los años 80 concluye la “guerra fría”, la carrera armamentista entre las dos superpotencias que había ensombrecido la actuación del excelente diseño multilateral del Presidente Roosevelt, con unas Naciones Unidas dotadas de unas Organizaciones especializadas en las grandes prioridades de la alimentación, la salud, la educación, la ciencia y la cultura, el medioambiente, el desarrollo sostenible… y, especialmente en los niños. UNICEF, ha sido, sin duda alguna, y seguirá siendo, un gran motor de acción porque para la inmensa mayoría de la gente la palabra “niño” es la que lleva de forma inmediata a la participación, al compromiso personal…

¡Con la excepción del Partido Republicano de los Estados Unidos! Recuerdo cuando en noviembre del año 1989, Jim Grant, el gran gigante de la cooperación internacional y fundador de UNICEF, me invitó –en calidad de Director General de la UNESCO a la sazón- a la solemne firma de la Convención Internacional sobre los  Derechos del Niño. En la Asamblea General de las Naciones Unidas, se reunió “todo el mundo”. Jim iba y venía saludando a Jefes de Estado, Reyes, Emperadores, Primeros Ministros… Nadie, nadie rehúsa participar en favor de la infancia. De pronto, pálido, consternado,  me indica que el Presidente de los Estados Unidos, George Bush padre, acaba de manifestar que no firmará la Convención. “¡Pero si nos hemos reunido aquí para esto, como usted sabe muy bien…!”. Fuimos muchos los que intentamos persuadir al Presidente, que se mantenía ilógicamente, absurdamente, en contra de firmar la Convención. Decidimos proponerle que firmara (¡no firmara!) en último lugar, como Presidente del Estado anfitrión, para no dar lugar a un seguimiento de su actitud por parte de otros países que no comprenderían cómo se les  había citado desde el otro lado del mundo para lo que allí estaba ocurriendo… Cuando  iba a comunicar que no firmaba empezamos a cantar: “We are the world, we are the children”… de tal manera que la mayor parte de asistentes no conocieron la noticia de que los Estados Unidos no habían suscrito la Convención hasta el día siguiente. Y siguen sin haber firmado, a pesar de los esfuerzos de Obama. ¡El único país del mundo que, por influencia del Partido Republicano, no ha suscrito la Convención!

En otoño de 2015, los Acuerdos de París  sobre el Cambio Climático y la adopción por las Naciones Unidas de los Objetivos sobre Desarrollo Sostenible “para el progreso del mundo”, representaron una pausa de esperanza a escala mundial… hasta que, inmediatamente después de su nombramiento, el insólito Presidente Donald Trump anunciara que no pondría en práctica estos acuerdos… y que lo único importante era ¡más dinero para defensa! Los G7 ratificaron inmediatamente esta petición… pero ninguno se atrevió a decirle al Presidente Trump que debía cumplir los compromisos internacionales refrendados por su antecesor.

Es ahora, pues, apremiante, refundar el  multilateralismo, poner en mano de todos los países y no de seis, siete o veinte la gobernanza mundial. Y hacerlo con urgencia, teniendo en cuenta nuestras responsabilidades intergeneracionales. El 17 de diciembre de 1998, el formidable “Máximo” publicó en “El País” la viñeta que ahora se reproduce. Está claro que debemos procurar invertir los tamaños para alcanzar un gran Pacto Mundial por la Infancia, de acuerdo a las directrices de la Convención.




Sólo en la medida en que pongamos en marcha  un nuevo concepto de seguridad basado en las prioridades antes indicadas de las Naciones Unidas seremos capaces de reconducir  la actual deriva a escala global. Y no me cabe duda alguna de que el mejor aldabonazo es siempre el que lleva la imagen de una niña o de un niño. Esto es lo que el Comité Español de UNICEF ha puesto de manifiesto para conmemorar el 30 aniversario de la proclamación de los Derechos de la Infancia: la reacción popular, ahora ya posible presencial y en el ciberespacio, deberá ser liderada por este convencimiento. He repetido con frecuencia aquella frase maravillosa de Eduardo Galeano en que una niña, al bajar del autobús de una excursión escolar que le llevaba por primera vez a ver el mar, tiró de la falda de la maestra y le dijo: “Maestra, ayúdeme a mirar”. Ahora son los niños los que deben ayudarnos a mirar a quienes tenemos la responsabilidad de llevar a efecto un cambio radical de la situación actual, de refundar un Sistema multilateral y eliminar todas estas fórmulas inoperantes y tendenciosas, de tal modo que podamos en breve plazo ser “Nosotros, los pueblos” los que, de la mano de los niños, sepamos recorrer iluminados caminos del mañana.

