Reflexiones sobre la irrelevancia

jueves, 19 de diciembre de 2019


En momentos de particular vorágine y bullicio, cuando los valores-guía se alejan progresivamente de las hojas de ruta del comportamiento cotidiano, cuando el gigantesco poder mediático nos convierte en espectadores enardecidos en lugar de actores implicados y eficientes, cuando la tecnología informática nos lleva a confundir con frecuencia información con conocimiento, cuando el PIB sustituye al desarrollo humano y sostenible y la capacitación a la educación… es necesario y apremiante buscar y hallar espacios de serenidad para tener en cuenta las lecciones del pasado, para analizar el presente  y decidir con lucidez y ponderación un nuevo diseño del futuro que es, en último término, lo único que importa.

Porque el por-venir -a pesar de los procesos potencialmente irreversibles que enfrentamos a escala global- todavía está por-hacer en buena medida: y esto es lo único relevante cualitativamente. Es imperativo alcanzar y poner rápidamente en práctica un gran pacto para evitar el deterioro progresivo de la habitabilidad de la Tierra, de la calidad de vida de todos los seres humanos. Unir manos y voces ahora que, por fin, “Nosotros, los pueblos” -como tan lúcida como entonces prematuramente se inició la Carta de las Naciones Unidas- podemos  expresarnos libremente e intervenir con firmeza en un nuevo diseño del destino común. Y este gran compromiso de responsabilidad intergeneracional se refrendó en 2015, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, cuando adoptó la Resolución sobre la Agenda 2030 “para transformar el mundo”.

Luego, Donald Trump, fiel representante del Partido Republicano de los Estados Unidos que hace ahora cien años, al término de la primera guerra mundial, dejó ya claramente establecido su rechazo frontal al multilateralismo democrático, reclamó inmediatamente después de tomar posesión mayor inversiones en defensa, para seguridad territorial, y anunció, con inmensa irresponsabilidad, que no llevaría a cabo los Acuerdos de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, decididos por su antecesor. Y nadie se opuso, ni nadie se opone actualmente… debido a la irrelevancia de los demás “grandes”, que siguen obedeciendo las directrices de los grupos plutocráticos G7, G8 y G20, sin darse cuenta de que, en realidad, como decía el Prof. Juan Antonio Carrillo, se trata siempre de acatar lo que decide el ¡G1!

La Unión Europea es irrelevante desde un punto de vista demográfico. Sólo la India y China multiplican casi por tres el número de sus  habitantes. Pero era muy relevante cualitativamente –y eso es lo que no debemos olvidar nunca y menos en los momentos actuales- porque era el símbolo de la democracia, de la solidaridad, de la visión global, del multilateralismo…

Cuanto más “conectados” pudiéramos estar, nos hallamos más fragmentados, más aislados, menos multilaterales. Acuciados por procesos irreversibles que nos acechan por primera vez en la historia y conscientes de que “mañana puede ser tarde”, es ahora inaplazable aparcar los oprobios del pasado y del presente y pensar exclusivamente en el futuro, archivar provisionalmente recuerdos de situaciones pretéritas y mirar a los ojos de los jóvenes y niños… Sólo si somos capaces de unirnos rápidamente en grandes clamores populares podremos ser relevantes a escala local y global y reconducir las sombrías tendencias actuales.

Arsenio Rodríguez citaba a Ernesto Sábato en un excelente artículo del 31 de octubre  en el “Wall Street International”, que leí en “Othernews”: “Cuando nos hagamos responsables del dolor del otro, nuestro compromiso nos dará un sentido que nos colocará  por encima de la fatalidad de la historia…”. Sólo si somos capaces de asumir este compromiso y de darnos cuenta de que únicamente sumando millones de voces y uniendo millones de manos lograremos que sean, por fin, los pueblos, la gente, cada uno de nosotros, irrelevantes cuantitativamente pero muy significativos cualitativamente, los que tomemos en nuestras manos las riendas del  mañana.

Sólo hay, a estas alturas, frente al “gran dominio” financiero, militar, energético, tecnológico y mediático, una solución: aproximarnos a los demás, “aprojimarnos”, construir puentes y derribar muros “con el amor a cuestas”, como escribió el inmarcesible Miguel Hernández, con quien tanto queremos cambiar los rumbos presentes.

Todos a una, de aquí y de allí, de todos los lugares, lenguas y culturas, en un gran pacto que debe alcanzarse sin demora. Hagamos un llamamiento conjunto y global advirtiendo al Presidente Trump y a los grandes consorcios que lo secundan, que si no contribuyen todos a la inmediata puesta en práctica de los acuerdos que pueden esclarecer el devenir de la humanidad, dejaremos cada uno de nosotros, muy relevantes si actuamos unidos, de consumir sus productos.

Sí: no podemos seguir permitiendo que la Tierra entera se doblegue, insignificante, a los desvaríos de unos cuantos.

Salvar Venecia

miércoles, 4 de diciembre de 2019


Es un patrimonio mundial. Nos pertenece a todos. Todos debemos colaborar para que este tesoro cultural se conserve debidamente. Igual que Notre Dame. Igual que la Amazonia. Es otro inmenso error del actual sistema plutocrático que margina el multilateralismo democrático y que pone en manos de unos pocos países –de uno sólo en realidad- la gobernanza del destino común.

Cada día se invierten en armas y gastos militares más de 4000 millones de dólares, al tiempo que –no me canso de repetirlo- mueren de hambre y extrema pobreza miles de personas, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad. Fondos, más fondos, insaciables fondos para la defensa territorial… ¿Y qué queda para los habitantes de estos territorios? ¿Qué recursos para una vida digna en espacios tan protegidos mediante artificios bélicos progresivamente más eficaces y costosos? ¿Qué tecnologías se desarrollan para hacer frente a las catástrofes naturales, a los incendios, a las  inundaciones, a los terremotos…?

La humanidad se halla desasistida en las cinco prioridades establecidas por las Naciones Unidas -alimentación, agua, servicios de salud, cuidado del medio ambiente y educación- y en la capacidad de prevenir y de actuar frente a las amenazas globales. Con Barack Obama como Presidente, en otoño de 2015, se logró una pausa de  esperanza: tras desoír durante muchos años los consejos de los científicos para evitar el deterioro ecológico, subrayando en algunos casos el carácter irreversible de ciertos procesos, logró que los más avisados reaccionaran y suscribieran, en el marco multilateral, los Acuerdos de París sobre Cambio Climático y la Resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para “transformar el mundo”. Todo parecía indicar que se habían -¡ya era  hora!- reconducido las gravísimas situaciones que habían originado irresponsables gobernantes.

Pero la esperanza duró muy poco: la elección de Donald Trump como Presidente de los Estados Unidos, condujo -como era de esperar por la reconocida animadversión al multilateralismo que caracteriza al Partido Republicano de los Estados Unidos- a la exigencia, inmediatamente aceptada por el G7, de mayores fondos para defensa y a la aseveración de que no pondría en práctica los ODS ni los apremiantes acuerdos sobre cambio climático… ¡Y no hubo respuesta alguna institucional ni personal al inmenso agravio que hacía al conjunto de la humanidad el inverosímil presidente norteamericano!

