A propósito de la crisis del coronavirus: esta vez sí, no vamos a olvidar

viernes, 27 de marzo de 2020


“Pronto dejamos de recordar
 lo que era inolvidable”.
(Parafraseando a Borges).

Hasta ahora, una vez pasadas las primeras reacciones humanitarias a las tragedias, la humanidad ha olvidado y ha seguido las pautas y el ritmo cotidiano sin tener ya en cuenta las inmensas heridas sin restañar. Un ejemplo todavía reciente es el de Haití. Inmediatamente después del terremoto -el día 14 de enero de 2010- escribí al final del artículo “A vuela pluma: Haití”, lo siguiente: “Los líderes deben saber que la sociedad civil tendrá, por fin, voz, sobre todo en el ciberespacio, y la elevará progresivamente. Que podremos mirar a los ojos de los supervivientes y decirles: el tiempo de la insolidaridad y del olvido, el tiempo del desamor, ha terminado”.

En varias ocasiones después uní mi voz a la de Forges que repetía en sus viñetas “Y no te olvides de Haití”.  “Hace bien en insistir, dije, porque nos recuerda la velocidad con que nos olvidamos del tsunami de diciembre del año 2005; de los terremotos de Perú, de China… y Darfur… y de los acontecimientos que hace tan sólo tres lustros asolaron Haití”.  Allí estuve y escribí: “Se fueron los últimos / soldados / y estalló la paz / en vuestra vida, / sin reporteros / que filmen / cómo se vive y muere cada día… / Ya no moriréis / de bala y fuego. / De  olvido / volveréis a moriros. / Como siempre”.

En un mundo armado hasta los dientes pero incapaz de disponer de la tecnología y el personal capacitado para hacer frente a las catástrofes naturales, mediante una gran acción conjunta coordinada por las Naciones Unidas… todo sigue igual. Debemos movilizarnos contra este curso aparentemente inexorable de los acontecimientos, para que los gobernantes adviertan que ha llegado el momento inaplazable de poner en marcha un desarrollo global sostenible en lugar de la actual economía de especulación y guerra… Desplazando de una vez a los grupos plutocráticos en cuyas manos se han puesto, irresponsablemente, las riendas del destino común.

100.000 edificios destruidos, más de un millón de desplazados, 150.000 enfermos de cólera con más de 3.500 muertos que se añadían a las casi 300.000 víctimas del seísmo. Se pensó, con toda la razón, que no quedarían desoídos sus gritos de ayuda… pero las Naciones Unidas marginadas y gobernado el mundo por los más prósperos y poderosos, pronto quedó muy reducido el apoyo internacional y casi olvidada la gran tragedia sufrida. Las manos que tenían que estar tendidas se hallaban armadas y alzadas. Y la inmensa mayoría distraídos, sin recordar que a todos nos corresponde plantar semillas de amor y de justicia.

Este mismo año de 2020, el 12 de enero, justo a los diez años de la catástrofe, “El País” publicaba un artículo de Jacobo García titulado “Lecciones de Haití”, del que extraigo unos párrafos: “…En pocas horas, el aeropuerto de Puerto Príncipe se quedó pequeño para recibir docenas de aviones con alimentos, tiendas de campaña y bomberos… El Presidente Bill Clinton organizó en Montreal una conferencia de donantes y ONGs de todo el mundo acudieron… Una década después, la hambruna se extiende en un país donde 1.2 millones de habitantes viven en situación de emergencia alimentaria… El 60% de la ayuda financiera y aprobada nunca llegó a Haití". A pesar de los esfuerzos extraordinarios de las Naciones Unidas y de la Cruz Roja la vulnerabilidad de Haití sigue sin aminorarse. Sus “lecciones” no se aplican.

En consecuencia, constituye una auténtica exigencia ética que no suceda lo mismo con las “lecciones del coronavirus”. Es imperativo que los ciudadanos del mundo -frente a amenazas globales no caben distintivos individuales- dejen de ser espectadores abducidos y anonadados para convertirse en actores decididos para que no se olvide, una vez más, lo que debe ser inolvidado: que los índices de bienestar se miden en términos de salud y participación, de calidad de vida y creatividad, y no por el PIB, que refleja exclusivamente crecimiento económico, siempre mal repartido; que es apremiante un nuevo concepto de seguridad que no sólo atienda a la defensa territorial sino a los seres humanos que los habitan, asegurando su alimentación, agua potable, salud, cuidado del medio ambiente, educación; la inmediata eliminación de la gobernanza por los grupos plutocráticos y el establecimiento de un eficiente multilateralismo democrático; la puesta en práctica, resueltamente, de la Agenda 2030 (ODS) y de los Acuerdos de París sobre Cambio Climático, teniendo en cuenta, en particular, los procesos irreversibles.

