Unámonos todos y todas –la igualdad se refiere a todos y todas,
sin excepción- a las manifestaciones de mujeres y jóvenes previstas para los
próximos días 8 y 15 de marzo.
Las voces de la mujer y de la juventud, presenciales
y en el ciberespacio, para propiciar los cambios esenciales y apremiantes
que son exigibles antes de que se alcancen puntos de no retorno.
¡Por fin, “Nosotros, los pueblos”, como se inicia la
Carta de las Naciones Unidas! En 1945 era prematuro porque el poder era
absoluto masculino y la gran mayoría de la humanidad nacía, vivía y moría en
unos kilómetros cuadrados. Eran seres humanos temerosos, obedientes, sumisos,
silentes.
Hoy, gracias en buena medida a la tecnología
digital, son muchos los seres humanos que pueden expresarse libremente, que saben lo que acontece y, sobre todo, la
mujer, marginada durante siglos, se halla en camino de desempeñar, en muy pocos
años, el importante papel que, en plano de completa igualdad, le corresponde.
La humanidad hace frente, por primera vez en su
historia, a procesos potencialmente irreversibles, lo que imprime un
especialísimo vigor y rigor a las medidas que deben adoptarse para no alterar –lo
que constituiría un histórico error- la calidad del legado intergeneracional.
Por desgracia, muchos siguen siendo espectadores
impasibles en lugar de actores comprometidos, implicados. Los medios de
comunicación –muchos de ellos son “la voz de su amo”- constituyen, en
afortunada expresión de Soledad Gallego, una potentísima arma de “distracción
masiva”.
Las comunidades científica, académica, artística,
literaria, intelectual en suma, deberían, conscientes de la gravedad de la
situación y las tendencias, liderar la reacción popular. Pero la maraña
burocrática-cibernética que acompaña la deriva neoliberal y la gobernanza de
sus grupos plutocráticos (G7, G8, G20) ha impedido hasta ahora –hay repuntes
muy recientes que pueden ser de gran interés a este respecto- que se adoptaran
las medidas que en el otoño de 2015 llenaron de esperanza a los más advertidos
de la gravedad de las amenazas globales de un mundo en manos de irresponsables.
En efecto, la Resolución de 21 de octubre de 2015 de la Asamblea General de las
Naciones Unidas, por la que se fija la Agenda 2030 con 17 Objetivos de
Desarrollo Sostenible, se titula “Para transformar el mundo”. Y, de
inmediato, se logra en París la firma de los Acuerdos sobre Cambio Climático
convencidos de que era imprescindible, pensando en nuestros descendientes,
actuar de forma inaplazable.
El nombramiento del Presidente Norteamericano Donald
Trump, insólito en tantos aspectos, hubiera debido tener inmediata respuesta
cuando manifestó que no cumpliría los compromisos contraídos por su antecesor.
La Unión Europea, exclusivamente
monetaria, no tuvo la capacidad y
firmeza de acción que era necesaria en aquellos momentos. Al contrario,
siguiendo las indicaciones del magnate, el G7 decidió unánimemente incrementar
los fondos para defensa (se invertían ya 4000 millones de dólares al día en
gastos militares y armamento al tiempo que mueren de hambre y pobreza extrema
miles de personas, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años).
Es imprescindible un nuevo concepto de seguridad en
que, junto a la de los territorios, se tenga en cuenta la alimentación, salud,
educación, cuidado del medio ambiente… de los que habitan estos territorios.
“Dos tercios de la humanidad tienen comunicación
móvil”, es noticia del Congreso Mundial de Móviles que acaba de celebrarse en
Barcelona. ¡Qué maravilla! Este puede ser el fin de la gobernanza de los grupos
plutocráticos y el inicio del reforzamiento del multilateralismo democrático,
con unas Naciones Unidas a la altura de las competencias que tiene que
desempeñar ahora de inmediato a escala global.
Unamos nuestras voces a las
de las mujeres y jóvenes que estos próximos días llevarán a cabo los primeros
pasos para incorporarnos correctamente a la nueva era.
El 1 de marzo de 2016 escribí: “Vuestra voz, /
mujeres del mundo entero, / es la gran fuerza / que ha de mover / lo hasta ahora
inamovible. / Voz acallada / y desoída / desde el origen / de los tiempos. /
Hoy se iluminan / los caminos / que recorremos / juntos, / juntas las voces, /
juntas las manos, / en el inicio / de una nueva era”.
Sí: ¡unamos voces y manos!