Adopción de
una declaración universal de la democracia para entrar adecuadamente en la
nueva era
En San Francisco, en 1945, al final de
la Segunda Guerra Mundial, se fundaron, con el liderazgo norteamericano del
Presidente Roosevelt, las Naciones Unidas, cuya Carta comienza así:
"Nosotros, los pueblos, hemos decidido evitar a las generaciones venideras
el horror de la guerra". Hoy más que nunca es importante recordar que es a
la humanidad en su conjunto a quien se debe tener en cuenta… Por encima de los
gobiernos, el pueblo…
Los principios y valores universales
no se observan con frecuencia en la vida cotidiana de la "aldea
global". Se tolera el comportamiento perverso de líderes que vulneran
permanentemente las normas básicas de convivencia, sin que las Naciones Unidas
puedan intervenir de inmediato; se transfieren responsabilidades de gobierno a
los designios del mercado; se permiten, con toda impunidad, tráficos de
capitales, de armas, de drogas, de personas, porque no existen los mecanismos
reguladores y punitivos propios del único marco ético-jurídico que existe: las
Naciones Unidas, integradas por "nosotros" es decir, todos
los pueblos del mundo.
Todos unidos, sin fisuras. Todos
juntos para defender cada día unos valores que eviten los desgarros sociales,
la marginación y la exclusión. Todos juntos para dar el imprescindible vigor a
las medidas que se adopten para paliar rápidamente la "vulnerabilidad física"
que padecemos. También debemos, todos juntos, aplicar medidas correctoras de la
"vulnerabilidad moral" de nuestros tiempos, como preconizaba ya en un
artículo del mismo título publicado hace 17 años. Debemos situarnos todos del
lado de la vida. Y prevenir.
Se atenta contra la vida de muchas
maneras… En actos terroristas, tolerando el tráfico de personas y, sobre todo, con actitudes insolidarias ante los cientos de
emigrantes que llegan a las playas europeas (si es que logran llegar…) en busca
de un “futuro mejor” y no encuentran la acogida que esperaban… Atentar contra
una sola vida es un acto asesino injustificable. Hacerlo contra miles de
ciudadanos indefensos es atroz y nos impulsa, consternados e indignados, a contribuir
cada uno, con mayor
determinación que nunca, a fortalecer la solidaridad con todos los habitantes
de la Tierra.
Debemos mantenernos despiertos y
vigías. En los momentos de gran tensión humana, si se piensa grande, si se
piensa en todos, se acierta. Si se piensa pequeño, en unos cuantos, se yerra.
La legitimidad moral implica que la libertad, la igualdad y la justicia se apliquen
a escala global.
Es muy difícil combatir desde la luz a
quienes se mueven en la oscuridad. Es imprescindible que se refuerce sin demora
el Sistema de las Naciones Unidas, dotándolo de los recursos personales,
financieros, técnicos y de defensa que le permita actuar con diligencia y con
la capacidad de anticipación y de prevención que le es propia. Al final de la
II Gran Guerra -guerra de las prácticas más abominables, del genocidio, del
holocausto- los pueblos del mundo carecían de la posibilidad de acción, porque
en su inmensa mayoría nacían, vivían y morían en unos cuantos kilómetros
cuadrados, desconocían lo que acontecía más allá de su entorno, obedecían al
poder absoluto indefectiblemente masculino, y permanecían silenciosos y
atemorizados. Desde hace tres décadas, progresivamente y gracias en buena
medida a la tecnología digital, saben lo que sucede en todo el mundo, pueden
expresarse libremente y, sobre todo, son hombre y mujer. Todos iguales
en dignidad. ¡Todos con la facultad distintiva de crear! Todos deben unirse ahora para enderezar muchos rumbos actuales y
hacer frente común contra los que, con su comportamiento mezquino y
cortoplacista, atentan contra la paz y la convivencia.
