De súbditos a ciudadanos, la gran transición

miércoles, 17 de febrero de 2010

(resumen del artículo publicado en El País, el 11.02.10)


La solución a los gravísimos desafíos que enfrentamos es más democracia, mejor democracia. Y ello exige participación activa y conocimiento profundo de la realidad, que se dan especialmente en los "educados", es decir, los que actúan en virtud de sus propias reflexiones y nunca al dictado de nadie. El artículo primero de la Constitución de la UNESCO establece que el resultado del proceso educativo deben ser personas "libres y responsables". Educación para todos a lo largo de toda la vida. Para todos, no para unos cuantos. Y todos es muy peligroso, porque los educados no permanecerán impasibles, resignados, sometidos. No serán espectadores, sino actores. No receptores adormecidos, distraídos, atemorizados, sino emisores. No permanecerán silenciosos ni silenciados. Expresarán, con firmeza y perseverancia pero pacíficamente, sus puntos de vista.


Con ciudadanos educados ya no habrá dogmatismo, extremismo, fanatismo, ya nada será "indiscutible" ni se obedecerá de forma inexorable. La educación vence la apatía, induce a la acción.


Sí, la educación es la solución. No hay democracia genuina si no se participa, si los gobernantes y parlamentarios no son, de verdad, la "voz del pueblo". Para movilizarse, para implicarse, para involucrarse es imprescindible tener tiempo para reflexionar. Es esencial "escuchar" el mundo. Observarlo, que es mucho más que verlo y que mirarlo. Tener esta visión planetaria, esta consciencia del conjunto de la humanidad, que es lo que nos permitirá reaccionar sin esperar a tsunamis que nos emocionen, que nos pongan en marcha.


Los poderosos, que han ahuyentado desde siempre a los ciudadanos que, con mayor atrevimiento, ocupaban el estrado, no contaban con la "revolución virtual". La capacidad de participación no presencial (por telefonía móvil. SMS, Internet...) modificará los actuales procedimientos de consulta y elecciones. En síntesis, la democracia.


La decepción ciudadana al ver la incapacidad de los Estados para llevar a la práctica unos Objetivos del Milenio ya muy menguados y, más recientemente, hacer frente a las responsabilidades globales que supone el cambio climático, ha ido acompañada de la perplejidad e indignación que ha producido el "rescate" de las corporaciones financieras, responsables en buena medida de la grave situación que encaramos.


¿Y la gente? ¿Cuándo se "rescatará" a la gente? Es indispensable un multilateralismo eficiente, con instituciones internacionales dotadas de los medios de toda índole que requieren para el ejercicio de su misión.


Se terminaría así con los tráficos y mafias que hoy disfrutan de la mayor impunidad gracias a los paraísos fiscales, que deberían ser clausurados de inmediato y sin contemplaciones.


Unas Naciones Unidas que favorezcan la rápida interposición de los Cascos Azules cuando, tienen lugar, al amparo de la "soberanía nacional", violaciones masivas de los derechos humanos. Y la acción rápida y coordinada para reducir el impacto de las grandes catástrofes naturales (huracanes, ciclones, inundaciones, incendios, terremotos...) o provocadas.


La transición de una economía especulativa, virtual y de guerra (3.000 millones al día en gastos militares al tiempo que mueren de hambre más de 60.000 personas) a una economía de desarrollo sostenible global, que amplíe progresivamente el número de personas que pueden acceder a los servicios y bienes.


El porvenir está por hacer. El futuro debe inventarse venciendo la inercia de quienes se obstinan en querer resolver los problemas del mañana con las recetas de ayer. Muchas cosas deben conservarse. Pero otras deben cambiarse. Y hay que atreverse.


¡Ahora es el momento de la sociedad civil! De la fuerza a la palabra, al encuentro, a la conciliación. De súbditos a ciudadanos, la gran transición.


A vuela pluma (III) LOS RACISTAS NO CABEN EN LA DEMOCRACIA

viernes, 12 de febrero de 2010

“No cabemos todos”, ha manifestado en un momento infausto, la líder del Partido Popular de Cataluña.


Los que no deberían caber son quienes a estas alturas, a principios de una nueva era, de un “nuevo comienzo”, se expresan así. Si profundizamos un poco en nuestros antecedentes resulta casi siempre que, un día, “nosotros” fuimos “ellos”. Todos hemos sido emigrantes, inmigrantes, hasta originar estas comunidades plurales, mestizas, de gran diversidad cultural, que son garantía del respeto a la igual dignidad humana, piedra angular de todos los Derechos y principios éticos.


Es una vergüenza que los mismos que motivaron –a menudo con míseras retribuciones- la llegada de emigrantes en momentos de “expansión económica” favorezcan ahora su regreso, con severos e irrespetuosos comentarios a su condición.


Mientras algunos sigan aferrados a un sistema económico especulativo y con grandes inversiones militares, con deslocalización productiva hacia el Este –todo vale, sin reparar en condiciones laborales- y deslocalización directiva e innovadora hacia el Oeste, que favorece sólo al 20% de la humanidad y amplía los desgarros sociales, seguirán afluyendo emigrantes desesperados, a riesgo de su propia vida.


