Compelidos a la rebelión

miércoles, 13 de julio de 2022

 Ha llegado el momento en que la ciudadanía, consciente progresivamente de las amenazas que se ciernen sobre la humanidad, reaccione, se rebele contra una gobernanza plutocrática global (G6, G7, G8, G20) que ha conducido al mundo en su conjunto a una situación de progresivo deterioro de la habitabilidad del planeta —con algunos procesos irreversibles, por primera vez en la historia— y una irreductible brecha social y gastos militares y en armas de más de 4.000 millones de dólares al día, al tiempo que se mueren de hambre y de extrema pobreza miles de seres humanos… 

Hace muchos años que diversas instituciones y personas responsables vienen alertando sobre la necesidad, cada día más apremiante, de hacer frente, con todos los conocimientos y medios disponibles, a las terribles amenazas ecológicas y sociopolíticas. No me canso de repetirlo: desde la década de los 70 del siglo pasado, ya la UNESCO y el Club de Roma advertían de la necesidad de cambio de paradigmas de crecimiento económico y desarrollo. Ni caso. 

En 1992, en Río de Janeiro, en una gran “Cumbre de la Tierra” se elaboró un excelente documento —la Agenda 2021— para reconducir las sombrías tendencias… Ni caso. El G7, presidido por Georges Bush padre, desoyó, como ha sido el comportamiento habitual del Partido Republicano de los Estados Unidos frente al multilateralismo, los angustiados llamamientos. 

No abandonamos nuestros proyectos de cambio. Bien al contrario, espoleados por la comunidad científica, se preparó la II Cumbre de la Tierra en Johannesburgo, en 2002, precedida de una Declaración y Programa de Acción de sobre una Cultura de Paz (1999) y la Carta de la Tierra (2000). Se aprobaron, con grandes expectativas, los Objetivos de Desarrollo del Milenio… Ni caso. Esta vez fue el presidente Bush Jr. el que no sólo rechazó las propuestas de acción conjunta… sino que un año después decidió invadir Irak, basándose en argucias y falsedades… 

¿Y qué hacía Europa? Guardar silencio. ¿Y qué hacían los 190 países restantes? Guardar silencio. Con el veto de los cinco vencedores de la Segunda Guerra Mundial, las Naciones Unidas no podían aplicar el espléndido diseño de Roosevelt. Fue preciso —insisto en esta ocasión porque fue pausa de gran esperanza— que llegara Barack Obama a la Casa Blanca y firmara, en aquel luminoso otoño de 2015, los Acuerdos de París sobre cambio climático y, dos meses más tarde, la Resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la Agenda 2030 y los ODS “para transformar el mundo”. Fue un tiempo muy breve, porque, a los pocos meses, el insólito presidente republicano Donald Trump manifestó con altanería el mismo día de su nombramiento que no aplicaría los Acuerdos sobre el cambio climático ni la Agenda 2030. 
 
Creí entonces que se produciría una inmediata reacción de la Unión Europea, que no puede influir cuantitativamente pero sí cualitativamente sobre el curso de los acontecimientos a escala mundial. Y silencio… ¿Por qué? Pues porque el requerimiento de unanimidad para la adopción de decisiones importantes equivale al veto. La unanimidad es la antítesis de la democracia. Con la abominable e intolerable invasión de Putin a Ucrania se ha puesto de manifiesto que el protagonismo de la interlocución con Rusia no corresponde a la Unión Europea sino a la OTAN, organización militar para la puesta en práctica del Tratado del Atlántico Norte. 

En los Estados Unidos, el presidente Biden se esfuerza en poner orden a una situación social, militar, económica y jurídica que cada día se complica más por la intromisión del Tribunal Supremo “conservador“ —nunca deberíamos haber aceptado que se hable, admitiendo una total incoherencia desde todos los puntos de vista, de jueces “conservadores” o “progresistas”— y complaciente seguidor del expresidente Trump, que no solo afectan al ámbito federal sino, ¡qué disparate!, se extienden al ámbito mundial como en el caso de la reciente decisión sobre cambio climático. 

