Ricardo Díez Hochleitner, vigía de nuevos tiempos

jueves, 9 de abril de 2020


“¡Con cuánto trabajo deja la luz a Granada!”, escribió Federico García Lorca. ¡Con cuánto trabajo, en todas las acepciones, ha dejado Ricardo Díez Hochleitner la vida! Una vida especialmente densa y polifacética, que ha discurrido sobre dos ejes principales: la educación y la prospectiva.  

Nació en Bilbao en 1928. Licenciado en Ciencias Químicas en 1950 (Universidad de Salamanca). Realizó estudios de postgrado en Ingeniería Química. Doctor en la Universidad Técnica de Karlsruhe (Alemania).  De 1952 a 1955 fue Profesor de la Universidad de Colombia, donde ejerció también como Colaborador Técnico de Educación Industrial en el Ministerio de Educación. Después regresó a España en calidad de Inspector General de Formación Profesional e Industrial, y dirigió la División de Enseñanzas Técnicas de la OEI (Organización de Educación Iberoamericana). Durante poco más de un año (junio de 1956 a julio de 1957) fue Coordinador General del Ministerio de Educación Nacional de Colombia. La extraordinaria experiencia adquirida durante aquellos años le permitió desempeñar el cargo de Asesor Principal de Planteamiento Educativo de la OEA (Organización de Estados Americanos), en Washington y, acto seguido, de 1958 a 1962, colaboró con la UNESCO como especialista de Planificación y Administración de la Educación. Fue el primer Director del Departamento de Inversiones del Banco Mundial y, a continuación, Director del Departamento de Planificación y Financiación de la Educación de la UNESCO, hasta 1967.

Es en este momento cuando el Ministro José Luis Villar Palasí le incorpora al Ministerio de Educación y Ciencia de España como Secretario General Técnico al principio, y como Subsecretario después (1969-1973). Fue en 1968, siendo Rector de la Universidad de Granada, cuando le conocí e iniciamos una intensísima colaboración. En poco tiempo, el Ministerio creó las tres Universidades Autónomas (Barcelona, Bilbao y Madrid) y la UNED, y elaboró el Libro Blanco de la Educación (con la colaboración del gran pedagogo José Blat Gimeno) y la Ley General de Educación de 1970.

Durante el primer encuentro en Granada, visitó el Hospital Real, que se incorporó después a la Universidad Granadina.

Desde 1976, fue Miembro del Club de Roma. Ya conocía desde hacía años a Aurelio Peccei, su fundador. En 1982 fue nombrado Miembro del Consejo Ejecutivo y Vicepresidente en 1988. En el año 2000, se convirtió en Presidente del Club de Roma a escala mundial hasta 2010. A partir de este momento, en calidad de Presidente de Honor, ha seguido inspirando las actividades del Capítulo Español del Club de Roma que, bajo la clarividente dirección de Isidre Fainé y de su Vicepresidente José Manuel Morán, se ha convertido en uno de los más activos y relevantes Centros del Club de Roma de todo el mundo.

¿Cuál es la característica fundamental que recuerdo de Ricardo Díez Hochleitner desde que le conocí en el año 68? Lo que recuerdo como más sobresaliente es la visión global que siempre tuvo. “Saber para prever, prever para prevenir”. Siempre viendo el mundo en su conjunto, porque Ricardo, siendo bilbaíno, era también muy palentino. Le gustaba este “equilibrio” de procedencia. Pero su cualidad principal fue siempre preocuparse de la humanidad sin fronteras ideológicas, étnicas, o geográficas. Tenía el compromiso permanente de desarrollo humano para un planeta sostenible. Para esto no sólo hay que atreverse a saber sino que hay que saber  atreverse, y él fue una persona que no fue sólo receptor sino que supo emitir y movilizar.

Ricardo Díez Hochleitner fue un visionario, vigía de tiempos nuevos que, ahora más que nunca, en la crisis que estamos viviendo por la pandemia del coronavirus, nos damos cuenta de que hay que transformar radicalmente. En 1977 ya decía: “…lo importante es la alimentación, es el reciclaje de los recursos, es el medio ambiente”. Y, en “El mundo ante una difícil transición”, artículo publicado en El País el 3 de noviembre del mismo año,  escribía: “El Club de Roma está al servicio de los problemas planetarios…”. Sabía muy bien que no se trata sólo de diagnósticos sino, sobre todo, de tratamientos a tiempo. Era una exigencia de las responsabilidades intergeneracionales. He querido revisar muy rápidamente alguno de los documentos que conservo y de lo que significó y significa hoy Ricardo Díez Hochleitner, porque realmente era un “hombre-horizonte” -como se refirió a él  tan bellamente, con el dominio que tiene de la lengua, Ángel Gabilondo-  que nos obligaba a seguirlo pero que nunca alcanzábamos… pero, entre tanto, nos había hecho caminar… Todo esto constituye el rastro, el impacto educativo y preventivo de Ricardo Díez Hochleitner, como promotor de muchas iniciativas y proyectos, como el de la Fundación Santillana. Tuve el honor de que aceptara ser miembro, desde su fundación en el año 2000, de la Fundación Cultura de Paz, que pretende la sustitución de la razón de la fuerza por la fuerza de la razón.

Ricardo Díez Hochleitner ha sido  para mí, en palabras de la poetisa gaditana Pilar Paz Pasamar, más que un amigo, un “hermamigo”.

Su mujer, su compañera inseparable consciente y esperanzada, sus 7 hijas e hijos tan brillantes y notorios, sus 22 nietos y 9 bisnietos, forman parte esencial de su inmenso legado humano y profesional.  Ricardo Díez Hochleitner supo poner en práctica de forma ejemplar los versos del sabio Athanasius: “¿De qué sirven / el caudal y los ríos de la ciencia / si no aprendemos a amar / y a renunciar a nosotros mismos?”.


Publicado en El País el 7 de abril de 2020

1 comentario

libreoyente dijo...

Excelente y emotiva semblanza de un personaje singular, que debe servirnos de ejemplo en muchas facetas. Qué suerte tuvo usted por haberlo conocido personalmente. Yo, siendo estudiante, estuve en una reunión con él cuando era Subsecretario de Educación, y me impresionó por sus amplísimos conocimientos.

12 de abril de 2020, 19:49