Expongo todo esto para que comprendamos que salvar Venecia forma parte del viraje que debemos realizar sin demora a escala planetaria. Es inaplazable, a través de grandes clamores populares tanto presenciales como en el ciberespacio, fomentar un nuevo concepto de seguridad que atienda las prioridades ya indicadas para una vida digna y que, siempre en el marco multilateral, permita resolver la mayoría de los conflictos –como pretendieron Wilson y Roosevelt- a través de la palabra y no de la fuerza.

Por primera vez en la historia nos hallamos ante un caso inminente de responsabilidad intergeneracional, ya que debido a la ya subrayada irreversibilidad potencial de algunos procesos, la habitabilidad de la Tierra en su conjunto podría verse afectada y el histórico error de no haber sabido evitarlo recaería sobre las generaciones actuales.

Venecia se hunde… y se eleva simultáneamente el nivel del mar. Hace siglos que se desviaron ríos y se construyeron muros y grandes presas. Desde hace más de tres décadas –recuerdo las actividades llevadas a cabo por la UNESCO en los años noventa- se realizó un estudio de gran interés hidrológico para poder contener, a través de 78 diques o barreras móviles adecuadamente situadas en las entradas a la  laguna de Venecia, las “aguas altas”… El MOSE (módulo experimental electromecánico proyectado al final de la década de los ochenta) se fue perfeccionando y parecía que su puesta en práctica solucionaría la protección de la “ciudad acuática”. Una vez más, se han dedicado grandes sumas a los bombarderos y cohetes para plena satisfacción de los consorcios bélico-industriales, pero se ha demorado la puesta en práctica y eficaz funcionamiento de los diques que debían “aislar” la laguna del Mar Adriático. El sistema de compuertas se inició finalmente en el año 2003 y debía estar en funcionamiento en 2016.

¡35 millones de turistas al año! Todo el mundo, directamente o a través de los medios de comunicación, debe recorrer y disfrutar de la ciudad de los canales, uno de los más inverosímiles patrimonios culturales de la humanidad. La deriva neoliberal va acompañada de una mayor brecha social, de la única razón de la fuerza y del progresivo deterioro de la habitabilidad de la Tierra, debido a que por primera vez en la historia de la humanidad, tienen incidencia ecológica diversos aspectos propios de la actual forma de vida de casi 7000 millones de seres humanos. Es intolerable que, habiéndose alcanzado acuerdos muy importantes en 2015 sobre el Cambio Climático y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el Presidente republicano Donald Trump siga marcando el ritmo de la vida en el conjunto del planeta sin que  nadie se oponga a sus designios. Hasta ahora. Venecia, la Amazonia, los incendios en California… pueden ser los detonantes que inicien la reacción popular. Ha llegado el momento de “Nosotros, los pueblos”. De no ser nunca más espectadores, sino actores de nuestro propio destino.

Bolivia: acción multilateral inmediata

lunes, 25 de noviembre de 2019


Las Naciones Unidas, con el seguimiento y respaldo de la Unión Europea y otras asociaciones regionales, deben intervenir sin dilación en Bolivia para detener de una vez el descalabro neoliberal que está desmoronando y ensangrentando el escenario latinoamericano.

Las Naciones Unidas no pueden seguir observando y esperando a ver qué dicen y hacen los grupos plutocráticos (G7, G8, G20) cuya desastrosa gobernanza, liderada por el Partido Republicano de los Estados Unidos, está afectando no sólo social y políticamente sino ecológicamente al conjunto de la humanidad.

El decreto de la auto-proclamada Presidenta que confiere impunidad a los militares en sus intervenciones represivas, constituye el colmo de lo tolerable. Los grandes consorcios mercantiles, que están en el origen de estos desafueros, miran a otro lado. Nunca el “patio” estuvo tan agitado  y tan sometido. ¡Y tan ineficaces las instituciones creadas para una diligente previsión y acción correctora… con sede en Washington!

Ha llegado el momento de los “pueblos”. De la ciudadanía expresando pacíficamente sus reivindicaciones, bajo la supervisión de las Naciones Unidas. Que todos pidan –presencialmente y en el ciberespacio- su apremiante intervención. De otro modo, los horizontes del gran continente permanecerían muy sombríos.


Si desea adherirse a la petición, envíe un email a: 

Adhesiones:

Federico Mayor Zaragoza. Presidente de la Fundación Cultura de Paz

Rigoberta Menchú. Premio Nobel de la Paz

Roberto Savio. Presidente de Other News

Pilar del Rio - Saramago. Presidenta, Fundação José Saramago, Portugal-España

José António Pinto Ribeiro. Ex ministro de Cultura, Portugal

Francisco Louçã . Miembro del Consejo del Estado, Portugal

Pablo Azócar. Escritor, premio metropolitano de Literatura, Chile

Roberto Pizarro. Ex ministro de Planficación, Chile

Josep Mª Mas i Garcia. Socialistes de Montserrat


Juan Antonio Aguilera Mochón. Profesor de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad de Granada


Manuel Dios Díaz. Profesor jubilado. Fundador de Seminario Galego de Educación para a Paz.

Miguel Ángel Ortega Guerrero. Presidente de Asociación Reforesta


Montserrat Ponsa Tarrés. Escritora. Delegada Fundación Cultura de Paz Catalunya

Azril Bacal Roij. Profesor-Investigador de Educación para Culturas de Paz, CIPAE-Puebla, México

Coronel Vasco Lourenço. Gobernador militar de Lisboa en 1975, durante la "revolución de los claveles", que puso fin a la dictadura lusa (1928-1974)

Dirección de la Associação 25 de Abril, que congrega a los militares que en 1974 derrocaron el régimen de Salazar-Caetano


Jordi Gas Riera

Jaime Ruiz Reig. Presidente de AMESDE

Antonio Lameiro Couso

Ana Isabel Prera. Ex-Ministra de Cultura de Guatemala


“Yo que tanto callar ya no podía”… (a propósito de la próxima Cumbre del Clima)

jueves, 14 de noviembre de 2019


¡Han pasado cuatro años desde que se suscribieran los Acuerdos de París y se adoptó la Resolución en la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la Agenda 2030 (Objetivos de Desarrollo Sostenible), en  el otoño de 2015! Ha llegado el momento de adoptar, atendiendo puntualmente los datos de rigor científico, las medidas inaplazables propias de la responsabilidad intergeneracional.

Debe comunicarse al Presidente Trump que es intolerable que no siga las pautas suscritas por su antecesor. Y que no se trata de algo que afecte al pueblo norteamericano sino a la Tierra en su conjunto. Es un caso de lesa humanidad… y “Nosotros, los pueblos” no vamos a aceptar lo inaceptable.