Pandemia, guerra, crisis económica, habitabilidad de la tierra puesta en peligro… Y nosotros, “los pueblos”, que desde hace poco reconocemos sucesivamente la igual dignidad y podemos, ¡por fin!, expresarnos y participar para poner en práctica el multilateralismo democrático, estamos distraídos. Me gusta repetir el acierto de Soledad Gallego cuando se refiere a la “distracción masiva” que resulta del poder mediático y digital inmiscuyéndose en nuestras vidas…  

Es ahora cuando sería más peligroso seguir confundiendo educación con capacitación. Educación es “dirigir la propia vida“, según la excelente definición de don Francisco Giner de los Ríos, es ser “libre y responsable”, de acuerdo con lo que establece el artículo 1 del Acta Constitutiva de la UNESCO. Es preciso, sin ulterior demora, escuchar las voces que claman por la movilización ciudadana, que preconizan que el multilateralismo democrático puede contar, ahora sí, con nosotros, los pueblos, como se inicia la Carta de las Naciones Unidas: “Nosotros, los pueblos… hemos resuelto evitar a las generaciones venideras el horror de la guerra”. 

Ahora sí, “los pueblos” pueden expresarse libremente. Ahora sí, iguales en dignidad pueden apelar a la ciudadanía consciente para el cumplimiento eficaz de los deberes intergeneracionales; ahora sí, pueden sentirse “compelidos al supremo recurso de la rebelión”, como establece el tercer párrafo del Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. 

Ahora sí renace la esperanza. Solo así podemos imaginar —con grandes clamores populares— la rápida transición de una cultura de imposición, dominio y guerra a una cultura de encuentro, diálogo, mediación, conciliación y paz, de un suprematismo plutocrático (dominio militar, financiero, energético, digital, mediático) a la rápida adopción, en unas Naciones Unidas debidamente reformadas, de una Declaración Universal de Democracia, ¡Compelidos a la rebelión!, debemos ser muchos los que iniciemos esta transformación esencial de la fuerza a la palabra, del bellum al verbum, de una cultura de confrontación a una cultura de entendimiento. 

Frente a la globalización de la indiferencia y la ignorancia, el multilateralismo democrático.

¡Compelidos a la rebelión!

Ahora sí, por fin, cultura de paz. Paz en la tierra, paz con la tierra

jueves, 23 de junio de 2022

 Desde el origen de los tiempos, siempre la fuerza. “Si quieres la paz, prepara la guerra”. Hubo intentos de resolver los conflictos por la mediación, la conciliación, la palabra. Woldroow Wilson, en 1919, con la creación de la Sociedad de Naciones, y Franklin Delano Roosevelt en 1945 al final de la segunda guerra mundial al crear las Naciones Unidas… Ambas iniciativas fracasaron porque sustituyeron rápidamente la fuerza de la razón por la razón de la fuerza, la democracia multilateral por el veto, la gobernanza de “Nosotros, los pueblos” por la gobernanza plutocrática neoliberal. 

En efecto, las razas aria, romana y nipona se consideraron superiores a las otras y el resultado fue la segunda guerra mundial. Y luego impusieron el veto de los vencedores y acallaron la voz de “Nosotros, los pueblos” y se inició la “guerra fría” entre las dos superpotencias, los Estados Unidos y la Unión Soviética. 

Han habido algunas pausas de esperanza:

1) cuando Eisenhower, con todo su prestigio, desvela las limitaciones del poder civil al transferir la presidencia en enero de 1961 al Presidente Kennedy[1].

2) Gorbachev en 1986 cambia radicalmente la  política seguida por sus antecesores en la presidencia de la Unión Soviética y ofrece a Reagan, en Reikiavik, no sólo la desaparición de la URRSS en una Comunidad de Estados Independientes sino que le ofrece la eliminación total de las ojivas nucleares. Reagan no sólo retuvo el 30% de la seguridad nuclear después de consultar a la cúpula militar, sino que creó el G-6, primer grupo de países –luego vinieron el G-7, G-8, G-20…-  en manos del “gran dominio” (financiero, militar, mediático, energético, digital…).

3) El Presidente Barack Obama en 2015 firma los Acuerdos de París sobre el Cambio Climático y dos meses después la Resolución de la Asamblea General sobre la Agenda 2030 “para transformar el mundo”. A los pocos meses el Presidente Donald Trump manifestó, recién nombrado, que incumpliría los dos compromisos suscritos por su antecesor… y silencio. Y la Unión Europea, silencio…

4) Ahora, porque por primera vez en la historia “Nosotros, los pueblos”, ya sin discriminación de género o por otras razones pueden expresarse libremente. Ahora, sí, los pueblos ya tienen voz. Ya pueden sustituir la fuerza y la imposición por la palabra, ya pueden coger en sus manos, a través de un multilateralismo democrático, las riendas del destino común. Ahora, por fin, la mujer en el estrado. Ahora la ciudadanía mundial  no sólo tiene la palabra sino las pautas de acción (Agenda 2030 y ODS).  

