Hace
doce años escribí los dos poemas que figuran a continuación. Hoy, urgidos por
procesos que pueden alcanzar pronto puntos
de no retorno, nuestra responsabilidad se acrecienta. En medio de un desconcierto generalizado,
cuando el Sistema multilateral de las Naciones Unidas se ha sustituido por
grupos plutocráticos y los valores éticos por los bursátiles,… cuando la
insolidaridad alcanza límites deleznables y las amenazas globales se
multiplican,… cuando un inmenso poder mediático convierte a multitudes en
impasibles espectadores… y acalla las voces insumisas… es oportuno releer y
repensar aquellas reflexiones:
“No me queda ya lugar
para
el espanto
y la vergüenza
del
silencio por respuesta.
No me
queda ya voz
para
gritar
que
pare este horror…
La
niña en brazos
de su
padre,
herida,
ensangrentada
por
la espiral del terror
y de
la fuerza…
Quiero
ser brazo
de tu
brazo,
quiero
estar a tu lado
y ser
tu compañero.
Quiero
ser brazo y amparo
de
cualquier niño
de
cualquier color de piel.
Quiero
mirarle a los ojos
y
pedirle perdón
en
nombre de quienes
aún
creemos
que
podría detenerse esta locura…
Y
decirle que será
al
fin,
la
palabra
la
que venza” Madrid,
20 de mayo de 2004.
“Soñé
que
germinaban las semillas
de
“¡basta!”
que
habíamos sembrado
en
eriales
haciendo
frente al cierzo,
en un
amanecer
como
cualquier amanecer
-amanecer
sombrío
y
frío de amor
con
los brazos
ocupados
por
utensilios
y
armas,
inhábiles
para el abrazo-;
haciendo
frente al ruido
y a
la inercia
de la
inmensa maquinaria
de la
guerra;
haciendo
frente a la indiferencia
y el
recelo;
bajo
la mirada de los resignados
y de
los escépticos…
Verdecían
las semillas
que
plantamos, tercos,
con
la mirada
de
todos los niños
del
mundo
en
nuestros ojos,
rotundas
semillas
de
“¡basta ya!”,
de
“¡nunca más!”
a la
violencia
Hoy
es más urgente todavía que entonces. Es tiempo de acción. Ineludible.
1 comentario
Como siempre, muy oportuno. No deje usted de hablar.
2 de enero de 2017, 20:06Un saludo
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