“La mano que se cierra opaca”

martes, 3 de marzo de 2020


Corresponde a un poema que escribió José Ángel Valente “…desde un naufragio, desde lo que hemos destruido ante todo en nosotros…”.

Efectivamente mucho hemos destruido en nosotros mismos cuando somos capaces de ver sin inmutarnos -e ¡indignarnos!-  las imágenes de los miles de refugiados (¡incluyendo niños y viejos!)  en la frontera greco-turca, en la frontera de México-EEUU, en el Mediterráneo…

No es posible que este drama esté ocurriendo en gran medida  en Europa. He llamado varias veces la atención sobre el reiterado incumplimiento de los principios tan lúcidamente expuestos en la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (2000). El artículo primero se refiere a la igual dignidad. El segundo al derecho a la vida… La Unión Europea debería de ser, en primer lugar, una unión política y social y económica dotada de seguridad autónoma… y es solamente una unión monetaria. ¿Y quiénes y por qué deciden reducir hasta anular prácticamente la ayuda al desarrollo con el fin de prevenir los flujos migratorios forzados por el hambre y la pobreza extrema?

En noviembre de 2015 se llevó a cabo en Barcelona la XV Cumbre Mundial de Premios Nobel de la Paz con la participación de 19 galardonados, nueve personas y diez instituciones. De esta reunión surgió la “Declaración de Barcelona: Refugiados, el desafío de nuestra humanidad”, un claro y apremiante llamamiento a que se adopten las medidas necesarias e inaplazables para  la paz mundial, centrado en cuatro desafíos que afectan a la humanidad en su conjunto: amenaza nuclear, medio ambiente, insolidaridad y fanatismo. Los Premios Nobel abogaban en favor del “desarme para el desarrollo”, con el fin de corregir las presentes tendencias antes de que sea demasiado tarde…

Una vez más cobran especial valor las palabras pronunciadas por el Papa Francisco con motivo de la Primera Jornada Mundial para los pobres en noviembre de 2017: “El gran pecado de omisión contra los pobres es la indiferencia”.

Vuelvo a hacer mías unas palabras de Iñaki Gabilondo: “¿Saben lo más impresionante de esta noticia? Es que no es noticia”…. En nosotros está hacer que sea noticia… Unamos nuestra voz a Manifiestos como el de CEAR para contribuir a que las personas migrantes reciban el  trato digno que merecen (https://www.cear.es/manifiesto-devoluciones-en-caliente/ )

Hasta ahora los ciudadanos europeos han sido espectadores impasibles de tanta insolidaridad e incompetencia. Pero estoy seguro de que ahora “Nosotros, los pueblos”… no podremos seguir mirando los ojos a estos niños tristes, angustiados y perplejos que suscitan emociones y despiertan consciencias, de tal modo que, en poco tiempo, se alzará un gran clamor popular para que se produzca un cambio radical en las actuales conductas de la Unión Europea, de los líderes del mundo –en particular del Presidente Trump-, de los grandes consorcios financieros, mediáticos, energéticos y militares, de los multimillonarios que no recuerdan “que las mortajas no tienen bolsillos”…

Cada día, al levantarnos, debemos pensar en la mirada de esos niños refugiados y migrantes en los que estamos plantando semillas de animadversión y odio. Cada amanecer, sentir la herida de los miles de seres humanos que morirán hoy de hambre y desamparo. Homicidio oculto, que los medios de comunicación no nos manifiestan como deberían. Aunque no lo parezca por las noticias, tan discriminatorias y desproporcionadas, toda vida vale lo mismo y toda muerte vale también lo mismo.

“Me duele este niño hambriento como una grandiosa espina”, escribió Miguel Hernández… y tendríamos que sentir: “Vergüenza de haber perdido la vergüenza” como manifestara el Papa Francisco al finalizar la oración con motivo del Vía Crucis de 2018…

Para salir de la zozobra y naufragio en que nos hallamos, unamos voces y manos para grandes clamores presenciales y en el ciberespacio, y para derribar muros y vallas y construir puentes.

La acogida a los refugiados es un derecho humano. La ayuda a los más menesterosos es una obligación ética esencial. Sólo el multilateralismo –“Nosotros, los pueblos”, como tan lúcidamente se inicia la Carta de las Naciones Unidas- podrá esclarecer los sombríos horizontes actuales y sólo la cooperación internacional podrá librarnos del naufragio.


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