Recuperar la filosofía

domingo, 18 de noviembre de 2018


Primero, aprender a ser.

Con enorme satisfacción recibí la noticia de que, por fin, todos los grupos parlamentarios han solicitado al Gobierno que se recupere la asignatura de filosofía al  nivel que le corresponde.

Hace más de un siglo que don Francisco Giner de los Ríos definió magistralmente la “educación” como la capacidad de “Dirigir la propia vida”, actuar en virtud de las reflexiones personales y nunca al dictado de nadie. Pensar y crear. Con estos “educados”, el mundo entrará en una nueva era. Habrán aprendido a ser y a rebelarse. Con los “competitivos y gregarizados” seguiríamos fomentando las asimetrías actuales, las filias y las fobias, y las emociones multitudinarias, la obcecación y el fanatismo, porque han aprendido a tener y a ser sumisos. 

Esta espléndida definición me lleva a pensar en Julián Marías quien, en su “Reflexión sobre un libro propio”, a los 24 años de haberlo terminado de escribir, explicaba los motivos personales que le llevaron a profundizar en la filosofía, citando los versos de Goethe, que Ortega y Gasset repetía con frecuencia: “Yo me confieso del linaje de esos/ que de lo oscuro hacia lo claro aspiran”. En el epílogo de este libro, José Ortega y Gasset defendía que el nombre perdurable de la filosofía debía ser “averiguación”. En efecto, nada define con tanta precisión la esencia de la filosofía como la actitud permanente de averiguar que, según la Real Academia significa: “Inquirir la verdad hasta descubrirla”.

La Constitución de la UNESCO, en su artículo 1º, resume con gran precisión el sentido del proceso educativo: contribuir a formar personas “libres y responsables”. Libres para, las alas sin adherencias ni lastre, volar alto en el espacio infinito del espíritu. Libres, actuando siempre en virtud de las propias reflexiones, sin cortapisa dogmática alguna. Y responsables, teniendo en cuenta, junto a los derechos, los deberes en relación a los “otros”, próximos o distantes, coetáneos o pertenecientes a las generaciones venideras… 

Educación es mucho más que capacitación, que formación en actividades y destrezas profesionales, es más que conocimiento e información (sobre todo, mucho más que información a través de noticieros, ya que la noticia es, por su propia naturaleza, lo insólito, lo no habitual, lo extraordinario). 

Pues bien: para esta educación “troncal”, son esenciales la filosofía y las artes, y no lo es la simple transferencia de técnicas y métodos que deben ser siempre “además de” y no “en lugar de”. Ya nos alertó José Saramago cuando escribió: “¿Llegaremos a tener tecnología 100, pensamiento 0?”

Recuerdo que Juan Rof repetía –le oí en varias ocasiones en el Instituto de Ciencias del Hombre- que la “autonomía personal” era requisito para una conducta en “plena e irrestricta libertad”, sin condicionamientos en el quehacer humano, en virtud de la fórmula maestra de la reflexión y la introspección… Autonomía personal gracias a la filosofía que, de acuerdo a la definición de la Real Academia,  es “el conjunto de saberes que busca establecer, de manera racional, los principios generales que organizan y orientan el conocimiento de la realidad, así como el sentido del obrar humano”.

No cabe duda: para la transición de súbditos a ciudadanos plenos, más filosofía y más artes. Filosofía, fundamental para ser “libres y responsables”, para hacer posible el pleno ejercicio de las facultades distintivas de la especie humana: reflexionar, imaginar, anticiparse, innovar, ¡crear! Filosofía para –como manifestaba recientemente  la Directora General de la UNESCO, Audrey Azoulay,- “poder transformar las sociedades”, para llevar a la práctica los cambios radicales que la situación actual del mundo exige. Hoy es necesario y apremiante impulsar la Filosofía en todos los grados del aprendizaje.  “La Filosofía crea las condiciones intelectuales para el advenimiento del cambio, el desarrollo sostenible y la paz”, añadía la Directora General y exhortaba  a todos los Estados Miembros “a que den vida a este mensaje, que entronca con la esencia misma del mandato de la Unesco”.

La facultad distintiva de la especie humana es la creatividad, es la desmesura biológica que representa inventar, innovar. Para actuar en libertad, el supremo don, es indispensable despertar y desarrollar desde la infancia este inmenso potencial propio, en exclusividad, de los seres humanos.

Junto a la libertad de expresión se requiere la capacidad de expresión, disponer de las palabras que transmitan fidedignamente nuestras reflexiones. Las palabras no son si no se las pronuncia.  Es tarea esencial de la educación que libera: saber  pensar y expresarse correctamente. Esta es disciplina angular, aprendizaje insustituible durante toda la vida.

Por fin, acuerdo en relación al protagonismo indiscutible de la filosofía. Es una premisa excelente para seguir ahora en la mejora –que falta le hace- de todo el proceso educativo.

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