Son precisas unas Naciones Unidas fuertes, que cuenten con
el apoyo de todos los países de la Tierra y, en primer lugar, de los más
poderosos, para "evitar a las generaciones venideras el horror...". Unas Naciones Unidas plenamente facultadas para la
puesta en práctica de la Agenda 2030 “para transformar el mundo”, asegurando
que el desarrollo es integral, endógeno, duradero, humano, y que los recursos
de toda índole -el conocimiento muy en primer término- se distribuyen adecuadamente,
al tiempo que se preserva la diversidad sin fin de la especie humana
-diversidad que es su mayor riqueza- con la fuerza que le confiere su unión
alrededor de unos valores básicos aceptados por todas las creencias e ideales.
Debemos recuperar a esas Naciones
Unidas que permitieron al mundo remontar el vuelo desde las cenizas de la
Segunda Guerra Mundial; las que aprobaron el 10 de diciembre de 1948 la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, que constituye una pauta de hondo calado
-cuya imperiosa necesidad se agiganta en estos momentos- para orientar la
gobernación del mundo. Corresponde hoy a “Nosotros, los pueblos”, reclamar, a
los 70 años de ese gran referente ético a escala planetaria, la adopción de una
Declaración sobre la Democracia, único contexto en el que puede
asegurarse el pleno ejercicio de los derechos humanos y cumplir las
responsabilidades intergeneracionales.
Ya tenemos voz y debemos alzarla. No
podemos continuar permitiendo, con nuestro silencio, la explotación de los recursos naturales de
los países menos avanzados por aquellos que debieran haberles ayudado a su
desarrollo endógeno, el éxodo de los mejores talentos y un progresivo abismo
entre las condiciones de vida de los prósperos y los menesterosos. Grandes
masas excluidas y hambrientas -miles de seres humanos mueren cada día de
inanición- proclaman la urgente necesidad de corregir los actuales modelos de
desarrollo, ya que no es sólo la presente inestabilidad lo que está en juego
sino las propias condiciones de vida sobre la Tierra para nuestros descendientes.
Poco a poco, las funciones de las
Naciones Unidas para la construcción de la paz (peace building),
esenciales y propias de su misión, se han sustituido por funciones de
mantenimiento de la paz (peace keeping) y de ayuda humanitaria, al
tiempo que en el escenario global los "pueblos" se han ido difuminando… Grandes conglomerados públicos y privados
actúan sin "códigos de conducta" que, a escala supranacional, sólo
las Naciones Unidas podrían establecer.
Hoy está claro que no se puede dejar en manos
de unos cuantos -y mucho menos sólo en las del "mercado"- la
gobernación del mundo, sino que debe hacerse sobre la base de unos principios
generalmente reconocidos. Bien entendido, la paz y la justicia no dependen sólo
de los gobernantes. Dependen sobre todo de cada uno de nosotros, que debemos
saber construirla en nosotros mismos, en nuestras casas, evitando la violencia en y con nuestro entorno.
Hay que destacar la dramática diferencia entre los medios dedicados a
potenciales enfrentamientos y los disponibles para hacer frente a recurrentes
catástrofes naturales (incendios, inundaciones, terremotos, tsunamis,...), para comprobar, con consternación, que el
concepto de "seguridad" que siguen promoviendo los grandes
productores de armamento es no sólo anacrónico sino altamente perjudicial para
la humanidad en su conjunto, y que se precisa, sin demora, la adopción de un
nuevo concepto de "seguridad", bajo la vigilancia atenta e
implicación directa de las Naciones Unidas. Se impone ahora con urgencia una nueva
estrategia en la que nadie que atente contra el derecho fundamental a la vida
quede impune. Y para reducir a la mínima expresión a los fanáticos extremistas
y deshumanizados es necesario que se tenga presente lo que significa la
seguridad en estos albores de siglo y de milenio…
Los grandes poderes actuales siguen pensando que la fuerza militar es la
única expresión y referencia de "seguridad". Gravísimo error,
costosísimo error que se ocupa exclusivamente de los aspectos bélicos y deja
totalmente desasistidos otros múltiples aspectos de la seguridad
"humana", que es, en cualquier caso, lo que realmente interesa.