En plena crisis vírica tengamos en cuenta -para que las lecciones sean realmente aprendidas y aplicadas en todo el mundo- la situación en países que siempre quedan fuera del punto de mira de los “grandes” , como la plaga de langostas que hoy mismo causa estragos en Kenia, Etiopía y Somalia; las víctimas del sida y del dengue; y las víctimas de la creciente insolidaridad internacional con las personas refugiadas y migrantes.

En resumen: ahora sí, ahora sí que ya tenemos voz por primera vez en la historia, “Nosotros, los pueblos” vamos a recordar las lecciones de Haití y las del coronavirus para iniciar a escala global una nueva era con otro comportamiento personal y colectivo de tal manera que todos y no sólo unos cuantos disfruten de la vida digna que les corresponde.


Conocimiento para inventar el futuro

martes, 24 de marzo de 2020

“ El ave canta aunque la rama cruja
porque conoce la fuerza de sus alas”.
José Santos Chocano
Poeta peruano, 1867-1935.

Deber de memoria: la más relevante lección de la crisis mundial producida por el coronavirus es que el conocimiento es el pilar fundamental de la nueva era. En pocos años se han producido profundos cambios de índole muy  diversa que deben permitir ahora, si seguimos asidos al recuerdo y no permitimos que, una vez más, los pocos distraigan y amilanen a los muchos, alcanzar los siguientes grandes objetivos: la igual dignidad de todos los seres humanos, sea cual sea su género, etnia, ideología, creencia…; la participación de la ciudadanía a escala nacional (democracia real) e internacional (multilateralismo democrático), para el pleno ejercicio de una gobernanza que excluya los artificios plutocráticos (G7, G8, G20) del neoliberalismo y asegure un correcto legado intergeneracional; la movilización popular presencial y en el ciberespacio porque, por primera vez en la historia, todos pueden expresarse y comunicarse gracias a la tecnología digital; aplicar sin demora un nuevo concepto de seguridad para hacer frente no sólo a los conflictos territoriales sino a las catástrofes naturales o provocadas; un nuevo concepto de trabajo, que libere a la humanidad de muchas tareas que no requieren el uso de sus facultades distintivas, siempre la máquina a su servicio y nunca al revés; educación a lo largo de toda la vida, que no se confunda con capacitación, desarrollando la autonomía personal, las facultades reflexivas y creativas…; inaplazable puesta en práctica de la Agenda 2030 (Objetivos de Desarrollo Sostenible), teniendo en cuenta la prioridad indiscutible de los procesos potencialmente irreversibles…

Y, para todo cuanto antecede, para la nueva era que se inicia, fomento de la investigación científica y de la creatividad. “Investigar es ver lo que otros ven y pensar lo que nadie ha pensado”, me dijo el Prof. Hans Krebs en Oxford el mes de septiembre de 1966. “¡Sapere aude!”, atrévete a saber, proclamó Horacio. Y saber atreverse, para que los saberes no permanezcan inaplicados y estériles.

La pandemia a la que se está haciendo frente ha puesto de manifiesto muy graves deficiencias del actual modo de vivir: desigualdades intolerables; globalización de la insolidaridad; falta de coordinación en servicios básicos; brotes de supremacismo y racismo; incumplimiento de deberes humanos básicos; concentración de poder global en unos pocos consorcios mercantiles; asimetrías humanamente inadmisibles en los servicios de salud…

Saber y sabiduría para inventar un futuro distinto. Cuanto más sepamos más capaces seremos de actuar, de prever, de prevenir, de hacer frente a nuevos retos. Y poder estar serenos porque, como el ave “que canta aunque la rama cruja”, seremos conscientes de la fuerza de nuestras alas.

Federico Mayor Zaragoza
Presidente de la AEAC
23 de marzo de 2020


Breve historia de un ciempiés, con moraleja

sábado, 21 de marzo de 2020


Al escuchar las severas críticas que se han hecho a las propuestas del Gobierno sobre la crisis inducida por el coronavirus, aprobadas a regañadientes y con enfáticas presunciones de haberse anticipado, pensé en esta magnífica fábula del ciempiés, que publiqué en septiembre de 2013 y repito ahora:

“Cuentan que un ciempiés muy preocupado por la dificultad de poder marchar correctamente moviendo a la vez y bien acompasadas sus cien extremidades, decidió visitar al animal que tenía fama de ser el más lúcido y hallar rápidamente soluciones. “Me han dicho que está muy preparado… y que hasta puede expresarse fluidamente en inglés”.

