“Carta al G20”: ¿más de lo mismo?, no

domingo, 12 de abril de 2020



Está claro que el G20, establecido en 2008 para aminorar el escándalo autárquico del G6, G7 y G8, ha fracasado estrepitosamente, ampliando la brecha social y desatendiendo a los más vulnerables.  Estamos en una nueva era, frente a procesos potencialmente irreversibles como el cambio climático, y es necesario ahora inventar con sabiduría y firmeza nuevas medidas a escala global.

La pandemia por el coronavirus ha vuelto a poner de manifiesto las deficiencias y falta de medios que pudieron, si no evitar, hacer que las consecuencias fueran de menor impacto y causaran no sólo menos daños materiales sino, sobre todo, menos pérdidas humanas….

Ante la actual crisis del coronavirus -COVID-19- que estamos viviendo no se puede tolerar por más tiempo una economía basada en la especulación, deslocalización productiva y guerra sino una economía basada en el conocimiento para un desarrollo global sostenible, que permita una vida digna a toda la humanidad y no excluya, como sucede ahora, al 80% de la misma.

Cuando nos apercibimos de la dramática diferencia entre los medios dedicados a potenciales enfrentamientos y los disponibles para hacer frente a recurrentes catástrofes naturales (incendios, inundaciones, terremotos, tsunamis,…) o sanitarias como la actual pandemia, constatamos, con espanto, que el concepto de "seguridad" que siguen promoviendo los grandes productores de armamento es no sólo anacrónico sino altamente perjudicial para la humanidad en su conjunto, y que se precisa, sin demora, la adopción de un nuevo concepto de "seguridad", bajo la vigilancia atenta e implicación directa de las Naciones Unidas.

La salud es lo más importante, y debe tratarse siempre, en sus aspectos curativos y preventivos, con absoluta profesionalidad, dejando a un lado cualquier otra consideración. Porque la salud es un derecho de todos. En medicina se han realizado grandes avances pero se ha compartido poco. El gran reto es compartir y extender.

Progresivamente, las epidemias, que siempre han existido y existirán, pasarán a ser graves pandemias porque el “trasiego humano” no cesará de aumentar.  Hasta hace unas décadas la difusión era muy escasa porque la gran mayoría de la humanidad se hallaba confinada en espacios reducidos y la posibilidad de transmisión al exterior de los mismos era infrecuente.

Se nos presentan a diario imágenes de las acciones admirables que está llevando a cabo el personal sanitario para atender con gran profesionalidad y humanidad a todos los enfermos del coronavirus, a pesar de los menguados recursos con que cuentan por el afán desmedido de los últimos años de debilitar al Estado (así “mueren” las democracias actuales…). Ponderamos y aplaudimos el impagable trabajo que siguen desempeñando todos aquellos que colaboran en los sectores esenciales (nutrición, transporte, distribución, regulación de la conducta ciudadana, limpieza, desinfección…), así como la actividad de los efectivos militares y de las fuerzas de seguridad en situaciones de emergencia.  Es en estas circunstancias cuando se ponen de manifiesto -y no debe olvidarse, una vez más-  los efectos de los recortes en la capacidad investigadora, la reducción  del tejido industrial y de los distintos y tan relevantes sectores de la sanidad pública que, de ahora en adelante, deberán siempre encontrarse preparados para contingencias de esta naturaleza y gravedad. 

En la “Carta al G20”, que acaba de ser firmada por “líderes mundiales para dar una respuesta global a la crisis del coronavirus”, se proponen las mismas medidas que se adoptaron frente a la crisis financiera del año 2008, que han conducido a la situación presente habiendo demostrado que los mercados no resuelven los desafíos globales. Frente a amenazas de ámbito mundial se requiere una reacción proporcional de “Nosotros, los pueblos”. No es la plutocracia -que representa en realidad la fuerza de un solo país- sino el multilateralismo democrático el que puede estar a la altura de las circunstancias. ¿Por qué 20 países deben tener las riendas del destino común cuando en estos momentos hay en el mundo 196 países? No es el “gran dominio” (financiero, militar, energético, mediático) el que va a solucionar los problemas sino la voz y manos unidas de todos los pueblos. La Carta debería ser dirigida a las Naciones Unidas, para dar un renovado vigor al multilateralismo y no a su principal oponente.