Me gusta repetir, por la influencia que tuvo en mi propia vida en aquel momento, lo que me comentó el Presidente Nelson Mandela en Pretoria en 1996, cuando yo le indicaba mi decepción por el poco arraigo que estaba teniendo la cultura de paz y no violencia en sustitución de la cultura de imposición, dominio y guerra que había prevalecido hasta entonces… y que sigue ahora, todavía, resistiéndose, seguramente ya por poco tiempo, a abandonar el escenario público como gran protagonista. El Presidente Nelson Mandela me dijo: “Es cuestión de poco tiempo. La mujer será muy pronto la “piedra angular” de la nueva era”. Y añadió: “Porque la mujer sólo excepcionalmente  utiliza la fuerza cuando el hombre sólo excepcionalmente no la utiliza”.  

Ahora podemos. Y debemos. Ahora actores y nunca más espectadores. Ante amenazas globales potencialmente irreversibles no caben excusas ni aplazamientos. Es tiempo de acción impostergable. Y para ello la ciudadanía debe ser plenamente consciente de que es impostergarble actuar resueltamente para una gobernanza multilateral y democrática. 

En efecto, el primer paso de unas Naciones Unidas reformadas, con amplia participación de la sociedad civil y un Consejo Socioeconómico y otro Medioambiental añadidos al actual Consejo de Seguridad, y todos ellos  sin veto, sería adoptar en  una de sus primeras acciones de inflexión global la Declaración Universal de la Democracia[2]

Ahora este llamamiento a la acción no puede desoírse una vez más. En muchos años de intensa colaboración a escala mundial como Director General de la UNESCO (1987-1999) tuve  respuestas siempre adversas, aún cuando se trataba de clamores populares de tanto relieve como los de la I Cumbre de la Tierra en Rio de Janeiro en 1992 o el de la II Cumbre en Johannesburgo diez años después. En 1999, la Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz precede, en el momento en que se inicia un nuevo siglo y milenio, a la Carta de la Tierra, uno de los documentos seguramente más luminosos de los que se precisaban, sin duda,  en fechas de tan sombríos augurios, junto a los objetivos mundiales  que deberían cumplirse a partir del año 2000… Unos años más tarde, en 2005, se aprobó en España (noviembre de 2005) la Ley sobre el Fomento de la Educación de la Cultura de Paz… que, como ha sucedido en todos estos casos, no ha merecido la menor atención.  

En aquellos años y hasta hace bien poco teníamos que resignarnos porque “Nosotros, los pueblos”, no existíamos y carecíamos de pautas muy claras de acción. Ahora, es posible la transición de una cultura milenaria de poder absoluto masculino y fuerza a una cultura de encuentro, mediación, conciliación y paz, desde la plena igual dignidad de todos los seres humanos. Ahora, sí, el sueño del Presidente Roosevelt y de Eleonora (Declaración Universal de los Derechos Humanos) puede llevarse a la práctica.  

En París, el 20 de enero de 1990 escribí estos versos al final de un poema:

“Sabemos / y por lo tanto / no tenemos excusa. / ¿Cómo podemos / conciliar el sueño / siendo cómplices?”.

…………………………… 

*Director General de la UNESCO (1987-1999). Presidente Fundación Cultura de Paz


[1]https://www.bbc.com/mundo/noticias-42726723

[2]https://declaraciondemocracia.wordpress.com/declaracion-democracia-2/

"Móvil-ización" / "Móvil-adicción"

lunes, 23 de mayo de 2022

Es ahora posible, por fin, una gran “móvil-ización” que no se vea afectada por la “móvil-adicción”. Pensaba, viajando en un tren rápido, que ahora podía ponerse en marcha lo que en 1945 proclamó la Carta de las Naciones Unidas: “Nosotros, los pueblos, hemos resuelto evitar a las generaciones venideras el horror de la guerra”. En 1945 éramos seres sometidos a un poder absoluto masculino y carecíamos de voz. Ahora, ¡por fin!, se han hecho grandes progresos en la igual dignidad y podemos expresarnos libremente gracias a la tecnología digital. Sí, ahora –pensaba adormecido- ya podemos, ya debemos… Abrí los ojos y quedé perplejo y asustado porque todos los que me rodeaban estaban pendientes de la pantalla de su móvil sin hablar y, seguramente, sin pensar en nada… y, además, no eran pocos los que estaban “disfrazados” de pobres, con ridículos desgarros en sus pantalones… Ante la globalización de los grandes retos que afectan a la humanidad en su conjunto es apremiante e impostergable eliminar la gobernanza plutocrática neoliberal que desde finales de la década de los ochenta ha impedido  que sean “Nosotros, los pueblos” los que tengan en sus manos las riendas del destino común, actuando en virtud de los “principios democráticos” como establece la Constitución de la UNESCO y, sobre todo, mirando a los ojos de los niños y jóvenes para, como recomienda la Carta, tener siempre en cuenta a las generaciones venideras.  