Seguimos de cumbre en cumbre… sin que se pongan en práctica a continuación las medidas concretas adoptadas:

-En 1992 se celebró en Río de Janeiro la I Cumbre de la Tierra, suscribiéndose un convenio marco sobre cambio climático en el que los firmantes debían reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero.

-En 1997 se firma el Protocolo de Kyoto dirigido específicamente a los países más desarrollados para que reduzcan emisiones.

-En 2002, la II Cumbre de la Tierra en Johannesburgo…

-En 2015 los Acuerdos de París, en la que todos los países suscriben reducir sus emisiones y, casi simultáneamente, las Naciones Unidas adoptan la Resolución ya mencionada “para transformar el mundo”.

Sin embargo, en lugar de estabilizar o reducir las emisiones, siguen incrementándose. Cada vez los horizontes se ciernen más sombríos en lugar de esclarecerse.

Ciencia y consciencia: ha llegado el momento de decir ¡basta!, de unir manos y voces –ahora que, por fin, “los pueblos” ya pueden expresarse- y forzar acciones que, de otro modo, el “gran dominio”, los grandes consorcios, seguirán entorpeciendo.

Es enormemente decepcionante comprobar que, en 2019, los múltiples aldabonazos sobre la calidad de la habitabilidad de la Tierra y las responsabilidades intergeneracionales  han sido desoídos por gobernantes inoperantes  y amilanados.

Ya en la década de los cincuenta del siglo pasado la UNESCO había creado la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y puesto en marcha programas internacionales geológicos, hidrológicos y oceanográficos, que desembocaron pocos años más tarde en la creación de “El Hombre y la Biosfera”. En 1971, el Club de Roma, con Aurelio Peccei al frente, publica “Los límites del crecimiento” y, en 1979, en la Academia de Ciencias de los Estados Unidos, se advierte  con contundencia de que no sólo  las emisiones se incrementan sino que disminuye la capacidad de recaptura de anhídrido carbónico por parte de los océanos. Inmediatamente se crea por la Exxon Mobile una fundación –favorecida acto seguido por varios países del Golfo en particular- para contrarrestar con falsedades emitidas por científicos a sueldo, las alerta de la Academia de Ciencias. Pasaron varios años hasta que en la revista “Newsweek” se descubrió la gran mentira… y no pasó nada. La fuerza mediática y de distorsión del “gran dominio” (financiero, militar, energético, mediático) es de tal calibre que logra inmediatamente “normalizar” situaciones que deberían, bien al contrario, propiciar acciones muy firmes de asociaciones multilaterales y de países gobernados responsablemente.

En 2015, gracias en buena medida al Presidente Obama -¡hasta el Papa Francisco escribió una encíclica “ecológica”!- se lograron los Acuerdos de París, suscritos por la práctica totalidad de los países del mundo… y todo parecía indicar que iba a reconducirse de forma apropiada un tema que, por tratarse de procesos potencialmente irreversibles, revestía un peligro especial sobre la calidad de la vida en la Tierra.

Sin embargo -siempre el Partido Republicano de los Estados Unidos contra el multilateralismo- el Presidente Trump anunció que no iba a poner en práctica ni los Acuerdos sobre Cambio Climático ni la Agenda 2030 sobre Sostenibilidad, al tiempo que reclamaba con urgencia mayores inversiones para defensa. Y los grupos plutocráticos -¡cómo no!- accedieron inmediatamente para que el “consorcio bélico-industrial” de los Estados Unidos siguiera creciendo y alcanzara a superar los más de 4000 millones diarios con que cuenta actualmente para gastos y armas militares, al tiempo que, no me canso de repetirlo, mueren de hambre miles de personas, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad.

¡Además, Estados Unidos se ha convertido, utilizando el procedimiento  contaminador del “fracking”  en gran productor y exportador (¡) de petróleo! Y es necesario y urgente conocer qué está sucediendo en la Amazonia e identificar a los culpables…

Ha llegado, pues, el momento de la firmeza, de la lúcida advertencia a quienes, por la irreversibilidad potencial de muchos procesos, amenazan gravísimamente el porvenir de la humanidad en su conjunto, de que no hay más gobernanza que la de un multilateralismo bien arropado por todos para intentar detener el deterioro que afectaría a la vida digna de millones de seres humanos.

Hace unos meses propusimos un gran acuerdo de las comunidades académica, científica, artística, literaria,  intelectual en suma (https://aeac.science/pacto2019/ )  para que liderara  e impulsara grandes movilizaciones a escala mundial para el refuerzo inmediato de un  multilateralismo democrático que permitiera la puesta en práctica sin demora de los Acuerdos de París y de la Agenda 2030.

Es ahora insoslayable. Tan sólo hace unos días leíamos en la prensa que “Delhi se ahoga”… Al “portazo” de Trump debe responderse con un gran “portazo” de millones de seres humanos, especialmente los jóvenes, los más afectados por sus medidas contra el conjunto de la humanidad, lo que representaría sin duda un efecto de gran calado y corrector.

Como dijo Garcilaso, ya no podemos callar. Seríamos cómplices de un delito de silencio, de lesa humanidad.


Publicado en Other News

“Ciencia y sociedad: una visión científica para un futuro diferente”

martes, 5 de noviembre de 2019


Este es el título de la I Conferencia de la AEAC (Asociación Española para el Avance de la Ciencia) que se celebrará los días 5 y 6 de noviembre en Madrid. Ha llegado el  momento –que la  irreversibilidad potencial hace apremiante- de reducir las sombrías tendencias actuales propias de la deriva neoliberal que ha sustituido el multilateralismo por la plutocracia (grupos G7, G8, G20), ha favorecido una economía de especulación, deslocalización productiva y guerra (todos debemos ser conscientes de que cada día se invierten más de 4000 millones de dólares en armas y gastos militares al tiempo que mueren de hambre miles de personas, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad) y ha desoído los llamamientos de la comunidad científica para la oportuna adopción de medidas contra el cambio climático y la puesta en práctica sin dilación de los ODS ( Objetivos de Desarrollo Sostenible, Agenda 2030) adoptados por la Asamblea General de las Naciones Unidas en noviembre de 2015 “para transformar el mundo”.

Hasta hace poco, la inmensa mayoría de la  humanidad se hallaba sometida a un poder absoluto masculino que imponía el perverso adagio de “si quieres la paz, prepara la guerra”. Y los seres humanos, incapaces de ver más allá de su entorno inmediato, eran obedientes, temerosos, silenciosos… El “gran dominio” (financiero, energético, militar, mediático) ha impuesto sus designios y, progresivamente, el supremacismo, la insolidaridad, la codicia, la indiferencia… se han globalizado.

Ahora, por fin, podría convertirse en realidad el protagonismo que  la primera frase de la Carta de las Naciones Unidas asigna a “los pueblos”. En 1945 era prematuro: todo fueron Estados y hombres en lugar de “pueblos”. Pero ahora hace tres décadas que, con la tecnología digital, los seres humanos saben lo que acontece y, sobre todo, pueden expresarse libremente. Los pueblos ya tienen voz. Y voz no sólo masculina sino también femenina porque la mujer, progresivamente, está alcanzando, en total pie de igualdad, el lugar y el ejercicio de las funciones que le corresponden.

