Educación para ser “libres y responsables” como establece la Constitución de la UNESCO, que añade que la humanidad se guiará por “principios democráticos”. Educación para actuar en virtud de las propias reflexiones y no al dictado de nadie ni de nada.
Educación que los Informes PISA confunden con capacitación y con habilidades y destrezas.
Educación es ser independiente (que no “indiferente”, que añadiría Ángel Gabilondo, que sabe muy bien de qué se trata y de lo que supone, en los distintos grados, impulsar el proceso educativo).
Educación para todos a lo largo de toda la vida. Todos educandos, todos educadores. Ahora, la longevidad constituye un inmenso tesoro, normalmente inexplorado, de saberes y sabiduría.
Cada ser humano único capaz de crear, nuestra esperanza. Por eso hay que promover, siempre, la filosofía y las enseñanzas artísticas, para favorecer la invención del por-venir que está por-hacer.
“Más vale un ejemplo que cien sermones”. Esto deberían saberlo muy bien quienes, representando a “Nosotros, los pueblos”, creen que la educación es tarea de escuela y maestros, cuando es responsabilidad de todos, empezando por los más visibles, los más “expuestos”.
En la era digital, con la capacidad de expresarnos, con la posibilidad de conocer lo que acontece en todo el mundo, y con la mujer, por fin, en el estrado, la educación genuina es la prioridad y la solución.
En poco tiempo, los seres humanos dejarán de ser invisibles, atemorizados, silenciosos e impasibles y pasarán de súbditos a ciudadanos, después de siglos de anonimato e irrelevancia.
Ciudadanos del mundo capaces de “cambiar de rumbo y nave”, como decía José Luis Sampedro. Sólo con educación, ciencia, cultura y comunicación, las riendas del destino estarán en manos propias y no ajenas. Sólo así se procurará, citando de nuevo a Gabilondo, “la equidad, la libertad y la justicia”.
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