Con gran interés he leído el artículo de Aram Aharonian “Otro FSM es posible, necesario” publicado por Other News el 12 de marzo de 2018 que se refiere al primer Foro Social Mundial de 2001 y señala (¡con toda razón!) que “Es hora que el FSM vuelva a ser un actor que incida en el mundo”…
Continúa diciendo que “Después de 17 años sería hora de rever la carta de principios, adaptarla al mundo de hoy, con un listado de temas consensuados y sobre los cuales seguramente todos estén de acuerdo, como el cambio climático, las guerras, las armas, la finanza especuladora, las migraciones”.
Han pasado muchas cosas pero, a la vez, no ha pasado nada… Prueba de ello es, por ejemplo, que Trump y los líderes “blandos” que hoy proliferan en todas partes están desoyendo el mensaje riguroso y dramático de miles de científicos de 184 países que han advertido que pronto será demasiado tarde… Los intereses financieros de unos cuantos se siguen imponiendo a los intereses legítimos de “Nosotros, los pueblos”… El poder mediático es de tal magnitud que, como ha indicado recientemente Iñaki Gabilondo en relación a esta noticia: “¿Saben lo más impresionante de esta noticia? Es que no es noticia”.
Pienso, como Aram Aharonian, que “Otro mundo es posible: ese fue el disparador que enamoró a quienes luchaban contra de la injusticia y la destrucción del planeta, y el Foro Social Mundial pasó a ser desde 2001 y por varios años un punto de encuentro de los movimientos sociales contrarios a la globalización neoliberal y se constituyó en voz alternativa a las directrices del Foro Económico Mundial de Davos”… La mayor parte de los medios de comunicación son “la voz de su amo” y no le dan el relieve necesario a las advertencias tan severas que se ciernen sobre el presente y el futuro de la humanidad y de la Tierra… ni a los Foros que, como el FSM, ponen el acento en los desafíos a los que nos enfrentamos hoy y en la necesidad de hacer algo para no alcanzar puntos de no retorno… Son cómplices…
Ha llegado un momento que es crucial en la historia de la humanidad porque sabemos que en algunos aspectos podemos llegar tardíamente. Tengo que destacar, una vez más, la figura extraordinaria del Papa Francisco: “Cuando digo hoy es hoy porque mañana puede ser tarde”. Y la del Presidente Obama: “Esta es la primera generación que se enfrenta a un reto de esta naturaleza y la última que seguramente puede resolverlo”. O sea que tenemos una responsabilidad adicional… ¿Por qué? Porque hoy sabemos que en cuestiones relacionadas con el medio ambiente pueden alcanzarse situaciones irreversibles, como era irreversible el daño neuronal en los niños cuyo diagnóstico y tratamiento neonatal inicié en 1968 y que aconsejó la publicación del libro “Mañana siempre es tarde”. Ahora no sólo tenemos que actuar sino que, además, tenemos que hacerlo apremiados por la necesidad de hacerlo a tiempo.
En el año 2005, acompañado de José Saramago, Eduardo Galeano, Ignacio Ramonet y Roberto Savio, en Porto Alegre, con motivo del Foro Social Mundial, tuve el honor de hablar, en tan excepcional compañía, de la utopía y la política. Y fue allí donde todos coincidimos en la importancia de lograr que los llamados imposibles hoy sean posibles mañana. A este respecto les comenté cuánto me impresionaron las reflexiones que el Premio Nobel de la Paz de 1985, Bernard Lown, hizo sobre este tema al recibir el galardón: “Los focos de la comunicación al transmitir una noticia iluminan sólo pequeños espacios del conjunto. Son los visibles. Una noticia es lo extraordinario, es lo insólito. Tenemos que cerrar los ojos y pensar en qué medida es información relevante y si merece incorporarse como conocimiento. Para ello tenemos que saber ver no sólo lo visible sino lo invisible”. Y acabó su discurso de aceptación del Premio Nobel diciendo: “Sólo en la medida en que seamos capaces de ver los invisibles seremos capaces de hacer los imposibles”.
La utopía… Ese “imposible” convertido en “posible”… en “realidad” por la fuerza creativa que distingue a la condición humana. La utopía nos permite avanzar hacia un mañana más justo y pacífico, hacia ese otro mundo posible que anhelamos. La utopía de la paz… Desde el origen de los tiempos, la gran utopía ha sido la paz. Gonzalo Pontón, en una excelente intervención sobre la utopía en El Quijote, terminaba diciendo que era “la utopía de la tolerancia, del vivir juntos, del saber no sólo con-vivir, sino des-vivirse por los demás”. Pues bien, esta es, no cabe duda, la utopía original, la que proceda desde las raíces de la sociedad, desde el origen de los tiempos: la paz, la no violencia, la tolerancia.