La sociedad ya se halla ahora facultada para tomar en sus manos las riendas del destino común y hacerlo con la fuerza de la razón y no con la razón de la fuerza, con la fuerza de la palabra, germinando la cultura de paz en donde siempre lo hizo la cultura de la guerra, y favoreciendo la solidaridad, las manos abiertas y nunca más alzadas ni armadas.

Ahora ya podemos unir las voces y hacer frente al “gran dominio” con inmensos clamores populares, tanto presenciales como, particularmente, en el ciberespacio. El silencio puede ahora convertirse en el cómplice de la inacción y de la degradación de la calidad de vida. Delito de silencio. Corresponde a las comunidades académica, científica, artística, literaria, intelectual en suma, liderar la movilización ciudadana y llevar a cabo, antes de que sea demasiado tarde, los cambios radicales que son exigibles. Es urgente el mayor número posible de entidades en este Acuerdo para favorecer esta inflexión que, de otro modo, no tendrá lugar. El texto completo del Manifiesto puede hallarse en https://aeac.science/pacto2019/ .

Con mucha dificultad –por el cambio abrupto que representa- la gente se ha ido dando cuenta de que los retos globales requieren respuestas globales y, con mayor dificultad todavía si cabe, de la irrelevancia cuantitativa de la mayoría de países y asociaciones regionales que, como sucedió en Europa hace unos años, pueden representar, no obstante, un gran valor cualitativo (democracia, derechos humanos universales, solidaridad, fomento de la ciencia y la innovación…).

Es inaplazable un nuevo concepto de seguridad que atienda no sólo a la defensa de los territorios sino de las necesidades básicas de los seres humanos que los habitan (alimentación, agua potable, servicios de salud, cuidado del medioambiente, educación). Y un nuevo concepto de trabajo que dé servicio a la sociedad en su conjunto, de tal modo que el progreso científico no actúe en detrimento sino muy a favor de la dignidad de cada ser humano.

Los tiempos actuales se caracterizan por ser convulsos y llenos de sobresaltos. La crispación se contagia y el nivel de autocontrol disminuye. La espiral de protesta se acelera porque representan a sociedades progresivamente conscientes que se movilizan porque aspiran a otro nivel de vida, a otro estilo de vida y a otro futuro. En especial se han movilizado los jóvenes ante la urgencia de medidas que mitiguen el cambio climático, y también las mujeres reclamando igualdad y más oportunidades de ser protagonistas de la historia.

La ciencia debe ayudar al ciudadano para que no quede a merced de unos grandes consorcios internacionales y de unos pocos gobiernos. El difícil equilibrio radica en cómo gestionar social y éticamente la ¿inevitable? Globalización.

Es imprescindible no confundir educación con capacitación, conocimiento con información e información con noticia. Es, pues, preciso, verificar bien las informaciones tan rápidamente asequibles en la actualidad, para que, en breve plazo, la humanidad sea capaz de que sean los conocimientos y no los intereses los que orienten la brújula del mañana.

Hace  un año y medio, un grupo de científicos y ciudadanos creamos la Asociación para el Avance de la Ciencia, AEAC, como un movimiento cívico que plantea la aplicación del método científico al análisis de la realidad y de los retos globales que tiene planteados esta generación. En la conferencia que se va a celebrar próximamente, se plantean temas como: ¿de qué forma actuar frente a la emergencia climática?; la dinámica / equilibrio ciudades y el medio rural; servicios sanitarios de calidad como gran prioridad…

Deseamos unirnos  a la mayor brevedad posible con otras asociaciones y federaciones nacionales e internacionales para, bien unidos y concertados, poder reaccionar a tiempo y favorecer el “cambio de rumbo y nave”, como tan lúcidamente recomendó José Luis Sampedro.

Invitamos a todos a unirse a este movimiento ciencia-sociedad que nos permitirá alinearnos con los Objetivos de Desarrollo Sostenible patrocinados por la ONU como esenciales si queremos transmitir a nuestros descendientes un futuro mejor que nuestro presente.


Ver en el siguiente enlace: https://aeac.science/presentacion-federico-mayor-cys/

30 aniversario de la Convención Internacional de los Derechos del Niño

domingo, 27 de octubre de 2019


Hay que difundirla, hay que proclamar la apremiante necesidad  de su puesta en práctica como prioridad personal y colectiva para hacer frente a los desafíos globales –algunos potencialmente irreversibles- que la deriva neoliberal y su gobernanza plutocrática (G7, G8, G20) ha planteado a la humanidad en su conjunto.

Cada niño es el patrimonio supremo a proteger, a prevenir, a remediar. Sólo si logramos incorporar esta implicación en la “hoja de ruta” del comportamiento cotidiano de todos será posible superar los sombríos vaticinios que se ciernen sobre una ciudadanía mundial que el “gran dominio” (militar, financiero, energético, mediático) mantiene distraída y atemorizada, con informaciones que en gran medida requieren verificación y que, en lugar de promover “actores muy activos” procuran espectadores impasibles…

En lugar de la globalización del compromiso social, se ha globalizado la indiferencia. En lugar de incrementarse la ayuda al desarrollo, se ha alcanzado la más inconcebible y manifiesta insolidaridad.


Hasta hace poco, lo seres humanos no podíamos expresarnos libremente. Pero ahora, gracias a la tecnología digital, la gente ya sabe lo que acontece y puede manifestar su opinión. Y, sobre todo, la mujer se incorpora progresiva y rápidamente, en el plano de total igualdad que le corresponde, al escenario público. Desde el origen de los tiempos, la humanidad ha vivido sometida a un poder absoluto masculino, basado en la razón de la fuerza. “Si vis pacem, para bellum” (si quieres la paz, prepara la guerra). La inmensa mayoría de los seres humanos nacían, vivían y morían en unos kilómetros cuadrados, y no sabían más que lo acontecía en su entorno inmediato. Eran obedientes, silenciosos, sumisos. Ahora, en pocos años, el panorama se ha modificado sustancialmente, de tal modo que el silencio se convierte en cómplice y delito.  Es inaplazable –porque mañana puede ser tarde- actuar de tal manera que seamos capaces de cambiar “de rumbo y nave”, según la lúcida expresión de José Luis Sampedro.

El inmenso poder mediático hace que una gran proporción de “Nosotros, los pueblos” se halle abducida por temas y espectáculos que la mantienen inactiva, distraída, sin implicación, sin intervenir, sin comprometerse.

Es especialmente inadmisible que las comunidades académica, científica, artística, literaria, intelectual, en suma, sigan sin liderar la movilización popular. En los últimos años, por fortuna, son la mujer y la juventud los que asumen responsablemente las funciones que les corresponden.