Y se dirigió a la consulta del tan renombrado lince. Le explicó el mal “estructural” que le aquejaba. El lince reflexionó durante algún tiempo y después, mirando fijamente al ciempiés, le dijo: “Ya lo tengo. Lo que debe hacer es convertirse en cuadrúpedo: cuatro patas dan una gran estabilidad y, movidas horizontal o transversalmente, permiten un desplazamiento bien controlado”.

El ciempiés escuchó con fruición la recomendación del sabio lince y se marchó agradecido y alborozado.

Pero, de pronto, se detuvo y se dijo: “Me ha dicho lo que debo hacer… pero no cómo”… Desanduvo a toda prisa –la que le permitían sus cien pies embarullados- el camino recorrido, se presentó delante del lince y exclamó: “Me ha gustado mucho la solución que me ha dado… pero se le ha olvidado decirme cómo”. El lince le miró de nuevo fijamente y le dijo (¡en inglés!): “This is not my role. I am a policymaker” (“Esta no es mi función, yo soy un político”).

Moraleja: a partir de ahora, en los programas electorales, en los debates parlamentarios, en todos los proyectos y propuestas… los ciudadanos no olvidaremos exigir que los qué vayan acompañados de los cómo. Así, verbigracia: “…la solución está en crear empleo”. ¿Cómo?; “…vamos a asegurar el bienestar social”. ¿Cómo?, etc., etc., etc.”.

Ante amenazas globales como las que suponen el cambio climático y el coronavirus todos los ciudadanos tienen el derecho y los políticos el deber de afanarse en hallar los cómo y no pretender usar los qué en su provecho.

Javier Pérez de Cuéllar

martes, 10 de marzo de 2020


Ha muerto a los 100 años Javier Pérez de Cuéllar, ex Secretario General de las Naciones Unidas (1982-1991), artífice, entre otras muchas realizaciones importantes, de los procesos de paz de Mozambique, con la Comunidad de San Egidio,  el de El Salvador y  reiniciar el de Guatemala. En los dos últimos participé activamente, siguiendo sus directrices como Director General de la UNESCO (1987-1999). Su serenidad y mesura iban siempre acompañadas de una gran firmeza y acción decidida, con una gran capacidad logística. Era muy exigente en el ejercicio del multilateralismo democrático. Creía en el valor y la fuerza de la palabra, del encuentro, de la mano tendida.

Trabajar con él fue una experiencia muy aleccionadora. Su clara visión, su convencimiento de que la solución radica en el encuentro, en el diálogo, en la mediación y conciliación constituyen un luminoso legado que podría esclarecer muchos desafíos, algunos potencialmente irreversibles, que la humanidad tiene planteados actualmente.

Estamos en “...tiempos de dudas y renuncias en los que los ruidos ahogan las palabras”, como tan bellamente escribió Miquel Martí i Pol en 1981 (en L’ámbit de tots el ámbits). Empeñados por igual en la libertad de expresión y la no violencia, cuando se acallan las voces de las Naciones Unidas y de sus Instituciones, cuando - como entre Calvino y Castellio- hay que defender el principio de la palabra frente a la espada. El silencio de “la voz del mundo” va en contra de los intereses generales porque propicia la frustración, la exclusión, la radicalización.

Incansable viandante de conciliación y de concordia, su vida siguió el hilo conductor de sus principios. De su paso por la Organización es importante destacar el haberla hecho eficaz, lo cual no es fácil dada su complejidad y el momento histórico en el que desempeñó su cargo con especial entrega y visión de futuro.  A pesar de los logros alcanzados, “la mayoría de la humanidad vive todavía en condiciones de pobreza… y excesos humanos amenazan el medio ambiente del que todos dependemos… Habrá conflictos en el mundo hasta que las aspiraciones humanas puedan satisfacerse en mayor medida…”, escribe en la introducción de su libro “Peregrinaje por la paz”, publicado en Nueva York en 1997.