Ha llegado el  momento –que la  irreversibilidad potencial hace apremiante- de reducir las sombrías tendencias actuales propias de la deriva neoliberal, que ha desoído los llamamientos de la comunidad científica para la oportuna adopción de medidas contra el cambio climático y la puesta en práctica sin dilación de los ODS ( Objetivos de Desarrollo Sostenible, Agenda 2030) adoptados por la Asamblea General de las Naciones Unidas en noviembre de 2015 “para transformar el mundo”.

La ciencia debe ayudar al ciudadano para que no quede a merced de unos grandes consorcios internacionales y de unos pocos gobiernos. Es, preciso, verificar bien las informaciones tan rápidamente asequibles en la actualidad, para que, en breve plazo, sean los conocimientos y no los intereses los que orienten la brújula del mañana.

La sabiduría se halla hoy en favorecer la evolución de la gobernanza de tal modo que no sea necesaria la revolución. Volver a soluciones periclitadas y parciales sería dar la razón a la excelente viñeta publicada por El Roto en el periódico “El País” el día 5 de abril: “Cuando todo esto pase nada volverá a ser igual… ¡menos lo de siempre, claro!”.

El progreso que ha alcanzado la medicina en los últimos años –vacunas,  antibióticos, prácticas quirúrgicas, conocimiento profundo de la fisiopatología, de los reguladores moleculares, de los mecanismos de expresión genética y de los condicionamientos epigenéticos, de la señalización celular, del diagnóstico enzimático y la introspección física…– ha logrado mejorar la calidad de vida y la longevidad de la población. Se han realizado grandes avances, pero no han sabido aportarse los medios de su aplicación a todos los seres humanos, iguales en dignidad.

El gran reto ahora es compartir y extender el progreso. Hasta hace unas décadas, no sabíamos cómo vivían la mayoría de los moradores del planeta. Ahora lo sabemos y, por tanto, si no contribuimos a facilitar el acceso de todos a niveles razonables de bienes y servicios nos convertimos en cómplices.

La atención debe ser integral y dirigida a toda la población. El tiempo de la pasividad y del temor ha concluido, y hay que decir alto y firme que la sociedad no transigirá en cuestiones de las que depende, con frecuencia, la propia existencia.

El por-venir está todavía por-hacer. Y la democracia está en peligro.  El futuro que anhelamos emergerá de la conciencia global, de la ciudadanía mundial, con una equidad progresiva, capaz por fin de expresarse y dejar de ser invisible, silenciosa, sumisa. Por fin, la ciudadanía podrá, presencialmente y en el ciberespacio, manifestarse sin cortapisas.  Por fin, la fuerza de la razón en lugar de la razón de la fuerza. Por fin, todos y no unos cuantos. Por fin, la implicación ciudadana. Por fin, la palabra esclareciendo los hoy sombríos caminos del mañana.

Firmantes:

Fundación Cultura de Paz

Federico Mayor Zaragoza, Presidente de la Fundación Cultura de Paz, Presidente de la Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC)

DEMOSPAZ-UAM (Instituto Universitario de Derechos Humanos, Democracia, Cultura de Paz y Noviolencia) 

Manuela Mesa, codirectora de DEMOSPAZ

Carlos Giménez, director de DEMOSPAZ


Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz 1980. Presidente Honorario de la Fundación Servicio Paz y Justicia en A. Latina

Roberto Savio, Presidente de “Othernews”

