Tenemos centenares de aviones preparados para guerras que, por fortuna, no tienen lugar… pero sobre los que los interesados agoreros representantes del inmenso y siniestro complejo bélico-industrial no dejan de alertar. Bombarderos, misiles y escudos antimisiles, acorazados, submarinos… colosales arsenales para potenciales enemigos, pero ausencia total de preparación para el previsible y recurrente temporal airado, para los seísmos, para los tsunamis…
He escrito en varias ocasiones sobre la inaplazable desaparición de los inoperantes grupos plutocráticos impuestos por el neoliberalismo, y la necesidad de una refundación apremiante de las Naciones Unidas, una de cuyas urgentes acciones sería la de coordinar todos los dispositivos adecuados, que deberían existir en todos los países circundantes, para situar en los lugares adecuados los medios tecnológicos que permitieran socorrer con eficacia.
Ya está bien. Estamos hartos de la cultura de guerra, de la inercia, de falta de preparación y acción concertada ante los problemas realmente importantes.
Que Ecuador, como lo fue Haití hace unos años, como lo fueron los tsunamis de Japón e Indonesia… logre el clamor popular -¡ahora que ya podemos expresarnos!- para que las medidas necesarias se adopten sin tardar. Una manera de lograrlo sería la convocatoria de una Sesión Extraordinaria de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Desde el origen de los tiempos, la fuerza. Hoy, ya ciudadanos del mundo, exigimos que los grandes desafíos se resuelvan por el conocimiento y la palabra.
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