No me canso de recordar que todos los días se invierten en armas y gastos militares más de 4000 millones de dólares al tiempo que mueren de hambre y de pobreza extrema miles de personas, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad. Pero a los que se guían exclusivamente por el PIB, por el índice de crecimiento económico y no de desarrollo humano, estas noticias no les conmueven. Por ello, en estos momentos tenemos que añadir que la sustitución de la razón de la fuerza por la fuerza de la  razón, la plena incorporación de la palabra en lugar de los cañones para la solución de los conflictos es insoslayable porque, si se siguen desoyendo estos argumentos, se producirá un deterioro tal en la habitabilidad de la Tierra que ya no podremos garantizar una vida digna a nuestros descendientes, a las generaciones venideras. Esta es hoy la gran responsabilidad, esta es  hoy la gran apelación.

Desde mediados del siglo pasado, la UNESCO ya proclamó que era preciso tener muy en cuenta la relación hombre-biosfera. Y creó un Programa específico sobre esta cuestión, y grandes proyectos internacionales hidrológicos, geológicos y oceanográficos. A principio de la década de los 70, el Club de Roma, con su fundador Aurelio Peccei al frente,  advirtió de la necesidad de “limitar el crecimiento”. Y en 1979, la Academia de Ciencias de los Estados Unidos puso de manifiesto que no sólo las emisiones aumentaban a un ritmo inaceptable sino que la recaptura del anhídrido carbónico por parte de los océanos estaba disminuyendo, debido a que los barcos transportadores de petróleo lavaban sus tanques después de la destilación en alta mar, en lugar de utilizar las instalaciones portuarias adecuadas. La reacción fue contraria a la deseable: se constituyó una gran Fundación Exxon-Mobile para demostrar “científicamente” lo contrario…

Oídos sordos. Oídos sordos sobre todo  del Partido Republicano de los Estados Unidos, que nunca ha sido partidario del multilateralismo, cuando los problemas globales no pueden resolverse más que con medidas globales. Hace un siglo, en 1919, impidió que la Liga de Naciones, creada por el presidente demócrata, Woodrow Wilson, fuera eficaz y evitara un nuevo conflicto, porque consiguió -¡qué atroz incoherencia!- que Estados Unidos no formara parte de la misma. Y así fue posible todo lo que sucedió en el corazón de Europa en los años 20 y 30, los brotes de supremacismo, de fanatismo, de xenofobia… que desembocaron en la segunda guerra mundial.  En los años 80 concluye la “guerra fría”, la carrera armamentista entre las dos superpotencias que había ensombrecido la actuación del excelente diseño multilateral del Presidente Roosevelt, con unas Naciones Unidas dotadas de unas Organizaciones especializadas en las grandes prioridades de la alimentación, la salud, la educación, la ciencia y la cultura, el medioambiente, el desarrollo sostenible… y, especialmente en los niños. UNICEF, ha sido, sin duda alguna, y seguirá siendo, un gran motor de acción porque para la inmensa mayoría de la gente la palabra “niño” es la que lleva de forma inmediata a la participación, al compromiso personal…

¡Con la excepción del Partido Republicano de los Estados Unidos! Recuerdo cuando en noviembre del año 1989, Jim Grant, el gran gigante de la cooperación internacional y fundador de UNICEF, me invitó –en calidad de Director General de la UNESCO a la sazón- a la solemne firma de la Convención Internacional sobre los  Derechos del Niño. En la Asamblea General de las Naciones Unidas, se reunió “todo el mundo”. Jim iba y venía saludando a Jefes de Estado, Reyes, Emperadores, Primeros Ministros… Nadie, nadie rehúsa participar en favor de la infancia. De pronto, pálido, consternado,  me indica que el Presidente de los Estados Unidos, George Bush padre, acaba de manifestar que no firmará la Convención. “¡Pero si nos hemos reunido aquí para esto, como usted sabe muy bien…!”. Fuimos muchos los que intentamos persuadir al Presidente, que se mantenía ilógicamente, absurdamente, en contra de firmar la Convención. Decidimos proponerle que firmara (¡no firmara!) en último lugar, como Presidente del Estado anfitrión, para no dar lugar a un seguimiento de su actitud por parte de otros países que no comprenderían cómo se les  había citado desde el otro lado del mundo para lo que allí estaba ocurriendo… Cuando  iba a comunicar que no firmaba empezamos a cantar: “We are the world, we are the children”… de tal manera que la mayor parte de asistentes no conocieron la noticia de que los Estados Unidos no habían suscrito la Convención hasta el día siguiente. Y siguen sin haber firmado, a pesar de los esfuerzos de Obama. ¡El único país del mundo que, por influencia del Partido Republicano, no ha suscrito la Convención!

En otoño de 2015, los Acuerdos de París  sobre el Cambio Climático y la adopción por las Naciones Unidas de los Objetivos sobre Desarrollo Sostenible “para el progreso del mundo”, representaron una pausa de esperanza a escala mundial… hasta que, inmediatamente después de su nombramiento, el insólito Presidente Donald Trump anunciara que no pondría en práctica estos acuerdos… y que lo único importante era ¡más dinero para defensa! Los G7 ratificaron inmediatamente esta petición… pero ninguno se atrevió a decirle al Presidente Trump que debía cumplir los compromisos internacionales refrendados por su antecesor.

Es ahora, pues, apremiante, refundar el  multilateralismo, poner en mano de todos los países y no de seis, siete o veinte la gobernanza mundial. Y hacerlo con urgencia, teniendo en cuenta nuestras responsabilidades intergeneracionales. El 17 de diciembre de 1998, el formidable “Máximo” publicó en “El País” la viñeta que ahora se reproduce. Está claro que debemos procurar invertir los tamaños para alcanzar un gran Pacto Mundial por la Infancia, de acuerdo a las directrices de la Convención.




Sólo en la medida en que pongamos en marcha  un nuevo concepto de seguridad basado en las prioridades antes indicadas de las Naciones Unidas seremos capaces de reconducir  la actual deriva a escala global. Y no me cabe duda alguna de que el mejor aldabonazo es siempre el que lleva la imagen de una niña o de un niño. Esto es lo que el Comité Español de UNICEF ha puesto de manifiesto para conmemorar el 30 aniversario de la proclamación de los Derechos de la Infancia: la reacción popular, ahora ya posible presencial y en el ciberespacio, deberá ser liderada por este convencimiento. He repetido con frecuencia aquella frase maravillosa de Eduardo Galeano en que una niña, al bajar del autobús de una excursión escolar que le llevaba por primera vez a ver el mar, tiró de la falda de la maestra y le dijo: “Maestra, ayúdeme a mirar”. Ahora son los niños los que deben ayudarnos a mirar a quienes tenemos la responsabilidad de llevar a efecto un cambio radical de la situación actual, de refundar un Sistema multilateral y eliminar todas estas fórmulas inoperantes y tendenciosas, de tal modo que podamos en breve plazo ser “Nosotros, los pueblos” los que, de la mano de los niños, sepamos recorrer iluminados caminos del mañana.