Rosa María Artal, periodista

Emilio Muñoz, Socio Promotor de AEAC

María Novo, Catedrática Emérita de Educación Ambiental y Desarrollo Sostenible

Vicente Larraga, Socio Fundador de AEAC

Enrique Santiago, Jurista, experto en Derechos Humanos y Derecho Internacional

Montserrat Ponsa Tarrés, periodista


Rafael Monzó Giménez, presidente del Centro UNESCO Valencia/Mediterráneo

Jose Luis Ramón Moraleda, funcionario de Justicia

Anna Jarque, experta en artes escénicas en la educación con valores

Mercedes Dumont, psicóloga

Miquel Segura, president Centre Internacional per a la Creativitat Audiovisual


Alberto Guerrero Fernandez, Presidente Fundacion Española de Asociaciones Centros y Clubes UNESCO

Francisco Morales Garcia, psicólogo, director de Servicios Sociales Comunitarios en la Diputación Provincial de Granada

Antonio damian requena segovia, estadístico del Cuerpo Superior del Estado

Celestino Olalla Lorenzo, Presidente Ong Otromundoesposible


Santiago Serrate Ollé, director de orquesta 

Ángeles Saura, artista y docente UAM, Cátedra UNESCO Educación en Justicia Social

Juan D. Tutosaus, médico jubilado

Antonio Lameiro Couso, Profesor jubilado de Etica y Filosofía en secundaria 

Rafael Sánchez Sanz, Subdirector General África Fundación Sur


Juan José Tamayo, Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones "Ignacio Ellacuría" Universidad Carlos III de Madrid

Professor K.M. Stokes, President, The University for Sustainability

Jorge Álvarez, Presidente de la Academia Española de la Radio

Jean-Jacques Lafaye, escritor y geopolitólogo

Màrius Rubiralta, ex rector de la Universidad de Barcelona. Profesor del Campus de la Alimentación de Torribera (UB)


Francisco Sierra Caballero, Catedrático Universidad de Sevilla. Presidente de ULEPICC

Nazanín Armanian, Profesora de relaciones internacionales y periodista 

Antonio Maíllo Cañadas, profesor de latín y coordinador general de IULV-CA de 2013 a 2019

Ernesto Alba Aragón, secretario general del Partido Comunista de Andalucía

Manuel Pineda Marín, europarlamentario


Toni Valero Morales, profesor de historia y coordinador general de IULV-CA

Alvaro Leyva Duran. Constituyente colombiano, ex ministro, constructor de Paz



Juan Rodríguez Corrales, Presidente del Centro UNESCO "Campo de Gibraltar"


Marisa Tejada Azul, actriz y directora de La Fábrica de Sueños 



Manuel Bestratén Bellovím Presidente de MIESES GLOBAL (Movimiento Internacional por la Excelencia, la Salud Empresarial y la Sostenibilidad)


Ton Dalmau Llagostera, Impulsor de microeconomies sociales


Ramon Clotet Ballúsm Miembro de Fundación Triptolemos para el desarrollo del Sistema Alimentario



Juan Manuel de Faramiñán Gilbert, Catedrático emérito de la Universidad de Jaén



Miguel Angel Invarato, Gestor Cultural y Presidente "Traductores del Viento.org"

Jose Esquinas Alcázar, Catedrático y ex directivo de Naciones Unidas/FAO

Bernabé López García, profesor de Historia Contemporánea del Mundo Árabe, UAM

Victoriano Fernández Fernández



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1 comentario

Jordreu dijo...

Lo sorprendente es que alguien pueda pensar que los millonarios se reunan para otra cosa que no sea perpetuar el capitalismo actual que alimenta sus cuentas de banco y su poder social. Siempre que se reunan tendrá que «ser más de lo mismo.» La era de las revoluciones llegó a su final. Quizás la experiencia del COVID-19 tenga una secuela constructiva porque nos ha puesto a la mayoría (porque a la minoría en la cima de la pirámide no le ha ocurrido) al mismo nivel de vulnerabilidad.

El principio de perpetuación de la especie, la raza, la clase social, el imperio, es aprendido pero las religiones lo sacralizaron y ahora muy pocas gentes lo cuestionan porque se le tiene por la fuente del mejor «orden.»

13 de abril de 2020, 0:01