Ciencia y Democracia

jueves, 3 de febrero de 2022

 Por Federico Mayor y  Emilio Muñoz (*)

Actualmente, el condicionamiento de la irreversibilidad potencial de algunos fenómenos añade una responsabilidad intergeneracional que pasa a ocupar un primerísimo lugar en los valores insoslayables que deben inspirar la gobernanza mundial. Alcanzar puntos sin retorno, situaciones en las que puede pronunciarse, con toda razón, que “esto ya no tiene remedio”, constituye la palanca “humana” más poderosa para la acción, para la movilización, para los grandes clamores populares….Nuestros descendientes podrán comprender muchas cosas, muchas decisiones e indecisiones… salvo aquellas de consecuencias irremediables.

Como ha sucedido con algunos manifiestos y llamamientos (Declaración de Premios Nobel de la Paz, Barcelona, diciembre 2015; Campaña de «Desarme para el Desarrollo» y del “World Peace Congress”,  iniciativas del International Peace Bureau, en Berlín, septiembre-octubre 2016 y en Barcelona noviembre de 2021; el Manifiesto de AEAC de 2019[1]; el del World Academy of Art and Sciences[2] de 2021) el inmenso poder mediático ha acallado cualquier posible eco y sigue propiciando innumerables espectadores sumisos y ofuscados.

Ante procesos potencialmente irreversibles que constituyen amenazas a escala global –el Ártico se está fundiendo y el permafrost contiene grandes cantidades de metano- la ciudadanía debe, consciente de la situación, reclamar y apoyar las directrices científicas.

Los desafíos a los que nos enfrentamos en estos momentos no tienen parangón. Las soluciones tampoco. Tenemos que pensarlas, que debatirlas, que inventarlas. Sólo siendo conscientes de la realidad y de la existencia, por primera vez en la historia, de procesos globales potencialmente irreversibles, “Nosotros, los pueblos”, podrán movilizar a escala mundial las acciones que puedan preservar el destino común en condiciones aceptables. Para ello es necesario participar de tal modo que no solo seamos contados sino tenidos en cuenta. El liderazgo de las comunidades científica, académica, artística, es indeclinable, porque sólo se logrará la inflexión con el conocimiento, con el rigor de juicio que es absolutamente preciso para reconducir las tendencias actuales a tiempo.

Se equivocan quienes consideran que nos hallamos ante una crisis coyuntural y pretenden reinstaurar el “orden” anterior. Nos encontramos en una encrucijada histórica en la que todos los seres humanos y no unos cuantos deberían poder tener una vida digna de ser vivida. Hay que pasar de tener a ser. De “más” a “mejor”, de la “abundancia asimétrica” a la sobriedad voluntaria y compartida.

Se trata de inaplazables momentos de decisión. Así empieza la Carta de la Tierra: “Estamos en un momento crítico de la historia de la Tierra, en el cual la humanidad debe elegir su futuro… Debemos unirnos para crear una sociedad global sostenible fundada en el respeto hacia la naturaleza, los derechos humanos universales, la justicia económica y una cultura de paz”. Debemos actuar resueltamente, sin mayores aplazamientos, sobre todo –es preciso reiterarlo sin cesar- cuando se trata de procesos potencialmente irreversibles. Estamos viviendo, especialmente desde hace algunas décadas, en medio de una extraordinaria confusión conceptual, degradación ecológica, extrema pobreza, inexcusables disparidades, amenaza nuclear, carencia de un multilateralismo eficiente…, debacle, en suma, de un sistema basado en el dinero y el cortoplacismo.

Gracias a la tecnología digital, los seres humanos ya pueden hoy saber lo que acontece en todo el mundo y expresarse libremente. “Cambiar el mundo, amigo Sancho, no es locura ni utopía sino justicia”, escribió Cervantes. Se trata ahora, ahora por fin, de poner en práctica la lúcida expresión con que se inicia la Carta de las Naciones Unidas: “Nosotros, los pueblos… hemos resuelto evitar el horror de la guerra a las generaciones venideras”. Entonces era prematuro. Y “los pueblos” fueron representados exclusivamente por Estados y por hombres.

Progresivamente se ha logrado la igual dignidad sin discriminación alguna por razón de género, etnia, religión, ideología, sensibilidad sexual….
La mujer, con sus valores inherentes es, ciertamente, esencial para la transición de una cultura de imposición, dominio, violencia y guerra a una cultura de encuentro, conciliación, diálogo y paz… La solución está en ser plenamente uno mismo, ejerciendo sin restricción alguna las capacidades distintivas de la especie humana: pensar, imaginar, anticiparse, innovar, ¡crear!

“Nosotros, los pueblos”.  No se refiere a los Estados y a los gobiernos.  Son “los pueblos”, es la sociedad civil la que debe tener el papel que le corresponde. “Nosotros, los pueblos…” es la mejor expresión del multilateralismo democrático, única fórmula de gobernación mundial que puede eliminar a los grupos plutocráticos impuestos por el neoliberalismo que han derivado en una crisis sistémica de hondo calado. En 1997, la conferencia general de la UNESCO aprobó una excelente resolución sobre las responsabilidades de las generaciones presentes con las venideras… Mujeres y jóvenes, serán ahora, por fin,  los que tomen el relevo. Por fin, la mujer en el estrado, en pie de igualdad plena…;  por fin la juventud consciente de su responsabilidad para asegurar la calidad del legado intergeneracional, actuando con gran firmeza en favor de la adopción de medidas que eviten el descalabro social de la humanidad y el empeoramiento de las condiciones de vida.