Publicado en: Other News 

24 de octubre, Día Internacional de las Naciones Unidas

jueves, 24 de octubre de 2019


Hoy 24 de octubre se celebra el “Día Internacional de las Naciones Unidas” y quiero aprovechar esta celebración para recordar  lo que he dicho en tantas ocasiones y no me canso de repetir que “es necesario y apremiante poner en práctica la Carta de las Naciones Unidas y el diseño de cooperación, solidaridad, justicia y libertad para la “igual dignidad de todos los seres humanos” http://federicomayor.blogspot.com/search/label/Naciones%20Unidas%3B%20Refundaci%C3%B3n%20de%20las%20Naciones%20Unidas , tan bien establecidos en los “principios democráticos” de la Constitución de la UNESCO”… y, que “la humanidad hace frente, por primera vez en su historia, a procesos potencialmente irreversibles, lo que imprime un especialísimo vigor y rigor a las medidas que deben adoptarse para no alterar –lo que constituiría un histórico error- la calidad del legado intergeneracional”... http://federicomayor.blogspot.com/search/label/multilateralismo

Tan, tan, tan… tantos tanques

martes, 15 de octubre de 2019


En marzo de 1990, siendo Director General de la UNESCO, escribí el poema que transcribo a continuación con mayor convicción todavía:

Y no entiendo soldadito
a quien te ha puesto en las manos
un fusil y no una pluma,
un fusil y no otra mano…
F. Mayor Menéndez, 1975

Tanques,
tanques,
tan, tan
tantos tanques.
Relucen al sol
los decorados pechos
de los oficiales.
Los aviones
y la marina,
con sus misiles
también desfilan.
Pasa ahora
al paso,
en batallones,
la infantería.
¡Cuántos pupitres, aulas,
libros,  libres,
podrían salir
de esos fusiles!
Millares de soldados
y carros de hierro
abrillantados
mientras millones
viven inclinados,
de hinojos
suplicando siguen
hasta que tengamos
el coraje
de concluir la farsa
y,  por fin, alzarles.

Multilateralismo democrático para un apremiante nuevo concepto de seguridad

jueves, 3 de octubre de 2019


La humanidad hace frente, por primera vez en su historia, a procesos potencialmente irreversibles, lo que imprime un especialísimo vigor y rigor a las medidas que deben adoptarse para no alterar –lo que constituiría un histórico error- la calidad del legado intergeneracional.

Disponemos hoy de muchos diagnósticos sobre los distintos aspectos de la situación a escala mundial pero carecemos de tratamientos a tiempo. Como científico, debo insistir en la imperiosa y apremiante necesidad de actuar antes de que se alcancen puntos de no retorno. Debemos actuar siguiendo directrices científicas antes de que la calidad de la habitabilidad de la Tierra no se deteriore.

Los heraldos de la “seguridad” convencional, recorren la Tierra frotándose las manos por los beneficios de los artificios bélicos que venden, incluso a los más menesterosos… porque “la seguridad es lo primero”.

Durante siglos, con un poder absoluto masculino, ha prevalecido -no me canso de repetirlo- la razón de la fuerza sobre la fuerza de la razón, escudados los líderes en el perverso adagio “Si quieres la paz, prepara la guerra”, jaleados, con las más oscuras alarmas y amenazas, por los productores de armamento, interesados siempre en que la paz aparezca como una pausa entre dos guerras. Las colosales inversiones diarias en seguridad territorial alcanzan 4,000 millones de dólares cuando mueren, en el mismo período de tiempo, miles de  personas de hambre y desamparo, la mayoría niñas y niños de 1 a 5 años de edad.

Hasta hace bien poco, la inmensa mayoría de los ciudadanos eran espectadores impasibles en lugar de actores comprometidos, implicados. Los medios de comunicación –muchos de ellos son “la voz de su amo”- constituyen, en afortunada expresión de Soledad Gallego, una potentísima arma de “distracción masiva”.

Son las mujeres y los jóvenes los que están demostrando, presencialmente y en el ciberespacio, que el tiempo del silencio y sumisión ha concluido. Hoy, gracias en buena medida a la tecnología digital, son muchos los seres humanos que pueden expresarse libremente,  que saben lo que acontece y, sobre todo, la mujer, marginada durante siglos, se halla en camino de desempeñar, en muy pocos años, el importante papel que, en plano de completa igualdad, le corresponde.

Las comunidades científica, académica, artística, literaria, intelectual en suma, deberían, conscientes de la gravedad de la situación y las tendencias, liderar la reacción popular ante una situación mundial de emergencia humanitaria. Pero la maraña pluridimensional que acompaña la deriva neoliberal y la gobernanza de sus grupos plutocráticos (G7, G8, G20) ha impedido hasta ahora –hay repuntes muy recientes que pueden ser de gran interés a este respecto- que se adoptaran las medidas que en el otoño de 2015 llenaron de esperanza a los más advertidos de la gravedad de las amenazas globales de un mundo en manos de irresponsables. En efecto, la Resolución de 21 de octubre de 2015 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, por la que se fija la Agenda 2030 con 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, se titula “Para transformar el mundo”. Y, de inmediato, se logra en París la firma de los Acuerdos sobre Cambio Climático convencidos de que era imprescindible, pensando en nuestros descendientes, actuar de forma inaplazable.

Los grandes poderes actuales siguen pensando que la fuerza militar es la única expresión y referencia de "seguridad". Gravísimo error, costosísimo error que se ocupa exclusivamente de los aspectos bélicos y deja totalmente desasistidos otros múltiples aspectos de la seguridad "humana", que es, en cualquier caso, lo que realmente interesa. 

Es imprescindible un nuevo concepto de seguridad en que, junto a la de los territorios, tenga en cuenta la alimentación, salud, educación, cuidado del medio ambiente… de los que habitan estos territorios.

Cuando nos apercibimos de la dramática diferencia entre los medios dedicados a potenciales enfrentamientos y los disponibles para hacer frente a recurrentes catástrofes naturales (incendios, inundaciones, terremotos, tsunamis,...) constatamos, con espanto, que el concepto de "seguridad" que siguen promoviendo los grandes productores de armamento es no sólo anacrónico sino altamente perjudicial para la humanidad en su conjunto, y que se precisa, sin demora, la adopción de cambios radicales bajo la vigilancia atenta e implicación directa de las Naciones Unidas. 

Cuando admiramos la heroica actuación de unos expertos bomberos y unos cuantos helicópteros con los que se hace frente a incendios como los de Canarias, Portugal, California… ¡la Amazonia! y recordamos la "plenitud" del F-16 y F-18, y los misiles y escudos anti-misiles, y los portaaviones, y las naves espaciales... Cuando seguimos las acciones admirables que llevan a cabo tanta gente y voluntarios para rescatar a algunas personas todavía vivas después de un terrible seísmo, sentimos el deber ineludible de alzar la voz y proclamar, como ciudadanos del mundo, que no seguiremos tolerando los inmensos daños, con frecuencia mortales, que sufren por tantas otras modalidades de "inseguridad" quienes -una gran mayoría- no se hallan protegidos por los efectivos militares. 

