Cuando se acepta lo inaceptable. Honduras... luego, Ecuador... ¿Luego?

martes, 2 de noviembre de 2010

El golpe de Estado de Honduras, con todas las situaciones atípicas que se quieran poner como excusa, constituye un antecedente peligrosísimo, porque pone de manifiesto el inmenso poder que retienen los que "mandan desde siempre". Se hizo lo indebido. Se autorizó y desautorizó después a mediadores. Se trivializó el papel fundamental que correspondía a la OEA. Y, por las presiones que han quedado bien patentes en Colombia, los EEUU consintieron "iuxta modum", pero consintieron.

Luego le ha tocado el turno a Ecuador, uno de estos grandes pequeños países que viven con los miedos del pasado tan presentes que la democracia sólo autoriza mandatos de cuatro años, improrrogables, para beneficio de los pescadores en aguas turbias. Es muy difícil enderezar el rumbo tradicional de estos países en tan poco tiempo. Y cuando sale un político con visión y carisma... se intenta, incluso, reducir su mandato, no vaya a ser que realice cambios que no convienen a la inercia secular.

Aviso, pues, "para barcos pesqueros y navegación de cabotaje": reforzar las alianzas intra-continentales y favorecer la transparencia y la información nítida para fortalecer la democracia y sus capacidades de anticipación y reacción. "Únanse, ayúdense", como proclamó hace años Rubén Darío. Estén vigilantes -con la antorcha encendida día y noche- como querían Oswaldo Guayasamín y Miguel Ángel Asturias, porque no aceptarán verse por fin, desposeídos, desprovistos de poder. La democracia es lo que tiene: o se la disfraza a tiempo u ocupa el escenario de tal forma que ya es muy difícil desplazarla.

El Presidente Rafael Correa ha podido sobreponerse a la rebelión de sectores de la policía ecuatoriana que no sólo pretendían derrocarle sino asesinarle. Lo imprescindible ahora, es tratar de desvelar quién hay detrás, quién promueve las revueltas, quiénes, cercanos y lejanos, impulsaron los sucesos de Honduras y ahora de Ecuador.

Deben darse cuenta que el tiempo del dominio y las imposiciones ha concluído. Y que ahora ha llegado el momento de los "pueblos" liberados, permanentemente atentos a los que maquinan desde la sombra, tomando resueltamente las riendas de su destino.

Es inaplazable corregir los desgarros del tejido social, fruto de la oligarquía, incrementados en años recientes por los "globalizadores", que desmantelaron el sector público y concentraron mucho poder en pocas manos. Es inaceptable que un país con una gran riqueza bananera y "camaronera", con petróleo y un formidable atractivo turístico deba ver su economía comprometida por unas cuantas compañías y consorcios multinacionales.

Si no se consigue una consistente evolución -aconsejable especialmente en el país en el que Darwin, en las Islas Galápagos, descubrió el "secreto de la naturaleza"- viene la revolución. Y las acciones golpistas que deben condenarse y contrarrestarse vengan de donde vengan.

Después de diez presidentes en una década y los tres últimos depuestos por asonadas y golpes de Estado, el país requiere ahora reformas en profundidad escuchando a todos pero, en particular, a las clases populares y las notorias comunidades indígenas. Hay que repartir mejor y los que más tienen, de una vez por todas, deben comprender que sólo con una actitud solidaria lograrán una razonable estabilidad para el cumplimiento de sus propios objetivos, pero ya no podrán seguir disfrutando de privilegios, sin agravios, como corresponde a un contexto de justicia y libertades públicas.

La OEA y UNASUR deben adoptar medidas estrictas en defensa de la calidad política de las repúblicas americanas, haciendo ver sin ambages a las oposiciones -sobre todo cuando se trata de militares de trayectorias autoritarias y opacas- que velarán con todos los medios a su alcance para evitar cualquier alteración en el camino de América Latina y El Caribe -después de los amargos años de la "Operación Cóndor"- hacia su emancipación. Una importante fracción del otro mundo posible que anhelamos depende de esta intrépida, imaginativa, plural, consciente de su inmenso potencial, América Latina...

3 comentarios

Jorge Medina Azcarate dijo...

Precioso!, este "sálvese quien pueda" nos condena a todos por igual.

Si las multinacionales se dan cuenta de esto podríamos llegar a soñar con cambios a mejor. Si por el contrario son las sociedades las que sólo lo vean, me temo que nos vienen tiempos convulsos de cambios por la fuerza.

Reparto o lucha, con el primero ganan todos y con el segundo pierden todos.

Un abrazo muy fuerte,

Jorge Medina Azcárate
One Brother World

2 de noviembre de 2010, 19:15

Estimado Sr. Medina,

sobre el reparto, sólo puedo coincidir. Reorganizar el mundo significa compartir más y mejor, trabarlo en mayor cohesión. El mundo actual está descompuesto, fragmentado.

Sobre la lucha, imagino que Vd. se refiera a la lucha violenta. Y allí, naturalmente, coincido.

Resta en cambio la lucha no violenta, que es el instrumento de transformación más importante que haya. Requiere coraje, lucidez, constancia. Pero tiene el potencial de cambiar el mundo.

Cordialmente,

10 de noviembre de 2010, 2:52

Estimado Sr. Sánchez Amillategui;

Coincido también plenamente con su teoría de la "lucha no violenta" como un instrumento teórico de cambio a mejor. Tristemente, me temo que ese "teórico" es hoy más literal que nunca, pues se está demostrando "día sí y día también" que el sistema está lo suficientemente blindado contra todo este tipo de teorías que antaño más o menos funcionaron con los Gandhi, Lennon o Luther king, pero que a la vez sirvieron (incomprensiblemente por mi parte!!!) para "perfeccionar y tapar" los agujeros que en su día aprovecharon estos genios de la Paz. Me temo con tristeza que probablemente hoy no hubiesen conseguido todo lo que hicieron hace medio siglo.

Por ello mi intuición preocupada en que la vía pacífica está agotanto sus últimos cartuchos, y ya sólo deseo que los del poder se den cuenta de todo esto antes de que el pueblo decida tomarse la justicia por su cuenta, pues sin duda será un camino de retroceso y destrucción. Parece antagónico, pero una vez más la solución a todo esto puede estar en quien creó el problema, y en quien a corto plazo parece menos interesado en solucionarlo.

Un saludo cordial,

Jorge Medina

10 de noviembre de 2010, 17:46