Con un gran plan de desarrollo global sostenible se proporcionarían las condiciones adecuadas de habitabilidad y progreso, lo que permitiría que la emigración fuera una decisión libremente adoptada, beneficiosa para todos.


Los necesitamos. Los necesitaremos, sobre todo, en un futuro, porque la baja natalidad y la mayor longevidad así lo requieren. Vean si no -los que mantienen el “ya no cabemos más”- las previsiones sobre emigrantes de las Naciones Unidas, y las de España concretamente.


Cabemos todos y todos somos iguales en dignidad.


El gran desafío para el futuro que anhelamos es com-partir mejor. Y para ello no hace falta más que echar un vistazo al mundo en su conjunto, para apreciar lo que tememos comparativamente.


Es cuando “miramos” al mundo cuando, súbitamente, nos sentimos hermanos (como establece, por cierto, el artículo 1º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos).

A vuela pluma (III) ESCAÑOS VACÍOS!

miércoles, 10 de febrero de 2010

¡Qué espectáculo lamentable! El Parlamento español y el Europarlamento despoblados, sin los “representantes del pueblo”, dando una tristísima imagen de la democracia nacional y europea. Parlamento viene de “parlare”… y buena parte de los parlamentarios no abren la boca en toda la legislatura. Sólo para votar –con férrea disciplina de partido, incluso cuando se trata de cuestiones de conciencia- acuden todos, obedientes. Insisto: parlamento viene de “parlare” y no de “votare”


Los medios de comunicación deberían proporcionar más imágenes de las Cámaras desiertas para que los ciudadanos supieran a qué y a quién atenerse. Ya me ofendía ver tantos espacios desocupados en las Cortes Españolas, pero más me molestó ver el Europarlamento con precaria asistencia cuando el Presidente de turno de la Unión Europea se dirigía a los representantes de los pueblos de todos los integrantes de la Unión. Habrá que cambiar muchas cosas, empezando por los porcentajes mínimos de participación para aceptar los resultados de las elecciones. De otro modo, resultan “representantes poco representativos”. Y habrá que darles trabajo y procurar que asistan a los debates. Si no lo hacen, y en la medida en que incumplan, deberían ser oportunamente sustituidos.


Tienen –tal como está el patio- excelentes retribuciones y deben hacer honor a sus responsabilidades. ¡O vemos los parlamentos llenos… o no volveremos a votar!

A vuela pluma (III) EL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL Y EL ESTATUT

martes, 9 de febrero de 2010

Me consta que varios miembros del Tribunal Constitucional son juristas de primera clase. A otros no los conozco, pero presumo así mismo su gran categoría profesional. Y considero especialmente importante que los ciudadanos respeten a las más altas Instituciones del Estado. Pero, para ello, deben establecerse con meridiana claridad los siguientes principios:

i) Qué temas y cuándo son de su competencia; ii) que si bien toda norma, especialmente aquellas de gran complejidad, es “interpretable”, es inaceptable éticamente que la interpretación no dependa de los saberes, sabiduría y visión de los magistrados sino de sus tendencias “conservadoras” o “progresistas”. Ello va en contra de la credibilidad, que tanto nos importa, del Tribunal Constitucional y de las principales Instituciones.

Desde luego que habrá conceptos y palabras que deban matizarse, mejorarse, adaptarse o suprimirse en todas las leyes –incluida la del Tribunal Constitucional-, Estatutos y en la propia Constitución. Y es preciso que se lleve a efecto en el momento procesalmente adecuado.

Que en un Preámbulo –y no en la parte dispositiva- se hable de un concepto tradicionalmente utilizado en la expresión de pertenencia cultural e histórica es en mi opinión tan aceptable como que se utilice el de “patria” -“Asturias, patria querida”… en el mismo himno o “Dolça Catalunya, patria del meu cor”- sin que por ello pueda deducirse desafección alguna a la “patria común”. En todo sistema de naturaleza “federal” se aceptan unos principios compartidos por todos los integrantes y la existencia de unas diferencias que los caracteriza: así, en los EEUU, 51 Estados bien distintos –hasta el punto de que en 34 de ellos existe todavía la pena capital- dotados de gran autonomía y capacidad legislativa, constituyen la Nación Norteamericana. La diversidad es la gran riqueza. Estar unidos alrededor de unos valores reconocidos por todos, su fuerza.

Es, en consecuencia, urgente, teniendo en cuenta lo acaecido con el Estatut de Catalunya, que el Tribunal Constitucional esté a la altura de las circunstancias. Y es urgente, también, que se reponga el recurso previo de inconstitucionalidad. Cada cosa a su tiempo.

Quienes han recurrido un Estatuto que desfiló puntualmente por todos los pasos establecidos y que fue aprobado por las Cortes Generales y ratificado en Referéndum, deberían sentirse responsables de la radicalización de posturas que han originado en personas poco “radicalizables” pero cansadas de maniobras políticas y electorales. Es un grave error afectar los sentimientos más íntimos de un pueblo. Sobre todo cuando los más estrictos defensores de la Constitución son quienes con menor entusiasmo la defendieron en su día.