La seguridad alimentaria, acceso a agua potable, servicios de salud, rápida, coordinada y eficaz acción frente a las situaciones de emergencia... es -ésta y no otra- la seguridad que "Nosotros, los pueblos..." anhelamos y merecemos.

Irreversible deterioro ambiental, muertos de hambre y pobreza extrema, incendios y otras catástrofes, emigrantes... Estos son los objetivos que ahora, por un acuerdo unánime a escala mundial, conscientes de que se trata de una responsabilidad generacional que a todos concierne, deben abordarse de forma impostergable. La inercia de los poderes hegemónicos tradicionales y de los obcecados supremacistas y minimalistas  sigue impidiendo la concentración global que se precisa.

“Situaciones sin precedentes requieren soluciones sin precedentes”, en feliz expresión de Amin Maalouf que no me canso de repetir. Es apremiante la refundación del Sistema de Naciones Unidas, con voto ponderado pero sin veto, en el que tengan representación no sólo los Estados sino, como reza la Carta, “los pueblos”, para que, en el menor tiempo posible,   el progreso científico permita una vida digna para todos los habitantes de la Tierra, a través de una economía que atienda las prioridades, bien establecidas ya, conducentes a un desarrollo humano y ecológicamente sostenible.

Todo ser humano igual en dignidad: esta debe ser la referencia para los cambios radicales que son ahora apremiantes. Hasta hace pocas décadas, “Nosotros, los pueblos”, no podíamos expresarnos.  Ahora, por primera vez en la historia, ya podemos. Ya somos mujer y hombre. Y ya somos conscientes de que “mañana puede ser tarde” y de que el deterioro de la calidad de vida no tiene marcha atrás. Ahora ya podemos sustituir la fuerza por la palabra. Y ser millones y millones los que, un día señalado, escriban en sus móviles “NO”… a las políticas actuales, a  los grupos oligárquicos que pretenden retener en sus manos las riendas del destino común… Y decir “SÍ” a la eliminación completa de las armas nucleares… y a los comportamientos cotidianos solidarios…  Y decir “SÍ” a un Sistema de Naciones Unidas dotado de los recursos personales, financieros, técnicos y de defensa necesarios para el pleno ejercicio del multilateralismo democrático… para hacer posible un nuevo concepto de seguridad.  


Gran movilización ciudadana

viernes, 27 de septiembre de 2019


en la lucha contra el cambio climático y la puesta en práctica inaplazable de la Agenda 2030 para “transformar el mundo”.

El futuro ya está aquí. Constituye una responsabilidad ineludible y apremiante atajar el progresivo deterioro de las condiciones ecológicas, de la habitabilidad de la Tierra. 

“¡Implicaos!” fue el grito – mensaje final de Stephan Hessel. “Tendréis que cambiar de rumbo y nave”, apostilló José Luis Sampedro. Pues bien, ha llegado el momento en que, por fin, los jóvenes están levantando la voz y se están implicando. Podemos sentirnos esperanzados porque el cambio de “rumbo y nave”  está empezando.

Ante este momento de inflexión histórica que estamos viviendo  me viene  a la memoria mi encuentro con Indira Gandhi a principios de los años 80 con motivo de la  presentación del programa de “Investigación y necesidades humanas” que la UNESCO iba a iniciar en Madrás con la colaboración de la Academia de Ciencias Nacional de la India y otras importantes representaciones de otros continentes. Me pidió que la acompañara mientras pasaba entre hombres y mujeres, niños y niñas sentados en el suelo que le presentaban sus peticiones en pequeños manuscritos. Al terminar este “contacto con su gente” –dicen que los leía con detenimiento y procuraba atender las peticiones que le formulaban- mantuve una larga entrevista con ella. Al final, me dijo: “Me parece muy interesante la reunión que van a tener y los programas que están desarrollando. Creo que efectivamente es el conocimiento el que puede resolver la mayor parte de los problemas. Pero, por favor, envíeme una solución después de la reunión en Madrás porque -exclamó sonriendo-  de diagnósticos,  por certeros que sean, voy ya muy sobrada…”.

Nunca lo olvidaré. Nunca deberíamos olvidar lo que me dijo Indira Gandhi aquel día. Porque lo que se necesitan, ciertamente, son soluciones, son pasos hacia el diseño del nuevo mundo que anhelamos.

Es por eso que el clamor de los  jóvenes que estamos empezando a oír es tan importante. Basta ya de palabras, es tiempo de acción. Es tiempo de soluciones. No más “diagnósticos”… Es tiempo de ejecutar sin dilación la Agenda 2030 y los 17 ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) adoptados por las Naciones Unidas en noviembre de 2015 y los Acuerdos de París, el mismo otoño, para luchar contra el cambio climático y los procesos irreversibles que comporta.

Es el momento de dejar de ser espectadores y pasar decididamente a ser actores de nuestra vida y de oír a los científicos y fiarnos de ellos para adaptar nuestro comportamiento cotidiano, nuestro estilo de vida… con los medios de transporte adecuados, con fuentes renovables de energía… y, sobre todo, con un nuevo concepto de seguridad que reduzca al mínimo los inmensos gastos militares y de armamento, pudiendo hacer las inversiones necesarias para el cuidado de la Tierra y para las grandes prioridades, propias de un desarrollo global sostenible y humano: alimentación, agua, salud, medio ambiente, educación y paz… 

Una gran mayoría de ciudadanos, especialmente los jóvenes y las mujeres, liderados por Greta Thunberg, están tomando las calles para reclamar atención al gran desafío que representa la adecuada conservación del medio ambiente, la calidad de vida. Nuestra responsabilidad intergeneracional deberá pasar con apremio al primer plano.

El otro mundo posible que anhelamos y merecemos es hoy, todavía, posible. La movilización ciudadana debe llenarnos de esperanza.

21 de septiembre, Día Internacional de la Paz

viernes, 20 de septiembre de 2019


“Si quieres la paz, sé tú el cambio”,
 Mahatma Gandhi.

“Nosotros, los pueblos”.  Así se inicia la Carta de las Naciones Unidas.  No se refiere a los Estados y a los gobiernos.  Son “los pueblos”, es la sociedad civil la que debe tener el papel que le corresponde. “Nosotros, los pueblos… hemos resuelto evitar a las generaciones venideras el horror de la guerra”.  Es la mejor expresión del multilateralismo democrático, única fórmula de gobernación mundial que puede eliminar a los grupos plutocráticos impuestos por el neoliberalismo que han derivado en una crisis sistémica de hondo calado.

El preámbulo del Acta Constitutiva de la UNESCO establece que “la terrible guerra que acaba de terminar no hubiera sido posible sin la negación de los principios democráticos de la dignidad, la igualdad y el respeto mutuo de los hombres, y sin la voluntad de sustituir tales principios, explotando los prejuicios y la ignorancia, por el dogma de la desigualdad de los hombres y de la razas… La amplia difusión de la cultura y la educación de la humanidad para la justicia, la libertad y la paz son indispensables a la dignidad del hombre y constituyen un deber sagrado que todas las naciones han de cumplir con un espíritu de responsabilidad y de ayuda mutua;…la paz debe basarse en la solidaridad intelectual y moral de la humanidad”. La igual dignidad humana, constituye el punto de referencia ético de unos principios democráticos que permitan “asegurar el respeto universal a la justicia, a la ley, a los Derechos Humanos y a las libertades fundamentales que, sin distinción de raza, sexo, idioma o religión, la Carta de las Naciones Unidas reconoce a todos los pueblos del mundo”.

