La paz entre Israel y Palestina debe dejar de ser, de forma apremiante, una opción discrecionalmente aceptada por Israel. ¡Ya está bien! Una y otra vez las esperanzas puestas en la reactivación del proceso de paz se han visto frustradas. Y los palestinos confinados de manera humillante viendo cómo otra oportunidad se desvanece.
En un excelente artículo, que Lluis Bassets titula “El final de la calle” (“El País”, 3 de abril de 2014) se considera que las presentes negociaciones terminarán sin éxito –como tantas precedentes- y sin alternativas. La “calle” actual no deja entrever en estos momentos nuevas vías de solución.
El “cuarteto” y Blair (¿cómo se asignó a uno de “los tres de las Azores” un papel de mediador?), los países ex protagonistas del Próximo Oriente, una Unión Europea preocupada únicamente por las primas de riesgo … abocan al fracaso cualquier otra nueva iniciativa.
Siguen los asentamientos…, sigue siendo imposible que las Naciones Unidas, que confirieron en 1947 a Israel la condición de “Estado” puedan hacer lo mismo, en base de una convivencia pacífica, con Palestina.
Tuve ocasión de seguir muy de cerca el desarrollo de los Acuerdos de Oslo, con Yasser Arafat, Isaac Rabin y Simon Peres. Cuando Isaac Rabin ofreció soluciones que culminaban satisfactoriamente el proceso, una bala segó su vida (1995). Como otra bala había eliminado al Rais egipcio Anwar El-Sadat años antes…
Para que ahora Netanyahu no pudiera seguir ahondando el “naufragio quizá definitivo de las conversaciones de paz”, en palabras de Bassets, un clamor popular, las voces de millones de ciudadanos del mundo deberían propagarse imparables por el ciberespacio.
Poder ciudadano. No es posible seguir siendo espectadores impasibles.
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