Eduardo Galeano, espuela para la movilización impostergable de la sociedad civil

jueves, 16 de septiembre de 2010

Considero muy interesante destacar algunos aspectos de la intervención de Eduardo Galeano en la reunión convocada por IPS y la AECID en Madrid, el 7 de septiembre de 2010.

En una exposición sobre "Algunos pecados capitales del mundo al revés", destacó la importancia de las culturas originarias; las tradiciones machistas; no reconocer la realidad; el desprecio del esfuerzo; la mentira; el miedo y "el mundo que mata"...

Contó muchas cosas de extraordinario interés. Con su amena voz a contracorriente, comentó lo siguiente: "Dicen que Núñez de Balboa fue el primer hombre que divisó los dos océanos a un tiempo: el Atlántico y el Pacífico. "¿Eran ciegos los indígenas?", se preguntó Galeano.

Puso de manifiesto la excesiva ingenuidad de tantos ciudadanos que aceptan sin rechistar las pautas del actual sistema económico y actúan según estimaciones y evaluaciones aberrantes. "Antes, el valor decidía el precio. Ahora, con frecuencia, el precio decide el valor", dijo.

¿Cómo podemos hablar de "capital humano"?. "Los nadies, los dueños de nada, los ningunos, los ninguneados, que no son seres humanos sino brazos..." No debemos hablar nunca más de capital humano. Todas las personas son iguales en dignidad y nos interesa de ellas, sobre todo, la cabeza y el corazón.

Ya no vamos a guardar silencio para ser la voz de los sin voz tenemos que escuchar primero. "Si no quieres ser mudo, tienes que empezar por no ser sordo". Todos, pues, ojo avizor y oído atento. Especialmente los periodistas, cuya importantísima profesión radica, precisamente, en transmitir fidedignamente lo que acaece.

También comentó los muros de vergüenza que existen en el mundo: el de Berlín ya se desmoronó, pero "¿qué sucede con el que durante varios kilómetros separa los EE.UU. de México? ¿y el de Israel en Cisjordania? ¿y el de Marruecos en el Sáhara?..." Tenemos, pues, que derribar todavía muchos muros que siguen siendo una vergüenza colectiva y una desobediencia a las resoluciones de las Naciones Unidas.

Y mentiras... como la de las armas de destrucción masiva en Irak (miles de muertos pagaron el precio de este siniestro engaño)... y noticias sobre la vida personal de algunas "personas escaparate" que permiten durante mucho tiempo ocultar cuestiones que deberíamos conocer...

Pero, sobre todo, miedo. "Miedo a perder el empleo, a no encontrarlo... Miedo del hombre a la mujer sin miedo, miedo a la multitud, miedo a la soledad, miedo a vivir, miedo a morir..."

¡Miedo!, como menciona de forma tan prominente el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: "El ejercicio de estos derechos liberará a la Humanidad del miedo"... Estamos atemorizados desde el origen de los tiempos por el poder terrenal y por las creencias que nos amenazan con el infierno en lugar de hablarnos del consuelo, y del amparo, y del amor. De la misericordia. De la amistad...

¿Hasta cuándo seguiremos aceptando este orden mundial basado en la mentira y el miedo?.

Nos quitarán el habla, nos inmovilizarán... pero no podrán quitarnos las ideas ni la verdad. Terminó su intervención con una anécdota excelente: "Un hombre viajaba de un pueblo a otro con dos mulas. En una iba él, en la otra un arpa. Le asaltaron y le dejaron maltrecho. Cuando recuperó el conocimiento exclamó: "Se llevaron las mulas y el arpa. ¡Todo me lo han robado... menos la música!.

6 comentarios

Anónimo dijo...

Excelente escrito el de hoy.

¿Hasta cuándo seguiremos aceptando este orden mundial basado en la mentira y el miedo?
Una buena pregunta que hacerse por lo menos una vez al día.