Sus reflexiones sobre el Consejo Económico y Social (ECOSOC) y el Consejo de Seguridad, las relaciones con los Estados Unidos y el papel de las ONGs y la sociedad civil podrían ayudar hoy a reconducir la gobernanza mundial, puesta irresponsablemente en las manos de grupos plutocráticos, cuando se producen mortíferas invasiones basadas en la mentira, se margina al Sistema de las Naciones Unidas y proliferan los brotes de xenofobia, supremacismo y racismo, se incumple la acogida de los refugiados y se reduce a mínimos vergonzosos la cooperación para el desarrollo.

En la reunión del ECOSOC del 7 de julio de 1988 en Ginebra sobre la política económica y social a escala internacional, tuve ocasión de apreciar directamente la insólita habilidad del Secretario General. Participé en el debate en el que intervinieron los Estados Unidos, el Administrador del PNUD, Grecia en representación de la Comunidad Económica Europea, el Reino Unido, Alemania, Túnez (en nombre del Grupo de los 77), Canadá, el Director Ejecutivo de UNICEF, China, Unión Soviética…

Antes de asumir la Secretaría General de las Naciones Unidas había logrado ya grandes éxitos, como el que alcanzó en 1974 cuando, como Comisionado de la ONU, fue capaz de alcanzar en Chipre un acuerdo entre los líderes griegos y turcos.

Javier Pérez de Cuéllar, se ha ido pero se queda, como en el verso de Miguel Hernández, que también se hizo invisible en un día aciago, pero sigue siempre entre nosotros: “Me voy, me voy, me voy, pero me quedo…”.

En octubre de 1987 recibió el Premio Príncipe de Asturias “por promover la cooperación iberoamericana”. En febrero de 1989, el Premio Nehru “de entendimiento internacional”.

El 19 de enero del año 2000 participé en Lima, con el “Discurso de Orden”, en el homenaje que le rindieron al cumplir los ochenta años las universidades limeña y salmantina. En estos últimos veinte años, hemos estado permanentemente en contacto y ha dado su apoyo a múltiples iniciativas en favor del multilateralismo.


Termino con un verso que le dediqué  en 1989:  
             
“Tenemos que construir todo
en un lugar que se  halla
en medio de la nada,
junto al abismo.
Más allá, al borde
de las tierras prósperas, 
las ciénagas ignotas.
(No, ignotas no,
las ignoradas ciénagas
donde nuestro pasado
se hunde
progresiva,
cotidianamente
ante  los ojos
indiferentes
y distantes
de los desvalidos
que no pueden,
que no saben,
de los acomodados
que no oyen,
que no quieren…).

Para conservar la memoria,
las huellas del hombre,
sus caminos,
para esclarecer
sus pasos de mañana
tenemos, hijos míos,
       amigos míos,
       desconocidos míos,
que construir todo
junto al abismo,
en el lugar
áspero y único
de nuestro futuro,
única riqueza
compartible”.

Las personas con tan extenso recorrido e inusitada actitud dejan huella imperecedera. Un día, se ausentan y devienen invisibles pero permanece lo que más importa: ciudadanos del mundo, siguen iluminando los caminos del mañana e impulsando nuevos rumbos en las generaciones venideras.


A Ernesto Cardenal

jueves, 5 de marzo de 2020


Acaba de fallecer Ernesto Cardenal, poeta nicaragüense que trascendió fronteras no sólo por la palabra sino por el ejemplo de dignidad y coraje a lo largo de toda la vida.

En 2008 y 2009 le dediqué estos poemas que lo definen como persona “faro” y que hoy “rescato” para rendir mi sentido homenaje: 

“Que ni un instante
de tu intenso
desgranar
la vida
cada día se pierda
por el acoso de la voz
airada de unos pocos.

También
a ellos queremos
pero no podemos perder
en escucharles
ni un ápice
de nuestro tiempo.

Y sus amos sabrán
que los gritos
no alteran
tu pulso
ni tu paso”. (2008)


“No escuches,
caminante,
las voces
que intentan
detenerte.

No dejes
que te atenace
la amenaza
que te acecha
ni te arredren
el tiempo hostil,
la oscuridad,
el viento fuerte.

No cejes
en tu esfuerzo
por avanzar
hacia el horizonte
de tus sueños
aunque se aleje
un paso
a cada paso…

Sigue, sigue
airosamente…
Lograrás
recorrer
un largo tramo
y así un día
no lejano
la utopía
será realidad 
dando la mano
a muchos
viandantes
para ir juntos
hacia un mañana
menos frío
que el hoy
en que quisieron
verte aprisionado.

Sigue denodadamente
porque sólo el futuro
importa.

