La silla vacía de Liu Xiaobo. "Yo no tengo enemigos", es el mensaje del Premio Nobel chino ausente. Oslo ha recriminado "cautelosamente" a las autoridades chinas recomendándoles que mejoren sus hábitos democráticos, y los poderosos -!que pretenden gobernar el mundo!- han realizado su gesto habitual de mirar hacia otro lado.
Son demasiados los intereses -financieros, productivos...- para que se atrevan a encararse al gigante inexpresivo que ellos mismos han generado. Las "grandes marcas" también producen allí, con una codicia ilimitada. Y todos calladitos y sonrientes. Como los centenares de millones de personas del pueblo sometido.
Liu Xiaobo: gracias, porque su silla no estaba vacía. Somos muchos los que la hemos visto llenísima. Los que pensamos que, a partir de ahora, nuestros esfuerzos en favor de un cambio radical desde una economía basada en la especulación y la guerra a una economía de desarrollo global sostenible; desde una cultura de imposición y fuerza a una cultura de diálogo, conciliación y paz, se redoblarán... porque su silla estaba sólo aparentemente vacía.
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