16 de septiembre de 2010, 12:20

He tenido durante muchos años la misma resistencia a hablar de "capital humano" que aquí manifiesta Eduardo Galeano. En efecto, parece que todo aquello que gira en torno a la palabra "capital", por muchos adjetivos con que la adobemos (y ninguno tan ennoblecedor como el de "humano"), esté mercificado, cosificado, reducido a la relativamente baja condición de mercancía que se compra y se vende, se tasa y se presta, se aprecia y se deprecia …

Gracias al trabajo con Boris Porena, de cuyo pensamiento soy completo deudor en estos análisis, como en tantas otras dimensiones, creo que es posible proponer otra perspectiva, a todos Vds. y al admirado Galeano.

La propuesta poreniana sería, consideremos "capital" como un hecho puramente físico. El capital se da en la naturaleza. Un genus va acumulando capital genético, diferenciándose en especies, a medida que la danza entre influencias externas y mutaciones genéticas van consolidando capacidades y prestaciones que previamente no existían. Un ecosistema va acumulando biocapital, cuando se va haciendo más y más rico y complejo, mallando la trama de sus relaciones, creando interdependencias que producen un claro valor añadido, en términos de resistencia, de estabilidad …

Permítaseme un inciso. Quizás mejor que hablar de un sustantivo, "capital", sea hablar de un proceso, "capitalización", entendida como acumulación organizada de recursos, a la cual dicha organización dota de propiedades emergentes que no existían cuando esos recursos estaban por debajo de un umbral. Tendemos a asignar a los sustantivos estáticos un peso casi definitivo, como si se tratase de un objeto tangible. Más aún cuando el sustantivo en cuestión ha sido, desde los trabajos de Karl Marx en adelante, objeto de tantas y tan vehementes discusiones. Pero ese enfoque rigidiza el hipotético objeto, y puede conllevar malentendidos. Los sustantivos 'dinámicos' , que hablan de un proceso ("capitalización", como "construcción" o "reivindicación"), no presentan ese mismo riesgo. Detrás del sustantivo 'dinámico' está etimológicamente el verbo "capitalizar". Y los verbos ("palabras que trabajan", en la afortunada conceptualización que hacen las culturas germánicas) nos acercan al mundo de la vida, de aquello que está en permanente flujo.

Cuando pasamos de la physis al mundo específicamente humano, de la cultura (mejor dicho, de las culturas), la "capitalización" sigue presentándose en otras dimensiones. Ciertamente la invención más sofisticada de la historia, la escritura, ha permitido poner en marcha la "capitalización" del conocimiento, de la que llevamos varios milenios sin duda venturosos. En un determinado momento de la historia, la "capitalización" de excedentes agropecuarios ha permitido crear formas de organización social que superaban las capacidades de la tribu de cazadores-recolectores, donde cada miembro debía trabajar por su propia subsistencia. Y el proceso ya ha mostrado allí sus dos vertientes posibles: ha permitido que nacieran los escribas y los astrónomos, pero también los soldados y los sacerdotes.

17 de septiembre de 2010, 18:10

Con el desarrollo de las sociedades modernas, y especialmente con la explosión traída por la revolución industrial, la "capitalización" toma por primera vez un camino decididamente peligroso, y es utilizada por algunos grupos para consolidar sus posiciones dominantes, en primer lugar, y para exacerbarlas luego hasta límites absurdos y en última instancia peligrosos para la especie, si no para el planeta. Esa instrumentalización interesada de los procesos de capitalización ha hecho posible los ejércitos de destrucción modernos - ha hecho posible el productivismo y el consumismo que se están comiendo la tierra. Privada artificialmente (y sólo temporalmente) de ciclos de retroalimentación estabilizante (el "feedback" negativo), la capitalización incontrolada ha posibilitado el nacimiento de verdaderos monstruos. Unida a la virtualización (financiera, informática, etc.) que ha alejado las palancas del poder de su substrato físico de sustento (donde la ley de la gravedad y análogas hubiesen intervenido antes, aportando la necesaria corrección), ha generado los absurdos del mundo contemporáneo. Cuando en los prolegómenos de la crisis actual los lacayos del poder pedían fondos públicos para salvar a los gigantes financieros irremediablemente enfermos, argüían que eran "too big to fail", demasiado grandes para permitir su derrumbe. A lo que alguna vocecilla crítica respondía, "si algo es demasiado grande para dejar que se derrumbe, ¿no será que, en realidad, es demasiado grande para permitir que exista?"

