Hasta aquí podíamos llegar. Los docentes –que son los que saben de educación y cómo se educa- relegados, desoídos. Los excelentes pedagogos españoles, que los hay, no consultados. Las instituciones especializadas, a escala nacional e internacional, ignoradas. Las directrices de las organizaciones del Sistema de las Naciones Unidas y en particular de la UNESCO, desconocidas.
La Administración española se ilustra e inspira únicamente en los informes de la OECD, que agrupa a los países más desarrollados económicamente, cuyo conocimiento de los temas educativos –la formación de seres humanos “libres y responsables”- es, lógicamente, deficiente y sesgada. Hablan de “capital humano” y de cómo conseguir que los ciudadanos encajen bien en sus esquemas.
Hasta aquí podíamos llegar. Consulten a los maestros y a las maestras, a quienes llevan cumpliendo durante muchos años con dedicación y eficiencia una de las más bellas y esenciales misiones de la humanidad.
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