Las rodillas
son para alzarse
nunca para hincarse…” (2009)


Ernesto Cardenal desde siempre y,  hasta el final, en pié de paz y en favor de la igual dignidad humana.

“La mano que se cierra opaca”

martes, 3 de marzo de 2020


Corresponde a un poema que escribió José Ángel Valente “…desde un naufragio, desde lo que hemos destruido ante todo en nosotros…”.

Efectivamente mucho hemos destruido en nosotros mismos cuando somos capaces de ver sin inmutarnos -e ¡indignarnos!-  las imágenes de los miles de refugiados (¡incluyendo niños y viejos!)  en la frontera greco-turca, en la frontera de México-EEUU, en el Mediterráneo…

No es posible que este drama esté ocurriendo en gran medida  en Europa. He llamado varias veces la atención sobre el reiterado incumplimiento de los principios tan lúcidamente expuestos en la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (2000). El artículo primero se refiere a la igual dignidad. El segundo al derecho a la vida… La Unión Europea debería de ser, en primer lugar, una unión política y social y económica dotada de seguridad autónoma… y es solamente una unión monetaria. ¿Y quiénes y por qué deciden reducir hasta anular prácticamente la ayuda al desarrollo con el fin de prevenir los flujos migratorios forzados por el hambre y la pobreza extrema?

En noviembre de 2015 se llevó a cabo en Barcelona la XV Cumbre Mundial de Premios Nobel de la Paz con la participación de 19 galardonados, nueve personas y diez instituciones. De esta reunión surgió la “Declaración de Barcelona: Refugiados, el desafío de nuestra humanidad”, un claro y apremiante llamamiento a que se adopten las medidas necesarias e inaplazables para  la paz mundial, centrado en cuatro desafíos que afectan a la humanidad en su conjunto: amenaza nuclear, medio ambiente, insolidaridad y fanatismo. Los Premios Nobel abogaban en favor del “desarme para el desarrollo”, con el fin de corregir las presentes tendencias antes de que sea demasiado tarde…

Una vez más cobran especial valor las palabras pronunciadas por el Papa Francisco con motivo de la Primera Jornada Mundial para los pobres en noviembre de 2017: “El gran pecado de omisión contra los pobres es la indiferencia”.

Vuelvo a hacer mías unas palabras de Iñaki Gabilondo: “¿Saben lo más impresionante de esta noticia? Es que no es noticia”…. En nosotros está hacer que sea noticia… Unamos nuestra voz a Manifiestos como el de CEAR para contribuir a que las personas migrantes reciban el  trato digno que merecen (https://www.cear.es/manifiesto-devoluciones-en-caliente/ )

Hasta ahora los ciudadanos europeos han sido espectadores impasibles de tanta insolidaridad e incompetencia. Pero estoy seguro de que ahora “Nosotros, los pueblos”… no podremos seguir mirando los ojos a estos niños tristes, angustiados y perplejos que suscitan emociones y despiertan consciencias, de tal modo que, en poco tiempo, se alzará un gran clamor popular para que se produzca un cambio radical en las actuales conductas de la Unión Europea, de los líderes del mundo –en particular del Presidente Trump-, de los grandes consorcios financieros, mediáticos, energéticos y militares, de los multimillonarios que no recuerdan “que las mortajas no tienen bolsillos”…

Cada día, al levantarnos, debemos pensar en la mirada de esos niños refugiados y migrantes en los que estamos plantando semillas de animadversión y odio. Cada amanecer, sentir la herida de los miles de seres humanos que morirán hoy de hambre y desamparo. Homicidio oculto, que los medios de comunicación no nos manifiestan como deberían. Aunque no lo parezca por las noticias, tan discriminatorias y desproporcionadas, toda vida vale lo mismo y toda muerte vale también lo mismo.

“Me duele este niño hambriento como una grandiosa espina”, escribió Miguel Hernández… y tendríamos que sentir: “Vergüenza de haber perdido la vergüenza” como manifestara el Papa Francisco al finalizar la oración con motivo del Vía Crucis de 2018…

Para salir de la zozobra y naufragio en que nos hallamos, unamos voces y manos para grandes clamores presenciales y en el ciberespacio, y para derribar muros y vallas y construir puentes.

La acogida a los refugiados es un derecho humano. La ayuda a los más menesterosos es una obligación ética esencial. Sólo el multilateralismo –“Nosotros, los pueblos”, como tan lúcidamente se inicia la Carta de las Naciones Unidas- podrá esclarecer los sombríos horizontes actuales y sólo la cooperación internacional podrá librarnos del naufragio.