La inercia, empeñarse en seguir aplicando fórmulas de ayer a los problemas de hoy, es el principal enemigo del progreso.
La solución –tan bien representada en la naturaleza- es la evolución: conservar lo que debe conservarse, los principios éticos, los referentes esenciales, y modificar lo que debe ser transformado.
Si se persiste en el inmovilismo, en mirar hacia otro lado, en aferrarse a los privilegios… llega la revolución. La diferencia entre evolución y revolución es la “r” de responsabilidad. Con la responsabilidad se previene, se tiene en cuenta a las generaciones venideras, se evita el uso de la fuerza, se emplea la palabra, se saca el máximo partido a la creatividad, facultad distintiva de la especie humana.
Cada ser humano capaz de crear, e inventar, de tomar en sus manos las riendas del destino.
Durante siglos, sometidos, anónimos, silentes, temerosos. Ahora, por fin, capaces de expresarse libremente, de manifestarse presencial o digitalmente, de participar activamente para conferir a la democracia su pleno sentido.
Es peligroso, pues, seguir pretendiendo, en el nuevo escenario, que el poder absoluto decida y la gente acate mansamente.
Y si la inercia protegida y propiciada por el Partido Republicano de los Estados Unidos es tan intensa que llega a cundir la impresión de que ningún cambio es posible… serán imprescindibles grandes esfuerzos a contra corriente, posiciones firmes, intrepidez y templanza para que acontezca lo inesperado (como sucedió con Mandela y con Gorbachev). Lo inesperado es, en buena medida, nuestra esperanza. Decir “no” cuando se supone que sólo puede decirse “sí”, no acceder cuando todos consideran que nadie se atreverá a disentir.
El Presidente Obama ha demostrado que los inmensos intereses quese han opuesto desde hace décadas al “Medicare” podían superarse con una actitud resuelta… y que podían incorporarse millones de inmigrantes…
Y el Papa Francisco, de forma sencilla y genial, está dando un viraje que puede ser histórico, poniendo el amor al prójimo, próximo o distante, en primera línea.
Con algunos líderes de esta estatura y con el clamor popular se logrará la transición histórica de la fuerza a la palabra, refundando el Sistema de las Naciones Unidas; y poniendo en práctica, por fin, las grandes prioridades establecidas por el multilateralismo democrático (alimentación, agua, salud, medio ambiente, educación y paz); eliminar la amenaza nuclear…
Evolución o revolución. Hay que poner en su sitio al Partido Republicano de los Estados Unidos. A los mercados. Y a China… Como de forma tan clarividente se inicia la Carta de las Naciones Unidas, corresponde a “los pueblos evitar a las generaciones venideras el horror de la guerra”.
Desde el origen de los tiempos, se ha preparado la guerra (“si quieres la paz, prepara la guerra”). Ahora corresponde, con apremio, construir la paz, teniendo en cuenta a los que llegan a un paso de nosotros. Preparar la paz, con nuestro comportamiento cotidiano. Y hacer posibles las primeras etapas del “nuevo comienzo”, que proclama la Carta de la Tierra.
Hoy, más que nunca en el pasado, es necesario actuar para que, con una evolución adecuada y a tiempo se evite la revolución.
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