Esta es la gran deuda que debe ocupar sin más demora nuestra atención. Esta es la deuda que debemos pagar. La otra deuda de nuestros pesares, que sabemos quién la paga pero no quién la ha contraído ni quién la percibe, debe ser estudiada minuciosamente. Pongamos los puntos sobre las íes. Exijamos que, de inmediato, se atiendan las grandes deudas morales, los grandes deberes cívicos, las grandes responsabilidades sociales. Que no sigan muriendo de hambre miles de personas todos los días, la mayoría niñas y niños, mientras invertimos miles de millones al día en armas y gastos militares. Que no sigan teniendo que abandonar sus lugares de origen –donde viven en situaciones de extrema pobreza, en condiciones inhumanas- para luego tener que saltar vallas con concertinas y ser devueltas, roto su sueño, a sus procedencias inhóspitas “en caliente”, sin el menor respeto a su igual dignidad humana.
Las Naciones Unidas -¡qué faltan nos hacen a pesar de sus deficiencias cuando son los grupos plutocráticos los que llevan el mundo a la hecatombe!- preconizan, desde 1974, que los países más prósperos contribuyan con el 0.7% de su PIB a la ayuda al desarrollo. La Unión Europea, gracias a los países nórdicos y al Reino Unido, alcanza el 0.41% y España, ¡a la cola!, el 0.16%. ¡El “recorte” aplicado en relación a lo que se invertía en el año 2008, cuando éramos uno de los mayores donantes de Europa, es del 70%! Pagamos a los ricos. No a los pobres. Francia, por ejemplo, se mantiene en un 0.42%, por encima de Alemania, como el quinto mayor donante del mundo.
Ángel Gurría, el Director General de OCDE, ha advertido recientemente de las consecuencias que acarrearía la disminución de las ayudas a los países más necesitados.
Bastaría con que se dedicara al desarrollo de estos países una parte de lo que ahora se dedica a su explotación; o un 20% de los inútiles gastos en artefactos bélicos propios de guerras pretéritas; o el 12% de la “deuda” que, en el caso de España equivale, en el año de la supuesta “recuperación”, casi al PIB nacional previsto para el 2015…
Que el clamor ciudadano imponga -a falta de las instituciones multilaterales que han sido marginadas– a los gobernantes y parlamentarios europeos y españoles la inmediata atención a la deuda moral. En otro caso, se quedarán progresivamente sin votantes. Y con tortícolis crónica, por mirar siempre hacia otro lado.
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