Y aquí hago otro inciso. Una de las líneas más fructíferas del pensamiento de Porena consiste en el análisis de las ideologías. En su visión, "idea" e "ideología" difieren poco o nada en su contenido básico. Difieren, y mucho, en cómo actúan dentro de las culturas. La "idea" se propone a sí misma con mayor o menor creatividad, con más o menos datos que la sustenten … pero siempre desde una óptica relativa, aceptando a priori su igualdad con otras ideas - otra cosa es que los mecanismos de discusión de la sociedad civil, y sobre todo la evidencia fáctica, vayan asignando poco a poco mayor solvencia a unas ideas frente a otras. "Ideas", en esta visión abierta, serían las hipótesis y las teorías, que van siguiendo un ciclo vital de nacimiento, progresiva aceptación, y superación por parte de nuevas y sucesivas hipótesis.
La "ideología", en cambio, es la "idea" que renuncia a ese estatus relativo, y que se afirma a sí misma de forma absoluta, excluyente de todas las demás. La "ideología", por su propia naturaleza, exige supremacía, ya que no puede admitir ninguna confrontación relativa - necesita aniquilar y excluir a toda otra ideología, a toda idea, o bien fagocitarlas e incorporarlas, absolutizándolas, a su propia estructura.
Ese relativismo de la "idea" no es cosa baladí: desactiva la agresividad, en las personas que verdaderamente lo reconocen. Nadie ha dado un puñetazo por defender la geometría euclídea- no era necesario, puesto que se defendía por sí sola, dentro de su universo cultural. Aunque más tarde fuera incruentamente 'derrotada' en el universo cultural de la geometría riemanniana. Pero se han dado puñetazos, y más que puñetazos, cometido crímenes horrendos, por afirmar la supremacía de "ideologías". Su afirmación absoluta pasa por encima de todo - podríamos decir que exige pasar por encima de todo aquello que no se someta, que ose afirmar su independencia. Puesto que basta un atisbo de relativismo para acabar con una ideología, y devolverla a la inofensiva condición de idea. No se lo puede permitir, por consiguiente.

17 de septiembre de 2010, 18:11

Volviendo a lo nuestro, el "capitalismo" es un ejemplo señero de ideología - probablemente, la ideología más peligrosa de la historia, peligrosa para la propia historia - sin seres humanos, y puede que sin planeta, que es el lugar al que nos conduce el tardocapitalismo a pasos agigantados, está claro que no habrá historia. El capitalismo ha adquirido esa peligrosidad extrema porque no ha dudado en cabalgar para sus propios fines las propiedades emergentes del proceso de capitalización, la capacidad para llegar a unos niveles y concentraciones de poder fáctico sin precedentes en la historia humana. El desarrollo tecnológico le ha permitido desactivar -temporalmente, subrayo- los ciclos espontáneos de realimentación negativa que en el pasado habían evitado acumulaciones de tal calibre. El capitalismo ha devorado incluso las discusiones, inicialmente emancipadoras, que lanzaran Marx y Engels - deformando los experimentos sociales alternativos, esclerotizándolos en ideologías igualmente absolutistas, en "capitalismos de Estado", en productivismos de tres al cuarto que socavaron el comunismo ya mucho antes de su derrumbe final. Hoy, la bomba sigue creciendo. Afirmando incansablemente a través de sus mil voces que es el único camino, que sólo en ella hay crecimiento y prosperidad y futuro y salvación, ¿les suena? Afirmando exactamente lo contrario de lo evidente - que en ella sólo hay muerte, pues el crecimiento constante en un planeta finito lleva sólo al desastre, como el crecimiento de un tumor sólo puede aniquilar al organismo que lo alberga.