En estos momentos la tolerancia se hace aún más necesaria y se convierte en un factor indispensable para que la convivencia pacífica sea posible. La Declaración de la Tolerancia  que  propuse precisamente con motivo de la celebración del 50 aniversario de las Naciones Unidas y de la UNESCO en 1995 debe ser, hoy más que nunca, la “hoja de ruta” a seguir.   La palabra tolerancia se presta a confusión. La tolerancia no es magnanimidad ni indulgencia ni se refiere a sentimientos de que algo pueda ser tolerable o intolerable. Consiste básicamente  en saber aceptar las maneras de pensar, los modos de vida, las creencias y las ideologías de los otros.

Hoy, gracias en buena medida a la tecnología digital, son muchos los seres humanos que pueden expresarse libremente,  que saben lo que acontece y, sobre todo, la mujer, marginada durante siglos, se halla en camino de desempeñar, en muy pocos años, el importante papel que, en plano de completa igualdad, le corresponde. En muy pocos años -por eso estamos viviendo momentos fascinantes- se van produciendo cambios muy sustantivos y la capacidad de decisión de la mujer, con las facultades que le son inherentes, está por fortuna incrementándose. Por fin es posible contar con las voces de la mujer y de la juventud, presenciales y en el ciberespacio, para propiciar los cambios esenciales y apremiantes que son exigibles antes de que se alcancen puntos de no retorno.

Hoy más que nunca tenemos que despertar en la gente joven la convicción de que es posible superar los obstáculos e inventar un futuro distinto. La humanidad hace frente, por primera vez en su historia, a procesos potencialmente irreversibles, lo que imprime un especialísimo vigor y rigor a las medidas que deben adoptarse para no alterar –lo que constituiría un histórico error- la calidad del legado intergeneracional.

Hoy, por primera vez en la historia, son posibles múltiples transiciones.  Tenemos una conciencia planetaria; el número de mujeres en la toma de decisiones se incrementa, y los medios de comunicación digitales permiten, rápidamente, que los seres humanos pasen de ser invisibles a visibles, de anónimos a identificables.

Las comunidades científica, académica, artística, literaria, intelectual en suma, deben, conscientes de la gravedad de la situación y las tendencias, liderar la reacción popular en favor de la igual dignidad de todos los seres humanos.

Hay repuntes muy recientes que pueden ser de gran interés y que nos deben llenar de esperanza, como esas medidas que se adoptaron en el otoño de 2015 dando respuesta a la gravedad de las amenazas globales de un mundo en manos de irresponsables. La Resolución de 21 de octubre de 2015 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, por la que se fija la Agenda 2030 con 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, se titula “Para transformar el mundo”. De inmediato se logró en París la firma de los Acuerdos sobre Cambio Climático convencidos de que era imprescindible, pensando en nuestros descendientes, actuar de forma inaplazable.

Así mismo, se hace evidente la necesidad de un nuevo concepto de seguridad en que, junto a la de los territorios, se tenga en cuenta la alimentación, salud, educación, cuidado del medio ambiente… de los que habitan estos territorios.

Ha llegado el momento del cambio y la autoestima. Ha llegado el momento de alzar la voz con tanta serenidad como firmeza. Ha llegado el momento de la emancipación ciudadana, de los pueblos libres. Nos hemos preparado para la guerra… y hemos hecho, lógicamente, aquello para lo que estábamos preparados. Ahora, está claro que queremos, en estos albores de siglo y de milenio, cambiar radicalmente de actitud y de pauta: “Si quieres la paz, contribuye a construirla con tu comportamiento cotidiano”.

Paz. La paz sea contigo. Paz en uno mismo, en casa, en la escuela, en el lugar de trabajo, en la calle, en la aldea, en la ciudad. Paz a todos. Paz en la Tierra. Este es el más profundo anhelo humano desde el origen de los tiempos, inhacedero por el poder basado en la imposición y en la fuerza. Y esta paz sólo es posible si hay tolerancia y respeto.

Todos deben sentirse implicados y beneficiados. No son temas de Gobierno sino de Estado, no de unos mandatarios sino de la sociedad en su conjunto (civil, militar, eclesiástica)… Todos deben contribuir a facilitar la gran transición desde la razón de la fuerza a la fuerza de la razón; de la opresión al diálogo; del aislamiento a la interacción y la convivencia pacífica. Pero, primero, vivir. Y dar sentido a la vida. Erradicar la violencia: he aquí nuestra resolución. Evitar la violencia y la imposición yendo a las fuentes mismas del rencor, la radicalización, el dogmatismo, el fatalismo. La pobreza, la ignorancia, la discriminación, la exclusión… son formas de violencia que pueden conducir –aunque no lo justifiquen nunca– a la agresión, al uso de la fuerza, a la acción fratricida.

Desde siempre, los seres humanos han intentado hallar puntos de referencia éticos que orientaran sus pasos, especialmente en los momentos en que el hecho ineluctable de la existencia incidía de forma más directa en la toma de decisiones. “Como nunca antes en la historia, el destino común nos hace un llamamiento a buscar un nuevo comienzo”.  Así se inicia el último capítulo de la Carta de la Tierra, titulado “El camino a recorrer”. 

Como establece la Carta de la Tierra, “para llevar a cabo estas aspiraciones, debemos tomar la decisión de vivir de acuerdo con un sentido de responsabilidad universal, identificándonos con toda la comunidad terrestre, al igual que con nuestras comunidades locales.  Somos ciudadanos de diferentes naciones de un solo mundo al mismo tiempo, en donde los ámbitos local y global, se encuentran estrechamente vinculados.  Todos compartimos una responsabilidad hacia el bienestar presente y futuro de la familia humana y del mundo viviente en su amplitud”. 

Sí, hoy es posible el “nuevo comienzo” al que se refiere la Carta de la Tierra: el por-venir está por-hacer.  Y, por primera vez en la historia, advertimos que es una tarea común.  Que podemos dejar de observar para actuar.  La memoria del pasado, sí, pero sobre todo del futuro.  Unamos voces y manos; tengamos avispados vigías en las torres de observación; anticipémonos a los acontecimientos inconvenientes para la especie humana.

Seamos capaces de actuar a tiempo, en especial en procesos potencialmente irreversibles. Cada ser único dotado de la exclusiva facultad de crear. Esta es nuestra esperanza.

De la razón de la fuerza a la fuerza de la razón. En pocos años, la era de la palabra, de la convivencia “fraternal” como establece el artículo 1º de la Declaración Universal, comenzará su andadura.