Publicado en: Other News 

24 de octubre, Día Internacional de las Naciones Unidas

jueves, 24 de octubre de 2019


Hoy 24 de octubre se celebra el “Día Internacional de las Naciones Unidas” y quiero aprovechar esta celebración para recordar  lo que he dicho en tantas ocasiones y no me canso de repetir que “es necesario y apremiante poner en práctica la Carta de las Naciones Unidas y el diseño de cooperación, solidaridad, justicia y libertad para la “igual dignidad de todos los seres humanos” http://federicomayor.blogspot.com/search/label/Naciones%20Unidas%3B%20Refundaci%C3%B3n%20de%20las%20Naciones%20Unidas , tan bien establecidos en los “principios democráticos” de la Constitución de la UNESCO”… y, que “la humanidad hace frente, por primera vez en su historia, a procesos potencialmente irreversibles, lo que imprime un especialísimo vigor y rigor a las medidas que deben adoptarse para no alterar –lo que constituiría un histórico error- la calidad del legado intergeneracional”... http://federicomayor.blogspot.com/search/label/multilateralismo

Tan, tan, tan… tantos tanques

martes, 15 de octubre de 2019


En marzo de 1990, siendo Director General de la UNESCO, escribí el poema que transcribo a continuación con mayor convicción todavía:

Y no entiendo soldadito
a quien te ha puesto en las manos
un fusil y no una pluma,
un fusil y no otra mano…
F. Mayor Menéndez, 1975

Tanques,
tanques,
tan, tan
tantos tanques.
Relucen al sol
los decorados pechos
de los oficiales.
Los aviones
y la marina,
con sus misiles
también desfilan.
Pasa ahora
al paso,
en batallones,
la infantería.
¡Cuántos pupitres, aulas,
libros,  libres,
podrían salir
de esos fusiles!
Millares de soldados
y carros de hierro
abrillantados
mientras millones
viven inclinados,
de hinojos
suplicando siguen
hasta que tengamos
el coraje
de concluir la farsa
y,  por fin, alzarles.

Multilateralismo democrático para un apremiante nuevo concepto de seguridad

jueves, 3 de octubre de 2019


La humanidad hace frente, por primera vez en su historia, a procesos potencialmente irreversibles, lo que imprime un especialísimo vigor y rigor a las medidas que deben adoptarse para no alterar –lo que constituiría un histórico error- la calidad del legado intergeneracional.

Disponemos hoy de muchos diagnósticos sobre los distintos aspectos de la situación a escala mundial pero carecemos de tratamientos a tiempo. Como científico, debo insistir en la imperiosa y apremiante necesidad de actuar antes de que se alcancen puntos de no retorno. Debemos actuar siguiendo directrices científicas antes de que la calidad de la habitabilidad de la Tierra no se deteriore.

Los heraldos de la “seguridad” convencional, recorren la Tierra frotándose las manos por los beneficios de los artificios bélicos que venden, incluso a los más menesterosos… porque “la seguridad es lo primero”.

Durante siglos, con un poder absoluto masculino, ha prevalecido -no me canso de repetirlo- la razón de la fuerza sobre la fuerza de la razón, escudados los líderes en el perverso adagio “Si quieres la paz, prepara la guerra”, jaleados, con las más oscuras alarmas y amenazas, por los productores de armamento, interesados siempre en que la paz aparezca como una pausa entre dos guerras. Las colosales inversiones diarias en seguridad territorial alcanzan 4,000 millones de dólares cuando mueren, en el mismo período de tiempo, miles de  personas de hambre y desamparo, la mayoría niñas y niños de 1 a 5 años de edad.

Hasta hace bien poco, la inmensa mayoría de los ciudadanos eran espectadores impasibles en lugar de actores comprometidos, implicados. Los medios de comunicación –muchos de ellos son “la voz de su amo”- constituyen, en afortunada expresión de Soledad Gallego, una potentísima arma de “distracción masiva”.

Son las mujeres y los jóvenes los que están demostrando, presencialmente y en el ciberespacio, que el tiempo del silencio y sumisión ha concluido. Hoy, gracias en buena medida a la tecnología digital, son muchos los seres humanos que pueden expresarse libremente,  que saben lo que acontece y, sobre todo, la mujer, marginada durante siglos, se halla en camino de desempeñar, en muy pocos años, el importante papel que, en plano de completa igualdad, le corresponde.

