Ahora, ya impostergable, “Nosotros, los pueblos… hemos resuelto evitar a las generaciones venideras”… tal como se inicia la Carta de las Naciones Unidas.
Es preciso, para ello, plantear de nuevo con firmeza y visión de futuro las acciones que —¡deber de memoria!— podrían reconducir las presentes tendencias y proporcionar a escala mundial formas de gobernanza plenamente efectivas en el Antropoceno. Es imperativo para ello eliminar el veto en las Naciones Unidas (78 años in poder poner en práctica la Carta) y en la Unión Europea (inhabilitada por el requisito de la unanimidad). Andrea Rizzi publicaba el martes día 10 de octubre en “El País” un artículo muy interesante y oportuno titulado “Un frente explosivo en un mundo que se hunde en el desorden global”.
Sólo si el multilateralismo democrático permitiera a la Unión
Europea adoptar decisiones sin el requisito absurdo de la unanimidad (antítesis
de la democracia), podrían llevarse a cabo a escala mundial actuaciones muy
rápidas y con fundamento científico sobre el medio ambiente, la educación y
conciencia de la ciudadanía, cultura de paz y no violencia, atención a los más
necesitados, emigrantes y refugiados, narcotraficantes… que evitarían el
declive actual.
Europa era la esperanza para salvaguardar el multilateralismo democrático, para afianzar unas capacidades de entendimiento y acción a escala mundial. Está claro que ha llegado el momento histórico e inaplazable de la acción. Otra demora podría aumentar las situaciones de procesos irreversibles. Sería el fracaso rotundo de la humanidad, dotada de facultades distintivas que le permiten, debidamente utilizadas, crear, inventar, resolver, en el contexto fascinante del universo.
En las últimas décadas una buena noticia: la discriminación por razón de género, etnia, creencia, ideología… desaparece progresivamente y se establece la igual dignidad y la capacidad de expresarse libremente gracias a la tecnología digital. A pesar de los límites infranqueables de la irreversibilidad progresiva, todavía es tiempo. La juventud debe ser la gran protagonista de los cambios que deben emprenderse sin dilación.
Los inmensos medios puestos hoy a disposición de la gobernanza plutocrática y supremacista del G7 deben trasladarse a un multilateralismo democrático eficiente para transformar el mundo en su conjunto. La adopción de una Declaración Universal de la Democracia puede ser el punto de inflexión hacia la nueva era. La ciudadanía consciente es la que debe, con sólidos conocimientos de causa, liderar la transición de la gobernanza de los mercaderes a la de los seres humanos iguales en dignidad.
El propio Papa Francisco, en su reciente exhortación apostólica sobre la crisis climática (4 de octubre de 2023) propone “Reconfigurar el multilateralismo. Hay que adoptar medidas que cuenten con el compromiso de todos”.
La inteligencia artificial debe hallarse siempre dirigida por la inteligencia natural. La deshumanización progresiva sería un disparate. Cada ser humano capaz de revelarse, de argumentar, de imaginar nuevos caminos y puentes, nuestra esperanza. Los chips neuromórficos deben utilizarse en la medida en la que pueden favorecer la ampliación del conocimiento, y no restar, ni un ápice, las facultades distintivas de la especie humana.
Toda reflexión agrietada por imposiciones ideológicas o sectarias debe ser rápidamente contrarrestada por el saber y la sabiduría. La crisis migratoria, la emergencia climática y la transformación digital son puntos esenciales que deben abordarse con rapidez y conocimientos para las nuevas pautas políticas y éticas. A título de ejemplo de soluciones reales para la emergencia climática, la fusión nuclear, fuente inagotable de energía sin residuos.
Ahora es la voz de los científicos, de los intelectuales, filósofos, escritores…, de las generaciones amenazadas por el desbordante poder económico y militar la única que se debe alzar y oírse. El mismo Presidente Eisenhower puso de manifiesto el supremo poder en los Estados Unidos del “complejo bélico-industrial. Ahora es el momento de la democracia, de la fuerza de la razón, de la mediación… que debe instaurarse a escala global para transitar de la plutocracia y el supremacismo a la nueva era.
Ahora cultura —es decir, comportamiento cotidiano— de paz e invención de nuevos rumbos. Es inaplazable: la propia habitabilidad de la Tierra está en peligro.
Insisto, los diversos conflictos bélicos actuales, la emergencia climática, la transformación digital, la inserción social… son las grandes cuestiones que, de una vez, deben abordarse a escala mundial. Y sólo hay un camino: hacer posible que, ¡por fin!, “Nosotros, los pueblos” asumamos las responsabilidades que no se han ejercido durante tantos años. Una gran coalición a escala mundial de universidades e instituciones de arte y ciencia podría ser la voz movilizadora para una ciudadanía consciente.
La prevención debe convertirse en el objetivo supremo de la nueva gobernanza. Un ejemplo muy concreto y urgente lo estamos proponiendo actualmente a la consideración nacional e internacional: de evitar el desarrollo de alteraciones patológicas que cursan con gravísimo e irreversible deterioro neurológico en los neonatos, de tal manera que, al ser derecho humano, se situén sitúe a nivel del Estado las acciones que deben emprenderse.
Todos debemos colaborar para que la ciudadanía no sea espectadora impasible de lo que acontece, sino actora muy activa de las acciones que deben emprenderse para reconducir problemas globales que en algunos casos ya han alcanzado —a pesar de las múltiples advertencias de la comunidad científica y de las “Cumbres de la Tierra”, siempre desoídas por el G7— los límites del no retorno: “Nosotros, los pueblos” unidos en una Red global de universidades e instituciones artísticas y científicas, vamos a actuar con prontitud y sabiduría para abordar, antes de que sea demasiado tarde, las presentes amenazas que se ciernen sobre la humanidad en su conjunto. La seguridad territorial debe a partir de ahora incluir a la seguridad humana (alimentación, agua potable, salud, educación, medioambiente) y conferir prioridad, en todos los órdenes, a la efectiva puesta en práctica, en su 75 aniversario, de la Declaración de los Derechos Humanos.
Que cada uno reflexione sobre la irresponsabilidad inadmisible en la que incurriríamos si no reaccionamos con firmeza para reconducir las actuales tendencias. No lo olvidemos: ahora el pueblo ya tiene voz. Procuremos que no tenga que recurrir al grito.