Es imprescindible llamar la atención a todos los niveles para que la “móvil-adicción” se transforme en una “móvil-ización” a escala mundial. No es la realidad virtual la que cambiará las cosas y permitirá entrar debidamente en la nueva era sino la realidad “real”, que debe conocerse con detalle y que actualmente se cierne sobre la humanidad con los más oscuros designios.

 “Desnortados bajo el aluvión de whatsapps”, titulaba recientemente el suplemento dominical de “Ideas” de “El País”. Sí, aluvión para la distracción, para que grandes colectivos no puedan dar voz a “Nosotros, los pueblos”.

 Debemos utilizar adecuadamente la capacidad de conferir progresivamente a toda la ciudadanía la calidad de “actor” de su propia vida en lugar de espectador impasible. Ahora mismo, hoy mismo, se está iniciando la reunión anual de Davos, sin la contrapartida del Foro Social Mundial de Porto Alegre. Es apremiante la convocatoria del Foro, esta vez, por fin, con asistencia virtual de millones de personas, de “Nosotros los pueblos”, que pueden y deben tomar ahora, sin demora, el relevo de la gobernanza plutocrática.

Muchísima atención, porque, como en los años treinta del siglo pasado, el supremacismo está escalando posiciones, y no hay nada más peligroso que “sentirse más” que el prójimo. El nazismo, el fascismo, la superioridad japonesa… la creación de partidos políticos excluyentes y de sentimientos religiosos discriminatorios, como los creados en América Latina frente a la teología de la liberación…, “supremacismo blanco” de los republicanos de los Estados Unidos y de los fervorosos partidarios de Donald Trump en particular, deben superarse sin demora y dar paso a la igual dignidad, sea cual sea el género, la creencia, la ideología, la etnia… “Libertad y responsabilidad”, como define lúcidamente la Constitución de la UNESCO a los “educados”…

 Se duplican los gastos militares y la OTAN pasa del Atlántico Norte a todos los océanos… al tiempo que las Naciones Unidas siguen inhabilitadas por el veto casi original  y la Unión Europea por el veto de la unanimidad en la toma de decisiones. Una vez más, la razón de la fuerza, una vez más las armas en lugar de la mediación, del diálogo, de la palabra.

Ojalá progrese la iniciativa indicada recientemente por el Presidente Macron de una Confederación Europea para poder, de una vez, evitar el veto actual de la unanimidad. Ojalá también la “Constitución de la Tierra” que propone Ludgi Ferrajoli permita poner en práctica sin obstáculos, vetos ni reservas, el inmejorable diseño de Franklin D. Roosevelt.

 Desde hace tiempo he compartido en diversos escritos mi profunda preocupación, como científico, por la degradación progresiva de las condiciones de habitabilidad de la Tierra, reclamando impostergables decisiones –se trata, en algunos casos, de procesos irreversibles- con una reacción ciudadana en gran escala. También como abuelo y bisabuelo que debe velar para asegurar a las generaciones que llegan a un paso de la nuestra calidad de vida humana sobre el planeta.

Entretenidos y obcecados por el “metaverso”, son muchos los potenciales interlocutores del cambio radical que se precisa que no pueden cumplir con su papel tan relevante para reconducir las tendencias actuales.

 Escribía Joaquín Estefanía hace poco que “los ciudadanos sienten que no tienen medios ni poder para diseñar su futuro”. Es tarea perentoria de todos los todavía esperanzados demostrar que las capacidades de cada ser humano –pensar, imaginar, anticiparse, innovar, ¡crear!- son el irrenunciable camino para que “Nosotros, los pueblos” podamos llevar a la práctica el futuro que anhelamos.

 Titulaba así  un artículo reciente de “Negocios” de “El País”: “Quien  cuente con los datos dominará el mundo”. No cabe duda de las múltiples ventajas que ofrecen los “big data”… pero lo realmente importante no es acumularlos y ordenarlos sino producirlos. A este respecto, recuerdo cuando el Prof. Hans Krebs –lo he comentado muchas veces, porque ha sido muy importante en mi vida- me dijo en el laboratorio de bioquímica de la Universidad de Oxford cuando yo reunía datos que me permitía una instrumentación de la que carecía en la Universidad de Granada: “Es fundamental tener en cuenta que el progreso no consiste en acumular datos sino en ver lo que otros ven pero pensar lo que nadie ha pensado”.

Publicado en Other News