Las comunidades científica, académica, artística, literaria, intelectual en suma, deberían, conscientes de la gravedad de la situación y las tendencias, liderar la reacción popular ante una situación mundial de emergencia humanitaria. Pero la maraña pluridimensional que acompaña la deriva neoliberal y la gobernanza de sus grupos plutocráticos (G7, G8, G20) ha impedido hasta ahora –hay repuntes muy recientes que pueden ser de gran interés a este respecto- que se adoptaran las medidas que en el otoño de 2015 llenaron de esperanza a los más advertidos de la gravedad de las amenazas globales de un mundo en manos de irresponsables. En efecto, la Resolución de 21 de octubre de 2015 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, por la que se fija la Agenda 2030 con 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, se titula “Para transformar el mundo”. Y, de inmediato, se logra en París la firma de los Acuerdos sobre Cambio Climático convencidos de que era imprescindible, pensando en nuestros descendientes, actuar de forma inaplazable.

Los grandes poderes actuales siguen pensando que la fuerza militar es la única expresión y referencia de "seguridad". Gravísimo error, costosísimo error que se ocupa exclusivamente de los aspectos bélicos y deja totalmente desasistidos otros múltiples aspectos de la seguridad "humana", que es, en cualquier caso, lo que realmente interesa. 

Es imprescindible un nuevo concepto de seguridad en que, junto a la de los territorios, tenga en cuenta la alimentación, salud, educación, cuidado del medio ambiente… de los que habitan estos territorios.

Cuando nos apercibimos de la dramática diferencia entre los medios dedicados a potenciales enfrentamientos y los disponibles para hacer frente a recurrentes catástrofes naturales (incendios, inundaciones, terremotos, tsunamis,...) constatamos, con espanto, que el concepto de "seguridad" que siguen promoviendo los grandes productores de armamento es no sólo anacrónico sino altamente perjudicial para la humanidad en su conjunto, y que se precisa, sin demora, la adopción de cambios radicales bajo la vigilancia atenta e implicación directa de las Naciones Unidas. 

Cuando admiramos la heroica actuación de unos expertos bomberos y unos cuantos helicópteros con los que se hace frente a incendios como los de Canarias, Portugal, California… ¡la Amazonia! y recordamos la "plenitud" del F-16 y F-18, y los misiles y escudos anti-misiles, y los portaaviones, y las naves espaciales... Cuando seguimos las acciones admirables que llevan a cabo tanta gente y voluntarios para rescatar a algunas personas todavía vivas después de un terrible seísmo, sentimos el deber ineludible de alzar la voz y proclamar, como ciudadanos del mundo, que no seguiremos tolerando los inmensos daños, con frecuencia mortales, que sufren por tantas otras modalidades de "inseguridad" quienes -una gran mayoría- no se hallan protegidos por los efectivos militares. 

La seguridad alimentaria, acceso a agua potable, servicios de salud, rápida, coordinada y eficaz acción frente a las situaciones de emergencia... es -ésta y no otra- la seguridad que "Nosotros, los pueblos..." anhelamos y merecemos.

Irreversible deterioro ambiental, muertos de hambre y pobreza extrema, incendios y otras catástrofes, emigrantes... Estos son los objetivos que ahora, por un acuerdo unánime a escala mundial, conscientes de que se trata de una responsabilidad generacional que a todos concierne, deben abordarse de forma impostergable. La inercia de los poderes hegemónicos tradicionales y de los obcecados supremacistas y minimalistas  sigue impidiendo la concentración global que se precisa.

“Situaciones sin precedentes requieren soluciones sin precedentes”, en feliz expresión de Amin Maalouf que no me canso de repetir. Es apremiante la refundación del Sistema de Naciones Unidas, con voto ponderado pero sin veto, en el que tengan representación no sólo los Estados sino, como reza la Carta, “los pueblos”, para que, en el menor tiempo posible,   el progreso científico permita una vida digna para todos los habitantes de la Tierra, a través de una economía que atienda las prioridades, bien establecidas ya, conducentes a un desarrollo humano y ecológicamente sostenible.

Todo ser humano igual en dignidad: esta debe ser la referencia para los cambios radicales que son ahora apremiantes. Hasta hace pocas décadas, “Nosotros, los pueblos”, no podíamos expresarnos.  Ahora, por primera vez en la historia, ya podemos. Ya somos mujer y hombre. Y ya somos conscientes de que “mañana puede ser tarde” y de que el deterioro de la calidad de vida no tiene marcha atrás. Ahora ya podemos sustituir la fuerza por la palabra. Y ser millones y millones los que, un día señalado, escriban en sus móviles “NO”… a las políticas actuales, a  los grupos oligárquicos que pretenden retener en sus manos las riendas del destino común… Y decir “SÍ” a la eliminación completa de las armas nucleares… y a los comportamientos cotidianos solidarios…  Y decir “SÍ” a un Sistema de Naciones Unidas dotado de los recursos personales, financieros, técnicos y de defensa necesarios para el pleno ejercicio del multilateralismo democrático… para hacer posible un nuevo concepto de seguridad.