El consumo de drogas es, como el alcohol y el tabaco, una responsabilidad personal. Deben conocerse muy bien los efectos nocivos que comporta su consumo. Pero está claro que el prohibicionismo, como ha destacado recientemente Araceli Manjón, ha constituido un error rotundo, con mafias que afectan a la seguridad de países enteros, traficantes que se convierten en asesinos, y drogadictos que hacen de su vida, a escala personal y familiar, una inmensa tragedia.
La "Ley seca" fracasó. Cuando la prohibición se terminó, los Al-Capone desaparecieron.
En el mes de mayo de este año, escribí un blog sobre este tema, recomendando la despenalización, como hace unos días lo ha hecho, con considerable repercusión mediática, el ex-Presidente del Gobierno Español, Felipe González.
Escribía en mi blog de mayo: "...por las dimensiones del tráfico y su impacto económico y delictivo, el consumo de drogas afecta a la sociedad en su conjunto".
Buena parte de los problemas de Afganistán -y de los relacionados con los talibanes- desaparecerían si, súbitamente, no fuera negocio cultivar la amapola. El 90% de la heroína que se consume en el mundo procede de Afganistán. Y cada hectárea de adormidera proporciona unos 13.000 dólares... cuando los cereales no pasan de 500.
Lo mismo sucedería en Colombia y otros países de América: si de pronto el precio de la cocaína decreciera fuertemente, terminaría de una vez la trama mafiosa, de extrema violencia, que hoy produce el narcotráfico.
Europa debería liderar esta gran decisión a la que se oponen algunos de buena fe, y otros para defender los inmensos intereses que obtienen... sin reparar en los desgarros personales y familiares que originan... y que no afectan a sus conciencias porque hace tiempo que las vendieron.
Es necesario, pues, en ésta como en tantas otras cuestiones, un replanteamiento radical. Hay que abordar el tema sin prejuicios, sin posiciones inamovibles que desoyen cualquier sugerencia de cambio.
Sí, despenalización, y que la droga no valga más que un paquete de tabaco o una botella de vino. Y desaparición inmediata de los paraísos fiscales, como pedía recientemente (blog del 3.05.10). Ambas son medidas muy difíciles por los fabulosos intereses que subyacen y por la inercia que la "sociedad instalada" siente ante toda modificación de rumbo.
Sin tráfico de drogas y sin paraísos fiscales que lo hacen posible, el mundo sería, de pronto, mucho mejor.
Despertemos del largo letargo y elevemos nuestras voces en este sentido, por Internet y por todos los medios a nuestro alcance: tráfico de drogas, ¡basta!.
2 comentarios
Hola Don Federico,
30 de septiembre de 2010, 11:03es este asunto de extrema importancia. Es imperativo encontrar soluciones y cambiar los modelos de lucha. Lo que dice usted es cierto pero no tan sencillo. ¡Es sabido que esas drogas hacen con que uno se sienta bien y luego enganchan! Pregunto, ¿si las venden tan fácilmente como un paquete de tabaco, no aumentará su consumo? Desaparecerán las mafias pero creo que los quioscos se enriquecerán rápidamente! Nuestra sociedad no está preparada para tanta libertad. ¡Lo que si se puede hacer ya es terminar con los paraísos fiscales!
Un fuerte abrazo,
Sandra
Estimado Federico,
1 de octubre de 2010, 17:03Me ha alegrado ver que usted también aboga por la legalización de las drogas.
Una de los mayores obstáculos para que esa legalización se haga realidad, como decía recientemente Felipe González, es el alto costo político que calculan los partidos gobernantes que tendría dicha decisión. Mucha gente se opone frontalmente a la legalización por temor a que eso produjese un aumento del consumo al hacer más fácil su acceso para la población.
No obstante, es importante hacer entender a la gente que eso no tiene porque ser así, si se hace una legalización controlada y restrictiva. Podría perfectamente hacerse con las drogas algo similar a lo que pasa con las armas: legales, pero sólo para quienes tengan el correspondiente permiso. En el caso de las drogas, ese permiso sería concedido a quienes, tras un examen médico, se les certifique su condición de adictos.
De ese modo, evitas que pueda aumentar el número de consumidores, mientras atajas en buena medida los problemas derivados de la prohibición, como son el narcotráfico, los ingentes recursos dedicados a combatirlo, la delincuencia derivada del consumo, o las intoxicaciones (muchas veces mortales) por sustancias adulteradas.
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