Cuando observamos los arsenales colmados de cohetes, bombas, aviones y
barcos de guerra, submarinos... y volvemos la vista hacia los miles de seres
humanos que mueren de hambre cada día, y hacia los que viven en condiciones de
extrema pobreza sin acceso a los servicios de salud adecuados... es
insoslayable constatar y alertar sobre el deterioro progresivo de las
condiciones de habitabilidad de la Tierra, conscientes de que debemos actuar
sin dilación porque se está llegando a puntos de no retorno en cuestiones
esenciales del legado a nuestros descendientes.
La seguridad alimentaria, acceso al agua potable, servicios de salud,
rápida, coordinada y eficaz acción frente a las situaciones de emergencia... es
-ésta y no otra- la seguridad que "Nosotros, los pueblos..."
anhelamos y merecemos.
Insisto y subrayo que la solución es la
democracia a escala local y mundial: la voz de los pueblos, de todos los
pueblos. Con ellos alcanzaríamos la "solidaridad intelectual y moral de la
humanidad" que proclama la constitución de la UNESCO, uno de los
documentos más luminosos del siglo XX, que comienza así: "Puesto que las
guerras nacen en las mentes de los hombres, es en la mente de los hombres donde
deben erigirse los baluartes de la paz". Construir la paz a través de la
educación de todos durante toda la vida.
Desde siempre vivimos en el contexto
de la ley del más fuerte. "Si quieres la paz, prepara la guerra",
proclama un adagio especialmente perverso. Tendremos ahora que pasar de una
cultura de enfrentamiento a una cultura de conversación, de una cultura de
imposición a una de relaciones "fraternales", como reza el artículo
primero de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Me gusta repetir que el pasado ya está
escrito. Sólo podemos describirlo, y debemos hacerlo fidedignamente. Recordar
para no repetir los errores sino aprender de ellos. Sólo podemos escribir el por-venir
que está por-hacer. El futuro podemos y
debemos escribirlo todos juntos, inspirados en los grandes valores universales,
en favor de la dignidad de toda la especie humana y, recordando siempre que
somos “Nos-otros” y que somos en la medida que hay otros y no al margen de los otros…
Nos-otros.
Distintos, pero unidos por unos principios universales que guían nuestro
destino inexorablemente común. Como en
el barco leonardino que, cuando se abate la tormenta y se encrespan las aguas,
súbitamente no hay a bordo mujeres y hombres, pobres y ricos, negros y blancos,
jóvenes y adultos... sino únicamente pasajeros que deben colaborar afanosamente
para mantener el buque a flote…
Encuentro y debate, para presentar nuestras propuestas y conocer las de
los otros. Para inventar conjuntamente
un porvenir con faz humana…
¿Qué
mejor celebración del 70 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos que adoptar en las Naciones Unidas una Declaración sobre la Democracia?
Ya disponemos de un borrador bastante elaborado sobre las dimensiones ética,
social, política, económica, cultural e
internacional de la democracia (https://declaraciondemocracia.wordpress.com/ ). Faltan el conocimiento y la voluntad
política. “Nosotros, los pueblos”, nunca más espectadores impasibles sino
actores implicados, nos comprometemos a reclamar su adopción. Sólo una
democracia genuina a todos los niveles podría reconducir y esclarecer las sombrías tendencias actuales.
4 comentarios
Totalmente de acuerdo. Son necesarias unas Naciones Unidas, quitando el derecho a veto que tienen algunas naciones.
16 de octubre de 2018, 18:01Un saludo
Estimado señor:
16 de octubre de 2018, 18:33He entrado en la página web que usted indica y he observado con asombro que estoy tres veces entre los firmantes. Es muy posible que la culpa sea mía, pero le ruego indique que solo debo figurar una vez. En caso contrario, esa lista perderá credibilidad. Figuro una vez como J.Luisa González Hurtado y más de una como Juliana Luisa González Hurtado.
Muchas gracias
Un saludo
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20 de junio de 2021, 0:32Ya encontraré un estudio de arquitectos en Gandía que me ha podido hacer los certificados de habitabilidad muy rápidamente. Gracias :)
14 de noviembre de 2022, 11:18Publicar un comentario