Ha muerto a los 100 años Javier Pérez
de Cuéllar, ex Secretario General de las Naciones Unidas (1982-1991), artífice,
entre otras muchas realizaciones importantes, de los procesos de paz de
Mozambique, con la Comunidad de San Egidio, el de El Salvador y reiniciar el de Guatemala. En los dos últimos
participé activamente, siguiendo sus directrices como Director General de la
UNESCO (1987-1999). Su serenidad y mesura iban siempre acompañadas de una gran
firmeza y acción decidida, con una gran capacidad logística. Era muy exigente
en el ejercicio del multilateralismo democrático. Creía en el valor y la fuerza
de la palabra, del encuentro, de la mano tendida.
Trabajar con él fue una experiencia
muy aleccionadora. Su clara visión, su convencimiento de que la solución radica
en el encuentro, en el diálogo, en la mediación y conciliación constituyen un
luminoso legado que podría esclarecer muchos desafíos, algunos potencialmente
irreversibles, que la humanidad tiene planteados actualmente.
Estamos en “...tiempos de
dudas y renuncias en los que los ruidos ahogan las palabras”, como tan
bellamente escribió Miquel Martí i Pol en 1981 (en L’ámbit de tots el ámbits).
Empeñados por igual en la libertad de expresión y la no violencia, cuando se
acallan las voces de las Naciones Unidas y de sus Instituciones, cuando - como
entre Calvino y Castellio- hay que defender el principio de la palabra frente a
la espada. El silencio de “la voz del mundo” va en contra de los intereses
generales porque propicia la frustración, la exclusión, la radicalización.
Incansable viandante de conciliación y
de concordia, su vida siguió el hilo conductor de sus principios. De su paso
por la Organización es importante destacar el haberla hecho eficaz, lo cual no
es fácil dada su complejidad y el momento histórico en el que desempeñó su
cargo con especial entrega y visión de futuro. A pesar de los logros alcanzados, “la mayoría
de la humanidad vive todavía en condiciones de pobreza… y excesos humanos
amenazan el medio ambiente del que todos dependemos… Habrá conflictos en el
mundo hasta que las aspiraciones humanas puedan satisfacerse en mayor medida…”,
escribe en la introducción de su libro “Peregrinaje por la paz”, publicado
en Nueva York en 1997.
Sus reflexiones sobre el Consejo
Económico y Social (ECOSOC) y el Consejo de Seguridad, las relaciones con los
Estados Unidos y el papel de las ONGs y la sociedad civil podrían ayudar hoy a reconducir
la gobernanza mundial, puesta irresponsablemente en las manos de grupos
plutocráticos, cuando se producen mortíferas invasiones basadas en la mentira,
se margina al Sistema de las Naciones Unidas y proliferan los brotes de
xenofobia, supremacismo y racismo, se incumple la acogida de los refugiados y
se reduce a mínimos vergonzosos la cooperación para el desarrollo.
En la reunión del ECOSOC del 7 de
julio de 1988 en Ginebra sobre la política económica y social a escala
internacional, tuve ocasión de apreciar directamente la insólita habilidad del
Secretario General. Participé en el debate en el que intervinieron los Estados
Unidos, el Administrador del PNUD, Grecia en representación de la Comunidad
Económica Europea, el Reino Unido, Alemania, Túnez (en nombre del Grupo de los
77), Canadá, el Director Ejecutivo de UNICEF, China, Unión Soviética…
Antes de asumir la Secretaría General
de las Naciones Unidas había logrado ya grandes éxitos, como el que alcanzó en
1974 cuando, como Comisionado de la ONU, fue capaz de alcanzar en Chipre un
acuerdo entre los líderes griegos y turcos.
Javier Pérez de Cuéllar, se ha ido
pero se queda, como en el verso de Miguel Hernández, que también se hizo
invisible en un día aciago, pero sigue siempre entre nosotros: “Me voy, me voy,
me voy, pero me quedo…”.
En octubre de 1987
recibió el Premio Príncipe de Asturias “por promover la cooperación
iberoamericana”. En febrero de 1989, el Premio Nehru “de entendimiento
internacional”.
El 19 de enero del año
2000 participé en Lima, con el “Discurso de Orden”, en el homenaje que le
rindieron al cumplir los ochenta años las universidades limeña y salmantina. En
estos últimos veinte años, hemos estado permanentemente en contacto y ha dado
su apoyo a múltiples iniciativas en favor del multilateralismo.
Termino con
un verso que le dediqué en 1989:
“Tenemos
que construir todo
en un
lugar que se halla
en
medio de la nada,
junto
al abismo.
Más
allá, al borde
de
las tierras prósperas,
las
ciénagas ignotas.
(No,
ignotas no,
las
ignoradas ciénagas
donde
nuestro pasado
se
hunde
progresiva,
cotidianamente
ante los ojos
indiferentes
y
distantes
de
los desvalidos
que
no pueden,
que
no saben,
de
los acomodados
que
no oyen,
que
no quieren…).
Para
conservar la memoria,
las
huellas del hombre,
sus
caminos,
para
esclarecer
sus
pasos de mañana
tenemos,
hijos míos,
amigos míos,
desconocidos míos,
que
construir todo
junto
al abismo,
en el
lugar
áspero
y único
de
nuestro futuro,
única
riqueza
compartible”.
Las personas
con tan extenso recorrido e inusitada actitud dejan huella imperecedera. Un
día, se ausentan y devienen invisibles pero permanece lo que más importa:
ciudadanos del mundo, siguen iluminando los caminos del mañana e impulsando
nuevos rumbos en las generaciones venideras.
1 comentario
Sr Federico, no deje de escribir, en un momento donde la mediocridad impera personas como usted, libres, inteligentes y con criterio son más necesarias que nunca. La imagen de ayer del Dr Simón al fondo y en primera línea políticos y militares llenos de medallas para gestionar la epidemia del coronavirus me dio miedo. Todavia no han entendido quelos científicos y los médicos, las medallas estan en su cerebro y su curriculum y no en el pecho del uniforme?
16 de marzo de 2020, 13:33Con personas como usted aun creo que el mundo se puede salvar
Un abrazo
Joan Flores. Lleida
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