Declaración Universal de los Derechos Humanos
III
Cuando por fin hay quienes logran ser “educados”, es decir, “ser ellos mismos”, ciudadanos participativos que manifiestan sus preferencias y opiniones… cuando se está a punto de no ser sólo contado en los comicios electorales sino contar y ser tenidos en cuenta,… entonces se despliegan las inmensas alas del poder mediático que los reduce a espectadores impasibles, a testigos indiferentes a quienes se activa y desactiva como con la famosa campana de Pavlov.
Hasta que un día, después de años y años de democracias frágiles y maniobreras, llega, con la moderna tecnología de la comunicación, la posibilidad de construir en el ciberespacio lo que hasta ahora se ha podido evitar en la “vida real”. Hoy es ya posible modificar con la telefonía móvil, Internet, etc. la realidad tercamente acuñada, siempre imperturbable; movilizar a los millones de seres humanos que pueden, por fin, unir sus voces y anhelos; y llevar a cabo la revuelta, pacífica pero firme, que los guardianes de la inercia y de los privilegios, de las alacenas del pasado, no nos dejaban ni siquiera esbozar.
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