La voz, inaplazable.
Si no, delito de silencio cómplice.
Transcribo un poema del 10 de mayo de 1995 publicado en “Terral”:
“La voz herida
hoy
que se creía
invulnerable.
Al amparo
del pasado
refugiada,
oculta,
la voz estuvo
silenciosa,
silenciada.
La voz
a veces
no fue voz
por miedo.
La voz que pudo ser
remedio
y no fue nada.
Cuando al fin
se decidió,
fue voz baldía,
voz alcanzada
en pleno albor
de la palabra,
al iniciar el vuelo.
Si hubiera sido
inesperada,
intrépida,
hubiera influido
en el cambio
de sentido,
hubiera iluminado
inéditos
senderos,
inexplotadas y apacibles
sendas de futuro.
Por haber sido contenida,
llegó sin embargo,
solamente,
desoída,
a las oscuras y azarosas
orillas
del presente”.
París, 10.5.1995
Ha llegado el momento de la palabra. Manos y voces unidas para la evolución
pendiente y apremiante.
Ha llegado el momento de la voz firme e intrépida. En otro caso, seguirá siendo desoída…
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