El sistema de Comunidades Autónomas ha dado a España un resultado realmente extraordinario. Recuerdo la España de los años 50, 60… y no puedo por menos que aplaudir lo que se ha sabido hacer en la mayoría de las Autonomías españolas. Cultivemos la diversidad unida por unos principios comunes y nunca más por la fuerza para afianzar así un futuro plural, activo, creativo. Es así como funcionan el Reino Unido, los EEUU, México, Brasil, Alemania… y querer volver a fórmulas que, no sin dificultad y grandes concesiones por parte de algunos, se superaron en la Transición constituye un gravísimo error.

Bastantes problemas enfrentamos, originados por la tozudez y miopía de un sistema económico que se olvidó de los valores y que, movido por intereses a corto plazo, originó flujos emigratorios y “burbujas” cuyas repercusiones estamos sufriendo ahora –como siempre el sufrimiento es mucho mayor en los segmentos sociales más vulnerables- para que, además, compliquemos el panorama de la convivencia española con matizadas disgresiones sobre cuestiones que cuentan con el apoyo de las dos Cámaras y del pueblo catalán… y, sobre todo, con tres años ya de “rodaje”.

Repito: los tratamientos, a tiempo. De otro modo, aunque los diagnósticos fueran perfectos, ya no poseen efectos benéficos.

¡COSA EXTRAÑA LA BOLSA!

lunes, 8 de febrero de 2010

Hace un mes, la Bolsa -¡con la que caía!- había alcanzado, a pesar de la crisis, un incremento anual del 30%, altamente satisfactorio para los accionistas aunque no se reflejara, por desgracia, en el paro ni en otros parámetros de la crisis. “La Bolsa española se desmarca de la recesión y sube un 29,8% en 2009. El IBEX 35 lidera las revalorizaciones entre los principales índices mundiales”, proclamaba la prensa con alborozo el 31 de diciembre de 2009.

Suscitó pocos comentarios laudatorios y, desde luego, ninguno dedicado al gobierno.

El jueves pasado se agudizaron las caídas de los últimos días, alcanzándose un porcentaje de casi el 6% en una sola jornada, que tampoco fue favorable en los principales mercados del mundo… Inmediatamente, todas las miradas se volvieron hacia los respectivos gobiernos… ¡Qué cosa extraña, especialmente cuando es bien conocida la volatilidad de las Bolsas y la incidencia que tienen en sus fluctuaciones una sonrisa o una advertencia de líderes de instituciones regionales o internacionales, expertos agoreros mejor capacitados para argumentar por qué las cosas no van bien que en proporcionar soluciones y en prever, dando fórmulas de anticipación cuando las tendencias (“burbujas” de la comunicación e inmobiliaria, por ejemplo) eran tan sombrías!...

Lo realmente importante –nuevas energías, desarrollo global sostenible, cierre de los paraísos fiscales, mercado de armas…- sigue sin abordarse, cuando esto es lo que debería hacerse con firme voluntad política, en lugar de seguir favoreciendo alzas y bajas, que siempre benefician a los más avezados.

¡Cosa extraña la Bolsa!

¿Quién se acordará de Haití en unos meses?

viernes, 5 de febrero de 2010

Cada día, en sus viñetas, Forges repite: “y no te olvides de Haití”. Hace bien, porque recuerda la velocidad con que nos olvidamos del tsunami en diciembre del año 2005; de los terremotos de Perú, de China… y de Darfur… y de los acontecimientos que, hace tan sólo tres lustros, asolaron Haití. Allí estuve y escribí:


Se fueron los últimos

soldados

y estalló la paz

en vuestra vida,

sin reporteros

que filmen

cómo se vive y muere

cada día.

Ya no saldréis

en las pantallas

para aguar

las fiestas y el vino

de los ricos.

Ya no moriréis

de bala y fuego.

De olvido

volveréis a moriros.

Como siempre.


“¿Quién se acordará de Haití cuando los fotógrafos se hayan ido?”, escribió en un artículo titulado “Las duras imágenes de una tragedia” Milagros Pérez Oliva, la Defensora del Lector, que publicó “El País”, el 24 de enero.


Viendo lo que ha sucedido en Haití, quédense, por favor, algunos reporteros. Recordemos otras terribles catástrofes producidas por la naturaleza enfurecida y, las peores, originadas por la furia humana: los genocidios de Cambodia (2 millones de muertos desde 1975-1979) y Ruanda (800.000 víctimas)… y los inmensos sufrimientos producidos, además de millones de muertos, por las guerras y, sobre todo, recordemos a los 60.000 seres humanos, hermanos nuestros, que mueren de inanición y desamparo cada día.


Que nadie vuelva a morir de olvido. Unámonos todos en contra de los desmesurados gastos en armas (3.000 millones de dólares al día, no me canso de repetirlo!) y pongamos en marcha una economía de desarrollo global sostenible.


De otro modo, en Haití y en tantas otras partes de la Tierra, miles de personas volverán a morir de olvido. Como siempre.