Está claro que la única solución está en el fomento, a todos niveles, de una democracia genuina. La Declaración Universal de la Democracia[3]  tiene capítulos dedicados a democracia social, democracia política, democracia económica, democracia cultural e internacional. Es especialmente importante destacar el artículo undécimo en el que se subordinan todas las dimensiones y aspectos de la democracia económica a la justicia social.

Coincidiendo con el “Día Internacional de la Paz”, en septiembre de 2021, con motivo del 76 aniversario de la fundación de las Naciones Unidas y la UNESCO, desde la Federación Española de Centros UNESCO (FECU), con la Fundación Cultura de Paz y el Instituto DEMOS-PAZ, de la UAM, y el respaldo inicial de entidades y personas ya comprometidas en promover los cambios radicales que comportan la Agenda 2030 y los ODS, se hizo un llamamiento apremiante sobre multilateralismo, cumplimiento de la Agenda 2030 y democracia al Secretario General de las Naciones Unidas,[4] a todos aquellos ciudadanos y ciudadanas, comunidades, educadores, centros de enseñanza de todos los niveles, estudiantes, medios de comunicación, uniones de empresarios y trabajadores, partidos políticos, gobernantes, parlamentarios, ONGs nacionales e internacionales, organizaciones del sistema de las Naciones Unidas… y en particular a figuras muy conocidas y respetadas en el ámbito cultural, deportivo, artístico, científico, académico, literario…

Los Acuerdos de París sobre el Cambio Climático (COP) alcanzados en la reunión de Naciones Unidas al respecto, así como la propuesta de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para el periodo 2015-2030 aparecieron como pasos en la buena dirección… Los compromisos “no vinculantes de la reciente reunión en Glasgow… -¡qué oprobio, qué desvergüenza!…  si no son vinculantes no son compromisos…-. De esta manera ha concluido la gran ocasión de Glasgow en la incertidumbre y desesperanza, porque es evidente que buena parte de la ciudadanía consciente ve desaparecer las últimas posibilidades de enfrentar y reconducir la situación presente… ¿Quedarán todos estos sabios llamamientos una vez más arrinconados en los anaqueles y mente de los gobernantes?

Multilateralismo democrático es la solución, que proporcionaría a la ciudadanía consciente de los grandes retos actuales la capacidad de acción para paliar todavía sus efectos y cumplir la responsabilidad de las generaciones actuales con las venideras.

Las soluciones tenemos que pensarlas, que debatirlas, que inventarlas. Sólo siendo conscientes de la realidad y de la existencia, por primera vez en la historia, de procesos globales potencialmente irreversibles, “Nosotros, los pueblos”, podrán movilizar a escala mundial las acciones que puedan preservar el destino común en condiciones aceptables. Para ello, insisto, es necesario participar de tal modo que no solo seamos contados sino tenidos en cuenta. El liderazgo de las comunidades científica, académica, artística, es indeclinable, porque sólo así se logrará la inflexión con el conocimiento, con el rigor de juicio que es absolutamente preciso para reconducir las tendencias actuales a tiempo.

La democracia es el único contexto en el que es posible imaginar el “nuevo comienzo”, la nueva era de un mundo en el cual la gobernación sea inspirada por la justicia, la igualdad, la libertad y la solidaridad, en suma, por los “principios democráticos” que tan lúcidamente establece la Constitución de la UNESCO, en lugar de los mercados, del gran dominio militar, energético, financiero, digital  y mediático que en estos momentos intenta ejercer, a través de grupos plutocráticos, sus ambiciones hegemónicas, que tantos resultados negativos han conllevado. La democracia sólo puede existir si los derechos humanos son respetados y protegidos, mientras que los derechos humanos, a su vez, sólo pueden  florecer dentro de un régimen democrático.

Deber de memoria y deber de acción: puesta en práctica de la Agenda 2030; rápida concertación a escala mundial para la eliminación de las armas nucleares; regulación del tráfico y consumo de drogas ilegales; eliminación de los paraísos fiscales y de los grupos plutocráticos…; nuevo concepto de seguridad “humana”; fomento de la ciencia y del consejo de quienes poseen los conocimientos adecuados; incremento de las medidas preventivas, especialmente de índole sanitaria; asegurar la independencia de la justicia; educación para todos a lo largo de toda la vida…para inventar el futuro y, con indomable resiliencia, no aceptar nunca más imposiciones, dogmatismo, supremacismo… Cada ser humano único capaz de crear, nuestra esperanza. 3 de febrero de 2022.

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(*)  Federico Mayor Presidente de la Fundación Cultura de Paz. Director General de la UNESCO (1987 – 1999) –  Emilio Muñoz, Profesor emérito CSIC y CIEMAT Presidente del Consejo Consultivo de la AEAC

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