Hacer los imposibles, inventar el futuro, hacer realidad, por fin, la suprema utopía de la paz en estos albores de siglo y de milenio. Ese es el gran reto que tenemos ante nosotros…
Hay que ser realistas, se nos recomienda. No. Mis ojos han tenido ocasión de ver ya mucho. Y nunca vieron a un “realista” hacer nada relevante. Los realistas nunca transformarán la realidad, porque la aceptan, porque renuncian a intentar cambiarla, porque promueven el sin-remedismo y la indiferencia en lugar de la tensión humana, de la pasión, de la compasión. Ilia Prigogine nos recordaba que nada emerge de las aguas remansadas, que es necesario el encuentro, el calor, para que una reacción tenga lugar. Es necesario el amor, la alteridad, el ser “nos-otros”, sin cesar, para que surja, al fin, el manantial tan procurado, tan soñado.
Con la “distracción masiva” en palabras de Soledad Gallego, se trata de evitar que los seres humanos se aperciban de sus facultades distintivas y actúen libremente. Otro mundo es posible si no accedemos a estas pretensiones, si alcanzamos la soberanía personal que la educación confiere. Si hallamos tiempo para la reflexión, para la escucha, para elaborar nuestras propias respuestas. Para extraer las lecciones del pasado. Para diseñar un futuro más luminoso, a la altura de la dignidad humana. Éste es el único legado que podemos ofrecer a los jóvenes y adolescentes, a los que han llegado ya, a los que llegarán un día. Lo único que importa. El pasado sólo puede describirse. El porvenir deben escribirlo nuestros descendientes.
Ahora ya podemos decir lo que queremos. Hace muy pocos años no podíamos. Tenemos que apercibirnos del fantástico cambio que ha tenido lugar. Saber lo que acontece a escala planetaria, poder expresarnos sin cortapisas y alcanzar progresivamente la igualdad total de género, etnia, ideología, creencia. Ahora es preciso imaginar y aplicar soluciones nuevas… oportunamente.
Pensar lo que nadie ha pensado… y ver lo que otros no ven, aunque con frecuencia se trate de cosas o sucesos de nuestra circunstancia, de nuestro “circum-estare”. Julián Marías puso de relieve lo “difícil que resulta observar lo que vemos todos los días”. Detener la mirada, mirar despacio lo que nos circunda, tener tiempo para pensar… y para mirar de otra manera, con ésta “nueva mirada” que da tantos frutos, que abre tantos caminos, que ilumina tantos otros intransitados. Mirar hacia atrás (como el retrovisor) para ver mejor hacia adelante, hacia lo único que importa: un futuro más esclarecido.
Para que esta “gestión de intangibles” llegue a ser realidad, es necesario esforzarse en mirar más allá de la peripecia diaria, más allá de las vicisitudes y los sobresaltos cotidianos. Es preciso alcanzar una visión capaz de articular lo local con lo universal, lo inmediato con lo lejano, el corto plazo con el sentido del tiempo histórico.
En su discurso de aceptación del Premio Cervantes, la poetisa cubana Dulce María Loynaz, recurrió a una cita de José Martí: “Los hombres se miden por la inmensidad que se les opone”.
Aram Aharonian se pregunta muy acertadamente si “hay alguien que esté contra una declaración unívoca contra las guerras, contra la destrucción del planeta o contra la enorme desigualdad por la que ocho personas poseen la misma riqueza que 2.3 mil millones de personas”… y continúa poniendo de manifiesto que “no parece normal que este FSM de El Salvador no incluya el tema del cambio climático como un eje importante, profundamente sentido por la sociedad civil”… Aharonian se detiene a analizar hasta dónde la forma en que se organizan los paneles y grupos de trabajo en el FSM son los idóneos para propiciar un debate profundo que permita la elaboración de un documento final que integre todas las inquietudes, sensibilidades y visiones de los problemas actuales y marque una hoja de ruta con objetivos claros y precisos.
Defiende “la necesidad de que se crearan instrumentos para compartir porque compartir es una responsabilidad colectiva e individual de los que quieren y luchan por un mundo diferente…”.
Termino citando las palabras del gran escritor mexicano Carlos Fuentes, en su discurso de aceptación del Premio Cervantes: “Cervantes nos dice que no hay presente vivo con un pasado muerto. Leyéndolo, nosotros, hombres y mujeres de hoy, entendemos que creamos la historia y que es nuestro deber mantenerla. Sin nuestra memoria, que es el verdadero nombre del porvenir, no tenemos un presente vivo”.
Presente “vivo”, inventando el futuro. Este es el auténtico desafío. La misión que a todos nos concierne. ¡A todos! El FSM no puede abdicar ante los grupos plutocráticos.