El capitalismo lo ha contaminado todo. Por supuesto, el lenguaje y la comunicación - la invención, como digo, más sofisticada de la historia. Y ha extendido uno de sus voraces tentáculos y se ha apoderado también de la palabra "capital". Con su totalitarismo absolutizante, el "capitalismo" (ideología, repito), declara triunfante, "el capital" (objeto neutro) "es mío". Dicho de otro modo, "el capital sólo puede ser utilizado dentro del capitalismo, es su origen y su criatura, su padre y su hijo". Pero es manifiestamente falaz. El capital, como argumenta Porena, existe desde mucho antes del capitalismo y, dependiendo de las dimensiones que tome la traca final del tardocapitalismo, es probable que siga existiendo después de su autodestrucción suicida. Y si en ese futuro cada vez más cercano sigue habiendo hombres, se pondrán a acumular, de nuevo, capital humano, esperemos que aprendiendo de la trágica lección primera.

17 de septiembre de 2010, 18:13

Galeano reacciona, como hombre aún sano, como hombre profundamente irritado y angustiado por el capitalismo, con un rechazo frontal a todo lo contaminado por esta ideología. Incluyendo la palabra "capital". Qué duda cabe que comparto la esencia de ese rechazo. Pero podemos proponer una alternativa, como esta bitácora, y otras muchas voces, están proponiendo con cada vez mayor y más necesaria insistencia. Una alternativa no violenta, no ideológica (si algo enseñan los malhadados experimentos comunistas, es que una ideología no se puede desactivar con otra ideología). Una alternativa que vaya más allá del capitalismo, y más allá del choque de culturas que el capitalismo exacerba, del que el capitalismo medra. (No existe en la naturaleza, taxativamente, el mecanismo de competencia destructiva y exacerbada que es la esencia del capitalismo: entre las muchas cosas que ha contaminado, está la teoría darwiniana de la evolución, que nunca jamás afirmara tal idea).

Una de las características esenciales de la reivindicación no violenta es la recuperación del lenguaje. Recuperemos la palabra "capital", y sobre todo "capitalización". Neguemos la omnipotencia avariciosa del capitalismo. Es posible convivir con el capital - más aún, es posible utilizarlo de manera humanística, de manera afirmadora de la vida. Nuestras redes sociales (las verdaderas, no las de pacotilla virtual) son un capital. Nuestro conocimiento y nuestras experiencias, también. Nuestra capacidad de comunicar, por supuesto. La sociedad sana es un gran acumulador de capital - es, por definición, aquella forma de organización que trasciende la suma de los individuos que la constituimos. La idea del "progreso" (sí, fue una idea, antes de que el capitalismo se la tragara, convirtiéndola en ideología) afirmaba precisamente que "capitalizando" nuestras insignificantes contribuciones individuales íbamos a crear un mundo mejor. Cambiemos el enfoque: el problema no está en el capital. Está en cómo se utiliza, está en el galopar incontrolado de ideologías que lo instrumentalizan, está en la desactivación imprudente de los normales ciclos de retroalimentación estabilizante.

Y luchemos por todas las palabras - vayamos sacándola una a una de las garras de la bestia, volviéndoles a dar lustro y volviéndolas a hacer dignas de estar en los labios de personas buenas y responsables.

Concluyo. Yo creo que cada acto por la paz, por la concordia, está contribuyendo a un "capital de paz". Estamos todos juntos capitalizando nuestras buenas voluntades, nuestras inteligencias, nuestras convicciones, incluso nuestros hastíos y nuestros rechazos, como el que expresa Galeano. No lo perdamos de vista. Sigamos añadiendo granito tras granito. Emergerán de ese capital propiedades que desactivarán al monstruo que nos está robando el futuro. Si algo nos dice el registro geológico, es que la vida es más fuerte que la muerte. Otro mundo es posible - un mundo donde ninguna cultura ni ninguna idea quiera erigirse en absoluta, donde todas sepan convivir en relativo.

17 de septiembre de 2010, 18:14

Thank you, that was just an awesome post!!!

26 de julio de 2018, 10:34